“Bestia, soy como una bestia/Tengo alas para volar, me quemo todo por dentro/Quién tuviese una cerilla/Para poder quemar el mundo/Bestia, somos como bestias/Bestia, quiéreme como a una bestia/Bésame, bésame como una bestia/Enróllate, enróllate como una bestia/Tírate, tírate como una bestia”
Así se expresaba a los veintipico, clamando contra la bestialidad humana. Ahora que es otra persona, renuncia a esa condición animal que hace menos sapiens al Homo y agarra de nuevo a la bestia por los cuernos. Esta vez para exorcizarla y celebrarla. Aparecido en 1976, Bèstia!, en catalán, fue la tarjeta de presentación de Oriol Tramvia, un histórico de la llamada “generación ramblera”, compuesta por el underground barcelonés de mediados de los setenta. El de Ocaña y Nazario, el de Zeleste, el Born, las Jornadas Libertarias, la Nova Cançó y el Festival de Canet, sustrato progre-cultureta desde el que la nueva izquierda autonómica fraguaría su asalto a la gestión del poder. Tramvia, Pons según la fe de bautismo, quedaba desubicado durante ese sorpasso, a diferencia de otros participantes en aquella epifanía de vacío histórico y político que fue la pretransición, más sagaces o ambiguos a la hora de rentabilizar sus militancias.
Forma parte Tramvia de ese tridente ácrata completado por Pau Riba y Sisa, al que la oficialidad cultural catalana continúa soslayando como quien no quiere la cosa. Durante los cuarenta años transcurridos desde la publicación de Bèstia!, se ha dedicado su creador a sobrevivir pero sobre todo a vivir. Gran parte de ese lapso lo dedicaría a la interpretación, interviniendo como actor en cine y, por encima de todo, en teatro, retomando su carrera musical solo puntualmente, con motivo de la publicación de un cd grabado en directo. Su reintegración definitiva a la canción tenía lugar en el 2004, año desde el que no ha dejado de grabar y actuar, cuajando una dinámica tenaz y consistente que, al margen de la industria y el Poder, ha vuelto a poner de relieve para viejos y nuevos seguidores las idiosincrasias de este “gran clásico ignorado de la música catalana”, como se le describía recientemente en una entrevista.
Con motivo del cuadragésimo aniversario de Bèstia!, protagoniza Tramvia un momentáneo alto en el camino para celebrar la canción y el álbum que le vieron nacer artísticamente. Una nueva versión de ese tema, grabada con la formación que actualmente le acompaña, ha sido objeto de una edición limitada sin ánimo de lucro ni de explotación nostálgica. Otra canción perteneciente a aquel disco, la que ponía música al poema “Venedor d’amor”, de Papasseit, será en breve objeto de la misma recuperación en el seno de un nuevo trabajo en el que cohabitarán temas propios con poemas musicados de Espriu, Pons y Bauçà. Con una agenda se diría que inmunizada contra la pasividad, anuncia también este singular artista su participación en la próxima edición del festival Barnasants con L’Oriolsol, espectacle per a guitarra i cadira, un montaje de pequeño formato. Indesmayable en su labor de difusión de la poesía catalana, incluida la suya propia, Oriol Tramvía reflexiona para Cáñamo sobre una experiencia vital de la que se desprenden aleccionadora modestia y ejemplar savoir faire.
Conmemorar el pasado –como sucede con este cuadragésimo aniversario de Bèstia!– siempre conlleva regresar a él, aunque sea desde la reflexión, y reencontrarse con la persona que entonces fuiste, lo cual suele resultar bastante incómodo si uno tiene la manía de practicar la autocrítica. Mirando a la cara al que entonces eras, ¿qué sensaciones tienes?, ¿recuperarías si pudieras algo de aquel Oriol o le abofetearías por necio?
La sensación es de que he vivido mucho, de que me voy montando en mi escalera de pintor –el Gato Pérez lo llamaba “la atalaya”– y de que ya todo es más ligero. Todo aquello, lo de aquel tiempo, era denso, a cara de perro, sin tan siquiera luz de sala; ahora, en cambio, el tiempo transcurre acompasadamente y es mucho más fácil tener armonía, o sea que sigo siendo necio pero no por esto voy a abofetearme, amigo.
Llama la atención que hayas alterado la letra de Bèstia!, ya que no es esa la norma. Muchos artistas se pasan gran parte de su vida adulta impostando su juventud, son capaces de cantar lo mismo que cuando tenían dieciocho o veinte años, y eso es una estafa.
No solamente he cambiado la letra sino que el título es No siguis bèstia!, o sea, ‘no seas bestia’: no he encontrado otra fórmula más rápida para reírme de mí mismo… Riéndome de mí mismo puedo reírme de todo lo que me rodea… ¿O no?
Así y todo, has conservado en la letra de Bèstia! el fragmento que dice “quién tuviese una cerilla/para con ella el mundo quemar”. ¿Todavía es necesario quemar el mundo?, ¿se siente más impotencia ahora que antes por el hecho de no poder quemarlo?
Mientras exista el más mínimo vestigio de nacer en Somalia, el mundo debe ser incendiado en la pira de los tiempos. El mundo es un sitio muy cómodo para transitar, sobre todo si has nacido en Europa, pero terriblemente injusto para muchas personas que ni siquiera pueden hacer el paso de la miseria a la pobreza, que aunque parezca que es lo mismo no lo es… La miseria es vivir sin nada, la pobreza es vivir con poco.