Carl Hart (Miami, 1966), un tipo que transitó de los barrios desfavorecidos de Miami al departamento de psicología de la Universidad de Columbia. Un top mundial en la investigación neurocientífica sobre drogas. Un espécimen excepcional en la ciencia, no solo por sus rastas y su uso declarado de drogas, sino por desafiar todo lo que sabemos sobre drogas y por su incansable misión de educar a la sociedad con datos y sin prejuicios. Su libro High Price: A Neuroscientist’s Journey of Self-Discovery That Challenges Everything You Know About Drugs and Society (‘Un precio muy alto: el viaje de un neurocientífico que desafía todo lo que sabemos sobre drogas y sociedad’) se ha convertido en un clásico desde que se publicó en el 2013. Su primer libro, Drugs, Society & Human Behavior (1972), lleva ya dieciséis ediciones, y en estos días anda escribiendo Drug Use for Grown Ups (‘Uso de drogas para adultos’), que será el primero en ser traducido al español. Carl es brillante, inspirador, fascinante, revolucionario y cien por cien pura elegancia, como demuestra en esta entrevista exclusiva para Cáñamo, concedida una mañana de julio bajo los efectos de la metanfetamina.
¡Bienvenido a Barcelona! ¿Es tu primera vez en España?
No, esta es mi cuarta vez en España y la segunda en Barcelona. Siempre vengo por trabajo, pero es como si fueran vacaciones, porque las leyes de drogas son mejores que en Estados Unidos [risas].
¿Cuál es la pregunta que te gustaría que te hicieran y nadie te preguntó antes?
Qué es lo que más me gusta de tomar drogas.
¿Qué es lo que más te gusta de tomar drogas?
Depende de la droga que se toma. Pero, en general, disfruto más de las drogas que producen las tres E: euforia, energía y empatía. Me gusta creer que las tres E nos hacen personas más compasivas.
He leído High Price y es emocionante cómo relacionas tu vida personal con la ciencia. Es inspirador, especialmente para cambiar las actitudes y percepciones hacia las drogas y las personas que las usan. Es un libro donde explicas detalles muy íntimos y algunas de las experiencias más dolorosas y desafiantes de tu vida. Además, es un libro que forma parte de la bibliografía de tus clases. ¿Qué comentarios recibes de tus alumnos?
Creo que el mayor feedback recibido es que es un libro accesible y la gente entiende la ciencia a través de un lenguaje sencillo. Les gusta mucho y pueden identificarse con las historias que se cuentan, ya que algunos han vivido experiencias similares.
En los últimos casi treinta años te has dedicado a estudiar la interacción entre el cerebro, las drogas y el comportamiento, administrando todo tipo de drogas en ratones y personas. ¿A qué conclusiones llegaste?
La principal conclusión es que la gente toma drogas porque las drogas son divertidas. Y muchas personas que investigan las drogas no se dan cuenta de algo tan obvio. Es algo que es importante para las personas consumidoras. Pero las personas que estudian el comportamiento no entienden que llevar a cabo esa conducta es útil y, por lo tanto, existe un abismo entre las personas que toman drogas y las personas que las investigan. Y esa división produce una situación propicia para la ignorancia, como en la época medieval, cuando pensábamos que la tierra era plana y la gente tenía miedo de aprender que no lo era. El mundo de las drogas todavía es plano.
Entonces, ¿todo lo que sabemos sobre las drogas es falso?
No, no es cierto. Creo que sabemos mucho sobre drogas. La cuestión es que las personas que saben sobre drogas son ignoradas y las que no saben, en muchos casos, son científicas y tienen poder. Es el tipo de educación popular sobre drogas lo que falla. Hay personas, sean científicas o usuarias, que creen saber mucho sobre drogas cuando, de hecho, no saben tanto como creen. Hay mucha ignorancia, pero también hay algo de conocimiento.
¿Por qué los gobiernos se empeñan en criminalizar las drogas si no son la verdadera fuente de problemas? ¿Por qué las políticas de drogas no responden a la evidencia?
En Estados Unidos, el objetivo de prohibir las drogas no es la seguridad de las personas, sino asegurarse de que las fuerzas del orden público tengan algo que hacer, de manera que hay que disponer de fondos con el fin de mantener su trabajo para hacer cumplir la ley. Y, si este es el caso, siempre debes tener un enemigo, como los traficantes y las mismas drogas. El gobierno no se preocupa primero por el consumidor de drogas, sino que se preocupa de hacer cumplir la ley. Y este es el modelo que exportamos a Sudamérica, a Europa y al resto del mundo. Si realmente queremos hacerlo mejor, debemos priorizar el trabajo con las personas que consumen drogas. Preguntarse: ¿cómo podemos hacer para que esta actividad sea más segura? Al igual que hacemos con la conducción, donde se capacita y educa a las personas para mantenerlos a salvo. Si el gobierno priorizara las personas, implementaría prácticas para su protección. Lo primero es asegurar que las sustancias sean lo más seguras posible, enseñar cómo consumirlas. Pero esta no es la prioridad en el sistema actual, y por eso Energy Control es tan importante.
Ambos estamos de acuerdo en que la prohibición es un gran desastre. Uno de los efectos es la corrupción en las diferentes capas del sistema. El Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA) financia el ochenta y cinco por ciento de la investigación sobre drogas en el mundo. Una investigación que se centra básicamente en conocer los daños y omite el estudio de sus beneficios. ¿Podemos decir que la corrupción también está presente en el campo científico?
Comencemos con el primer grupo de comentarios. “La prohibición ha sido un desastre”. No es cierto. Ha sido un gran éxito para los gobiernos porque hay grandes presupuestos, por lo que el prohibicionismo no ha sido un desastre para las personas interesadas en mantener a las fuerzas del orden ocupadas y también para encarcelar a las personas que no les gustan, como algunas minorías. Ahora pensemos en la ciencia. Ocurre lo mismo. Mientras nos centremos en los aspectos negativos de las drogas y no en los positivos, la ciencia es consistente con el objetivo de la ley y se complementan entre sí. Si la policía dice: “Tenemos que sacar esta droga de las calles”; la ciencia lo apoya diciendo: “Sí, porque es tan mala...”. Se refuerzan mutuamente. Hasta que la ciencia no sea más honesta para mostrar también los efectos beneficiosos y no solo los negativos, podemos decir que también hay corrupción en el campo de la investigación.
Cuéntenos acerca de tu experiencia laboral con el NIDA y qué aprendiste allí.
Todavía trabajo para el NIDA en ocasiones. Hace dos semanas estuve revisando algunas subvenciones para ellos. Estuve en su junta directiva y he realizado algunas otras colaboraciones en los últimos veinticinco años.
¿Estás cómodo allí?
No me siento cómodo en ninguna parte. Pero lo hago porque espero cambiar las mentes de sus herederos. Lo más importante de entender sobre el NIDA es que su misión es “liderar a la nación para hacer que el poder de la ciencia influya en el abuso y la adicción a las drogas”. Su misión es muy limitada, se centra en los aspectos negativos y, como dijiste, financian más del ochenta por ciento de la investigación mundial con esta misión limitada, descuidada, mal guiada. Esto supone un problema y, como resultado, muchas de las personas que trabajan con el NIDA no entienden el daño que están haciendo en realidad.
"No hay absolutamente ningún dato en humanos que demuestre que la adicción es una enfermedad cerebral. Quien te haga esta afirmación demuestra su ignorancia. O es tonta o cree que lo eres"
El NIDA también afirma que la adicción es una enfermedad cerebral. ¿Qué opinas?
Creo que todo el mundo debería leer el artículo que escribí junto a Marc Grifell, que responde directamente a esta pregunta: Is drug addiction a brain disease? No hay absolutamente ningún dato en humanos que lo demuestre. Quien te haga esta afirmación demuestra su ignorancia. O es tonta o cree que lo eres [risas].
Sueles decir que la política nacional de drogas es una política racista o que la guerra contra las drogas es una guerra contra la raza.
No creo que la política de drogas en sí sea racista, como la política en sí no puede ser racista. Es la aplicación de la política que es racista. Déjame darte un ejemplo de Estados Unidos, y luego podemos dar la vuelta al mundo. En Estados Unidos, las fuerzas del orden harán cumplir las leyes sobre drogas en las comunidades pobres porque nadie las desafiará. Y esas comunidades pobres generalmente son comunidades de minorías raciales. Lo mismo sucede en todas las partes del mundo. Pero si hacen cumplir esas leyes sobre drogas en las comunidades adineradas, donde normalmente reside la raza dominante, serían impugnadas ante los tribunales y perderían. Y pondrían en peligro sus fondos y, como resultado, al igual que cualquier otra política en una sociedad, la mayoría de las políticas se aplican en las comunidades de minorías raciales pobres porque no tienen forma de revertirla. Nadie va a desafiar a la policía si estás en una comunidad minoritaria racial pobre, pero sí es probable que lo hagas si estás en una comunidad dominante adinerada. No solo la política sobre drogas se aplica de manera racista, son una serie de políticas en la sociedad que se aplican de este modo, y la política de drogas es una más.¡
Otro ejemplo sería el trato diferencial en las penas asociadas al crac y la cocaína en polvo.
Pensemos en la aplicación racista de las leyes de drogas en Estados Unidos. Podemos pensar en la política de cocaína en base o crac frente a cocaína en polvo. Durante muchos años, la pena asociada al crac fue cien veces más dura que la cocaína en polvo. Eso significa que cantidades más pequeñas de crac serían la causa para que alguien fuera a la cárcel por mucho más tiempo que con el polvo de cocaína. La cocaína en base o crac se asociaba con personas de raza negra, mientras que la cocaína en polvo estaba asociada con las blancas. Y si aplicas más la política de drogas en esta comunidad, significa que los negros irán a la cárcel por períodos más largos. Y por eso decimos que las políticas de cocaína en base o crac frente a las de cocaína en polvo son racistas. Pero realmente es la aplicación de esa política. Lo mismo ocurre con la heroína en Estados Unidos. Por ejemplo, la proporción de personas de raza negra y latinos que van a la cárcel por cuestiones relacionadas con la heroína es mucho más elevada que la de los blancos, porque las leyes se aplican más en estas comunidades.
¿A pesar de que la prevalencia es la misma entre las personas blancas y negras?
Sí. Los datos indican que los blancos consumen más crac que los negros, aunque los medios de comunicación se empeñen en transmitir la idea contraria. Y así ocurre con muchas otras drogas. No es que haya una prevalencia de uso mayor en las minorías raciales, pero sí hay una mayor proporción que acaban en la cárcel.
Si las penas por crac y cocaína en polvo son tan diferentes, se podría llegar a pensar que hay diferencias significativas entre la cocaína en base y en polvo.
La cocaína en polvo consiste en una base de cocaína junto con una sal hidroclorada, mientras que el crac es solo cocaína en base. La sal de hidrocloruro en la cocaína en polvo no contribuye a la biología de la farmacología. Es la misma sustancia, la única diferencia es el rol de administración.
Una de tus declaraciones polémicas fue: “Prefiero que mis hijos interactúen con las drogas que con la policía”. ¿Por qué?
Porque la lección básica acerca de las drogas es que los efectos de las sustancias son predecibles. Con las drogas, a medida que aumenta la dosis, aumentan los efectos. Aumenta la posibilidad de sufrir toxicidad cuando se aumenta la dosis a un cierto nivel, pero si se ajusta la dosis de forma adecuada, se obtendrán efectos agradables predecibles, que son los que se buscan. Así, los efectos de las drogas son predecibles pero los efectos de las interacciones de la policía con los jóvenes de raza negra en Estados Unidos no son predecibles, y en muchos casos terminan muertos. Y por eso preferiría que mis propios hijos interactúen más con las drogas que con la policía, porque la interacción policial no es predecible y mis hijos correrían un mayor riesgo.
¿Qué le dirías a tus hijos si te dicen que quieren consumir drogas?
Ya hablé sobre esto con mis hijos, y simplemente les dije que las utilicen de manera segura y que se preocupen de qué sustancia están tomando en realidad. También les dije que enviaran sus sustancias a Energy Control para asegurarse de que tuvieran drogas sin adulterar, y de esa manera sé que están más seguros [risas].
En el 2016 viajaste a Filipinas, y su presidente, Duterte, dijo sobre ti: “Ese negro hijo de puta se ha vuelto loco”. Cuéntanos qué está pasando en este país, por qué fuiste invitado allí y por qué Duterte te atacó de esa manera.
En Filipinas, Duterte ha matado a miles de personas que se sospechaba consumían o vendían metanfetamina. Fui invitado en mayo del 2016 a una conferencia de derechos humanos y drogas para hablar sobre metanfetamina. Unos meses antes, Duterte había dicho que la metanfetamina hacía que el cerebro se encogiera. En mi charla expliqué que la metanfetamina no encogía el cerebro, y que no hay evidencia que demuestre que la metanfetamina cause daño cerebral a dosis apropiadas. Duterte, al enterarse, dijo que me había vuelto loco. Tanto él como sus partidarios se enfadaron y me enviaron mensajes como “esas rastas mienten”. Ante las amenazas recibidas, tuve que abandonar el país inmediatamente.
El año pasado, el presidente Donald Trump proclamó la cuestión de los opiáceos como un problema de emergencia nacional. ¿Qué está pasando realmente en Estados Unidos?
Hemos tenido un aumento de las muertes relacionadas con las drogas y se ha culpado a los opioides. En efecto, ha habido un aumento notable, pero cuando miras los datos, ves lo que realmente está sucediendo. Hay personas mayores que están muriendo, pero también personas que están muriendo porque mezclan o combinan sustancias depresoras del SNC, como opiáceos con benzodiacepinas, con antiguos antihistamínicos, que son realmente sedantes, o con alcohol. Pero también hay muchas personas que están consumiendo fentanilo sin saberlo, y el fentanilo es más potente que la heroína. Si alguien toma más de la cuenta y además no consume regularmente opioides, puede sufrir una depresión respiratoria y morir.
Varios indicios apuntan a la presencia de fentanilo en el mercado español y, recientemente, el Sistema Español de Alerta Temprana (SEAT) lanzó una alerta sobre las primeras detecciones en nuestro país. Aunque estamos en un momento incipiente, ¿qué líneas de acción nos recomendarías para evitar llegar a la situación de Estados Unidos?
Lo primero que debe hacer el gobierno es no escuchar a Estados Unidos, porque si les hace caso pondrá en riesgo a la población de España. En segundo lugar, debería asegurarse de que los servicios de Energy Control estuvieran ampliamente disponibles para que las personas supieran cuál es la composición de las sustancias que están tomando. Y tercero, educación adecuada sobre la mezcla de sustancias potencialmente peligrosa. Es muy sencillo. Si piensas en la conducción, que es una actividad potencialmente peligrosa, nos aseguramos de tomar las medidas adecuadas. Es lo mismo.
Y disponibilidad de naloxona.
La naloxona, por supuesto, es importante. Pero pensemos en un lugar como Suiza, donde dispensan heroína a personas en tratamiento. Nunca usaron naloxona y nunca tuvieron muertes por sobredosis de opiáceos. Realmente no hace falta naloxona si aseguras un buen trabajo previo.
Otro asunto que está ocurriendo en Estados Unidos y que mantiene atento al sector reformista es la legalización del cannabis en algunos estados. ¿Ha aumentado el consumo esperado entre los jóvenes o hay más personas locas en las calles? ¿El caos se ha apoderado de las ciudades? ¿El esperado apocalipsis finalmente llegó?
La pregunta “¿ha aumentado el consumo de drogas?” es incorrecta. Esta no es la cuestión importante, está enmarcada en una perspectiva propia de la cultura dominante, que no tiene en cuenta todo el daño causado durante años en las comunidades minoritarias. Y ese daño está relacionado con la guerra contra las drogas y el arresto de esta población minoritaria. Por ejemplo, en Estados Unidos, los negros en todo el país tienen cuatro veces más probabilidades de ser arrestados por cannabis. Y en algunos estados como Minnesota son doce veces más propensos a ser arrestados por cannabis que los blancos. Y entonces ocurren un montón de desgracias: tu vida está en desventaja porque una vez eres arrestado ya no puedes conseguir un buen trabajo, es posible que tengas que gastar mucho dinero en servicios jurídicos…, y te perjudica porque va en detrimento del potencial éxito de las personas en la sociedad. Entonces, ¿a quién le importa una mierda si ha aumentado el consumo de drogas? La cuestión importante es “¿qué ha pasado con los arrestos?”. Y lo que ha sucedido en los estados en los cuales el cannabis es legal es que los arrestos han disminuido drásticamente, y eso ha tenido un gran impacto positivo.
Las detenciones han disminuido drásticamente, pero sigue existiendo una mayor tasa de detenciones entre la comunidad negra.
Sí, gran pregunta. A pesar de que la cantidad de arrestos ha bajado, siguen existiendo las disparidades raciales. Y eso nos dice que la política de drogas por sí sola no resolvería la discriminación racial. La discriminación racial es un valor central de la sociedad americana. Es tan americano como América en sí. Si quieres deshacerte de la discriminación racial, no puedes simplemente hacer una buena política de drogas.
Estuvimos en abril en la Semana Psicoactiva de Bogotá, y uno de los temas fue “salir del clóset psicoactivo”. Explica qué significa y por qué es importante hablar sobre el consumo propio de drogas, especialmente de las personas con usos no problemáticos.
Sí, es importante salir del armario. Pensemos en la comunidad LGTBQ. Durante muchos años esa comunidad fue estigmatizados y se veían como algo anormal, especialmente en Estados Unidos. Esto hizo que muchas personas estuvieran en el armario y no hablaran abiertamente sobre su condición. Las imágenes que podían verse de alguien queer o gay eran poco realistas, les hacían quedar mal y hacían que se vieran como personas no normales. Y cuando la gente sale del armario, podemos ver que las personas queer son como yo, como tú, como el resto de la sociedad. No son diferentes, somos iguales. Lo mismo ocurre con las personas que consumen drogas. Cuando las personas usuarias de drogas salgan del clóset veremos que son personas como cualquier otra. Yo mismo soy consumidor de drogas, soy profesor, soy todas estas cosas que se quiere que las personas sean en su sociedad, alguien que cuida a otras personas, paga impuestos y es una buena persona. Pero hasta que la gente no salga del armario, tenemos imágenes poco realistas de cómo se ve un consumidor de drogas: como alguien en una esquina con una aguja en el brazo, sin techo, pidiendo dinero y que no es bueno para la sociedad. Esa persona puede ser consumidora de drogas, pero también quizá tenga otros problemas, como una enfermedad mental, y las drogas son solo uno más de muchos otros. Pero pensamos en esa persona solo como consumidora de drogas. La gente tiene que salir del armario para cambiar esa imagen.
Venga Carl, sal del clóset psicoactivo... ¿Cuál es tu droga favorita?
¡Otra vez! Esta cuestión es la parte donde podemos educar a la gente sobre drogas. Es como preguntar “cuál es tu posición sexual favorita”. Depende de cómo te sientas en ese momento preferirás una postura u otra. Lo mismo ocurre con las drogas, depende de lo que requiera la situación. A veces puede ser un sedante como la heroína porque has tenido un día estresante y solo quieres relajarte y sentirte ligeramente sedado. Pero otras veces quieres sentirte como en esta entrevista, alerta y eufórico, y entonces tomas algo como la metanfetamina. Me hace sentir bien, enérgico y así la gente puede disfrutar la lectura [risas]. Y otras veces es posible que te encuentres en un entorno que requiere empatía, donde podrías querer tomar MDMA. Me gustaría añadir que cuando pensamos sobre drogas favoritas y decimos “soy consumidor de cannabis” o “soy consumidor de psicodélicos” a veces me preocupa. Existen grupos que piensan que son mejores que los demás o que sus drogas son las sustancias esenciales y se dedican a hacer con los usuarios de otras drogas exactamente lo mismo que la sociedad viene haciendo con las minorías y grupos al margen. Así que cuando preguntas cuál es mi droga favorita, creo que es mejor responder diciendo que me gustan todas las personas usuarias de drogas.
"Prefiero que mis hijos interactúen con las drogas que con la policía"
¿Por qué prefieres la heroína, metanfetamina o la cocaína en vez del tabaco, la cafeína o el alcohol?
Sí, prefiero la metanfetamina, la heroína, la cocaína y la MDMA más que el tabaco, en parte porque el tabaco no me da ninguna euforia que sí me dan las otras. Además, el tabaco contiene al menos cuatro mil sustancias químicas, y la nicotina es solo una. Si solo estoy buscando estimulación o euforia, la metanfetamina o la cocaína funcionan muy bien. Con el alcohol, a medida que envejezco, los efectos de la resaca o los efectos residuales son más problemáticos que los de estas otras drogas para mí. Prefiero consumir estas drogas para lograr mis objetivos psicoactivos. Es solo una cuestión de preferencia.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Estoy trabajando en un libro llamado Drug Use for Grown Ups (‘Uso de drogas para adultos’), que espero salga a finales del próximo verano y que también estará disponible en español. Además, quiero aprender sobre NPS (new psychoactive substances), sustancias sobre las que la ciencia es casi completamente ignorante. También espero trabajar más con Energy Control.
Nosotros también lo esperamos [risas]. Terminemos esta entrevista soñando. Imagínate que, a pesar de ser un consumidor de drogas y al igual que otras personas que también consumieron drogas como Barack Obama, George Bush y Bill Clinton, eres nombrado el segundo presidente negro de Estados Unidos. ¿Qué medidas tomarías para luchar contra tanta estupidez, ignorancia y manipulación que ha existido en el mundo de las drogas durante un siglo?
Antes de nada, nunca cometería la estupidez de ser presidente. Pero si la pregunta es “¿qué haría?”, es lo que ya trato de hacer. Escribir libros como Drug Use for Grown Ups, donde hablaré de mi propio consumo para demostrar que soy una persona realizada que consume regularmente. Muchas de las cosas que se dicen sobre drogas son inconsistentes con mi vida y con mi ciencia, y trato de compartir ese mensaje alrededor del mundo. Discuto con científicos, con políticos… Hago lo que está en mis manos, cada día, en mis intervenciones, en los artículos que escribo, en mis clases. Y soy más libre de hacerlo como académico de lo que lo sería como presidente.