En la actualidad, el mundo permanece pendiente de la aprobación final de los Acuerdos de Paz entre el Gobierno de Colombia y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). El acuerdo se ha moldeado como la oportunidad de la paz en Colombia. Sin embargo, al mismo tiempo, durante el último trimestre del pasado año, el Gobierno colombiano fue incapaz de comenzar la mesa de negociación con otra guerrilla insurgente: el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
El ELN nació en 1964, el mismo año que las FARC, el mismo año que el Che Guevara abandona el gobierno para poner en práctica su teoría de los focos guerrilleros. Dicen que ese mismo año el director operativo adjunto de la CIA, Richard Helms, preguntó a un asesor del consejo nacional de seguridad, llamado Henry Kissinger, cuál sería el siguiente país en tener una revolución. Kissinger respondió: “Colombia”.
Al ELN siempre se le he representado como la hermana pequeña de las FARC. La realidad muestra una visión diferente. Influido en sus inicios por la revolución cubana, pronto viró hacia postulados cercanos a la teología de la liberación, introducida por el sacerdote Camilo Torres. Este muere en su primer combate, pero la impronta de su imaginario hace que numerosas personas sientan interés por el ELN. Entre ellas, tres sacerdotes españoles, aragoneses, que se integran en la guerrilla en 1969: Manuel Pérez, Domingo Laín y José Antonio Giménez. Son ellos, en especial “el cura Pérez”, quienes terminan de llevar el ideario del ELN hacia unas posiciones humanistas.
Su fuerte apuesta por el trabajo político y popular, en detrimento de la capacidad militar, le separa de las FARC; también su objetivo final, que no lo ven como una toma del poder sino como un espacio de negociación colectiva entre la sociedad y el gobierno. En un país donde la cocaína ha moldeado la economía, la forma de vida e incluso el imaginario colectivo, históricamente el ELN se ha destacado por un fuerte cuestionamiento de los cultivos ilícitos, que le ha llevado en ocasiones a una guerra abierta con grupos de narcotraficantes.
En la actualidad, se espera que a mitad de este mes (enero) comience de nuevo la ronda de negociaciones. Hemos tenido la oportunidad de entrevistar a uno de los representantes de la comisión de negociación del ELN, el comandante Aureliano, al respecto de su posición y relación con los cultivos ilícitos, el narcotráfico, el cannabis, la guerra y la política.
Uno de los puntos importantes del ideario del ELN ha sido el deslinde absoluto con el narcotráfico, con una posición opuesta a los cultivos ilícitos (coca y cannabis) en Colombia. ¿Nos puede explicar el motivo?
Bueno, desde los comienzos del ELN hemos observado que tanto la consumición de drogas como su tráfico generaban grave perjuicio a la población colombiana. Deben entender que nosotros nos desarrollamos en las zonas más pobres de Colombia, con las personas campesinas, los barrios degradados, y en ese contexto el consumo no es una actividad libre sino que las personas empeñan sus recursos para conseguir el vicio, y quienes ganan con ello son los grandes narcotraficantes. También se ve que los campesinos quitan sus cultivos de subsistencia y ponen coca, o marihuana, en las tierritas, pero así quedan en manos de los narcos, que les pagan poco por la pasta base y se generan dinámicas de explotación con mucha violencia. Con esta experiencia y buscando el bienestar del pueblo colombiano, no se podía aceptar esa actividad.
El ELN tiene un origen campesino y, a pesar de que se les reconoce por su proximidad histórica con numerosos intelectuales, habrán tenido que afrontar de forma práctica el cultivo de coca y cannabis en las zonas rurales. ¿Cuál es su política al respecto?, ¿qué problemas han tenido ustedes por mantener su postura?
Para que se hagan una idea, en la zona de Arauca logramos promover la sustitución de cultivos ilícitos por cultivos de alimentación, y eso nos supuso contradicciones con sectores ligados al negocio. En otras zonas, por la realidad económica y la falta de inversión del Gobierno, la población no tiene otra opción que cultivar, y lo tenemos que permitir. En estas zonas en las que la población tiene cultivos hemos tenido problemas con los compradores mayoristas porque les obligamos a dar un precio justo. Por ejemplo, en este momento, un frente de guerra nuestro tiene combates con grupos ilegales dedicados al narcotráfico, llamados los Rastrojos, en el departamento del Chocó.
La cocaína es una de las drogas más consumidas en el mundo. Roberto Saviano, en su ensayo ZeroZeroZero, muestra que pudo ayudar a mantener las economías occidentales durante la crisis. Más del noventa por ciento de su producción se hace en Colombia. Esta situación es tan importante como para traspasar la vida de un país. ¿Cómo modela el narcotráfico el imaginario colombiano?
El fenómeno del narcotráfico ha creado una cultura de violencia que ha sido adoptada por la clase dominante, y así también ha tratado los conflictos sociales y políticos. La expresión más viva de ello es el paramilitarismo, grupos armados de extrema derecha ligados al narcotráfico, y el terror que han aplicado contra las organizaciones sociales y quienes plantean otra opción de país. Una muestra de ello es el asesinato de cuatro candidatos presidenciales de izquierdas en los ochenta y noventa; imagínese. El dinero del narcotráfico ha irrigado la economía colombiana y se ha blanqueado en el sector financiero, la industria y el comercio, y también ha ampliado significativamente la concentración de la tierra y el latifundio, dando lugar a una contrarreforma agraria. En la política, para que se haga una idea, en el 2008 fueron procesados cincuenta y un congresistas por relaciones con el narcoparamilitarismo. Y la prensa ha investigado que, en las elecciones del 2002 y el 2006, el apoyo y la intimidación de los paramilitares ligados al tráfico resultaron decisivos para la llegada de Álvaro Uribe a la presidencia.
Los grandes narcotraficantes, en alianza con las élites dominantes, fueron los gestores del terror impuesto por los grupos paramilitares en Colombia desde la década de los ochenta. Imagine que la Fiscalía de la nación reconoce 175.000 personas muertas por grupos paramilitares en esos años.
En los momentos de mayor incidencia militar del ELN, una de las facetas que más destacaron fueron los frentes urbanos. Durante los noventa, en la ciudad de Medellín llegaron a tener presencia en determinados barrios y comunas. En la actualidad, en España, Medellín está de moda debido a una serie de televisión titulada Narcos, que recrea la figura de Pablo Escobar desde la épica. ¿Qué opinan ustedes de eso?, ¿cuál fue su relación con Pablo Escobar?
Pablo Escobar fue uno de los fundadores del MAS (Muerte a Secuestradores), que fue el núcleo de grupos paramilitares que asesinaron a cientos de activistas de izquierdas. Su forma de operar era causar masacres colectivas, con mucho dolor y tortura. No hemos visto la serie, pero, más allá del personaje, entendemos que este tipo de películas ayudan a mantener un imaginario determinado. Por ejemplo, otra vida colombiana interesante para hacer una película podría ser la del comandante Manuel Pérez, que vino de allá de España, o la propia de Manuel Marulanda. Habría que analizar por qué se eligen unas u otras. Sin saber mucho más, una posible lectura de la fama de esa serie puede ser el interés en los países consumidores de cocaína por las personas que luchan para suministrarles. Dicen perseguirlas, pero al tiempo generan un mito en torno a ellas.
Aunque en la actualidad Colombia sea conocida por producir cocaína, en realidad, no siempre fue así. Durante la década de los sesenta y setenta, Colombia fue también uno de los principales productores de cannabis, que abastecía principalmente al mercado negro de Estados Unidos. Numerosos estudios apuntan a que, sobre esa base, se organizó la estructura de narcotráfico de cocaína. Como muestra el escritor Andrés Caicedo en su novela de culto ¡Que viva la música!, los beats y hippies norteamericanos viajaban a ciudades como Cali para disfrutar de la marihuana y bailar salsa. En cuanto al consumo individual de cannabis, ¿cuál es su postura?
Es difícil de precisar en tanto en cuanto nosotros somos un movimiento político pero también militar. Como le he dicho, nuestra experiencia en los lugares con necesidad es que muchos pelados y peladas prestan más atención a fumar marihuana que a vivir, y que por ello se ponen a robar aquí o allá para sacarse una platica para consumir. No sabemos cómo puede ser eso del consumo en una sociedad que proveyera de bienestar a sus ciudadanos. De pronto, sería como el consumo de alcohol, pero no lo podemos precisar. Al interior de la organización, el consumo está totalmente restringido por los mismos motivos que el licor también tiene restricciones. Ahora está saliendo todo eso de los usos terapéuticos, y en eso sí estamos atentos.
Ustedes ya saben que se ha aprobado una ley que permite el uso del cannabis terapéutico en Colombia. Primero Uruguay, Chile, Puerto Rico y, más tarde, México. En toda América Latina parece existir una corriente para regular su uso. Para el movimiento cannábico supone un gran paso porque permite que mucha gente enferma deje de ser considerada delincuente, al tiempo que se reconoce la gran capacidad médica de la planta. ¿Qué opinión tienen al respecto?
Como he dicho antes, le prestamos atención a su uso terapéutico y celebramos que pueda representar una solución a los temas de dolores, cáncer y más. Sin embargo, estamos preocupados con esa ley. A nosotros lo que nos gustaría es que esa ley permitiera el cultivo a las comunidades campesinas e indígenas, que sirviera para que las clases desfavorecidas tuvieran una herramienta terapéutica más. Ahora, eso sí, como vivimos en Colombia sabemos que esas leyes sirven de normal para que las grandes empresas puedan tener productos baratos y destruir las comunidades, como ocurre con el tema del petróleo en Arauca, la minería o los monocultivos como la palma aceitera. Por eso nos mantenemos cautos con la alegría, hasta que no veamos cómo es su implementación. Fíjese que el propio senador impulsor de la ley, Juan Manuel Galán, del Partido Liberal, hizo unas declaraciones pidiendo que el país no se convirtiera en maquila de las empresas multinacionales.
Como no puede ser de otro modo, uno de los puntos que se ha tratado en el acuerdo entre la guerrilla de las FARC y el Gobierno es el de cultivos ilícitos. Ustedes se encuentran en la fase exploratoria de un proceso de negociación. ¿Cuál es la propuesta que llevan ustedes al respecto?
En el acuerdo que cita se habló de la sustitución de cultivos, con lo cual coincidimos en lo inmediato. Pero a la larga, nosotros pensamos que lo central es generar una economía que permita rentabilidad al sector campesino, de modo que no tenga que recurrir a los cultivos ilícitos. Además, con la excusa de fumigar esos cultivos, se ha hecho un gran daño al medioambiente mediante las fumigaciones con glifosato. En esta línea, celebraríamos que el cannabis terapéutico permitiera asentar una economía social y ecológica en las comunidades rurales. En Colombia se ha dado siempre un tratamiento represivo, lo que no soluciona la causa por la que el campesino siembra coca, que es la pobreza. Pero esta pobreza es estructural, por lo que se deben discutir las causas que la provocan y buscar las soluciones. Para eso es de vital importancia que las comunidades rurales, negras, indígenas, campesinas, sean las protagonistas de esos debates y soluciones.