Si la vida de Fernando Caudevilla (Madrid, 50 años) fuera una película serviría para explicar el mundo de las drogas del siglo XXI. Médico de familia en centros de salud de la Comunidad de Madrid, su pasión por Internet y por las sustancias le llevó a conocer de primera mano la Deep Web, donde ejerció como doctor y se encontró con el Temible Pirata Roberts, creador de Silk Road, el primer criptomercado en el que se podían conseguir libremente drogas fiscalizadas.
Su primera publicación académica, en el 2002, fue una revisión sobre los efectos y riesgos del éxtasis (MDMA), y la segunda un análisis de actitudes y creencias hacia esta misma sustancia. Tanto interés acabó por hacerse presente en su apodo, cuando los amigos le empezaron a llamar Doctor X. Con ese sobrenombre comenzó a firmar sus artículos de divulgación en foros sobre drogas y como asesor médico de Energy Control, la ONG dedicada a la reducción de riesgos en el uso de sustancias recreativas.
En 2012 se adentró en Silk Road Marketplace y comprobó que era cierto, que se podían comprar drogas ilegales con seguridad (¡El Amazon de las drogas!), descubriendo de paso una vibrante comunidad de más de cien mil personas de todo el mundo que debatía online sobre drogas y otras hierbas. Allí, en Silk Road, se registró un año después con un hilo en el foro llamado “Pregúntale a un médico experto sobre salud y drogas”. Desde abril a octubre de 2013, cuando el FBI cierra Silk Road y detiene al Pirata Roberts, el Doctor X atendió un sinfín de preguntas realizando una meritoria labor de reducción de riesgos. Una labor que llegó a estar pagada en bitcoines y que continuó por otros foros de la web profunda, respondiendo durante dos años más de 900 preguntas y recibiendo sus hilos más de 130.000 visitas.
Por esas fechas, además de atender consulta en la sanidad pública o escribir artículos para revistas como Cáñamo, El Doctor X era ya una celebridad en las comunidades virtuales de drogas de la Deep Web. Así fue que, en mayo de 2015, los abogados de Ross Ulbritch, el joven estadounidense acusado de ser el Temible Pirata Roberts, creador y administrador de Silk Road, contactaron con él para que testificara en el juicio. El testimonio de Fernando Caudevilla fue un alegato en defensa de la reducción de riesgos en lo que al uso de las drogas se refiere, un discurso bien argumentado que mostraba, adjuntando una copia del hilo de Silk Road, la labor realizada por el Doctor X en favor de la salud pública. Pese a que también respondió las preguntas adicionales de la jueza Katherine Forrest, Caudevilla se enteró por la prensa extranjera (aquí en España nadie le dio importancia) que sus palabras habían sido recibidas por la magistrada con enfado, hasta el punto de calificarlo como irresponsable, despreciable y facilitador. Cuando se publicó la sentencia se hizo evidente que su testimonio había sido manipulado y que era cierto que en el texto, en el que se justificaba la doble cadena perpetua impuesta a Ross Ulbritch, la jueza Forrest lo insultaba e incluso lo acusaba sin pruebas de delitos como haber intentado vender fentanilo.
Caudevilla acaba de cumplir cincuenta años y este 2024 ha vuelto a salir hablando de drogas y de reducción de riesgos en los periódicos, esta vez en los de tirada nacional, por un libro, Doctor X, el médico de la Dark Web, escrito por José Ángel Mañas y Jordi Ledesma en el que se novela su apasionante historia. Una vida de película que pronto tendrá también su versión audiovisual.
Lo visitamos en su consulta privada y lo sacamos de paseo por las calles de Madrid para hablar de los pormenores de una historia que tan bien retrata la compleja realidad de las drogas en el siglo XXI.
Has hecho ya muchas entrevistas, ¿cómo resumes a los periodistas tu historia como médico de la Dark Web?
Es complicado explicarlo todo de forma sencilla y rápida, y siempre vas tener el riesgo del que te digan que en la Dark Web se vendían niños, pero creo que se puede resumir diciendo que yo caí por ahí y me puse a contestar preguntas, haciendo prevención en drogas y salud, lo que convirtió al Doctor X en un personaje importante. Y que una juez manipuló mi testimonio y que pasaron otras cosas.
Has escrito numerosos artículos en esta y en otras revistas, ¿por qué no has contado tú mismo tu historia como Doctor X?
Lo primero fue que una agente literaria canadiense se plantó en mi consulta pidiéndome que escribiera mi historia como Doctor X, pero a mí me cuesta mucho escribir, no tengo técnica. Tres folios sí te puedo hacer, pero más me cuesta mucho. Y me saldría un ensayo frío; eso sí que lo puedo hacer, un ensayo frío con un poquito de humor, quizás. Pero contar una historia que tiene mucho de emocional y de personal, pues no me veía. Y entonces me propusieron que mi historia la escribieran dos novelistas. Yo iba con una lista de razones para decir que no, pero me llevaron al huerto y al final dije, venga, adelante.
Una de las cosas que me sorprendieron al leer tu historia novelada por José Ángel Mañas y Jordi Ledesma es precisamente el recurso a la ficción, incluso a la ficción metaliteraria. La historia de los criptomercados y la peripecia que como médico viviste en Silk Road ¿no era ya de por sí lo suficientemente atractiva como para ceñirse a una crónica de no ficción?
No lo sé, eso habría que preguntárselo a ellos, que son los autores. Me dicen “Tu libro, tu libro”, y yo a veces también lo digo, pero el libro no es mío, yo no lo he escrito, lo han escrito ellos. Pero yo creo que la ficción sí tenía un sentido. La vida de uno tampoco es tan interesante como para hacer una novela, entonces hay que juntar cosas de un momento en otro momento… Ahora que no nos oye nadie, te diré que la realidad supera a la ficción, y que hay mucha realidad y poca ficción en el libro. Y es un recurso interesante para decir “no, es que esto es ficción”.
O sea, que te sirve la ficción como excusa para meter cosas reales sin que lo parezcan.
“Las drogas son el último armario en este momento. Las drogas y ser católico ultra, que también es muy provocador. Un médico o un director de banco puede decir ‘Ayer me pillé un pedo que no veía y tuve que dejar el coche y coger un taxi’, pero no puede decir ‘Me duele la cabeza porque el sábado me comí una pasti”
Está bien que no se sepa qué es realidad y qué es ficción. Y luego siempre se puede usar este recurso con las madres o cuando te mira raro la enfermera porque ha leído no sé qué cosa que has hecho: “¡Na, eso era ficción!”
En el libro se te presenta como superhéroe, ¿qué has sentido al leerlo y ver convertida tu persona en personaje?
Yo he intentado respetar al máximo la libertad de creación artística. El personaje sí me gusta, aunque yo no me veo como esa figura de héroe quijotesco. Yo no soy cruzado de nada y si me viera así sería gilipollas. Yo hago mi trabajo, pero no me veo cruzado de nada. Por otra parte, esta es la historia novelada del Doctor X, no la biografía de Fernando Caudevilla. En cuanto a los personajes y al argumento, en la novela ni son todos los que están ni están todos los que son. Y mi biografía sería tan poco (o tan) interesante como la de cualquiera.
¿Te parece de todas formas acertado que, ante el lector común, que sabe menos sobre estos temas, se te presente como superhéroe?
Entiendo que literariamente mola un superhéroe. De hecho, ha habido alguna escena censurada…
¿Censurada por ti?
Sí, un par de episodios de violencia física, en las cuales yo empotro a un camello contra una pared y le quito una bolsa de pastillas… Esto no lo veía, pero entiendo que un superhéroe va bien. El propio nombre, no fue nada de marketing y que no sé si me lo puso en su momento Eduardo Hidalgo o si fue José Carlos Bouso, pero empecé a firmar como Doctor X sin darme cuenta de que es un pedazo de nickname, que tiene un punto misterioso, de supervillano, de superhéroe. Doctor X es sin duda una buena marca. Si hubiera sido ahora, en pleno siglo XXI, sería el Doctor M, porque lo de la X, de éxtasis, es de hace veinte años. Mola más el Doctor X que es el Doctor M.
Pronto habrá, si no me equivoco, una serie o un documental, ¿nos puedes contar algunos detalles?
No hay nada cerrado todavía, pero se está hablando. A mí lo que me gustaría de verdad es tener un programa de televisión. Desde aquí hago un llamamiento a todos los productores del mundo: si quieren escandalizar y hacer algo provocativo hagan el programa de drogas del Doctor X, un programa muy científico, pero muy divertido, en el que estarán nuestros amigos, y en el que la ministra de Sanidad pedirá el cierre cuando se hable de los cigarrillos electrónicos. Eso me encantaría. Pero creo que los tiros no van por ahí.
Las drogas, el último tabú
Quizás porque España es España. En otros países europeos, creo que era en Países Bajos, hay programas en los que se habla de drogas y de reducción de riesgos con gente joven, de una manera desenfadada. Aquí nos limitamos demasiado, somos un país muy tolerante con las drogas, pero siempre que reservemos el asunto a un ámbito privado y lo escondamos en público.
Yo creo que tiene que ver con el armario de las drogas, porque las drogas son el último armario en este momento. Las drogas y ser católico ultra, que también es muy provocador. Un médico puede estar divorciado, ser maricón, hacérselo con tres… Un médico o un director de banco puede decir “Ayer me pillé un pedo que no veía y tuve que dejar el coche y coger un taxi”, pero no puede decir “Me duele la cabeza porque el sábado me comí una pasti”. Creo que tiene que ver más con eso. Y también con la parte esta horrible que tiene el siglo XXI de corrección política, de dicotomía de eres rojo o eres facha, machista o feminista, sano o drogadicto. No hay puntos medios ni complejidad.
Hablando de lo de salir del armario de las drogas, en el libro hasta los novelistas Mañas y Ledesma reconocen consumir. En un capítulo se cuenta incluso el abuso de metanfetamina por parte del Doctor X durante la pandemia. Siendo como eres médico de familia, ¿no te da miedo salir del armario psicoactivo?
Es que me da lo mismo. O sea, tengo cincuenta años, trabajo en la función pública, me podría preocupar, pero no me preocupa. Y tampoco es ningún gesto heroico, se trata de contar las cosas con normalidad. Además, creo que este es el contexto apropiado. Hasta ahora, todo lo que he hecho ha sido como profesional, con un punto de vista frío y aséptico, pero en este libro sí que hay cosas personales. Es mi realidad y así se cuenta. Lo que tenía muy claro es que no podía ser el cuento típico de un descenso al infierno de las drogas con posterior resurrección. Primero porque no es real y después porque esa historia no la quiero.
Lo que no se cuenta es tu origen cómo médico experto en reducción de riesgos, ¿cuándo empezaste a interesarte por el tema?
A mí las drogas me interesaron muy pronto, desde el punto de vista teórico y luego desde el práctico. Lo primero que descubrí fue Internet. En el 95 suspendí todo tercero porque me pasé todo el año metido ahí. De repente lo tenías todo. Luego, cuando empecé la residencia, me escribí una revisión de 200 artículos sobre la MDMA. Hasta entonces tenías que ir a la biblioteca, rellenar una ficha y después de unos días te daban el artículo solicitado. Y, de repente, en Erowid estaba todo. Mi interés por las drogas venía de antes, pero más seriamente empezó allí, y luego ya pasé de la teoría a la práctica. Y en una de estas leí algo sobre José Carlos Bouso, le escribí y entré en contacto con la gente de Energy Control. Así formamos el primer grupo de Energy en Madrid en el año 2000.
Así que tu pasión por lo cibernético estuvo desde el principio.
Sí, Internet es que lo ha cambiado todo. El que todo esté aquí, el que puedas dar información y recibir información, conocer gente, tener todos los productos a tu alcance… ¡Estaba todo menos las drogas! Y cuando llega Silk Road, las drogas pasan a ser bienes, como los que hay en Amazon o en eBay. Hasta hace poco creía que Internet era la revolución que nos tocaba ver, pero parece que la que se nos viene encima con la inteligencia artificial también va a molar mucho.
¿Cuándo te diste cuenta del potencial de los criptomercados?
Fue una intuición. Yo he tenido algunas intuiciones muy fracasadas y otras en las que he acertado de pleno. Lo del bitcóin no lo tenía tan claro, pero cuando vi Silk Road me di cuenta de que era un punto y aparte, que le daba la vuelta a todo, como así ha sido. Hasta el 2017 y 2018 los criptomercados estaban en la prensa y en la investigación científica. Ahora, no sé por qué, se han pasado de moda en el ámbito académico y mediático, pero siguen abiertos y el panorama es incluso más interesante de lo que era en el 2013. Ahora es más fácil que antes adquirir drogas en los criptomercados, son unos ecosistemas mucho más ricos, con unas comunidades mucho más organizadas, con un acceso técnicamente más fácil y con más posibilidades. Es una cosa vibrante que me extraña que no llame más la atención.
¿Qué ventajas tuvo Silk Road, además de ser el primero, en relación a los criptomercados que han venido después?
Básicamente todos han copiado el modelo. Mejorados, pero es el mismo modelo. La intuición genial fue coger herramientas que ya existían (el encriptado, Tor, el bitcóin, etc.) y mezclarlas para crear un sistema que se basa en la confianza y en la reputación. Es un sistema que contradice la idea generalizada de que los que compran y venden drogas no son gente de fiar. O sea, que el criptomercado funciona porque el que compra se fía de que le van a mandar la mercancía y el tío que vende se fía de que tú le vas a hacer una buena reseña con la que mejorará su reputación. Y este sistema funcionó como un reloj. Y el personaje del Doctor X es relevante en la red profunda porque tiene reputación, y Energy Control entra a montar un servicio de análisis porque va avalado por la reputación del Doctor X. Es decir, en un mundo tan supuestamente oscuro, la reputación y el buen nombre es lo que permite que las cosas funcionen. Un buen vendedor puede abrir su tienda y triunfar.
Dices que los criptomercados que han seguido han copiado el modelo de Silk Road, pero también se ha perdido parte de la confianza inicial, ¿no crees que se ha producido una evolución hacia lo oscuro?
No necesariamente. Está claro que la figura del Pirata Roberts, la figura de un líder carismático, no ha vuelto a existir. El Pirata Roberts, ese sí que se merece una película bien hecha: un Mesías absolutamente consciente desde el primer momento de que su destino es ser llevado al matadero, pero que va a entregar su vida para que otros cojan el testigo. La historia es maravillosa, ¿no? Un tipo que a mí me parecía muy aburrido, pero que congregaba una multitud de 150.000 fans a su alrededor esperando sus discursos. Esa figura carismática se ha perdido, pero sigue habiendo superhéroes y supervillanos. Hay mucha gente que, gracias a la reputación alcanzada, ha abierto sus tiendas y ya no está en mercados.
Un abrazo a Ulbricht
A ti Ross Ulbricht, conocido como el Temible Pirata Roberts, siempre te pareció un iluminado, ¿no?
A ver, era un chico con unos ideales libertarios, que a mí no me entusiasman, pero puso patas arriba al sistema de políticas de drogas y por ello fue castigado. Dos cadenas perpetuas a alguien de 25 años, yo creo que no es muy civilizado… Estamos hablando de un tipo intelectualmente brillante, genial, que, armado simplemente con un portátil, puso patas arriba el sistema de políticas de drogas. Tiene sus luces y sus sombras, pero tampoco sabemos mucho porque todo está empapado de bastante mierda. Tengo la fantasía de un día darle un abrazo.
¿Qué le dirías si te lo encentraras?
Le daría un abrazo y le diría que cambió mi vida. La historia del Doctor X tiene que ver con mucha gente, pero tiene que ver desde luego con Silk Road y lo que pasó ahí.
¿A nivel político le darías las gracias también por lo que hizo?
Sí, claro, por supuesto. Yo no creo que sea el mejor ni el más adecuado, pero es el primer sistema de regulación integral de drogas que ha habido en cien años y que ha funcionado.
¿Y cómo fue que te pusiste como médico a participar en los foros de Silk Road dando consejos a usuarios de drogas sobre reducción de riesgos?
Fue algo natural, era lo que había estado haciendo durante diez años.
Lo haces gratis al principio.
“No creo que el criptomercado de Silk Road fuera el mejor ni el más adecuado, pero es el primer sistema de regulación integral de drogas que ha habido en cien años y que ha funcionado”
Sí, en el foro de Energy Control había sido así durante diez años, sin que me pagaran. He recibido otro tipo de compensación, tanto económica como de otro tipo. Tanto en CannabisCafé como en el foro de Energy Control en principio lo hacía como un hobby. Y en Silk Road también empezó siendo así, aunque yo puse desde el inicio una dirección de donativos en bitcoines, en la cual me cayeron unos cuantos.
Tal fue tu profesionalidad en el foro, que el Pirata Roberts, como gestor clandestino que era de Silk Road, te propuso cobrar 500 dólares semanales en bitcóin. Ahí pasaste a estar en la página de entrada de Silk Road, respondiendo desde un consultorio virtual las dudas sobre uso de sustancias.
La secuencia no es esa exactamente. Yo en principio me pongo ahí como te he dicho y aquello empieza a crecer de una forma desmesurada. Y lo primero es que el Pirata Roberts firma con una frase que usaba yo de Torrente, esa de que las drogas no te cogen de los huevecillos. Ahí vi que me había echado el ojo. Y otro día veo, efectivamente, que mi hilo del foro está enlazado en la página principal del mercado. Y es cuando le escribo directamente y le digo, oye, que le estoy dedicando dos horas al día a esto y es que no puedo más. Ahí es cuando me ofrece los famosos 500 dólares semanales de bitcóin. Pero, vamos, fue durante siete semanas, porque enseguida le pillaron y cerraron Silk Road, y fue uno de los donativos más que recibí, porque recibía también otros de usuarios por atender sus consultas.
¿Cuáles eran las dudas más habituales? Ponme algunos ejemplos porque se ven pocas en el libro.
Pues lo de siempre, interacciones con fármacos, interacciones con otras drogas, dosificación, efectos adversos, uso de sustancias durante el embarazo y lactancia, uso si eres diabético, uso en distintas enfermedades… Las típicas preguntas sobre drogas que deberías preguntarle al médico, pero que no le preguntas porque te da vergüenza.
En el libro se cuenta la intención del Pirata Roberts de que Silk Road contara con un servicio de análisis de sustancias, para que los productos a la venta estuvieran testados. Una gran idea, sin duda, que cumple con lo que muchos queremos, que el mercado de las drogas se regule para saber exactamente qué compramos y evitar así adulteraciones o sobredosis. ¿Qué pasó con esta idea del Pirata Roberts y qué pasó con Energy Control en relación a esta idea?
En abril o mayo de 2013, cuando empezaron a pagarme los 500 dólares, tuve con el Pirata Roberts una serie de conversaciones en las que me preguntó por el tema de los análisis. Yo traslado la propuesta a Energy Control y me dicen que ni hablar, que no se van a vincular con un criptomercado. Una decisión que, visto cómo salieron las cosas luego y lo que pasó con la juez, fue un acierto por su parte. Pero ahí se quedó la idea dando vueltas y, al año siguiente, volví a la carga y así se fundó en 2015 el Servicio de Análisis Internacional que contaba, por un lado, con el prestigio del Doctor X y, por otro, con todo el trabajo del laboratorio y de la estructura de Energy Control. Fue un éxito y la gente pagaba en bitcoines por sus análisis. Si no recuerdo mal, había dos precios, uno sin report (sin prueba física de análisis) que eran de unos 50 euros, y otro, que puede que fueran 150 euros, por el report en papel. Y hasta aquí puedo leer.
Desde abril de 2014, que empezasteis con el proyecto piloto de este servicio de análisis de sustancias provenientes de criptomercados, hasta diciembre de 2019 se analizaron un total de 5879 muestras. Se emitieron además alertas, entre ellas algunas relativas a heroína adulterada por fentanilo en Europa, que no consistieron solo en publicar un informe. Llegasteis incluso a advertir a los vendedores y a los responsables de los criptomercados para que cerrasen las cuentas y el fentanilo no pudiera circular por esas vías. Fue una labor importante y, sin embargo, en 2020 dejaste de colaborar con Energy Control. Hay, de hecho, un ajuste de cuentas con Energy Control en el libro, ¿qué te pasó con ellos?
A mí la labor que desarrolla Energy Control me parece estupenda. Respecto a lo que me pasó con ellos, pues, mira, que las cosas duran lo que duran. Llámalo desencuentro o choque de egos de superhéroes... Envíe una carta señalando una serie de deficiencias que había observado y nunca recibí respuesta. Y así termina la relación. Sigo teniendo un excelentísimo trato personal con bastantes de las personas con las que he trabajado, pero las cosas son así y ya está.
Y eso fue en el fatídico 2020.
Sí, todo coincide con la pandemia, que es cuando empieza la debacle del Doctor X. Se divorcia de Energy Control y deja de ser un héroe del ciberespacio para ser un héroe en el mundo real, héroe como los basureros y como los militares, que hace su trabajo y luego recibe apalusitos por la noche.
Una jueza manipuladora
La condena que le cayó a Ulbricht fue terriblemente desproporcionada. En la sentencia, la jueza Katherine Forrest fue también muy dura contigo. Tú hiciste una declaración desde España, como testigo de la defensa, con un alegato a favor de la reducción de daños. Para la jueza Forrest, la reducción de daños no era más que una forma de facilitar el consumo. ¿Es verdad que terminó su sentencia, como se dice en la novela, destacando tu participación, presentándote como “adalid de la absurda filosofía de reducción de riesgos y a quien consideramos particularmente despreciable e irresponsable”?
No solo eso, me acusó de intentar vender fentanilo en la red profunda, entre otras injurias y calumnias. Uno de los motivos para hacer este libro era escribir el apéndice donde aclaro cómo la juez Forrest manipuló mi testimonio. Ahí comparo lo que dije yo en mis seis folios de testimonio y lo que dijo la juez Forrest que yo dije.
En la sentencia en la que se condena a Ross Ulbricht, nueve de sus 90 páginas la dedican a rebatir de manera torticera tus argumentos en defensa de la reducción de riesgos. Es escandaloso.
Creo que eran diez los conceptos que estaban en mi testimonio, y los diez se manipulan contra mí. Si hubiera sido uno aislado podríamos decir que es un error, una mala interpretación, pero es que son todos. Espero que en el resto de sus juicios esta señora haya tenido más tino, porque si no…
Hay de todas maneras una contradicción, porque te están diciendo todo eso, pero no llegan a formalizar ninguna acusación judicial contra ti. A lo mejor están esperando a que entres en Estados Unidos para detenerte.
Me han dicho repetidas veces y por varios sitios que mejor que no entre. Tampoco pasa nada, yo no voy a las discotecas en las que me miran mal.
En la novela hay detalles que intencionadamente no quedan claros, ¿es cierto que te llegan a espiar, que el CNI, instigado por el FBI, te espía?
Tenemos el pacto de no desvelar que es verdad y que es ficción.
¿Pero es verdad que llegan a robarte la caja fuerte? ¿O todo era una paranoia? En el libro no queda del todo claro.
Lo único que te digo es que la mayoría de las cosas que salen en la novela pasaron, y lo que no pasó pudo haber pasado.
La pandemia y el pueblo soberano
Hay un momento en que el Doctor X, como médico que trabaja en un centro de salud pública, manifiesta desagrado con los aplausos a los sanitarios durante la pandemia, ¿por qué no estabas de acuerdo con esa ola de apoyo a los médicos? ¿No fueron héroes los médicos y sanitarios durante la pandemia?
No, los médicos y los sanitarios hacían lo que tenían que hacer, que es su trabajo. Como hacen los bomberos o los militares. La pandemia fue una situación límite que, bueno, se puede reducir a que estuvimos dos meses en casa, tampoco es que estuvieran cayendo bombas, pero sí que fue como enfrentarte con la muerte y con el horror, de un día para otro y sin estar preparado.
¿Y por qué te producían rechazo los aplausos?
Primero, porque no aplaudían a los militares, a las cajeras de supermercado, a los conductores de autobús… y porque intuía lo que iba a venir después. Porque yo hago mi trabajo, no soy un héroe, hago mi trabajo y mi trabajo me lo tienen que pagar. Los primeros meses no se puede culpar a nadie de nada, ni a Ayuso por lo de las residencias, porque fue una situación tan excepcional e inédita que se hizo lo que se pudo. Pero, cuando van pasando los meses, los héroes se tienen creído que son héroes, que se sacrifican por todos, y esto acaba en una relación sadomasoquista en la cual los gerentes les mean en la cara y les dan por el culo, y los héroes lo gozan comiendo su mierda.
¿Echaste de menos que hubiera una protesta por parte de los sanitarios?
Me hubiera gustado que se cuidara al personal, que no se siguiera con contratos de mierda de tres meses y amenazándote con que si no estás conforme te vas a otro sitio. La continuación de la pandemia consistió en apretarnos más las tuercas. Y hablo de una relación sadomasoquista, del sadomasoquismo del malo, que para que se dé no solo tiene que haber una parte sádica, una parte que te pise la cara, sino otra parte masoquista, a la que le guste que le pisen. Fíjate que yo pensaba que estaba loco, pero no, porque a los tres meses fue cuando saltó la huelga, la primera huelga de médicos organizada que tuvo además una serie de consecuencias laborales, aunque ahora otra vez parece que vamos a volver a lo mismo. Lo de los aplausitos va por eso, por todo lo que viene luego. La gestión de la atención primaria en la Comunidad de Madrid desde hace mucho tiempo consiste en tratar al personal como ganado, con el apoyo del pueblo libre y soberano que les sigue votando. Si vives en Madrid, de aquí para arriba tienes mejor sanidad que de aquí para abajo. Hay una línea divisoria que separa el norte del sur. Y uno de los motivos por los que me fui fue porque en las elecciones vi que, en Carabanchel, donde yo trabajaba y uno de los barrios donde más gente se murió, salía otra vez el PP con mayoría absoluta. Pues ahí te quedas, pueblo soberano, y disfruta con lo que has elegido. Tengo que decir también que si me fui fue porque me lo podía permitir.
Supongo que te lo pudiste permitir en parte por los bitcoines atesorados, ¿no? Siempre que se habla de dinero en el libro se hace con ambigüedad, pero yo como lector no dejo de preguntarme acerca de cuánto dinero exactamente llegó a tener el Doctor X en bitcoines.
Pues el suficiente como para poder haber vivido bien una temporada, pero sin exagerar, que sigo viviendo en un piso de 70 metros cuadrados con una hipoteca que pagar todos los meses. Vivo bastante mejor que mucha gente, pero bastante peor que otra. Si me hubiera guardado todos los bitcoines, ahora seria trillonario, por supuesto. Pero ten en cuenta que se podían comprar drogas, se podían pagar viajes… Sí que me ha dado para muchas cosas, pero, vamos, ya ves cómo visto y dónde vivo.
Hay un momento especialmente fuerte en el libro en el que el Doctor X llega a decir que, al comienzo de la pandemia, se administraba morfina para que la gente palmara: “Morfina a demanda y túmbese en su propia cama a morir, señora. Esa era la premisa: morfina por un tubo, y a palmar”. ¿Eso llegó a ser así?
Estábamos en una situación que no se había producido nunca. Las UCI de los hospitales están llenas, hasta arriba, no hay camas, y entonces tienes de pronto un abuelo de 85 años y un tío de 40 con insuficiencia respiratoria. ¿Qué haces? Se dictó un protocolo de sedación terminal, sí, pero es que no había más remedio. No seré yo el que defienda a Ayuso, pero hay que ver las cosas en su contexto, en una situación en la que no hay camas de UCI, porque las UCI están previstas para atender a un número de pacientes, no diez veces más. Hubo un protocolo de sedación que, desde luego, no se llegó a aplicar de forma sistemática, pero sí en muchos casos. Yo mismo tuve que hacer alguna acción terminal que no estaría indicada en otro contexto. Son temas en los que es muy fácil opinar sin saber, como cuando se habla de las residencias, y líbreme Dios de defender a Ayuso, pero, si tienes los hospitales colapsados, ¿qué haces?
Toda esta situación difícil juega un papel en la propia crisis del Doctor X.
Es que ibas a trabajar y de repente todo había desaparecido. ¿Dónde están los ansioso depresivos, mis hipertensos, la señora con diabetes? Todo había desaparecido, no había EPIs, una compañera estaba en la UCI... Así fue, y lo que más duele es que no hemos aprendido nada. Aunque se reconociese el esfuerzo de los sanitarios, igual que el de muchos servicios básicos, seguimos con condiciones laborales de mierda.
El paciente Antonio Escohotado
En el capítulo final aparece el Doctor X como médico personal de Escohotado, y marcas una distancia con algunas tesis del filósofo. Te desmarcas, por ejemplo, de su idea de la farmacracia, ¿Qué le decías a Escohotado sobre su idea de que las farmacéuticas dominan el mundo y el sistema sanitario, prohibiendo las drogas buenas y recetándonos medicamentos de segunda?
Yo le decía muchas cosas y, a veces, hasta me escuchaba. No se pueden explicar las cuestiones complejas de forma tan burda. Está clarísimo que la industria farmacéutica tiene sus intereses. Por otro lado, si no fuera por la industria farmacéutica, ¿quién habría, por ejemplo, creado los medicamentos contra el VIH? Porque que el VIH ya no sea una enfermedad mortal sino una enfermedad crónica se debe a que unos señores invierten ahí su dinero en lugar de en otras cosas. No entiendo por qué hay que pedirle un plus de moralidad a la industria farmacéutica en lugar de a la de los tomates. O por qué no le pedimos al Estado que invierta más en farmacia. La simplificación de que todos los médicos están vendidos a la industria farmacéutica es un argumento tan poco elaborado como decir que la industria del cannabis pretende introducir el cannabis terapéutico como caballo de Troya. Es el mismo tipo de delirio. Aunque sea verdad que hay relaciones que no son limpias y cosas que son muy oscuras. Yo tengo también mi experiencia personal, a mí me han pagado y me han patrocinado Proyecto Hombre, la FAD, los sindicatos, Cruz Roja, Energy Control, la Unión Europea, Cannabis Magazine, Cáñamo, las ferias cannábicas y la industria farmacéutica y nunca nadie me ha dicho lo que tengo que decir. En concreto, con la industria farmacéutica, nada de lo que yo haga tiene un producto farmacéutico detrás. ¿Que la industria farmacéutica juega en favor de sus intereses? Por supuesto. ¿Que a veces este juego no es limpio ni es claro? Por supuesto, como en todas las industrias, pero de ahí a establecer que es el malo de la película, yo creo que no. La industria farmacéutica tiene sus luces y sus sombras, como todo.
También te ríes de la idea en la que creía Escohotado de que la heroína puede ralentizar, impedir que se desarrolle el cáncer. Explícame, como médico, por qué Escohotado estaba equivocado.
Porque es un delirio, porque en ciencia las demostraciones se hacen en positivo. ¿Qué argumentos positivos hay para demostrar eso? Tú eres muy libre de tener esa creencia, pero elevarla a la categoría de ciencia, no. Y Antonio quería que le hicieran la autopsia para demostrar que, por consumir heroína, no tenía cáncer. Y yo le decía “Pero, Antonio, a ti que eres el filósofo, que te tenga yo que explicar lo de causa y efecto, correlación y causalidad”, y él me miraba así y se reía, y ya no me seguía más con ese rollo. Porque lo mismo que decía de la heroína, podía decirlo de la patata frita, ¿no?
Bueno, la idea en la que él creía es que la heroína, al ralentizar determinadas funciones vitales, ralentiza también el desarrollo del cáncer.
Pero ¿qué funciones vitales ralentiza?, ¿el intestino? ¿Como si fuera todo a cámara lenta? Es que no tiene ni pies ni cabeza. ¿Hay algún estudio serio que diga que aquellos que consumen opiáceos tienen menos mortalidad por cáncer? Porque la industria farmacéutica estaría que se correría viva, ¿no? Porque si encontráramos que un receptor opiáceo protege del cáncer tendríamos a media población tomando heroína. Pero no. Sí compro la idea clásica, que Escohotado practicaba, de que los opiáceos son drogas de vejez, que pegan para la tercera edad, pero lo de que protegen del cáncer es un delirio.