La realidad del adicto y el deseo que nos lleva, según Marc Lewis
Las palabras de un neurocientífico que fue adicto a las drogas
Hablamos con Marc Lewis, neurocientífico y autor del libro "Memoirs of an addicted brain"
¿Existe una alternativa posible al tratamiento de las adicciones?
Si la adicción es una enfermedad, tendrá que ser tratada por médicos. Pero todo lo que los doctores tienen a mano son drogas como la buprenorfina: se trata de un opiáceo, es parecido a la heroína, la morfina y el resto de las sustancias a las que la gente se vuelve adicta, pero la pueden recetar los médicos, puede ser controlada. No coloca tanto, alivia el síndrome de abstinencia. O dan drogas que contrarrestan a los opiáceos, por lo que no te colocas por mucho que tomes. De alguna forma, estas drogas tienen un efecto muy simplista. Pueden aliviar el síndrome de abstinencia, pueden darte dosis de mantenimiento, por lo que sigues siendo un adicto a un sustituto de los opiáceos, y consiguen que no te coloques. Todo ello comporta problemas. No creo que sean métodos significativos de tratar los aspectos esenciales de la adicción. Yo intento adoptar la actitud neurocientífica y plantear: ¿cuáles son las razones reales que van a cambiar en relación con el tratamiento? Uno de los factores principales es el que llamo “la atracción del ahora”: cuando existen recompensas muy atractivas disponibles de inmediato (para las personas), estas abandonan recompensas futuras que pueden tener un gran valor. Partiendo de esta idea, digo que hemos de ayudar a la gente a salir del pozo de este presente que les dicta: “Debo colocarme esta noche. No la semana que viene. No puedo pensar en la semana que viene”. Los adictos pierden la narrativa de su propia vida. No saben lo que es ser una persona con un pasado, un presente y un futuro. Solo existe el ahora, y esto es demoledor. Es lo que intento clarificar cuando hablo de nuevos enfoques al tratamiento. Los adictos necesitan una fuerte motivación para pasar del ahora al después. Precisan realmente querer dejarlo, puesto que su vida se está convirtiendo en un infierno. Todo ello tiene que ver con la activación del cuerpo estriado, este poderoso centro del deseo (situado en el cerebro). Pero hay que vincular este deseo con un sentido histórico, o un sentido de futuro, y para ello se necesita ayuda de otras personas. Otras personas que mantengan las piezas en su lugar, para que podamos pasar del ahora al mañana.
¿Es el amor una adicción?
Puede ser. Para algunas personas lo es el sexo, para otras el amor, para otras la persona concreta de la que están colgados. A veces saben que no les conviene, pero no pueden soltarla.
¿Podría contrastar el papel de la soledad y la comunidad en la adicción? Parece tener que ver con la soledad, pero usted comenzó a ser adicto tras unirse a nuevas comunidades: al alcohol en el instituto y a la heroína en San Francisco.
El tema tuvo que ver con una serie de personas que conocí en San Francisco, dos hombres y una mujer que dirigían viajes de LSD. Era una gente extraordinaria. Increíblemente atractivos y misteriosos, por lo que cuando vi que se inyectaban heroína les seguí. Pero en periodos posteriores, cuando iba a los fumaderos de opio de Calcuta, lo hacía solo. No quería que nadie me acompañara. Era algo exótico y era feliz haciéndolo solo. En los últimos años, en los que llegué a robar para mantener mis adicciones, no me pasaba por la cabeza que nadie quisiera acompañar a un tipo tan desagradable. Era solo yo.
¿Qué adicción en su opinión es la más devastadora?
La metanfetamina y el crack son las peores, seguidas de la heroína. El crack y las metanfetaminas son psicoestimulantes que te llevan a un lugar en el que se siente un placer inmenso y uno se cree invencible, pero la caída posterior es brutal.
¿Cuál es el mensaje más importante de su libro para la gente que lucha con sus adicciones?
El mensaje más importante es que estamos ante procesos biológicos reales que subyacen a nuestros intensos estados mentales y emocionales. Estos instintos que parecen irresistibles no son un producto de ser inmaduros o esclavos de nuestras pasiones; surgen de ciclos de actividad en los sistemas cerebrales que fueron diseñados por la evolución para buscar metas y estar motivados para conseguirlas. Se trata de funciones importantes y naturales.
Muchos investigadores consideran que alguna gente “nace adicta”, por una combinación de genética, entorno temprano, etc. Usted prácticamente no menciona los genes y la herencia en su obra. ¿Por qué?
De entrada, porque no es mi especialidad. Pero tengo serias dudas de que la genética nos pueda decir algo útil sobre la adicción. Tengo claro que no existe un gen de la adicción. La adicción constituye un comportamiento demasiado complejo para ser reducido a la expresión de un gen, o incluso un grupo de genes. La adicción no es una enfermedad como el cáncer, en la que podamos hablar de mutaciones genéticas.
¿Cuáles son la cicatrices permanentes –si las hay– en su cerebro y mente que pueden ser el resultado de sus años de consumo de drogas?
No creo tener ningún daño permanente, puesto que el cerebro tiene una capacidad notable para repararse a sí mismo.
¿Ha recibido apoyo a sus argumentos de que la adicción es un problema del comportamiento y no un problema médico?
Hay personas, incluyendo científicos, a los que les cuesta entenderlo. Existe la idea de que la etiqueta de adicción es lo único que va a salvarlos y que así los “enfermos” dejarán de ser culpados y denigrados como adictos en el seno de la sociedad. Tienen la sensación de que, si es una enfermedad, dejarán de sentir el peso de la culpa, puesto que no son culpables. El obligar a abandonar esta suerte de excusa produce cierta incomodidad.
Usted critica a la profesión médica por poner etiquetas. ¿No cree que es necesario etiquetar en cierta medida a la gente para poder darle un tratamiento?
En los últimos años he tenido algunos problemas con mi cuerpo y he estado muy contento de que los médicos me hicieran un diagnóstico y una estrategia de tratamiento. No dudo que los médicos deben funcionar de este modo. Pero el hecho es que no creo que la adicción sea un problema médico. Lo que no quiere decir que no tenga un aspecto médico. Por lo que los doctores deben implicarse como, por así decir, adjuntos, en concreto en el caso de drogas que producen síndromes de abstinencia cuando dejas de tomarlas. Como, por cierto, es el caso de los psicofármacos legales. Para resumir mi opinión, los médicos deben ayudar a la gente con los problemas médicos asociados a la adicción, pero vuelvo a insistir: la adicción en sí misma no es una enfermedad médica.
Fragmentos de entrevistas publicadas en The Globe, National Post, United Academics, The Fix y The Guardian. Selección y traducción de Fernando Pardo.