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Deseos

El último trócolo

En el ámbito mediático, en cuestiones de droga, siguen mandando el alarmismo, el sensacionalismo, la propaganda barata, el asustaviejismo y todos los ismos chungos que se les ocurran.

Hola. Como nos pasa a (casi) todos, en estas fechas me sumerjo en un gigantesco y megailuminado baño de hipocresía ritualizada tendente en última instancia al consumo más insensato e insostenible. No llego al extremo de observar ovinamente cómo beben los peces en el río ni a llamar a voces a la Virgen, pero no puedo resistirme a expresar mis beatíficos deseos imposibles para el nuevo año. 

Desear es un verbo transitivo que la RAE define en tres acepciones: “Aspirar con vehemencia al conocimiento, posesión o disfrute de algo”, “Anhelar que acontezca o deje de acontecer algún suceso” y, como todos ustedes estaban pensando, “Sentir apetencia sexual hacia alguien”. Dejaremos, si me permiten, los deseos diodenales para futuras ediciones de esta columna y vayamos a lo prosaico. 

Verán. Desearía en primer lugar que nuestros egregios representantes parlamentarios acometieran de una vez por todas la tarea de despenalizar definitivamente el cannabis. Lo deseo aunque lo veo muy difícil. De hecho, tiene pinta de que España va a ser de los últimos estados civilizados en normalizar legalmente una cuestión absolutamente normalizada en todos los demás ámbitos para bochorno de propios y extraños. Entre tanto, la represión económica a los usuarios de cannabis, en la que estamos a la cabeza de Europa, va dejando un piquito. Desearía que, por fin, sus señorías y los partidos a los que representan atendieran al bien público y afrontaran en esta legislatura la sonrojante cuestión del cáñamo. 

Ya, ya, no me miren así, que no me hago muchas ilusiones, pero por pedir que no quede. De hecho, pido más. Mi otro gran deseo para el año entrante es que se materialice una información digna sobre drogas. Qué quimera, ¿eh? Porque, quitando las benditas excepciones que confirman la regla (y mejorando lo presente), la “información” sobre drogas en televisión, prensa, radio y en internet es, por lo general, una auténtica basura. 

En el ámbito mediático, en cuestiones de droga, siguen mandando el alarmismo, el sensacionalismo, la propaganda barata, el asustaviejismo y todos los ismos chungos que se les ocurran: la droga caníbal, la droga zombi, la droga letal o la necia droga. Lo que antes, con fundamento, te glosaba un Escohotado, ahora te lo despacha un Javier Nart o algún criminólogo tenebroso de Antena 3 para dar paso a publicidad. Y siempre, siempre, siempre acabarán “saltando todas las alarmas”. 

Resulta inconcebible, bien entrado el siglo xxi, que no haya ningún espacio en ningún gran medio de comunicación dedicado a la información veraz, objetiva y con rigor con respecto a las drogas. En plena era de la información seguimos con los mismos clichés para retrasados mentales de toda la vida, ahora convertidos en memes para abuelas impresionables, salvo que entendamos por veraces, rigurosas y objetivas las payasadas de un Pablo Motos, las sandeces envilecidas de Ana Rosa de España, el sensacionalismo barato y anecdótico de un Callejeros o un Equipo de Investigación. Lo dicho: basura. 

En fin, que si antes nos prevenían que del porro íbamos a pasar directamente a las cucharas impregnaaaaaadas de heroíiiiiiiiiiina, ahora intentan acojonarnos con la pandemia del fentanilo, aunque no haya el menor consumo entre nosotros del último chivo expiatorio encarnado en este pobre opioide sintético. Desgraciadamente, es lo que nos ha tocado y, ahora que lo pienso, esta carencia en auténtico periodismo es una lacra que explica en buena parte la absoluta desidia de nuestros políticos para afrontar los necesarios cambios legales. 

Pero, bueno, seamos optimistas, porque sería muy bonito y muy antiguo que se cumplieran mis utópicos deseos… Entre tanto, por si acaso, me acojo con impasible estoicismo a la vieja máxima del sabio Epícteto de Frigia, que, tal vez vislumbrando el futuro idiota en el que nos tocaría vivir, sentenció durante una soleada mañanita en Nicópolis: “No pretendas que las cosas ocurran como tú quieres. Desea, más bien, que se produzcan tal como se producen, y serás feliz”. Pues con la impostada felicidad del derrotismo navideño en el caletre, me hago un trócolo y me despido deseándoles, de corazón, que el 2024 les sea propicio. Adiós. 

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #313

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