Las zapatillas de Martha
El viaje de Anne-Marie Cockburn, la madre que perdió a su hija por una sobredosis de éxtasis
Conversamos con Anne-Marie Cockburn pocos días después de la conmemoración de la muerte de su hija Martha por una sobredosis de éxtasis. Es una de las fundadoras de Anyone’s Child, una organización de personas que han perdido a un familiar y reclaman un cambio en las políticas de drogas.
La madrugada del 20 de julio de 2013, Anne-Marie Cockburn (Escocia, 51 años) recibió una llamada inesperada que cambiaría el rumbo de su vida. Su hija Martha, de quince años, estaba grave en el hospital tras consumir MDMA. Murió poco después. Así empieza el viaje de esta madre de Oxford que se ha convertido en una incansable activista decidida a incomodar a la clase política para lograr una reforma de la política de drogas en Reino Unido, con el objetivo de que no haya más historias como la de Martha.
Tras la muerte de su hija, Anne-Marie comenzó a escribir 5,742 Days (el número de días que vivió Martha), un libro que narra los primeros meses de duelo en tiempo real y que te encoge el corazón en cada página. Es coautora de What Martha Did Next (‘Lo que Martha hizo a continuación’, 2015) y una de las fundadoras de Anyone’s Child, una organización de personas que han perdido a un familiar y reclaman un cambio en las políticas de drogas. Habla con pasión y nostalgia de su participación en The Forgiveness Project (‘Proyecto del perdón’), un programa de justicia restaurativa en el que visitó las cárceles y compartió su historia con personas privadas de libertad.
Anne-Marie habla con templanza y emana una energía especial. Conversamos con ella pocos días después de la conmemoración de la muerte de su –como siempre la menciona– “preciosa Martha”.
Empecemos por tu historia personal, ¿quién es Anne-Marie?
Nací en 1971 en Dundee, en el este de Escocia, aunque crecí en la costa oeste en una familia muy numerosa. Yo era la catorceava de quince hermanos. No lo recomendaría, pero la verdad es que me forjó una capacidad de resistencia y de seguir adelante ante cualquier adversidad, algo que me ha sido muy útil en los últimos años. Me mudé a Inglaterra hace treinta y dos años, tenía un pariente en Oxford y pensé que era una buena oportunidad para comenzar mi vida como una adulta joven. Y me gustó tanto que sigo aquí desde entonces. No fui a la universidad porque empecé a trabajar muy joven. Pero he trabajado con abogados y en entornos académicos, así que diría que he tenido una buena educación a lo largo de mi carrera. Mirando atrás, creo que debería haber estudiado inglés. Si empezara mi vida de nuevo, sin duda me dedicaría a escribir. No lo habría dejado de lado por inseguridades.
Siempre mencionas que eres madre soltera, aunque en el libro aparece en algún momento el padre. ¿Fuiste madre soltera desde el inicio?
Nos separamos cuando Martha tenía diez meses. Así que se podría decir que fui madre soltera casi desde el principio. Ya en los primeros meses, su padre no estuvo demasiado presente y luego se mudó al extranjero, por lo que fueron perdiendo el contacto. Es algo que lo entristece. Se arrepiente de no haber pasado más tiempo con ella, pero ya no puede cambiar el pasado. A pesar de no haber estado mucho tiempo juntos, Martha se parecía mucho a su padre. Yo no tengo remordimientos porque siempre estuve disponible. Viajamos mucho, fuimos a Australia, a Bali, y Martha subió en camello y en elefante. También viajó a Egipto. Tuvo una vida muy corta pero muy feliz, y estoy muy contenta de que, durante el tiempo que estuvo aquí, hice todo lo posible para que tuviera una vida emocionante y plena. Aunque no siempre fue fácil, ella sabía que la quería y que tenía muchas opciones en su vida, muchas más de las que yo tuve. No tengo remordimientos más allá de que lamento no haber sabido en aquel momento qué era la reducción de daños y no estar formada para atender a Martha como lo necesitaba.
Una carta de amor a Martha
“No tengo remordimientos más allá de que lamento no haber sabido en aquel momento qué era la reducción de daños y no estar formada para atender a Martha como lo necesitaba”
En el 2013, de forma repentina y sin previo aviso, pierdes a Martha de una sobredosis de MDMA y escribes un diario sobre la experiencia del duelo durante los primeros meses. ¿Cómo te ayudó el hecho de escribir en el proceso de duelo?
Lo que ocurrió al principio fue que mi teléfono no paraba de sonar, tenía a la familia a mi alrededor y todo el mundo me hacía preguntas, pero yo no me podía comunicar con nadie. Chateaba en línea con sus amigos porque quería reunir el máximo de información lo más rápido posible, tratando de obtener respuestas y documentarlo todo porque no quería olvidar nada que más tarde pudiera necesitar. Así que empecé a escribir este diario de lo que estaba viviendo y lo que sentía en ese viaje de dejar ir a Martha. Y esa fue la manera de comunicarme con mi entorno cercano. De hecho, muchos me decían que se despertaban cada día con ganas de leer lo que había escrito. Así que con el tiempo pensé que quizá se podría convertir en un libro. Escribir me ayudó porque me dio un propósito y me ayudó a salir de mi cuerpo. Es como una carta de amor a Martha y de duelo por su pérdida. De hecho, estoy muy contenta de haberlo hecho porque fue una forma muy saludable de pasar esos primeros meses y la primera Navidad. Además, en ocasiones, para preparar un discurso, lo consulto y a veces me sorprendo al leer cosas que ya no recordaba. Así que me sirve de memoria, pero también es como una carta de presentación que ayuda a abrir puertas o ayuda a otras familias en la misma situación.
En 5,742 Days explicas que conocías el hecho de que Martha ya había tenido contacto con drogas y que habíais conversado sobre ello.
En realidad, no fue una conversación. Era yo esperando que ella lo negara. Le dije: “Martha, ¿sabes lo que está pasando? Porque yo sí”. No lo negó y me quedé en shock. No esperaba que me dijera la verdad. Y le dije algo estúpido del tipo: “pero ¿por qué lo haces?, ¿cómo es posible?; cuando estaba embarazada de ti nadaba todos los días y comía alimentos ecológicos”. Le dije cosas muy convencionales para una adolescente muy poco convencional. Y le grité porque estaba muy asustada de saber la verdad. Supongo que me comporté así porque solo la idea de hablar con tu hija sobre algo que podía causarle daño era algo muy contrario a mi intuición como madre. Pero ahora sé qué es lo que Martha necesitaba. De hecho, tras su muerte, descubrí que había estado buscando en The Lancet la manera de tomar éxtasis de forma segura. Martha era una niña muy bien formada y sabía encontrar buenas fuentes de información.
Con tu experiencia, ¿cuál es tu recomendación para las familias?
A todas las familias les digo que, por favor, quieran a sus hijos e hijas más de lo que lo hacen porque ahora es cuando más lo necesitan. Que se esfuercen en escucharlos y les hagan sentir que son escuchados. Da igual si es en el coche, en un viaje en el que no hay que mirarse, que les dejen elegir la música y la disfruten juntos. Les digo que traten de hablar desde sus sentimientos: “quiero que tengas una buena vida y seas feliz”, “soy tu madre y me preocupo por ti, como cualquier madre”… Sobre todo les digo que no olviden preguntarles: “¿qué se siente al ser tú?”. Nunca le hice esa pregunta a Martha. Se trata de mantener un diálogo abierto y desde el amor, sin juicios. Un diálogo en el que expresas tu preocupación, pero también tu disponibilidad, que sepan que siempre estarás allí para lo que necesiten, que te pueden llamar a cualquier hora del día o de la noche. Un diálogo en el que se les facilite la información de reducción de riesgos que necesitan. Información clave como no beber agua en exceso, no duplicar la dosis, no mezclar alcohol con otras drogas y hacerlo con alguien de confianza a tu alrededor. También información de tipo legal, como que no pueden detenerte por estar con alguien que consume ni te pueden multar por haber consumido drogas, pero sí por llevarlas encima. Hay que sintonizar con los sentimientos y darse cuenta de que, si van a hacerlo y no puedes disuadirlos, hay información básica que deben conocer. The Loop puso en marcha en el 2015 la campaña “Crush Dab Wait” (‘Aplasta, prueba, espera’) para crear conciencia sobre la dosificación de los cristales de MDMA de alta pureza que circulaban entonces. Y esto es lo que le pasó a Martha: se tomó un cristal de golpe pensando que, si las primeras veces lo pasó bien, con un poco más lo pasaría mejor. No sabía que era un cristal de alta pureza.
Lo que encontraste en la mochila de Martha es una muestra clara de la etapa vital en la que se encontraba.
La policía me devolvió la mochila de Martha y dentro llevaba un paquete vacío de tabaco y un libro sobre la cría de animales. Y mirando ambas cosas pensé: “Vaya, aquí hay una adolescente”. A esa edad creen que son adultos, pero todavía son jóvenes y nos necesitan, diría que, en esa etapa de sus vidas, más que nunca. Y no siempre son una gran compañía a esa edad. Se suele crear una atmósfera incómoda en la que se quieren alejar y es difícil estar cerca de ellos. Muchos padres y madres acaban diciendo: “Vale, olvídalo, está bien, vete y haz lo que quieras”. Pero, mirando atrás, siento que te necesitan más que nunca. Necesitan que te sientes con ellos en esa atmósfera incómoda, necesitan amor y que les ayudes a navegar porque ni siquiera se gustan a sí mismos en esa etapa. Están lidiando con tantas cosas, a nivel biológico y en la sociedad, intentando encajar en grupos y aprobar exámenes. Les hacemos grandes preguntas como: ¿qué quieres hacer con tu vida? Y tienen un montón de cosas tóxicas externas, como las redes sociales, que hacen que su vida se rija por la aprobación social. De hecho, es necesario enseñar a la juventud a forjarse una opinión propia de sí misma, no en base a lo que otras personas piensen, sino desde su propia visión.
El activismo y la justicia restaurativa
En el libro no lo explicas, pero me gustaría saber en qué momento decides convertirte en activista por la reforma de las políticas de drogas.
“Se trata de mantener con los hijos un diálogo abierto y desde el amor, sin juicios. Un diálogo en el que expresas tu preocupación, pero también tu disponibilidad, que sepan que siempre estarás allí para lo que necesiten, que te pueden llamar a cualquier hora del día o de la noche. Un diálogo en el que se les facilite la información de reducción de riesgos que necesitan”
Lo recuerdo perfectamente. Fue seis semanas después, el 5 de septiembre, justo el día anterior al funeral. Buscaba información sobre políticas de drogas y encontré Transform Drug Policy Foundation. Hice una captura de pantalla con sus datos de contacto y días después me comuniqué con ellos. Estaba ávida de conocimiento y emprendí entonces un viaje que me llevó hasta el Parlamento y la Cámara de los Lores, recorriendo el mundo y conociendo a todo tipo de personas. También he tenido muchas conversaciones telefónicas y he leído todos los libros que pude sobre el tema para formarme una opinión. Nueve años más tarde, sé mucho más de lo que sabía entonces, pero sigo sin saber muchas cosas y tampoco creo que deba saberlo todo. No es mi papel. Soy una madre en duelo que intenta ser parte de este debate. No tengo que ser una experta en políticas de drogas, aunque he aprendido mucho; solo quiero ser una persona normal en los debates. El pasado fin de semana estuve en el Festival Womad, donde hablé de Martha y de que, si hubiera podido tomar algo etiquetado, con una composición clara y dosis recomendada, no habría tomado la cantidad equivalente a la de cinco personas. Mi discurso es muy simple. Hay otras personas encargadas de las políticas de drogas y otras que podrán aburrirte con estadísticas, pero no es mi papel. Sí menciono datos como, por ejemplo, que en Portugal hay 10 muertes por sobredosis por cada millón de habitantes, 70 en el Reino Unido y 252 en Escocia. Y les digo que, aunque no tengamos todas las respuestas, sabemos que en Portugal algo están haciendo mejor que nosotros.
En el 2014 fundas junto a otras familias Anyone’s Child.
Cuando contacté con Transform y otras familias tuvimos muchas conversaciones, pensábamos en qué se podía hacer y la necesidad de mostrar las historias humanas. Fueron conversaciones que acabaron por dar forma a lo que finalmente se estableció como Anyone’s Child. En octubre del 2014, aprovechando la fecha del que sería el diecisieteavo cumpleaños de Martha, llevamos a Downing Street la petición para tener el primer debate sobre drogas en el Parlamento del Reino Unido. En aquel momento tan solo éramos unas cuantas familias. Hoy, Anyone’s Child es una organización internacional.
Me llama mucho la atención porque la tendencia natural, como en el famoso caso de Leah Betts, es reforzar la idea de que las drogas son malas y son las culpables de la muerte. Sin embargo, las familias de Anyone’s Child van mucho más allá y señalan la raíz del problema en las políticas de drogas. ¿Cómo promover en otras familias esta reflexión?
A todas las familias que han perdido un ser querido por drogas les diría que el marco actual de prohibición no ha servido para protegerlos. Que se documenten. No es necesario investigar mucho para conocer la historia y entender de qué va realmente todo esto de perseguir a ciertos colectivos de la sociedad bajo la bandera de la prohibición. Que miren lo que ocurrió con la “ley seca” en Estados Unidos: guerras territoriales, Al Capone, cárteles… Ocurre lo mismo ahora. Se trata de no dejarse llevar por las emociones sino de canalizarlas de forma inteligente y buscar las evidencias. Han pasado cincuenta y un años desde la Ley de Uso Indebido de Drogas (Misuse of Drugs Act) y, desde entonces, ¿ha logrado aquello para lo que se estableció?, ¿ha reducido el consumo de drogas?, ¿ha hecho más segura nuestra sociedad? No, más bien al contrario. No se puede seguir con la misma estrategia buscando resultados diferentes. Debemos poner en marcha otros enfoques para reducir las muertes y conocer cuestiones como por qué la humanidad toma drogas o por qué el Reino Unido es una sociedad que se automedica y que bebe alcohol en exceso. Y que miren qué está pasando en otros países. Es una locura que Malta, un país católico, haya legalizado el cannabis. ¡Increíble! Se trata de seguir las evidencias. Así lo hemos hecho las familias de Anyone’s Child. La historia de Leah Betts fue muy triste. Un día topé con su padre, que me deseó buena suerte en privado. Él sabía que el sistema no funcionaba, pero era policía y estaba en una posición difícil. Hubiera sido increíble que apoyara un enfoque más progresista, pero cuando hablas con la mayoría de policías te das cuenta de que están atrapados en esa narrativa como si les hubieran lavado el cerebro.
A nadie se le ocurriría ir a buscar al camarero en caso de una muerte por exceso de alcohol, en cambio, cada vez que hay una muerte relacionada con éxtasis, se busca al dealer como responsable. Otro hecho excepcional que me cautivó fue tu reacción hacia el joven que facilitó el éxtasis a Martha, en contraposición a la mayoría de casos, en los que se busca un responsable en el que volcar la venganza. ¿Qué te llevó a tomar esa decisión, incluso en contra de algunos miembros de tu familia?
No fue algo premeditado. Durante los ocho meses que pasaron hasta el juicio, nadie me preguntó, ni una sola vez, qué quería hacer al respecto. Así que estaba esperando ese momento. Y la primera vez que alguien me preguntó qué quería como condena, fue como si tuviera una experiencia extracorpórea y otra persona hablara a través de mí diciendo que quería conocerlo, que no quería que fuera a la cárcel y que me gustaría trabajar con él asistiendo a institutos. Y eso es lo que le pasaron al juez. Así que hicimos justicia restaurativa juntos durante un año y medio. Tenía diecisiete años. Si no hubiera sido él, Martha lo habría obtenido de otra persona. Sé que no lo hizo con la intención de matar a Martha. Lo que hizo condujo a su muerte, pero no lo hago responsable. La responsabilidad es del gobierno y su política de drogas.
“Si Martha hubiera podido tomar algo etiquetado, con una composición clara y dosis recomendada, no habría tomado la cantidad equivalente a la de cinco personas. Mi discurso es muy simple”
Otro de los importantes legados de Martha es tu activismo en prisiones a través del proyecto de justicia restaurativa The Forgiveness Project, donde asistes a personas privadas de libertad, algunas por tráfico de drogas, y hablas con ellas. ¿Cómo son estos encuentros?, ¿qué reacción tienen ante tu relato?
¡Oh, dios, me encanta! Hace tres años pasé unos sesenta días en total en prisión. Entramos con un grupo de dos o tres personas y pasamos cuatro días realizando un taller. Salíamos por la noche para dormir en el hotel. Aunque no dormimos en prisión, es un programa muy intensivo en el que se trata a las personas desde el amor. No les preguntamos qué han hecho, lo pueden contar si quieren, pero no es parte del programa. Empiezo contando la historia de mi vida, en la que he tenido muchas dificultades, incluso antes de que Martha muriera. Siempre hay algún elemento con el que conectan y hace que se interesen en ti. Al final de la sesión, saco las zapatillas de Martha y les cuento que murió de sobredosis de éxtasis. Y se crea una atmósfera de silencio absoluto donde puedes ver sus caras de horror y ese preciso momento en el que entienden por qué están en este taller. ¿Qué sucede después? Hacen preguntas, nos reunimos en grupos y hablamos sobre todo tipo de cosas, sobre nuestras familias o nuestros hijos, y comenzamos a crear un hermoso entorno donde las personas comienzan a contar sus historias. Resulta muy enriquecedor y, al final, aunque no les preguntamos quiénes son ni qué han hecho, empiezan a pensar en ello. Sobre todo los chicos, muchos de ellos delincuentes prolíficos o de alto riesgo, comienzan el taller con su lado más masculino y acabamos con abrazos. Cuando volvemos seis semanas después, es increíble el cambio. ¡Incluso parece que rejuvenecen diez años! Algunos inician clases o empiezan a hacer ejercicio, hay más autoestima e incluso algunos retoman el contacto con la familia o deciden hacer justicia restaurativa con su víctima. Así que es un programa con un gran impacto. He ido varias veces, pero nunca tengo suficiente. Lo echo mucho de menos.
También se creó el Premio Anual Martha Mary Fernback, que apoya a mujeres jóvenes de entornos desfavorecidos que se han enfrentado a la explotación.
El sitio web www.martha21.uk ahora no está activo, pero estoy trabajando en ello. Mi sueño es que esto tenga el potencial de ser un proyecto internacional para ayudar a las mujeres jóvenes a encontrar su voz en esa difícil etapa de la adolescencia. La web también incluirá una sección sobre reducción de daños. Actualmente, estamos apoyando a una mujer joven que tiene necesidades de aprendizaje adicionales. Le está yendo muy bien con la ayuda que ofrece el proyecto de una terapeuta de arte, con herramientas para apoyar el desarrollo en cualquier disciplina artística en la que esté interesada. Rossie, la niña anterior, pasó de ser una niña que apenas podía hablar a ser una persona más tranquila, feliz y segura de sí misma. Es un proyecto pequeño pero creo que tiene mucho potencial. El premio que se entrega es una versión en cerámica de las zapatillas Converse de Martha.
“Los que están al mando no tienen ni idea”
Has asistido en varias ocasiones al Parlamento para hacer un llamamiento a favor de regular la MDMA. ¿Qué reacciones has encontrado?
“Que no sea todo poner el foco en ese diez por ciento de las personas con consumos problemáticos. Es necesario visibilizar al noventa por ciento restante, mostrar el uso no problemático, el lado medicinal y el lado recreativo, y el hecho de que probablemente sea mejor tomar éxtasis que tomar una copa de vino”
Primero tengo que aclarar que me gustaría la regulación legal de todas las sustancias, no solo de la MDMA. En ese entorno te topas con una mezcla de reacciones. Siempre son amables porque mi historia les genera pena, pero tal y como le dije a Victoria Atkins, la que entonces era ministra responsable sobre drogas del Ministerio de Interior, no quiero pena, sino que se haga algo al respecto, un cambio real en la política de drogas. Atkins fue una ministra conservadora e hija de un lord, pero cumplió su palabra y consiguió incluir mi testimonio en el Informe independiente de Dame Carol Black. Sin embargo, la parlamentaria de mi localidad, Annalise Dodds, está muy obsesionada con la rehabilitación y ni siquiera contempla el consumo recreativo. Así que hay diputados que lo entienden y otros que no, pero siempre están limitados por el partido para el que trabajan y su posicionamiento sobre el tema. En este momento, en el Reino Unido, no podemos decir que seamos muy valientes en política de drogas.
Recientemente se estrenó la serie documental Cómo cambiar tu mente, y en el capítulo de la MDMA hablan de su potencial terapéutico como tratamiento para el estrés postraumático. ¿Crees que la misma sustancia que causó la muerte de Martha podría ser de ayuda?, ¿te planteas consumirlo?
Justo vi el capítulo de la MDMA hace unos días. ¡Es magnífico! Y ahí está el quid de la cuestión, porque la droga que en exceso mató a Martha podría ser la medicina para curar el trauma. Las evidencias hablan por sí solas, así que sí es una posibilidad a la que estoy abierta. Por eso creo que, independientemente de en qué parte de la discusión te encuentres, y aunque sea más o menos cómodo compartir el espacio conmigo, todos tenemos un lugar en el debate. Creo que la respuesta es que haya esta mezcla de diferentes puntos de vista, que no sea todo poner el foco en ese diez por ciento de las personas con consumos problemáticos. Es necesario visibilizar al noventa por ciento restante, mostrar el uso no problemático, el lado medicinal y el lado recreativo, y el hecho de que probablemente sea mejor tomar éxtasis que tomar una copa de vino.
Justicia, educación y salud, tres pilares fundamentales de nuestra sociedad. ¿Qué podemos esperar cuando más lo necesitamos y nos fallan?
Estamos en un momento en el que hay muchos disturbios civiles, especialmente con el gobierno conservador. La inacción del gobierno me hace estar aún más decidida a seguir insistiendo, a poner a los parlamentarios contra la espada y la pared con conversaciones incómodas y exigiéndoles que rindan cuentas. No pueden discutir con Anyone’s Child y decirnos que la política de drogas funciona. Siento que me fallaron quienes están al mando, aquellos que se supone deben defender los pilares de la sociedad y actuar para protegernos. Y cuanto más aprendo sobre política, más me sorprende que no se haga nada. Resulta increíble que las personas que están al mando no tengan ni idea de política de drogas más allá del discurso oficial.
Lo que dirá la historia
Ha pasado casi una década desde la muerte de Martha, ¿qué destacarías de estos años de activismo contra la prohibición?
“Llegará el día en que leeremos los libros de historia y nos explotará la cabeza cuando sepamos que había gente que moría por tomar éxtasis”
Una mejora es que la conversación ha evolucionado. Hace unos años había mucha resistencia y la gente se sorprendía con mi discurso. Creo que pensaban que estaba tan conmocionada que no sabía ni de lo que hablaba, pero eran demasiado educados para decírmelo. Ahora ya no hay tanta resistencia y se interesan por conocer más sobre el tema. También tendría que destacar el éxito en el 2021 de la iniciativa de Transform para la reforma de la política de drogas en el Reino Unido: logramos que cincuenta diputados y diputadas se inscribieran de forma pública en Anyone’s Child. Fue un gran logro. Y, claro, me ha permitido viajar mucho y conocer gente increíble en el camino. Aunque siempre intento sacar algo de tiempo libre, no son viajes de placer, son más bien viajes algo difíciles e incómodos. Y me resulta doloroso, porque desearía que no fuera cierto, pero me obligo a seguir haciéndolo hasta que ya no sea necesario.
En junio estuviste en el evento de LEAP Europe en Ámsterdam, ¿qué tal fue?
Nunca sabes con certeza qué va a pasar en los eventos, así que, para anticiparme a cualquier cosa, me preparo en exceso los discursos. Es agotador. Recuerdo que en Ámsterdam dije algo que no tenía previsto. Salió de forma espontánea. Cuando mostré las bambas de Martha dije que después del evento el público volvía a su casa y yo regresaba con las bambas de Martha a Oxford. Esa es mi vida. También hubo un momento muy especial cuando Marco Antonio, de los Mossos d’Esquadra de Cataluña, preguntó al público cuántos policías había en la sala y se alzaron varias manos. Fue increíble. En el público no sabes quién es quién, pero fue una gran oportunidad para saber quiénes eran y Marco habló con ellos en el descanso. Y es así como vamos manteniendo conversaciones con personas que a su vez tendrán esas conversaciones con otras hasta que el mensaje dé la vuelta al mundo y un día no tengamos que tener esta conversación. Llegará el día en que leeremos los libros de historia y nos explotará la cabeza cuando sepamos que había gente que moría por tomar éxtasis. ¿En serio? “Sí, pero, afortunadamente, ya no”, nos diremos.
Antes has mencionado que has leído muchos libros sobre drogas. ¿Cuál es tu preferido?
Tras el grito, de Johann Hari.
¿Quizá entre tus proyectos de futuro está el de escribir otro libro?
Me gustaría. Creo que todavía hay muchos libros en mí. Siempre estoy pensando como escritora y se me ocurren muchas ideas. Por ejemplo, un libro sobre cómo empezar de nuevo, qué motiva a seguir adelante a una persona en situaciones difíciles, ya sea por una situación de duelo como la mía, por una cuestión de salud o cualquier otra razón. Soy una persona con sentido del humor y me gusta reír, pero nunca se escuchan historias de personas que disfrutan y se divierten y que pueden tener una vida plena a pesar de las circunstancias. Me hubiera gustado tener un libro sobre el duelo saludable en los primeros días tras la muerte de Martha. Sentía que tenía derecho a sentir alegría y felicidad más que nadie en ese momento y no me sentía culpable cuando tenía ganas de reírme o estaba libre del duelo. De momento, solo escribo el diario y mi vida no es lo suficientemente interesante para publicarlo en un libro. Aunque el otro día mi pareja me propuso matrimonio y nos casaremos el próximo año en Escocia. Así que es algo nuevo para mí y puede ser un capítulo interesante [risas].
¿Qué te gustaría que ocurriera en la próxima década?
Por un lado, me gustaría que se permita la investigación con sustancias y sean tratamientos disponibles para quienes los necesiten. Me gustaría ver una reducción de las muertes por sobredosis, que las personas que necesitan ayuda la obtengan y quienes toman drogas de forma recreativa tengan acceso a información de calidad para que nuestros jóvenes lleguen a casa sanos y salvos y no haya más historias como la de Martha. Ojalá que Anyone’s Child desaparezca porque ya no sea necesaria.
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