Roberta Vázquez es una dibujante de cómics que da más sentido a la idiosincrasia compostelana que cualquier apóstol despistado que terminase por fundar la ciudad. Tiene veintiocho años y ya ha colaborado con multitud de medios como Tentaciones El País, La Voz de Galicia, VICE, Mongolia, Revista Cáctus y un largo etcétera. Además, es la autora de cómics como Bob y amigos, Desubicado y Havarti Party. También ha autoeditado el fanzine Pizza y sofá en colaboración con cuarenta autores. Roberta Vázquez es esa fuerza arrebatadora de los milenials que hace que el siglo XXI no sea tan anodino como lo pretende su personaje estrella.
¿Cuál ha sido el primer cómic que recuerdas haber leído?
Zipi y Zape. Toda mi familia me iba comprando cómics poco a poco porque para mí era una obsesión, pero recuerdo con especial cariño un superrecopilatorio encuadernado con muchísimas historias que me compró mi abuelo.
¿Y el qué te hizo decir: “Quiero dedicarme a esto”?
Cuando era pequeña me gustaban mucho los libros y quería ser escritora. Dedicaba mucho tiempo a dibujar a los personajes que formarían parte de la historia y, un día, supongo que me di cuenta de que aparte de escribirlo podría directamente dibujarlo.
Eres compostelana y vives en Barna, ¿por qué decides emigrar?
Pues verás, yo creo que es muy gallego eso de estar buscando qué hacer con tu vida y no encontrarlo y coger la maleta y mudarte. En una de estas me fui a Barcelona y me encantó, tanto por la ciudad, y porque no llueve todos los días, como porque hay un montón de gente dibujando también. Como dato curioso, te diré que pensaba que Barna era un pueblo pequeño cerca de Barcelona donde se iban todos los dibujantes y modernos y me dije: ¡eh!, podría ser el sitio que estoy buscando. [Risas.]
No te quiero hacer la típica pregunta de cómo es para una mujer joven entrar en un mundo de hombres porque todo lo que nos rodea lo es, así que te preguntaré: ¿cómo fue para ti abrirte camino en el panorama fanzinero?
Diría que es algo que todavía estoy haciendo muy poco a poco. Si labrarte un futuro profesional es complicado, en una profesión como el cómic es todavía más difícil, pero le echo un par de huevos todos los días.
¿Se puede vivir del cómic o hay que trabajar de otras cosas (horribles todas) que te sirven de inspiración para lograr ese estatus de “solo dibujo”?
Desde hace un año, siempre que me hacen esta pregunta contesto: “vuelve a preguntarme dentro de dos meses”. De momento lo voy logrando haciendo malabares, pero siempre es una situación incierta. Espero no volver a trabajar de dependienta, pero si se da el caso o necesito pasta extra, no se me van a caer los anillos por volver.
Me encanta la filosofía que desprende tu trabajo con esos protagonistas antihéroes cargados de carisma. Incluso tu personaje Anodino cuenta con ese nombre pero tiene una personalidad arrebatadora. ¿Qué poso de pensamiento te gustaría dejar en tus lectores?, ¿crees que lo consigues o simplemente no lo buscas?
¡Muchas gracias! Pues, la verdad, me encanta que la gente me diga que se siente identificada con mis historias. El personaje de Anodino es el que más gusta, y me lo dice gente superdiferente entre sí, así que supongo que lo he hecho guay con él. Me gusta hablar de mis trapos sucios, pero le doy una vuelta antes para que no se note tanto que es algo que me ha pasado a mí directamente.
Ahora confiesa, ¿eres la chica que dibujas como novia de Anodino?
[Risas.] A veces soy la chica y a veces soy él. Pero, bueno, supongo que el flequillo me delata. Me gusta pensar que no son novios, que tienen una perfecta relación sin etiquetas que los hace muy felices.
Ese universo con el que nos deleitas tiene un puntito ácido increíble. ¿Ese humor está relacionado con el consumo de cannabis?
Me gusta que esté presente en el ambiente como algo lúdico, pero normalmente es algo que está en un segundo plano. No es lo típico que haga a un personaje hablando directamente de hierba, pero si te fijas en muchas viñetas verás de fondo alguien liando un canuto o alguna bolsita en la mesilla...
¿Cómo sería el porro favorito de Anodino?
El de Anodino, en un paisaje selvático lleno de palmeras y puesta de sol a lo Rousseau, con su amiga Verde.
¿Y el tuyo?
El mío también, pero con vistas al Mont Juic.
En tu fanzine Pizza y sofá hay muchísimas colaboraciones. ¿Cómo os lleváis entre los dibujantes?, ¿andáis a puñaladas como en otros ámbitos artísticos?
¡Qué va! Como somos todos unos putos desgraciados, nos llevamos bien. En el caso de Pizza y sofá, todos son amigos o gente con menos trato a la que admiro mucho; esta es la típica historia que contaré en bucle cuando sea una abuela cebolletas: pero lo hice para celebrar mi veintisiete cumpleaños, lo presentamos en la librería Fatbottom, pedí unas pizzas enormes que medían un metro cada una y después nos fuimos a mi casa a poner a prueba las leyes del espacio y el orden. Fue una noche inolvidable.
Cuéntanos cómo te preparas para dibujar, la música que pones si es que la pones, si limpias antes los ceniceros, si te pones en bragas, si hay galletas o pizza en la misma habitación...
Para mí lo ideal es tener el espacio de trabajo ordenado, pero rara vez lo consigo. Me conformo con que no sea una pocilga, al menos la mesa (que es lo más difícil). Para empezar, lo ideal es tener un café preparado y un cigarro liado, me pongo de fondo una serie que no me entretenga demasiado visualmente, ponle Friends, Aquellos maravillosos 70 o, aunque me avergüence, Aquí no hay quien viva. Y si voy a currar con música, pues me encanta Best Coast, los Beatles, surf o garaje. Pero no me voy a hacer la intelectual; cuando tengo que entregar algo e ir a tope lo más probable es que me ponga Lendakaris Muertos o el peor techno que te puedas imaginar.
¿De qué nuevos proyectos nos puedes hablar?
Pues llevo más de un año preparando un largo con la editorial Apa Apa, y me encuentro en la recta final. Si todo sale bien, saldrá a lo largo del 2018. También planeo hacer un recopilatorio de mis fanzines Bob y amigos, y continuar con las tiras cortas de Anodino, el fantasma Desubicado.