El largo camino hacia la despenalización del cannabis
Allá por los primeros ochenta, habiendo colgado mis hábitos trotskos y la corbata, alunicé en el mundo del cómic barcino. Los Makokis y Víboras me acogieron con desigual fortuna, y de ahí que me convirtiera en asiduo a las comidas y largas sobremesas conspiratorias del Mercadillo de Puertaferrisa, con café, copa y canuto.
Allá por los primeros ochenta, habiendo colgado mis hábitos trotskos y la corbata, alunicé en el mundo del cómic barcino. Los Makokis y Víboras me acogieron con desigual fortuna, y de ahí que me convirtiera en asiduo a las comidas y largas sobremesas conspiratorias del Mercadillo de Puertaferrisa, con café, copa y canuto. Allí, entre la maraña verborreica de la peña, algunas ideas iban adquiriendo sentido.
Que el PSOE acabara de ganar las elecciones por segunda vez y con mayoría absoluta significó el blindaje de la transacción, el subsiguiente desencanto y la entrada en escena del Gran Hermano Americano para enderezar algunos desvaríos cometidos por “estos muchachos socialistas que gobiernan en España”. La reforma Ledesma, una ley aprobada en la primera legislatura socialista, había significado una modificación del Código penal, diferenciando las penas por delitos contra la salud pública según se tratara de drogas duras o blandas. Esta medida medio progre sentó como una puñalá a los zares mundiales de la prohibición, que se apresuraron a exigir compensaciones a Felipito, quien, a su vez, encomendó a su amiguete Corcuera la Ley de Seguridad Ciudadana.
Esto suponía que, además de meternos en la OTAN, el gobierno nos quería multar por fumar porros o por llevar una china o un cogollo en el bolsillo. De la rabia por el acoso que se nos venía encima nació ARSEC. Jaume Torrent aportó el seny, Felipe Borrallo lideró la movida y yo empecé a escribir el Manifiesto fundacional. Debo confesar que mi ignorancia sobre el cannabis era tal que desconocía que el hachís viniera del cáñamo. Me ilustré y descubrí un nuevo frente de lucha contra el estado terapéutico, el capital farmacrático y las políticas prohibicionistas de drogas.
Fue en la primera asamblea general de ARSEC donde dimos lectura al Manifiesto y fue también el lugar donde se sumaron a nosotros –urbanitas– los campesinos capitaneados por Jaime Prats. Y de este feliz encuentro surgió la idea del cultivo colectivo para el consumo individual y el estudio colectivo. Y de la idea pasamos a los hechos mediante el envío de una carta con esta propuesta a distintas instituciones judiciales, académicas y sociales. La favorable respuesta por parte del fiscal J.M. Mena movilizó recursos, entusiasmos, complicidades y grandes dosis de generosidad entre la gente de ARSEC, apenas un centenar en aquellos tiempos. Especial recuerdo para Joaquim Blasco, nuestro benefactor y conseguidor del campo de cultivo en Montbrió del Camp, donde plasmamos el Proyecto de Cultivo Bioexperimental mediante la siembra, riego y mantenimiento de más de 200 plantas de marihuana, que acabaron siendo arrasadas por la benemérita e investigadas por los Mossos d’Esquadra y la Audiencia de Tarragona.
Y ahí empezó todo. Yo, que me había movido impunemente en las catacumbas de la clandestinidad durante el franquismo, en plena democracia fui llamado a declarar en la comisaría de los Mossos en calidad de secretario de ARSEC e imputado junto a Jaume T., Felipe B. y Jaime P. por un delito contra la salud pública, por el que solicitaba la Fiscalía cinco años de cárcel y cinco millones de pelas. La difusión de la noticia; la preparación del juicio con nuestro letrado defensor, Dr. Javier Prieto, quien se ofreció altruistamente a llevar el caso; el incremento exponencial de socios de ARSEC; el encuentro con otros colectivos que desde distintos ámbitos y territorios se sentían concernidos en la lucha contra la prohibición, y la sentencia absolutoria por parte de la Audiencia de Tarragona, fueron hechos que repercutieron para abrir la brecha catalana en la lucha contra la prohibición de drogas. Al ser la marihuana el eslabón más débil de la cadena prohibicionista, nuestra aportación bien podía significar un hito en este largo camino.
JaJa y la máscara de Anarcoma
Las semillas de Montbrió del Camp no dieron el fruto esperado, pero la idea proliferó por doquier. Decenas de asociaciones en otras comunidades autónomas repitieron la experiencia o lo intentaron, apareció Cáñamo, fuimos invitados a foros internacionales y formamos parte del núcleo fundador de ENCOD (plataforma planetaria por una política de drogas justa y eficaz), participamos en congresos científicos, dimos cientos de charlas... Hicimos amigos y amigas, organizamos conciertos en Zeleste bajo el reclamo de “Libertad para María”, con la participación desinteresada de muchos artistas. Las asambleas de ARSEC fueron creciendo en participación y en nuevas e imaginativas formas de debate bajo nubes de humos cannábicos. También nos reímos mucho, tanto que a nuestra variedad de cannabis la bautizamos JaJa.
Entre las muchas risas que nos deparó la movida, ocurrió un día que, por fin y tras una larga espera a nuestra queja ante el Síndic de Greuges, este nos recibió y con cara de extrañeza nos confesó estar sorprendido por las dificultades legales y administrativas que relatábamos en nuestro alegato, al tratarse de una associació d’estudis sobre els canaris... Prefiero pensar que el Sr. no se había puesto las gafas de leer.
Otro que cayó en nuestras simpáticas redes fue el Sr. Miquel Roca Junyent, que, en plena campaña electoral, visitó la librería Makoki a la caza del voto joven sin percatarse de que el fondo bibliográfico no solo era de cómics –Felipe acababa de abrir paso a libros especializados en drogas– ni de que además de una librería aquel local era la sede de ARSEC. La interpelación a la que fue sometido por los allí presentes fue sonada y grande fue su sorpresa cuando quien suscribe apareció bajo el anonimato que la máscara de Anarcoma le proporcionó, tornando la sorpresa del Sr. Roca en agobio, pues el insigne parlamentario y padre de la Constitución no estaba acostumbrado a debatir con seres enmascarados y de tan lúcida palabrería. Repuesto ya del susto y todos a cara descubierta, tuvimos una cordial charla, y el tío, muy chulo, nos recomendó ir a la ONU, a Nueva York, que es allí donde se prohíben las drogas y la marihuana. ¡Ja Ja!
Tras estas risas llegaron algunos palos. La sentencia condenatoria del Tribunal Supremo, la no admisión a trámite del recurso por parte del Tribunal Constitucional ni, posteriormente, por el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, dieron carpetazo a la vía jurídica de nuestro proyecto. Pero lo que ningún tribunal pudo impedir fue la potente irrupción de la causa de la marihuana en nuestro país. La Asociación Madrileña de Estudios sobre el Cannabis (AMEC), bajo la guía espiritual de Lucio González (Peke), cogió la antorcha reivindicativa y convocó la primera manifestación en Madrid por la despenalización de la marihuana en mayo de 1997; evento que desde entonces se repite año tras año por las mismas fechas. En ARSEC, puestos a profundizar la brecha catalana, apelamos al Parlament de Cataluña para fomentar el debate sobre el cannabis terapéutico, a la vez que –bajo el asesoramiento médico de profesionales voluntarios de ARSEC– se abrió el suministro gratuito a personas con enfermedades susceptibles de ser tratadas con maría. Suministro gratuito como símbolo de nuestra causa.
Sin embargo, otros eran los derroteros en los que se iban diluyendo nuestros sueños. La hipermercantilización del cultivo de la marihuana y su caro consumo en clubs privados “tolerados” significó el paso de la lucha a la sumisión. Mal paso que me fue augurado por el jefe de la droga en la Generalitat Catalana, el Dr. Joan Colom. Fue en ocasión de un encuentro con responsables políticos, sociosanitarios, policiales, periodistas, académicos, etc., en el que tuve el privilegio de participar en representación de ARSEC. Como artista invitada acudió la Sra. D.ª Carmen Romero, a la sazón portavoz del PSOE en la comisión de drogas del Parlamento español, para escuchar de viva voz las propuestas hacia una mayor tolerancia que se lanzaban desde Cataluña. Se dio la circunstancia de que entre los convocados sumamos tres socios de ARSEC. Obviamente, nuestros postulados se impusieron sobre los de los prohibicionistas. A la salida, el Dr. Colom me espetó: “Hoy habéis triunfado, pero te aseguro que vuestro objetivo en el futuro, como mucho, no pasará de conseguir un trato legal bajo estricto control, en espacios igualmente controlados… En fin, algo parecido al trato que reciben los puteros hoy en día”. Toda una profecía autocumplida por el hombre que a fecha de hoy es el responsable máximo del proyecto de reglamentación de los clubs de consumidores que la Generalitat de Catalunya va a presentar próximamente, a petición de los propios clubs y su clientela, en el Parlament.
Queda pues un largo camino que recorrer todavía para que los consumidores de cannabis podamos ser considerados ciudadanos de primera, como en Colorado, sin ir más lejos.