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Memorias de la jungla psicodélica

Una entrevista a Joel Gion, un tipo cualquiera al que le gusta la marihuana y el vino

Si es usted a) fan del rock neopsicodélico, b) aficionado al documental musical de culto o c) diagnosticado de objetofilia panderetil (parafilia basada en la atracción hacia los tambores de mano y quienes los percuten), no necesitará grandes preámbulos del interfecto. En caso de engrosar las filas sosainas del resto de la humanidad, le presentaré a Joel Gion (San Francisco, 54 años) como el “Mr. Tambourine Man” y (junto a Anton Newcombe) el miembro más icónico y fotogénico de The Brian Jonestown Massacre, la banda norteamericana más genial, salvaje y disfuncional de los noventa. Pero también fabricó tripis en un almacén-residencia de artistas, les pasó speed a Bobby Gillespie, Jim y William Reid y los hermanos Gallagher, tocó en una fiesta post mortem en casa de Timothy Leary, se metió rayas de heroína con Harmony Korine y fue, en definitiva, miembro honorario de un grupo de gente entregada a la fiesta las veinticuatro horas del día. Y por si fuera poco, ha publicado Memorias de la jungla psicodélica, el libro en que lo cuenta. Hablamos con el percusionista y escritor californiano.

Portada de la edición española de "Memorias de la jungla psicodélica" (Colectivo Bruxista, 2025) con una ilustración de cubierta de Estudio Oscuro.

Portada de la edición española de "Memorias de la jungla psicodélica" de Joel Gion (Colectivo Bruxista, 2025) con una ilustración de cubierta de Estudio Oscuro.

Este es un país de pandereta, ya se sabe. Y no es por ser faltón, todo lo contrario: celebro un arquetipo festivo, bufonesco y espiritual del que habría que presumir. Quizá eso explica la devoción que sentimos en estos pagos por Joel Gion, un tipo que adoptó el mentado instrumento como elemento definitorio de su vida, llevándolo a las más altas cuotas dentro de una banda de rock. La pandereta es tan indisociable de la música de los sesenta como la guitarra de doce cuerdas. Pero aquí, en la península ibérica, también la relacionamos con la tuna, las hermandades universitarias continuadoras de la tradición errante goliarda y sopista; algo así como los beatniks del Medievo. Y mucho tiene de tunante Joel Gion, puesto que Memorias de la jungla psicodélica. Siguiendo el ritmo de The Brian Jonestown Massacre, el primer tramo de su autobiografía, puede ser leída como una alegre y tragicómica novela picaresca contemporánea. Y me lavo la boca si sueno a Pérez-Reverte, pero es que, encima, este libro tiene mucho de cervantino. Joel Gion se autoretrata a veces como el escudero de Anton Newcombe: un Sancho Panza con patillas, corte de pelo molón, gafas de mosca y botines de tacón cubano que acompaña fielmente al caballero de la triste figura en su gesta contra los molinos de viento (léase la industria musical). Otras, es Gion quien encarna al demente antihéroe, y entonces las grandes hazañas de caballero andante se convierten en una defensa a ultranza de lo festivo: Joel Gion pasa a ser Don Quijote de la Marcha. Y el punto de partida, ese marchoso lugar de cuyo nombre no quiero acordarme, no es otro que la tierra que regurgitó la “British Invasion” de los sesenta en el Primer Verano del Amor; y justo en un momento, a finales de los ochenta y principios de los noventa, en que al otro lado del charco eclosiona el Segundo Verano del Amor, la sensación de hedonismo y libertad que trajo la cultura rave y el consumo masivo de éxtasis en su secuela británica. Joel se embarcará entonces, de la mano de The Brian Jonestown Massacre, en una cruzada errante por la recuperación del legado psicodélico para devolverlo a su ciudad, estética y sonido originales, a la vez que crean algo totalmente nuevo.

La prosa del músico californiano es comparable (y ha sido comparada) con la de Richard Brautigan, por tener en común un estilo deliberadamente ingenuo que lleva al lectorado de paseo emocional y espiritual, a partir de un relato de lo cotidiano juguetón y a veces también profundo, alrededor de una época idealizada en la memoria y en la historia. En el caso de Joel, añadiría a la fórmula cantidades abundantes de sana autoparodia con la que el miembro de BJM deconstruye el mito de la estrella de rock. Y esto es, si me lo preguntan, uno de los puntos fuertes del libro: que el diario personal de un sujeto a quien pertenecer a una banda otorga todo el sentido a su existencia, y que, sin embargo, vive perennemente con un pie fuera de la banda, se entreteja con los pormenores de la evolución de esa banda que, a la postre, ni puede ni quiere encajar con su tiempo y con su historia. Y como no podía ser de otra manera, Joel Gion presentó la edición original de su libro en la anacrónica City Lights de San Francisco, la librería fundada por Lawrence Ferlinghetti, cuna de la Generación Beat. Solo unos meses después, el músico y escritor californiano presentó sus memorias en Barcelona (donde quien esto firma tuvo el placer de acompañarle) y Madrid.

Memorias de la jungla psicodélica. Una entrevista a Joel Gion.

Portada de la edición británica publicada por White Rabbit en la que Joel Gion y Anton Newcombe recrean las icónicas fotos de Mick Jagger y Keith Richards en una limosina de 1966. Cartel de la remasterización este año de Dig!, el documental sobre BJM y The Dandy Warhols dirigido por Ondi Timoner y estrenado originalmente en 2004. Logo de BJM, cuyo nombre e imagen referencian a Brian Jones y a Jim Jones y la masacre de Jonestown.

Comencemos por el título, la portada y la traducción al castellano. ¿Es la primera edición fuera de los Estados Unidos? ¿Qué te ha parecido el resultado? ¿Cómo ha sido la comunicación y el trabajo con la editorial? 

“Fue gracias a la metanfetamina que consumía en aquella época que pude escribir este libro con tanta claridad. Era un estimulante, no un adormecedor de los sentidos”

Sí, y además es mi favorita de las tres versiones de la portada. La belleza del diseño sentó las bases de toda mi experiencia con Colectivo Bruxista, que encajó perfectamente conmigo en todos los sentidos. Me encantaron las dos presentaciones del libro en España. Me sorprendió lo “metidos” que estabais en Barcelona, también en Madrid. En la lectura de Madrid no tenía tanta resaca, y además la combinación de la estética de Traficantes de Sueños, el entusiasmo por el libro y todo lo demás, hizo que fuera todavía más onírico que mi lectura en City Light Books, en San Francisco, que para un escritor como yo era un gran sueño, ¡así que fue un sueño aún más grande que el gran sueño!

Dicen que si recuerdas los 60 es porque no estuviste ahí, y lo mismo suele decirse de los 90. Es incuestionable que tú estuviste allí, y en primerísima línea de frente. Sin embargo, en el libro haces gala de una memoria privilegiada, con descripciones muy vívidas y detalladas de casi todo cuanto viviste. En algún pasaje lo atribuyes a no haber tenido nunca una gran afición por la cocaína. 

Fue gracias a la metanfetamina que consumía en aquella época que pude escribir este libro con tanta claridad. Era un estimulante, no un adormecedor de los sentidos. El otro factor fue que era plenamente consciente de que estaba viviendo el sueño de mi vida. Incluso cuando luchábamos por sobrevivir y por conseguir reconocimiento al mismo tiempo, sabía con certeza que estaba en la mejor banda de Estados Unidos. Vivir en un estado permanente de asombro me proporcionó un desfile interminable de recuerdos muy impresionantes. No podía creer mi suerte, a pesar de que no muchos en el mundo de la música que nos rodeaba lo veían todavía. Fue un verdadero placer revisitar aquellos días en mi mente, como abrir una puerta tras otra en una mansión en expansión de mis recuerdos y, cuanto más miraba, más encontraba y más seguía redescubriendo. No puedo subestimar la importancia de ejercitar la memoria muscular aquí. Es algo real.

Joel Gion, entrevistado por Oliver Mancebo, en la presentación de Memorias de la jungla psicodélica en la librería Nollegiu del Poblenou (Barcelona).

Joel Gion, entrevistado por Oliver Mancebo, en la presentación de Memorias de la jungla psicodélica en la librería Nollegiu del Poblenou (Barcelona). Fotos: Meritxell Rosell.

“Tengo una camiseta que compré por correo desde España en la que pone Las drogas me salvaron la vida

En el libro explicas tu introducción a la heroína (por vía nasal) en Nueva York, de la mano del director de cine Harmony Korine. Es una droga por la que tampoco sentiste una gran afición, muy al contrario que otros miembros de tu banda. Cuéntanos tu experiencia. ¿Cómo ha determinado la heroína la evolución de BJM?

¡Nos arruinó! En el momento más importante en la carrera de la banda, todos menos yo y el bajista la estaban tomando y eso lo estropeó todo. Acabábamos de firmar con una gran discográfica de Nueva York que creía en nosotros hasta el final, y nos derrumbamos. Nos alquilaron una casa en Laurel Canyon con sauna incorporada y todo eso, y yo ni siquiera quería vivir allí. El equipo del documental decidió que éramos demasiado “deprimentes” y dejó de grabar, pensando que éramos otra promesa fallida más, otra de tantas víctimas de la heroína. Eran los años 90 y eso era muy habitual en el mundo de la música. Por suerte, Anton lo dejó para siempre y al final encontramos un final más feliz.

Soy muy fan de las camisetas de tu amigo Anton, en especial la de Gracias drogas. 

Irónicamente, tengo una camiseta que compré por correo desde España en la que pone Las drogas me salvaron la vida. Para mí, las drogas recreativas deben ser sinónimo de diversión. Cuando te diviertes, corres hacia algo, no huyes de algo. Por desgracia, esto no siempre es fácil de conseguir, y la mayoría de la gente no puede hacerlo, por lo que tenemos que lidiar con las autoridades que nos arruinan la fiesta.

Memorias de la jungla psicodélica. Una entrevista a Joel Gion.

Camiseta del ilustrador y tatuador alicantino DAVAT que Joel luce de vez en cuando. Cartel de la última gira ibérica de BJM e imagen de la fiesta homenaje a BJM que la editorial organizó en Madrid.

Hace poco leí una entrevista a la también californiana Eve Babitz en la que afirmaba: “Mi droga favorita es cualquier cosa que lleves encima”. Según el libro, parece que la droga de tu vida fue el speed. ¿Lo sigue siendo? ¿Hay alguna droga que te siga acompañando hasta día de hoy?

¡Ja, ja, ja! Adoro a Babitz… Ahora soy demasiado mayor para permanecer consciente en mi propia cabeza durante los días y las noches que el speed suele requerir. Es un juego para gente joven y tiene una fecha de caducidad que no se ve hasta que ya ha pasado. No conozco ningún caso de éxito a largo plazo con el consumo de speed. Para mí, era una herramienta que usaba para conseguir lo que necesitaba y luego dejaba. Hoy en día soy un simple tipo al que le gusta la marihuana y el vino (a weed 'n' wine dude).

“Mientras escribía el libro, empezaba cada día escribiendo, luego volvía al trabajo de la mañana por la noche con vino y marihuana y lo revisaba de nuevo. Había otro ‘yo’ que tomaba el control y lo mejoraba. Ese ‘yo’ me sorprendía mucho”

Pues no recuerdo que las drogas blandas ocupen mucho lugar en tu libro. ¿Has fumado hierba habitualmente a lo largo de tu vida?

Sí, claro. La primera vez fue cuando tenía catorce años, y luego se convirtió en una obsesión encontrar marihuana y faltar a clase para fumarla tan a menudo como fuera posible. Mientras escribía el libro, empezaba cada día escribiendo, luego volvía al trabajo de la mañana por la noche con vino y marihuana y lo revisaba de nuevo. Había otro “yo” que tomaba el control y lo mejoraba. Ese “yo” me sorprendía mucho. Hace diez años, durante un descanso de BJM, pasé un verano cortando hierba en el Triángulo Esmeralda de California. Todavía era ilegal. No conocía directamente a casi nadie, pero la mayoría de gente en esa granja eran amigos de amigos y fue una experiencia increíble. Eso sí, también era una situación ilegal y en otros campamentos la gente podía desaparecer o ser encontrada muerta. Luego estaba, por supuesto, la posibilidad de que llegaran las autoridades, en cuyo caso me dijeron que sonaría una alarma y que todos tendríamos que dispersarnos por los once mil kilómetros de bosques y no mirar atrás. Por suerte, solo tuvimos que podar durante horas y horas, en una vieja casa de madera, ejemplo de la arquitectura “hippie modernista” de los años 60 y 70, mientras acampábamos en una tienda de campaña. Pero esta es una historia que contaré en la próxima entrega del libro.

Una entrevista a Joel Gion, un tipo cualquiera al que le gusta la marihuana y el vino

Joel Gion, un tipo cualquiera al que le gusta la marihuana y el vino.

Creo que fue Liam Gallagher quien dijo que si no hubiera sido músico hubiera sido camello. Tú hiciste los primeros pinitos con eso, primero fabricando ácidos y luego vendiendo speed (precisamente a los hermanos Gallagher), hasta que por poco te encierran. Háblanos un poco de esa época, por favor. Descartada la loable y necesaria profesión de camello ¿qué hubieras sido tú de no ser músico? ¿Quizá escritor?

Sin duda alguna, escritor, ¡aunque seguro que no tendría historias tan buenas que contar! Mi nivel de tráfico siempre se limitaba a unos pocos amigos y conocidos selectos, lo justo para obtener suficientes beneficios como para mantenerme abastecido. Hubo un incidente mientras vivía en una especie de almacén de drogas donde dejaba hojas de LSD para pagar mi alojamiento y manutención, cuando me llevaron a conocer al proveedor de christal meth y éxtasis para que me consideraran como distribuidor de nivel interno. Todo iba bien y, al final, sacó a un rottweiler de su jaula para pasearlo, y esa cosa me odiaba. Ladraba y gruñía como un loco e intentaba lanzarse sobre mí, y el tipo casi perdía el control sobre él, lo que aparentemente nunca había sucedido antes. Obviamente, estaba muy asustado, además soy una “persona de gatos”, así que me fui de allí enseguida. Lo tomé como un mensaje cósmico del universo de que no estaba destinado a convertirme en un concesionario de nivel superior.

Has dicho que habrá una segunda parte del libro. ¿Cuándo saldrá? ¿Volverás a nuestro país para presentarla?

Estoy a punto de publicar por mi cuenta un libro “complementario” con más historias de BJM de mediados de los noventa, y el segundo libro debería salir a principios del año que viene. Con el primer libro, pude cumplir el sueño de publicar con una de las cinco grandes editoriales estadounidenses, pero también descubrí que el proceso de producción es muy lento. Así que, como ya tengo un montón de material escrito y listo para publicar, voy a cambiar el prestigio por la libertad de crear y publicar mucho más rápido. Volvería a España en cualquier momento. Mi abuelo materno era español de pura cepa, así que la sangre española corre por mis venas.

Joel Gion firmando ejemplares de sus memorias en Barcelona.

Joel Gion firmando ejemplares de sus memorias en Barcelona.

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