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El clan Ochoa

El clan Ochoa. Por Rafael Zaragoza.

Fabio, Jorge Luis y Juan David Ochoa en la cárcel de Itagüí (1991).

El patriarca del clan fue Fabio Ochoa Restrepo, un ganadero y criador de caballos de Antioquía. Tuvo once hijos, de los cuales cuatro se dedicaron al narcotráfico y se asociaron con Pablo Escobar para fundar el cártel de Medellín. 

Cuando se habla del cártel de Medellín, inmediatamente se piensa en su capo más visible, Pablo Escobar, y en la meteórica carrera que hizo para convertir al cártel en el proveedor del ochenta por ciento de la cocaína que se consumía en todo el mundo. Sin embargo, a menudo se olvidan del papel que ejerció una familia de criadores de caballos de Antioquía: los Ochoa. Jhon Jairo Vásquez, “Popeye”, el sicario del cártel, contó en una entrevista que la única persona a la que Escobar llamaba patrón era a Jorge Luis Ochoa, el mayor de los hermanos, quien creó la red de distribución internacional del cártel. Esta es su historia.

El patriarca del clan fue Fabio Ochoa Restrepo, un ganadero y criador de caballos de Antioquía que tenía la reputación de ser uno de los mejores domadores de caballos de paso fino (una raza exclusiva de Colombia). Tuvo once hijos, de los cuales cuatro se dedicaron al narcotráfico y se asociaron con Pablo Escobar para fundar el cártel de Medellín. A los pocos años se convirtieron en el brazo más violento del cártel. En 1966, la familia Ochoa abrió el restaurante La Margarita, a las afueras de Medellín, en el que trabajaba toda la familia. Según la familia, esos eran años difíciles, en los que la madre trabajaba todo el día cocinando con carbón y los hijos acudían después del colegio para ayudar y se quedaban trabajando hasta la madrugada.

Harto de esta vida, Jorge Luis Ochoa, el mayor de los hermanos, nacido en 1950, emigró a Estados Unidos en la década de los setenta. Primero llegó a Texas para vender los caballos de paso fino que criaba su padre. Después recaló en Miami, donde se empezaban a hacer algunos trapicheos con marihuana con una red de distribución “artesanal”, según relató un reportaje de la revista colombiana Semana de 1987. También empezaba a moverse la cocaína. La “gran idea de Jorge”, según Semana, fue aprovechar esas redes de distribución de maría para trapichear cocaína. Y por eso se asoció con Pablo Escobar, para fundar el cártel de Medellín en 1978. Escobar le proporcionaba la coca y él se encargaba de distribuirla en los garitos de Miami. Jorge Luis reclutó a dos de sus hermanos, Juan David y Fabio, para trabajar con ellos.

En las cárceles españolas Jorge Luis Ochoa entró en contacto con un misterioso etarra al que llamaban Miguelito. “Ochoa trae un regalo para Pablo Escobar. No es un reloj Cartier ni un diamante ni una reina de belleza ni un caballo: es el padre del terrorismo, un miembro de la ETA que traía la tecnología de los carrobomba a control remoto”, explicó Popeye.

El negocio prosperaba hasta que, en noviembre de 1981, su hermana Martha, al salir de la Universidad de Antioquía, fue secuestrada por un grupo guerrillero llamado M-19, que pedían a la familia 1,2 millones de dólares por su liberación. Los Ochoa se negaron a pagar el rescate y convocaron a un encuentro con doscientos veintitrés empresarios, ganaderos y directores de multinacionales hartos por los secuestros que cometían las guerrillas. Les propusieron que cada uno donase seiscientos cuarenta dólares y diez hombres para formar un grupo paramilitar llamado Muerte a los Secuestradores (MAS), que se dedicaría a asesinar a todo el que tuviera nexos con la guerrilla.

Con 2.230 soldados, el MAS se convirtió en el primer grupo paramilitar de Colombia. No fue el único y, posteriormente, fueron absorbidos por las Autodefensas Unidas de Colombia, a quienes se les atribuyen cien mil muertes a lo largo de su historia. La presentación del MAS en sociedad ocurrió durante la final de la liga colombiana entre el América (propiedad del cártel de Cali) y el Nacional (de Pablo Escobar), cuando una avioneta dejó caer volantes en los que informaban del nacimiento del MAS. Posteriormente, secuestraron a veinticinco personas cercanas al guerrillero que ordenó el secuestro de Martha Ochoa (entre ellas, su esposa) y, al final, el M-19 liberó a Martha sin cobrar una recompensa.

El patriarca del clan, Fabio Ochoa Restrepo, siempre negó su participación en el narcotráfico. En 1984 fue detenido brevemente por su presunta participación en el asesinato del ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, a manos de sicarios del cártel de Medellín. Lo liberaron poco después. Este crimen propició que el gobierno colombiano aprobase la Ley de extradición, que abría la puerta a que narcotraficantes fueran enviados a Estados Unidos para ser juzgados. Los narcotraficantes se trasladaron a Panamá, gobernado por el corruptísimo general Noriega, quien les recibió con los brazos abiertos. Jorge Luis Ochoa, por su parte, viajó a España con el objetivo de abrir una nueva ruta para la cocaína colombiana. Sin embargo, fue detenido y pasó dos años preso en España.

El regalo

Jhon Jairo Vásquez asegura que Ochoa fue el responsable de transformar el cártel en una organización terrorista. Durante su paso por las cárceles de Carabanchel, Alcalá y el Puerto de Santa María, entró en contacto con un misterioso etarra al que llamaban Miguelito. “Ochoa trae un regalo para Pablo Escobar. No es un reloj Cartier ni un diamante ni una reina de belleza ni un caballo: es el padre del terrorismo, un miembro de la ETA que traía la tecnología de los carrobomba a control remoto”, explicó Popeye en una entrevista en la que también aseguró: “Pablo Escobar ese día tuvo una erección de la felicidad que le dio”.

En 1988, el tal Miguel se trasladó a la Hacienda Nápoles para entrenar a los hombres del cártel para poner bombas. Popeye le describe como “ordenado, meticuloso y muy profesional: nada de mujeres ni bebidas; actuaba como un científico”. En la primera prueba, de hecho, cargaron cien kilos de dinamita en un coche cuya explosión estuvo a punto de alcanzar a Escobar y sus hombres, que estaban demasiado cerca de la deflagración. A Miguel le pagaron trescientos mil dólares por sus servicios, aunque no tuvo tiempo de disfrutarlos, pues, según Popeye, Escobar descubrió que también estaba “asesorando” al cártel de Cali, y por ello le asesinaron y descuartizaron. Gracias al entrenamiento de Miguel (cuya verdadera identidad nunca se ha sabido) se inició la etapa del narcoterrorismo, que sembró Colombia con más de doscientas cincuenta bombas y miles de cadáveres.

Los hermanos Ochoa formaron parte de Los Extraditables, un grupo de narcotraficantes que a mediados de los ochenta se unieron para evitar que les enviaran a Estados Unidos. Su manifiesto se resumía en un escueto “Preferimos una tumba en Colombia, que una cárcel en Estados Unidos”. Liderados por Pablo Escobar, amenazaban y asesinaban a aquellos políticos que eran partidarios de las extradiciones. Intentaron asesinar a César Gaviria, candidato presidencial que proponía extraditarlos a Estados Unidos si era electo. Escobar ordenó poner una bomba en un avión en el que el candidato iba a viajar pero que al final no tomó. Doscientas personas murieron ese día. Cuando llegó a la presidencia, Gaviria ideó la “política de sometimiento a la justicia” como un intento de reducir el narcoterrorismo. Ofreció a los capos rebajarles las penas si se entregaban a la justicia y no extraditarles a Estados Unidos.

Los hermanos Ochoa se acogieron a dicha política. En enero de 1991 se entregaron a la justicia. A pesar de los crímenes que cometieron, los sentenciaron a una pena de cinco años, y en 1996 quedaron en libertad. Los dos mayores se retiraron del narcotráfico, Juan David murió en el 2013 a los sesenta y siete años, mientras que Jorge Luis vive plácidamente en Medellín. Fabio, sin embargo, tenía otros planes, y continuó traficando cocaína hasta que le detuvieron en 1999 y pasó veintitrés años recluido en cárceles de máxima seguridad en Estados Unidos.

Retornado 

El clan Ochoa. Por Rafael Zaragoza.

Una familia de criadores de caballos de Antioquía: los Ochoa.

Cuando Fabio Ochoa (Medellín, 1967) dejó la cárcel en 1996, decidió seguir en el negocio. El panorama era muy distinto al que había cuando se entregó: Escobar estaba muerto y los líderes del cártel de Cali, presos. Ochoa se asoció con un cártel mexicano (Milenio) para proveerles de farlopa. En 1999, sin embargo, le detuvieron, y lo extraditaron a Estados Unidos dos años después. Lo condenaron a treinta años de prisión, aunque le redujeron la pena por buena conducta. Su encierro lo dedicó a estudiar e “inventar” dispositivos de energía limpia. De hecho, presentó dos licencias de patente en el 2010. Le liberaron a finales del año pasado y le enviaron de vuelta a Colombia, donde no tenía ninguna causa pendiente.

Una enorme comitiva de familiares y medios de comunicación le esperaban en el aeropuerto El Dorado, de Bogotá, en donde Ochoa declaró que pensaba pasar el tiempo con su familia en Medellín. Las primeras imágenes de Ochoa en Colombia causaron estupor: estaba montando un caballo de paso fino en el exclusivo Club Hípico el Rancho, que subió la fotografía a Instagram. La prensa, y la justicia colombiana, estima que tiene propiedades por valor de ciento veintitrés millones de dólares, y enfrenta varios litigios para determinar si el gobierno se los incauta.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #327

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