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El superpolicía

El superpolicía
Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública y al servicio del cártel de Sinaloa.

Genaro García Luna era el secretario de Seguridad Pública y el encargado de diseñar la guerra contra los cárteles de la droga que lanzó Calderón. Además de su cercanía con el presidente, García Luna también trabajaba para el cártel de Sinaloa. Por ello, en febrero pasado, fue declarado culpable de narcotráfico y delincuencia organizada por un tribunal estadounidense. Se enfrenta a una condena de entre veinte años de prisión y cadena perpetua.

Han pasado catorce años desde que el expresidente de México, Felipe Calderón, describió a Genaro García Luna como un “superpolicía”. García Luna era el secretario de Seguridad Pública y el encargado de diseñar la guerra contra los cárteles de la droga que lanzó Calderón. En el 2009 eran muchas las voces que le señalaban como un policía corrupto, y el presidente quiso acallarlas defendiendo a su funcionario favorito, al que también describió como su mano derecha. Además de su cercanía con el presidente, García Luna también trabajaba para el cártel de Sinaloa. Por ello, en febrero pasado, fue declarado culpable de narcotráfico y delincuencia organizada por un tribunal estadounidense. Se enfrenta a una condena de entre veinte años de prisión y cadena perpetua.

García Luna nació en la capital de México, en 1968, en una familia de clase media. Desde muy pequeño sentía predilección por los espías, quizás porque vivía en una calle en la que los agentes del servicio secreto mexicano (la DFS) se reunían para repartir el dinero que obtenían robando y extorsionando. El periodista Francisco Cruz, autor del libro El señor de la muerte, relata que, con once años, los agentes de la DFS reclutaron a García Luna para que trabajara de “oreja”; el niño superpolicía informaba a los agentes sobre los comerciantes más pudientes de su barrio para que estos los fueran a extorsionar. A los diecinueve años, cometió su primer delito al atracar una joyería, protegido por sus amigos del servicio secreto.

En 1989, cuando García Luna tenía veintiún años, intentó entrar a la Policía Judicial, pero suspendió el examen de admisión. Sin embargo, fue reclutado por el recién creado CISEN, las nuevas siglas del servicio secreto mexicano. Durante la siguiente década, García Luna trabajó como agente del CISEN y al menos desde principios de la década de los noventa empezó su relación con el cártel de Sinaloa. En 1993, el Chapo Guzmán fue detenido por primera vez, dos semanas después del asesinato del Cardenal Posadas. El periodista Jesús Lemus, en su libro El Licenciado, asegura que el Mayo Zambada, socio del Chapo en el cártel de Sinaloa, le dio a García Luna dos millones de dólares para garantizar que no fuese torturado y recibiese un buen trato en la cárcel.

"A los diecinueve años, cometió su primer delito al atracar una joyería, protegido por sus amigos del servicio secreto"

Su gran momento profesional llegó en el año 2000, cuando Vicente Fox se convirtió en el primer presidente de un partido de oposición. Fox decidió desaparecer la corruptísima Policía Judicial y crear en su lugar la Agencia Federal de Investigación, la AFI, que debería de ser una agencia parecida al FBI estadounidense. Fox puso al frente de la misma a García Luna. Anabel Hernández, una periodista de investigación que tuvo que abandonar México cuando publicó, en el 2010, que García Luna trabajaba para el cártel de Sinaloa, sostiene que en la primera fuga del Chapo, en enero de 2001, este lo hizo disfrazado de agente de la AFI. Aunque la versión oficial es que escapó escondido en un carrito de la ropa sucia, la realidad es que García Luna y sus agentes se trasladaron a la cárcel y le dieron un uniforme al Chapo, quien así pudo escapar.

Dos semanas después de la fuga, la DEA informó a la AFI que sabían dónde estaba el Chapo. García Luna informó al líder del cártel de Sinaloa, quien se fugó antes de que los agentes federales llegaran a aprehenderlo. Durante el resto del sexenio, García Luna continuó protegiendo al cártel de Sinaloa e incrementando su poder al interior del gobierno. En el 2006, Felipe Calderón fue electo presidente en medio de fuertes acusaciones de fraude electoral. En el periodo de transición, García Luna se acercó al presidente electo y le ofreció protección mientras el Tribunal Electoral confirmaba su triunfo.  De esta forma se ganó su confianza. En diciembre de ese año, el general Tomás Ángeles se reunió con Calderón y le informó que García Luna trabajaba para los de Sinaloa. Le entregó un expediente con información que respaldaba sus acusaciones. Calderón ignoró el contenido del expediente y decidió nombrar a García Luna secretario de Seguridad Pública y encargarle la estrategia para combatir al narcotráfico.

El cártel del chisme

García Luna era tartamudo y vivía acomplejado por este defecto y por las burlas que recibía. Al interior del gabinete de Calderón, por ejemplo, le apodaban “Metralleta”, y en el cártel lo llamaban “el Compa Tartamudo”. En el podcast “USA v. García Luna”, la periodista Peniley Ramírez relata la influencia que tenía este hombre sobre el presidente Calderón. En las reuniones del gabinete apenas hablaba, sus compañeros recuerdan que, cuando lo hacía, se limitaban a decir: “¡Sí, señor!”. Durante su etapa como secretario de Seguridad Pública abrió las puertas a la DEA y, de hecho, les permitió operar con total libertad en México (algo ilegal, por cierto). De hecho, la defensa de García Luna en el juicio se basó en mostrar la buena relación que tenía con el Gobierno estadounidense. Sus abogados presentaron fotografías de García Luna con figuras de la política estadounidense como Barack Obama, Hillary Clinton y los exdirectores de la CIA y el FBI.

El superpolicía tenía acceso privilegiado al presidente. Todas las semanas le convocaba a reuniones privadas, en las que Calderón le pedía que le contara los “chismes” del gabinete. García Luna utilizaba el equipo que el Gobierno estadounidense compartía con él para espiar a los cárteles y escuchar las conversaciones de los integrantes del gobierno. En dichas reuniones, según la periodista Peniley Ramírez, contaba al presidente chismes sobre la situación matrimonial de su gabinete, quiénes eran amantes y lo que se decía de Calderón. Era algo que todo el gabinete sabía. De hecho, en una llamada telefónica de la secretaria de Desarrollo Social a la que tuvo acceso Ramírez en su podcast, se escucha a la funcionaria enviando “un saludo a Genaro García Luna, que está escuchando esta conversación”.

Durante las cinco semanas que duró el juicio, la fiscalía hizo desfilar a una treintena de testigos, que narraron las tropelías cometidas por García Luna. Durante las largas sesiones, describieron varios encuentros en los que pagaba sobornos millonarios a García Luna (en restaurantes de lujo de la ciudad de México e, incluso, en un túnel de lavado de autos, muy a lo Breaking Bad). A cambio del dinero, los agentes de la AFI protegían los cargamentos del cártel de Sinaloa. También les permitía utilizar uniformes y patrullas de la SSP, con los que los sicarios detenían a sus rivales.

Miguel Madrigal es un agente de la DEA que estuvo destinado a México entre el 2008 y el 2015. En su testimonio aseguró que desde el 2010 tuvo información de que García Luna trabajaba para el cártel de Sinaloa. Por ello, según el agente, la corporación empezó a compartir información con la Marina, dado que sabían que la Secretaría de Seguridad Pública no era fiable. Madrigal también relató que sabían que García Luna y otros altos funcionarios de la SSP se reunían con narcotraficantes para recibir sobornos en un lujoso restaurante, llamado Champs Elysées, que está justo frente a la Embajada estadounidense de la Ciudad de México. Una de estas reuniones fue con Jesús, “el Rey”, Zambada, hermano del Mayo Zambada, quien relató que le dio seis millones de dólares en sobornos y los describió como “la mejor inversión para el cártel”.

Amor espía 
 Cristina Pereyra.

La defensa de García Luna solo tuvo un testigo, y no fue el acusado sino su esposa, Cristina Pereyra. La pareja se conoció en el CISEN en 1989, donde los dos trabajaban como espías. Se enamoraron y ella dejó la institución poco después. Con el dinero que le dieron de liquidación abrió una papelería y se convirtió en una exitosa empresaria. Eso, según la defensa, explicaba la enorme riqueza que amasó el matrimonio en unos pocos años. A lo largo de los seis años que fue secretario de Seguridad Pública, García Luna cobró casi un millón de dólares. Sin embargo, la casa en la que vivía en Miami le costó tres millones de dólares.

Pereyra explicó que su éxito en los negocios se debía a que compraban propiedades que después vendían por el doble de su valor. De esta forma, el matrimonio podía adquirir coches de lujo (como un Mustang del 65 y dos motos Harley-Davidson) y numerosas propiedades en México y Estados Unidos. También le permitió organizar una lujosa fiesta para su cincuenta cumpleaños, donde la temática fue en torno al personaje de James Bond. La periodista Peniley Ramírez, sin embargo, ha encontrado otro patrón: cada vez que un cargamento de cocaína del cártel cruzaba a Estados Unidos con éxito, los García Luna adquirían una nueva propiedad.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #304

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