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Burning Boom 2022

La experiencia psicodélica en los dos eventos de mayor relevancia de la cultura visionaria contemporánea, el Boom Festival y el Burning Man.

Tuve la suerte de poder organizarme y asistir este pasado verano del 2022 a los dos mayores eventos de la contracultura psicodélica contemporánea: el Boom Festival y el Burning Man. Hay otros muchos, pero estos dos son los de mayor relevancia, los que han creado escuela y más han contribuido a la expansión de la cultura visionaria en sus veinticinco y treinta y cinco años de existencia, respectivamente.

La pasada primavera, un amigo me ofreció una entrada para el Boom, que estaba sold out desde antes de la edición del 2020, cancelada, al igual que la del 2021, debido a la pandemia. Tras trastear un rato en la aplicación de compraventa nos dimos cuenta de que no era posible vendérmela a mí, solo se podía poner a disposición de un comprador anónimo. Una vez ya registrado en la app, me empezaron a llegar avisos de entradas disponibles, sin embargo, la demanda era tan alta que cada vez que intentaba adquirir una acababa con el mismo mensaje en mi pantalla: “alguien está pagando por esta entrada”. Más tarde cambiaron el modo de venderlas e impusieron una rifa. Normalmente, había entre cincuenta y doscientas personas participantes y, tras veinte o treinta intentos, me tocó la ansiada entrada para el Boom 2022.

Conseguir una de las setenta y cinco mil entradas disponibles para el Burning Man este verano se antojaba misión complicada tras dos ediciones también canceladas por la pandemia. Las de la venta principal (a 575 $) se agotaron, como suele ser habitual, tras cuarenta minutos sin levantar la mirada de una barra de progreso en la pantalla. Hubo otras ventas a precios más altos, y los camps registrados tenían una cantidad importante asignada para su gente. Había otra modalidad de tickets a la que me había apuntado meses antes y, en la misma semana que me tocó la del Boom, recibí la confirmación de que me la habían concedido para BM. Comenzó entonces la yincana de organizarme para estar en el interior de Portugal en julio y en el desierto de Nevada un mes después.

Boom

El templo del baile del Boom Festival 2022.
El templo del baile del Boom Festival 2022.

A principios de los noventa, un grupo de amigos portugueses viajaba a Goa y entraron en contacto con el ambiente y las fiestas de hippies y mochileros que mantuvieron vivo el fuego de la psicodelia tras la prohibición y el inicio de la guerra contra las drogas veinte años atrás. En esas legendarias fiestas de la antigua colonia portuguesa comenzaron a producir una música electrónica para acompañar la experiencia psicodélica: el goatrance. Después, derivó en el concepto más generalista de psytrance, la música de vanguardia del LSD. De vuelta a Europa, este grupo de amigos comenzó a organizar fiestas en los bosques de Portugal y, finalmente, en 1997 crearon el Boom Festival, cuyo acierto en el nombre hay que reconocer. Un cuarto de siglo después, el Boom se ha convertido en el mayor festival de trance psicodélico del mundo, la madre de todos los festivales de psytrance, la nave nodriza. Hay otros muchos festivales psy de enorme calidad –Modem, Ozora, Antaris, etc.–, cada uno con su estilo y características propios, pero el Boom es el mayor, el de referencia.

Los iniciados sabemos que allí suena la mejor música psytrance con el mejor equipo de sonido, luces y decoraciones posible; a este público no le importa demasiado el cartel. Boom ha conseguido crear y perfeccionar con los años el contenedor ideal para la experiencia psicodélica: el espacio abierto, la música constante, fuentes de agua, el lago para bañarse en las horas más calientes del día, y un ambiente positivo y libre de prejuicios y egos tóxicos.

Boom 2022
Momento de una charla en el Boom Festival.

Portugal es un país pequeño y, a diferencia de España o Estados Unidos, no tiene grandes conflictos internos. Esto, junto a la existencia del Boom, ha permitido un diálogo sosegado y productivo en torno a las drogas y, desde hace tiempo, están despenalizadas. En el festival es normal preguntar por sustancias y encontrarlas con facilidad o que te las ofrezcan directamente. No es raro ver a gente portando cartelitos con lo que ofrece o lo que busca.

Una gran red de distribución, cuyos detalles no revelaré, introduce grandes cantidades de LSD, MDMA, DMT, changa, ketamina y hachís. La mercancía la reciben a crédito unos colaboradores, que son quienes la venden directamente a los consumidores. Suele ser todo de buena calidad y sin adulterar, y tras varios años se ha creado un vínculo de amistad y colaboración entre los involucrados. Estas transacciones suelen basarse en un sistema de confianza, por lo que la estafa y la adulteración no son habituales. Quien vende LSD o cualquier otro psicodélico quiere que la gente tenga una buena experiencia y no tiene interés en vender un producto malo que destruya su reputación o, peor aún, sea peligroso para quien lo consume. Para saber cómo está el mercado de drogas siempre se puede hacer una visita a Kosmicare –el colectivo de reducción de daños y cuidado de personas que puedan experimentar una experiencia complicada–, que publica información sobre los análisis que hacen cada día. Este año había un aviso de una partida de ketamina que no lo era. Al tiempo que en el interior del festival se daba un uso por lo general responsable y maduro de las drogas, junto a un diálogo constructivo, en el exterior la Policía detuvo a varias personas en posesión de grandes cantidades con la presunta intención de venderlas.

Esta fue la cuarta vez que voy al festival, después de asistir en el 2006, el 2010 y el 2016. Cada año es diferente, por la compañía, el momento de la vida en el que me encuentro, las sustancias que uso, etc. Ir a Boom para mí es volver a ese espacio psicodélico único, juntarme con el resto de la tribu, bailar hasta caer muerto, disfrutar de la mejor música y conectar con gente de todo el mundo. Este año hizo mucho calor y resultaba imposible dormir en la tienda de campaña durante el día. Intenté poner en práctica mi protocolo de salir una noche y dormir la siguiente, pero cada vez me resulta más difícil luchar contra el cansancio y cuando Morfeo ataca es inútil resistir y caigo en sus brazos sin remedio.

Boom 2022
En el Boom Festival abundan los mensajes positivos.

En una de las charlas que ofrecieron este año en el Boom, titulada “La represión de la Bacanalia en Roma”, explicaron cómo en la antigua Grecia y Roma una serie de sociedades organizaban bacanales en distintos lugares y momentos del año. En esas celebraciones los iniciados bailaban toda la noche alrededor del fuego y se entregaban a los placeres de los cuerpos y la embriaguez gracias al vino. Un vino muy diferente al que conocemos hoy; se trataba más bien de un brebaje preparado con plantas visionarias y, probablemente, hongos. Cada una de estas sociedades tenía su estilo y ofrecía un vino de elaboración propia, receta de la casa. El Senado empezó a perseguir el fenómeno y en el edicto de prohibición lo descalificaron como orgías en las que los hombres bailaban como mujeres y después se negaban a unirse al ejército. Sorprenden las similitudes con nuestro tiempo y recuerda a lo que ocurrió con la prohibición y la estigmatización de las sustancias visionarias hace cincuenta años. El péndulo de la historia parece haber alcanzado el otro lado y, en la actualidad, contamos con diferentes sociedades que por todo el mundo organizan estas bacanales psicodélicas del siglo xxi en las que los valores de la cultura dominante se suspenden y podemos cultivar la cultura visionaria y poner en práctica y debatir soluciones a los problemas que afectan al mundo.

Burning Man

El templo es un lugar de silencio y recuerdo a seres queridos (Burning Man).
El templo es un lugar de silencio y recuerdo a seres queridos (Burning Man).

“En 1986 Larry Harvey –considerado el fundador de BM– llamó a un amigo y le dijo: ‘Vamos a hacerlo’; y nadie sabe muy bien por qué, se convirtió en un festival anual en el desierto”. Así reza un meme que circula por las redes y da idea de cómo este fenómeno ha cobrado una vida propia sin que nadie sepa muy bien explicar cómo. El punto de partida fue una celebración entre amigos en una playa de San Francisco en la que quemaron la figura de un hombre hecho de cartón a modo de ritual de muerte y renacimiento. Esa es la historia oficial, pero hay una contrahistoria según la cual Harvey en realidad quemó una efigie femenina porque le había dejado su novia y quería quemar todos sus recuerdos de esa manera. Esta narración suena más plausible pero, claro, una historia iniciática en la que se quema a una mujer no queda muy bien.

Así lo hicieron varios años hasta que les prohibieron hacer fuego en esa playa. Entonces se juntaron con miembros de la Cacophony Society, un colectivo de guasones visionarios con raíces en el dadaísmo y el activismo contracultural que se dedicaba a hacer performances e intervenciones en lugares públicos. Estos ya organizaban viajes a “la zona”, un lugar remoto en el desierto donde dar rienda suelta a sus pulsiones artísticas. Así, en 1990, los del muñeco acudieron al desierto y poco a poco el evento empezó a tomar la forma de lo que es ahora BM.

Una de las muchas esculturas en la playa en las que uno puede subirse (Burning Man).
Una de las muchas esculturas en la playa en las que uno puede subirse (Burning Man).

Es difícil de encasillar y no hay consenso claro sobre qué es BM. Mientras circulaba en bici ante la imponente inmensidad de aquel desierto, se me ocurrió una definición: es una ciudad efímera, psicodélica, americana y fiestera. A pop-up American psychedelic party city. ¿Un festival?, más bien una ciudad que se llama Black Rock City (BRC), que cuenta con su propio código postal y durante su existencia es la tercera urbe más poblada del estado de Nevada. En una de las gacetas editadas este año había un artículo titulado “Está bien llamarlo festival”, para añadir mofa al eterno debate sobre qué diablos es esta cosa y de paso criticar a la organización por promocionar vuelos chárter a BM y referirse al evento como un festival. Lo que seguro no lo podemos llamar es festival de música. Hay música, pero es algo secundario y de interés relativo, en mi opinión. En este interminable juego de palabras hay otra no definición muy sencilla y ocurrente: that thing in the desert. En un plano más abstracto, BM es un experimento, una experiencia, un enorme juego en la vida real, un teatro de la imaginación. Es lo que tú quieres que sea o lo que seas capaz de ver según el color de gafas que lleves.

Se crea de manera orgánica y descentralizada por los participantes, que se organizan normalmente en camps o alrededor de algún proyecto durante el año para diseñar, financiar y transportar hasta allí sus visiones, ya sea una pieza de arte, un camp que ofrece comida, una pista de baile, un vehículo mutante, una carpa para charlas, cualquier cosa. También se puede ir sin ser parte de un camp y participar de otra manera, como unirse a algún turno de voluntario. La idea es no ser un espectador pasivo. Lo único centralizado es la administración que coordina las agencias y departamentos implicados, contratan los baños portátiles, el tema del muñeco, la cuadrícula de las calles, los permisos, reparten subvenciones para las piezas de arte, etc.

Rick Doblin interviene en una charla (Burning Man)
Rick Doblin interviene en una charla (Burning Man).

Una crítica recurrente, sobre todo entre quienes no han ido nunca, es por qué a alguien se le ocurriría hacer un festival en un lugar tan inhóspito y lejano. Pero de eso se trata: el desierto vacío es como un lienzo en blanco donde se puede dar vida a las ideas más extravagantes, un entorno increíblemente hostil que acoge una ciudad fuera del espacio y el tiempo, por lo menos fuera de la atosigante sociedad de consumo. Cuanto más fuerte es el sistema, más fuerte es la respuesta. Y la respuesta es este lugar donde nada se vende por dinero y en el que los participantes del evento son libres para hacer el friki. La dificultad del entorno convierte la experiencia en una lucha contra uno mismo y contra los elementos. El sol abrasador, las tormentas de polvo, el frío de la noche, la inmensidad de aquel sitio, las drogas, la soledad que a ratos se experimenta o las muchedumbres... Es difícil no derrumbarse en algún momento, romperse por dentro para recomponerse de nuevo, una y otra vez. Y todas estas experiencias fuerzan la evolución personal y forjan conexiones humanas duraderas.

El famoso muñeco –the man– está plantado en el centro del pentágono que ocupa el evento y ayuda a orientarse durante la semana, porque de él radian las calles, numeradas como en un reloj analógico. El sábado se quema en un ritual colectivo que atrae la atención de la mayoría. Lo mismo ocurre con el templo, que sufre el mismo destino el domingo por la noche. El templo es un lugar fascinante al que se acude a meditar y estar en silencio. Por todas partes hay recuerdos de seres queridos que ya no están entre nosotros, fotos y comentarios que se pegan y cuelgan de la estructura día tras día acumulando una energía que siempre consigue romperme y hacerme llorar. Es conmovedor ver a personas de todas las edades recibir un último homenaje de amigos y seres queridos. Frente a la foto de alguien joven uno se pregunta qué le habrá pasado a esa persona. También hay espacio para lo inconfesable: en el 2015 leí lo siguiente escrito con rotulador en una de las maderas del templo: “Una vez maté un hombre, nunca me descubrieron. No hay día que no piense en ello”.

Burning man 2022
Una instalación de luz y sonido bajo el cielo del desierto de Nevada.

En la municipalidad de BRC no hay recogida de basuras y la gente es bastante minuciosa con sus residuos, por lo que es raro ver latas y recipientes tirados porque la gente lleva su propio vaso y también guarda su propia basura y colillas cuando está de exploraciones. El sitio está bastante limpio y cuando acaba el evento decenas de voluntarios dedican semanas a peinar el desierto en busca de cualquier cosa que no deba estar ahí, por pequeña que sea. Todos tienen la responsabilidad de llevarse lo que han traído y, en particular, la basura.

A pesar de ser una ciudad al margen de la sociedad, hay que matizar que está dentro del sistema. El desierto es terreno público y la organización recibe un permiso para realizar el evento. En Estados Unidos pocas cosas escapan a la ley, y son bien conocidas las prácticas de infiltración policial en todos los estamentos de la sociedad, sobre todo entre grupos más o menos antisistema. En esta ciudad impera la ley como en cualquier otra parte. Esto hace que la gente por lo general sea bastante cuidadosa con el tema de las drogas. Los uniformados se dejan ver y la presencia de policías de paisano es una posibilidad real, así el uso de sustancias se hace de manera muy discreta –incluido el cannabis–, por lo que nada de hacerse rayas a la vista ni compartir nada con desconocidos.

Zendo

En esta ocasión estuve más centrado que en mi primera visita. En esa ocasión me lo pasé muy bien y al no tener un camp no tenía que volver a mi base para nada, pero no tenía ni idea de muchas cosas y pasé hambre, frío y calamidades varias. Este año fui aceptado como voluntario en Zendo, el proyecto de reducción de daños psicodélicos de MAPS. En esta carpa, igual que en el Kosmicare de Boom, personas que atraviesan un momento difícil –con o sin drogas– pueden acudir para recibir el apoyo de un semejante. Fue una experiencia muy enriquecedora, y acampar con este colectivo fue una bendición gracias a la infraestructura con la que cuentan. Teníamos tres comidas de calidad al día, acceso a las duchas de Dr. Bronner’s –donde ofrecen duchas colectivas– y letrinas ecológicas muy limpias.

Zendo

Los voluntarios de Zendo recibimos una formación previa con lecturas, vídeos, chats y un taller presencial en el que se interpretaron los roles y situaciones que se pueden presentar. La idea es que alguien como tú y como yo, es decir, no un psicólogo o experto de ningún tipo, puede echarle una mano a alguien que está pasando un mal momento en Black Rock City y sentarse a hablar sin prejuicios ni dramas. Este servicio tan fundamental funciona desde hace solo diez años. La experiencia no fue fácil; mi primer invitado se encontraba en un espacio psicológico muy oscuro y negativo, desconectado de su pareja y compañeros de campamento, y decía una y otra vez que sentía un enorme dolor emocional. Se fue en mejor estado del que llegó, pero absorbí parte de esa energía y me costó un día entero sacudírmela. Un total de quinientas cincuenta personas pasaron por Zendo durante la semana que dura el evento.

BM es un lugar caótico y ruidoso. El calor y la deshidratación, junto a la constante sobreestimulación de los sentidos, te ponen a prueba. Hay momentos en los que puede resultar imposible desconectar y, si estás en una zona de mucha actividad, tienes que acostumbrarte a dormir con varias fuentes simultáneas de música, ruidos y gritos. Esta incesante cacofonía contribuye a un estado de constante desasosiego, en especial si es la primera vez, uno es muy sensible o está bajo los efectos de alguna sustancia.

Críticas

Burning Boom 2022

Se comenta mucho que BM está colonizado por gente pudiente y que se trata de un evento exclusivo. En los últimos años proliferaron camps en los que a cambio del pago de una cantidad exorbitada de dinero los clientes contrataban un sitio donde dormir con aire acondicionado, comida las veinticuatro horas e incluso los servicios de un sherpa o guía para conocer la ciudad, traicionando el principio del hazlo tú mismo y autosuficiencia. Tras muchas críticas, estos camps se prohibieron en este 2022. Es cierto que parte de Black Rock City se ha gentrificado, reflejo de lo que ha pasado en las demás, como las ciudades del globo. De la misma manera, esta ciudad contiene estratos sociales y barrios más o menos ricos, pero el sector superrico que llega en avioneta y podría pertenecer al uno por ciento es una minoría; el resto es gente autosuficiente y muy implicada con el proyecto, que participa y no paga una millonada por ir. Estos son la mayoría de quienes van a BM, y sería un error tomar la parte por el todo.

Sí hay que reconocer que toda esa operación es un enorme derroche en transporte, estructuras, comida, útiles, herramientas y materiales que hay que transportar a veces miles de kilómetros para darle vida. Tanto el acceso como el éxodo son una pesadilla de tráfico, y Reno, la ciudad más cercana, acaba llena de basura proveniente de BM de personas que no la depositan adecuadamente. Desafortunadamente, setenta y cinco mil personas que entran y salen al mismo tiempo provocan mucho ruido y polución.

Un aspecto que caracteriza a BM es que tanto la organización como muchas de sus voces visibles tienen una gran capacidad para reírse de sí mismos y ser conscientes de sus propios errores y ridiculeces. Junto al arte elevado y las charlas sesudas sobre sexo, sostenibilidad y cultura visionaria, convive un espíritu guasón y juerguista que a veces mola y otras veces cansa. Hubo un tiempo en el que existía la “tradición” de ponerse un tutú el martes de la semana que dura el evento (tutu-Tuesdays). Pues bien, esta gran chorrada que nadie sabe muy bien ni cómo ni cuándo empezó recibió una apasionada crítica en una de las gacetas que se editan tachándola de borreguismo y conformismo de masas de poco gusto que va en contra del principio de expresión personal radical. Afortunadamente, el martes de este año no vi a casi nadie con tutú.

Burning Boom 2022
El Pulpo Fantástico que escupe fuego por los tentáculos en el Burning Man. Una bandera pirata ondea en la pista de baile del Boom Festival.

Personalmente, el entorno de BM me seduce menos para tener una experiencia psicodélica. Me resulta harto complicado encontrar buena música, algo que siempre me gusta tener cerca. A pesar de que hay grandes camps con pistas de baile impresionantes y vehículos mutantes a modo de pista de baile móvil donde se pueden encontrar joyas y buenas sesiones de música, hay que estar muy encima de ello para llegar a la hora y el lugar que quieres, y en BM eso suele ser difícil. Muchas veces sucede que cuando encuentro algo bueno para bailar o escuchar, en cuanto hay un momento en el que baja el ritmo y la sesión entra en un valle y la gente deja de bailar y se pone a hablar, en ese momento se vacía el lugar porque hay cientos de cosas sucediendo al mismo tiempo. La energía no se mantiene como en un festival de música, se dispersa.

Los soundsystems rodantes congregan a mucha gente en momentos puntuales como el amanecer, pero personalmente la música me parece aburrida. Tal vez en unos años me tenga que tragar estas palabras; en el pasado ha habido tipos de música que no me gustaban nada al principio y luego he terminado apreciando más con el tiempo. En general, la música es positiva, en el sentido de que falta oscuridad, esa oscuridad que uno puede encontrar por la noche en un festival de trance. Hay un sonido que me he encontrado en muchas ocasiones en BM, que es una especie de house supertranquilo, con capas instrumentales a veces jazzísticas o soul, sin harmonía, casi como experimental, y con voces muy horteras. Estas suelen ser las pistas de baile más famosas donde acuden los instagramers a lucir sus vestidos mientras un coche de Policía les vigila.

Al Boom realmente le encuentro pocas pegas, para mí es casi perfecto. Siempre podría haber más sombras o más fuentes de agua, pero en el caso del agua parece que no es posible debido a la sequía y las restricciones de agua de la zona. Las fuentes que hay ya sufren una importante pérdida de presión en los momentos de mayor demanda, así que instalar más fuentes no parece una solución. Otro asunto es que, al parecer, los voluntarios que trabajan a cambio de una entrada tuvieron turnos agotadores y muy poco tiempo para disfrutar del festival y dormir.

Burning man 2022
La actuación de malabares en el interior del templo del Burning Man.

Al poco tiempo de terminar el Boom, mucha gente se apresuró a criticar en redes sociales el precio de las bebidas. Son críticas con las que personalmente no estoy de acuerdo. Los precios son adecuados y, de hecho, por debajo de los de cualquier festival comercial o de un bar del centro de Lisboa. Yo me gasto el dinero con gusto porque sé que apoyo al proyecto Boom y a un grupo de personas que cuidan el espacio con amor durante el año y son capaces de organizar este festival.

Cada año tanto Boom como Burning Man tienen un lema. En esta ocasión el de Boom fue Commit to awaken the world (‘Comprométete a despertar al mundo’) y el de BM fue Waking dreams (‘Sueños lúcidos’). Boom y BM son dos espacios muy diferentes, pero ambos son espacios psicodélicos, en los que no hay barreras entre desconocidos, con una energía compartida y un espíritu de confianza y colaboración entre los asistentes. BM es un fenómeno culturalmente muy americano y Boom es parte de la cultura visionaria global del psytrance, pero que tienen canales de comunicación y se reconocen entre sí. Curiosamente, en los inicios de BM había mucho goatrance y psytrance, y allí solía pinchar Goa Gil, el legendario hombre sagrado del psytrance, mitad sadhu mitad dj, todo LSD. Al final se trata de que todo esto sirva para algo positivo y de hallar el lugar en el que nos sintamos más cómodos para poder disfrutar de la experiencia psicodélica o, simplemente, encontrar un festival donde aprender algo nuevo e inspirador para crecer como personas y poder mejorar el mundo con una nueva mirada.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #301

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