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Ciencia para todos: el trabajo de la Fundación Canna

Cannabis al microscopio

Desde el año 2011, la Fundación CANNA ofrece un servicio de análisis de cannabis, tanto de muestras vegetales como de derivados, en su laboratorio, dentro del Parque Científico de la Universidad de Valencia. Pero este equipo también se dedica a difundir estudios, producir vídeos y acompañar eventos académicos. Esta misión contra la desinformación es liderada por Iñaki García Álvarez de Eulate, un histórico en la cultura de la planta. 

Miles de muertes, personas encarceladas y países invadidos son algunos de los daños más importantes que ha causado la guerra contra las drogas. La desinformación fue el arma clave que disparó mitos hasta volverlos argumentos infalibles, como la sentencia de que el cannabis mata las neuronas. Esto fue divulgado a partir de 1974, y repetido por el entonces presidente estadounidense Ronald Reagan, cuando la Facultad de Medicina de la Universidad de Tulane, en Nueva Orleans, realizó un estudio en el que varios monos fueron sometidos a bombeos constantes de humo de cannabis a través de mascarillas. Tuvieron que pasar casi treinta años hasta que esta leyenda se refutara científicamente, en el 2005: la Universidad de Saskatchewan, en Canadá, demostró que los cannabinoides no afectan al desarrollo de las neuronas. Otras investigaciones posteriores aportaron que el daño cerebral que habían padecido los primates se debía a la falta de oxígeno. “Calumnien con audacia, siempre algo queda”: la frase del filósofo inglés Roger Bacon publicada en el siglo xvii aún tiene vigencia. Pero, a pesar de los nuevos descubrimientos que comenzaron paulatinamente en la década de los noventa de la mano de la regulación californiana y ciertas aperturas estatales, la información no logra penetrar a las masas y las mentiras continúan repitiéndose. Esto no solo se debe al propio peso de la falacia. 

“La poca información que existía estaba en documentos científicos y la gente no tiene la capacidad de leerlos de forma fluida. Entonces nos pareció interesante crear una fundación para proveer información científica y objetiva, pero de una manera entendible para todo el mundo”, dice, en diálogo con Cáñamo, Iñaki García Álvarez de Eulate, director técnico de la Fundación CANNA, que fue creada en el año 2011. El objetivo de esta entidad sin ánimos de lucro es remediar la dañina desinformación que ha causado y sigue causando la guerra contra las drogas. Y, precisamente, lo realizan con un arma igual de poderosa: la información. “Se hacían muchos descubrimientos que no llegaban a la gente y solo quedaba a los ámbitos científicos. Creamos la fundación para dar información”, agrega Eulate sobre el trabajo que puede consultarse en su sitio web (fundación-canna.es) y que condensa una amplia gama de elementos educativos, desde estudios, vídeos, podcast hasta el patrocinio de eventos científicos.

Lo que el ojo no ve 

Cannabis al microscopio El trabajo de la Fundación Canna

Iñaki García Álvarez de Eulate (al fondo) junto a uno de los empleados del laboratorio ubicado en el Parque Científico de la Universidad de Valencia.

“Se hacían muchos descubrimientos que no llegaban a la gente, solo a los ámbitos científicos. Creamos la fundación para dar información”, dice Iñaki García Álvarez de Eulate, director técnico de la Fundación CANNA

Una de las tareas más importantes que realiza Fundación CANNA es el análisis de laboratorio en flores de cannabis, extractos y cremas. De hecho, aquí radica el origen de la creación de la fundación. “CANNA –la compañía de productos para el cultivo– llevaba a las ferias un cromatógrafo en el que se hacían análisis a los asistentes que llevaban sus muestras desde tiempos inmemorables, por lo menos, desde hace diecisiete años. Nunca nadie lo había hecho antes y cuando vi el cromatógrafo me pegué a él”, admite Eulate, quien es ingeniero agrícola y se especializó en biotecnología y mejora vegetal. “Había un interés muy grande de la gente por conocer la cantidad de cannabinoides que había en sus muestras. Pero no se podía ofrecer el servicio como reducción de riesgos, como hacían otras organizaciones, a través de la empresa. Entonces, por eso, decidimos crear la fundación, para brindar información y un servicio de análisis”, asegura sobre una misión que, en ese momento, estaba enfocada al usuario interesado en tener un consumo responsable. “Al poco tiempo, estalló el boom de los aceites de CBD y empezamos a elaborar los estudios con métodos más específicos”, agrega. 

En los análisis que hacen en el laboratorio, ubicado en el Parque Científico de la Universidad de Valencia, no solo se enfocan en la concentración de los cannabinoides más importantes, como THC, CBD, CBG y CBDV, entre otros. Además, se hacen pruebas sobre la presencia de pesticidas, metales pesados y microorganismos. “Podemos cuantificar la presencia de más de ciento cincuenta pesticidas, incluso algunos que están prohibidos por la Unión Europea. En el caso de metales pesados, cuantificamos plomo, arsénico, cadmio y mercurio. Y lo relacionado con migroorganismos: coliformes, enterobacterias, bacterias aerobias, mohos, levaduras y Escherichia coli, que es un síntoma de un mal manejo del producto y supone un riesgo si se consume”, dice Eulate. Luego, agrega que el resto de las pruebas son “indicativos de la calidad y permiten saber si ha sido cultivado, recolectado, formulado, manipulado y conservado en condiciones óptimas”. 

Cannabis al microscopio El trabajo de la Fundación Canna

La apariencia no lo es todo, las pruebas analíticas a menudo descubren información insospechada de una muestra de cannabis.

El director técnico de Fundación CANNA asegura: “En las muestras que analizan se ha encontrado de todo. En el caso de pesticidas, hemos visto cantidades muy elevadas de uno o algunos”. Sin embargo, también dice que esto no significa que se hayan utilizado estos productos químicos en el cultivo del cannabis. “Puede proceder de contaminaciones cruzadas –dice Eulate sobre las aplicaciones que pudieron haberse realizado en campos cercanos y que el viento u otras condiciones arrastren hasta la producción cannábica–. Otras veces pueden llegar por agua que contenga pesticidas o que su residuo aún permanezca en la tierra, lo que de alguna manera pasa a la planta”, agrega. Además, depende de qué tipo de muestra se analiza. “En el caso de aceites, cuando existe presencia de pesticidas, hay que tener en cuenta que puede no provenir del cannabis utilizado en su fabricación, sino del mismo aceite, ya que se han podido aplicar químicos en el cultivo de la oleaginosa”, aclara. Por esta última razón, la Fundación CANNA elaboró un estudio en colaboración con el Observatorio Español de Cannabis Medicinal (OECM) en el que analizaron varios productos comerciales: “En el estudio se encontró que alguna muestra contenía valores inferiores al diez por ciento de lo declarado. En el resto de las muestras se vio como el contenido declarado era correcto en uno de los lotes analizados pero incorrecto en otro. Esto indica un posible manejo incorrecto del almacenamiento del producto o un insuficiente control del contenido en CBD entre diferentes lotes –detalla Eulate sobre la investigación realizada con la OECM–. También hubo alguna muestra que arrojaba valores dentro de lo declarado en ambos lotes. En pesticidas y metales pesados sí que hubo alguno que dio positivo en estos contaminantes, pero en cantidades que no suponían un riesgo grave para la salud”, agrega. 

Respecto a metales pesados, cuenta Eulate que en las muestras de los cultivos que analizan se han topado con ellos, incluso han tenido análisis con cantidades muy elevadas de plomo. “Investigando, pudimos ver que el caso de estos cultivos era que se llevaban a cabo cerca de carreteras o autovías. Aunque hoy en día la gasolina no lleva plomo, este metal pesado que se usaba como aditivo se ha ido acumulando en las vías de circulación, por lo que la posibilidad de contaminación en estas zonas es muy alta”, explica sobre este material, que puede causar efectos neurológicos irreversibles. 

Cannabis al microscopio El trabajo de la Fundación Canna

“Nuestra prioridad pasa por la existencia y la veracidad de los resultados. No buscamos abaratar costes porque nuestro objetivo no es comercial”, dice el director técnico de la Fundación CANNA.

“Podemos cuantificar la presencia de más de ciento cincuenta pesticidas, algunos prohibidos por la Unión Europea. En el caso de metales pesados, cuantificamos plomo, arsénico, cadmio y mercurio. Y lo relacionado con migroorganismos: coliformes, enterobacterias, bacterias aerobias, mohos, levaduras y Escherichia coli

Por otro lado, el problema más común que se encuentran en los laboratorios de la Fundación CANNA es la presencia de microorganismos. “En vegetales suelen haber muchas enterobacterias y coliformes. No es de extrañar”, dice sobre un conjunto de especies que son importantes como indicadores de la contaminación en agua y alimentos. Eulate explica: “Estos microorganismos suelen estar en la tierra y en abonos orgánicos. El viento suele levantar el polvo del suelo y acabar en el vegetal. También nos hemos encontrado alguna muestra contaminada por usar recipientes que no estaban muy limpios”. 

El trabajo de Eulate y la Fundación CANNA tiene un anclaje importante tanto en la reducción de riesgos, como también en la relación con los actores sociales del movimiento cannábico. Por este motivo, una de las primeras investigaciones que realizaron, en colaboración con el Dr. Pérez Moreno, fue sobre la presencia de hongos en las muestras de cannabis procedentes de los clubes de consumidores, ya que es uno de los patógenos más comunes. “Algunas de ellas contenían Aspergillus: un hongo que puede dar lugar a graves enfermedades si se inhala, especialmente en personas con baja capacidad inmunológica. Las esporas de este hongo están en ambientes húmedos y pueden desarrollarse si el material vegetal se almacena bajo estas condiciones”, detalla. 

Entre otras de las anomalías que pueden encontrar en las muestras de cannabis se encuentra el conocido viroide del lúpulo. “Ofrecemos este servicio de análisis del viroide HLVd en muestras vegetales, ya que está suponiendo un grave problema porque causa una merma en el rendimiento del cultivo –cuenta Eulate, y continúa–: Es un patógeno muy peligroso. Una vez que la planta lo contrae es casi imposible erradicarlo sin herramientas biotecnológicas, y una planta madre dará esquejes infectados que no producirán lo que deberían”.

El límite del THC y el CBD 

Cannabis al microscopio El trabajo de la Fundación Canna

Además de medir la concentración de los cannabinoides más importantes (THC, CBD, CBG y CBDV, entre otros), en las muestras se analiza la presencia de pesticidas, metales pesados y microorganismos.

Los cromatógrafos que se encuentran en el laboratorio de Fundación CANNA también estudian las concentraciones de varios cannabinoides. Además del THC y CBD, se realizan cuantificaciones de CBG y hasta análisis de terpenos. Ante la consulta sobre si han notado un crecimiento en los niveles de THC, responde Eulate: “Es una pregunta más compleja de lo que parece. Primero dependerá del tipo de muestra: vegetal, aceite o crema, entre otras. Hay cultivos que no pueden superar el 0,2% de THC y, por lo tanto, rara vez supera ese valor. Pero en general podemos decir que no hay un aumento significativo en el contenido de este cannabinoide en las muestras analizadas, al menos desde el 2017. En mi opinión, creo que el umbral máximo de THC ya hace tiempo que se ha alcanzado y va a ser muy difícil superarlo en los próximos años”. Según el ingeniero agrícola, sucede lo mismo con el CBD: “Ya se ha alcanzado el techo y será difícil que se incremente en un futuro próximo”.

“Sin embargo, hay algo significativo. Las muestras procedentes de cáñamo suelen tener un bajo contenido de CBD, ya que también necesitan un nivel bajo de THC. Como la ratio entre CBD y THC está ligada –a más CBD, más THC–, el contenido de CBD también suele ser poco elevado”, sostiene Eulate, quien sí nota un crecimiento en otros cannabinoides. “Hace varios años que llegan muestras con alto contenido de CBG y CBDV. No son tan altos como el CBD y el THC, pero están cada vez más próximos”, asegura. 

“Creo que el umbral máximo de THC ya hace tiempo que se ha alcanzado y va a ser muy difícil superarlo en los próximos años”. Según el ingeniero agrícola, sucede lo mismo con el CBD: “Ya se ha alcanzado el techo y será difícil que se incremente en un futuro próximo”

“En muchos estudios, principalmente in vitro, el CBG destaca por ser un potente antimicrobiano, por lo que podría resultar prometedor para tratar algunas infecciones dermatológicas –explica, y añade–: El CBDV se ha estudiado en algunos tipos de epilepsia, todavía sin resultados concretos. Pero se ha visto que puede ser de utilidad en algunos desórdenes neurológicos como el síndrome de Rett”. 

En cuanto al análisis de terpenos, Eulate dice que Fundación CANNA ofrece este servicio desde el comienzo para conocer los componentes responsables del aroma y sabor de la planta. Pero la ciencia aún tiene un problema en ese asunto. “Todavía no se sabe muy bien cómo manejar la información de un análisis de terpenos –asegura, y explica–: “Con el análisis de THC o CBD, el cliente sabe lo que busca. Pero con terpenos no hay un conocimiento profundo para manejar los resultados obtenidos”. 

Eulate también ofrece un asesoramiento para interpretar el análisis de terpenos. Fundación CANNA ha hecho una clasificación de estas moléculas, a partir de un trabajo realizado en conjunto con alguna de las empresas que hoy tienen licencia de cannabis medicinal otorgada por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios. 

Por otro lado, uno de los trabajos más significativos desde Fundación CANNA es la verificación del contenido de CBD de diferentes cremas comerciales que contienen este cannabinoide. “Tenemos un sello donde verificamos que el producto tiene un porcentaje significativo de CBD y la crema en particular lo muestra en su envase –cuenta Eulate sobre el servicio, que es una oportunidad para diferenciarse de la competencia, y explica–: Por desconocimiento de los consumidores, muchas veces se dice ‘crema de cannabis’ o ‘crema con aceite de cannabis’, y a menudo son producidos con aceite elaborado a partir de la prensa de semillas”. Entonces no tienen cannabinoides: “Los usuarios no saben si lo que compran tiene CBD. Con el sello, permitimos que el cliente tenga mayor seguridad”, sostiene. Existen compañías que comercializan cremas de cannabis en farmacias y tienen el sello de verificación que ofrece Fundación CANNA. Además, entre otros de sus clientes, se encuentran otras empresas dedicadas al uso medicinal y cosmético. 

El costo de los análisis en el laboratorio de Fundación CANNA es de unos setenta y cinco euros por cada una de las muestras. En las instalaciones también realizan colaboraciones con estudios científicos o empresas que pueden solicitarlo. “Hacer análisis conlleva gastos, como los insumos. Gratis no lo podemos hacer. Nuestra prioridad pasa por la existencia y la veracidad de los resultados. No buscamos abaratar costes porque nuestro objetivo no es comercial –dice Eulate, y en este sentido, agrega–: Al no ser una empresa, mantenemos el nivel de calidad en nuestras máximas posibilidades y hacemos controles que no son del todo necesarios, pero aportan un extra”, como la repetición de análisis para corroborar que den los mismos resultados.

Una vida dedicada al cannabis 

Cannabis al microscopio El trabajo de la Fundación Canna

Servicios ofrecidos por la Fundación CANNA.

Iñaki García Álvarez de Eulate tiene una vida prácticamente dedicada al cannabis, desde lo profesional hasta lo personal. Junto a su esposa, fundaron una asociación en Valencia cuando eran jóvenes. Tiempo después abrieron el primer grow shop allí, Kanopia. Mientras cultivaba sus plantas en un interior cargado con lámparas de sodio, empezó a estudiar psicología. Hasta que luego de tres años se pasó a la ingeniería agrícola. La planta lo llamaba: “Como a otros les gusta el tomate, a mí me gusta esta planta. Siempre ha sido mi hobby; por eso la cultivo. Me gusta su genética y las propiedades que tiene”, dice quien todavía sigue siendo un orgulloso autocultivador. En su trayectoria ha sido testigo de la evolución de la industria del cannabis desde la primera fila. 

“El mercado, sobre todo el de cannabinoides, va más rápido que las leyes. Al principio había un vacío legal muy grande sobre productos hechos con cannabinoides, donde vimos un boom muy grande y no tenían problemas con la producción o comercialización de CBD. Luego se regularon y, obviamente, la cosa se ha reducido porque los países pusieron más requisitos. Algunos no permiten su venta y otros piden más requerimientos técnicos. Esto ha hecho que se reduzca mucho el número de empresas que se dediquen a la industria. A partir de la regulación, se han ido quedando los que sí podían cumplir”, opina Eulate. 

Hoy, Eulate ya no tiene su asociación de cannabis ni el grow shop, que cerró poco antes del inicio de la pandemia del coronavirus. Enfocado en el desarrollo científico aplicado a la planta y su divulgación, el director técnico de Fundación CANNA también es consciente de los daños que ha causado la guerra contra las drogas a la investigación académica. 

“Desde el primer momento, el cannabis se incluyó en la lista de sustancias nocivas y con escaso o nulo valor terapéutico. Esto obviamente puso muchas trabas a la investigación con cannabis, dando además una mala imagen a aquellos que en algún momento quisieran hacerlo. Algo parecido ha pasado con los psicodélicos; muchos científicos que investigaron con ellos fueron tachados de hippies y drogados, e incluso expulsados de sus trabajos y demonizados para siempre. Hoy se está aceptando el gran potencial que tienen estas sustancias en el tratamiento de muchas patologías. Por suerte, el cannabis se ha reclasificado y ahora ya se acepta su posible valor terapéutico, lo que indudablemente ha impulsado su investigación y el descubrimiento de muchas propiedades útiles para el bienestar humano”, concluye Eulate. Él está seguro de que, por lo pronto, se seguirá estudiando el cannabis. En Fundación CANNA están listos para continuar analizándolo.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #310

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