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¿Qué hay de nuevo viejo? Fracaso escolar y consumo de cannabis

¿Es verdad que los porros provocan fracaso escolar? ¿Por qué se ha repetido hasta la saciedad esta relación? La asociación entre fracaso escolar y porros, con el objetivo de exagerar los daños del cannabis, banaliza los problemas sociales, auténticos responsables del desapego escolar.

¿Es verdad que los porros provocan fracaso escolar? ¿Por qué se ha repetido hasta la saciedad esta relación? La asociación entre fracaso escolar y porros, con el objetivo de exagerar los daños del cannabis, banaliza los problemas sociales, auténticos responsables del desapego escolar.

Las personas alarmadas por el consumo de cannabis utilizan un conjunto de afirmaciones para destacar su peligrosidad. Los objetivos de subrayar su perversidad son diversos, por ejemplo, denostar al consumidor, promover la abstinencia o argumentar en contra de la legalización. Entre las diferentes afirmaciones tremendistas, en este texto quiero presentar la que asocia el consumo de cannabis con el fracaso escolar.

Todo hecho social tiene su origen en un momento histórico determinado y un punto geográfico concreto. En el caso de las drogas, la raíz de la mayoría de los fenómenos relacionados con el prohibicionismo se sitúa en Estados Unidos en algún momento del siglo xx. En el caso que nos atañe, después de que el presidente Nixon en 1971 declarase formalmente la guerra contra las drogas, los expertos antidroga americanos capitaneados por el NIDA (siglas del National Institute on Drug Abuse o Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas) empezaron una campaña de descrédito hacia el cannabis. Entre los diferentes flancos de ataque encontraron una mina de oro con la asociación entre fumar porros y el fracaso escolar. Mataban dos pájaros de un tiro: criminalizaban el cannabis y, a modo de chivo expiatorio, lo culpaban del bajo rendimiento escolar de los jóvenes más desfavorecidos, con el objetivo de disimular la terrible desigualdad social en la tierra del Tío Sam. Es decir, conseguían apuntalar la idea de que “las personas pobres, especialmente negros, abandonan prematuramente la escuela porque fuman porros, y su color o su estrato socioeconómico en nada influye en sus desdichas”. Una vez generada esta idea, los países en la órbita de las políticas de drogas americanas, como es el caso de España, pronto adoptaron las mismas estrategias para amedrentar a la población.

En las definiciones acuñadas por expertos educativos sobre el fracaso escolar nunca citan la posible influencia del cannabis. Hablan de factores biológicos, cognitivos, estructurales o familiares. 

Debido al fuerte apoyo económico, la línea de investigación sobre cannabis y fracaso escolar se convirtió en una de las más prolíficas en el ámbito de las drogas. Durante los ochenta y noventa, esta se centró en buscar un claro efecto de causalidad, es decir, el cannabis provoca fracaso escolar. Las estrategias para demostrarlo fueron variopintas: desde intentar encontrar las bases genéticas que explicasen la relación entre ambos factores, hasta factores fisiológicos o cognitivos. Los datos siempre fueron muy pobres, y establecer cualquier causalidad devenía una interpretación forzada de las evidencias. En el 2004, MacLeod y sus colaboradores revisaron los cuarenta y ocho estudios más importantes sobre la cuestión, y llegaron a la conclusión de que la causalidad entre ambos fenómenos, lisa y llanamente, no existía. Podemos hablar de correlación, esto es, un factor influye en el otro, pero en ningún caso podemos afirmar que el cannabis provoca de forma directa el fracaso escolar. A partir de esta publicación ya no encontramos ninguna investigación ni publicación seria que intente encontrar la piedra roseta de la causalidad. A pesar de que la ciencia hace catorce años que descartó la idea de causalidad, la máquina del fango mediático está encendida, y a la mínima ocasión recuerda a la población que el cannabis provoca, entre otras consecuencias funestas, el fracaso escolar. Recordatorios que reafirman en el imaginario colectivo la perversidad del cannabis.

Los expertos antidroga cuando hablan de cannabis rápidamente nos evocan que, entre otras tropelías, provoca fracaso escolar. En cambio, cuando hablan los expertos en educación, y más concretamente, los especialistas en abandono escolar, nunca atribuyen al cannabis importancia alguna para explicar los bajos rendimientos académicos. En todas las definiciones acuñadas por expertos educativos sobre el fracaso escolar encontramos un denominador común: nunca citan la posible influencia del cannabis. Hablan de factores biológicos, cognitivos, estructurales, que si el papel de la familia, que si el papel del contexto educativo, que si esto, que si lo otro. Multitud de elementos esgrimidos para dar cuenta del fracaso escolar, pero en ningún caso apuntan al cannabis como responsable de las desventuras escolares de cientos de miles de jóvenes españoles. A modo de ejemplo, la tesis doctoral del doctor Bayón Calvo, defendida en la Universidad de Valladolid en el 2016 y titulada “El abandono escolar temprano: un estudio de los factores explicativos en las comunidades autónomas españolas”, analiza los elementos que explican el fracaso escolar. En trecientas ochenta páginas no aparecen ni una sola vez las palabras cannabis, porros o droga para explicar el porqué del fracaso. ¿Será que los expertos educativos no han caído en la cuenta de la importancia del cannabis? O ¿será que no tiene ningún papel en el fracaso escolar? Si se han pasado años investigando el fracaso escolar y nunca han apuntado al cannabis como factor explicativo, o ni que sea coadyuvante, es que su papel es mínimo o nulo.

Viñeta fracaso escolar

La pregunta capital es: ¿por qué la chavalería va fumada a clase? Una minoría, aunque muy visibilizada, consume antes de entrar al instituto e incluso durante los recreos. 

La independencia entre el fracaso escolar y el consumo de cannabis también la observamos cuando comparamos los indicadores de ambos fenómenos a lo largo de las secuencias temporales. El fracaso escolar en España viene descendiendo de manera ininterrumpida desde 1994. En ese año, el 36,4% de los estudiantes españoles abandonaban prematuramente la escuela. En el 2016 descendió hasta el 19%, es decir, en poco más de veinte años la tasa de abandono escolar se redujo a casi la mitad. En cambio, en 1994, el 12,1% de los estudiantes españoles de 14 a 18 años consumieron cannabis en el último mes, llegando al máximo histórico en el 2004, cuando alcanzó el 25,1% –mientras el fracaso escolar estaba descendiendo–, para situarse en el 2014 en el 18,1%. La independencia de los datos, otra vez más, nos muestra que la relación entre ambos fenómenos es tenue, casi insignificante.

Lo expuesto hasta el momento ¿quiere decir que el cannabis no afecta a la concentración, atención y memoria? No, en absoluto. El cannabis afecta a los mecanismos de procesamiento de la información. Ir crujido a clase aumenta la probabilidad de dejar de atender y perder el hilo de las explicaciones, con los consecuentes cates y complicaciones en la dinámica escolar. Los porros y el instituto acostumbran a maridar de forma pésima, por eso la gran mayoría de los adolescentes que fuman más o menos habitualmente se abstiene de fumar antes o durante las horas lectivas. Pero desde mi punto de vista la pregunta capital es: ¿por qué la chavalería va fumada a clase? Una minoría, aunque muy visibilizada, consume antes de entrar al instituto e incluso durante los recreos. Son diversos los motivos que explican esta situación, a destacar, la causalidad inversa: fuman porros antes de entrar a clase para que las horas en el instituto sean lo más llevaderas posible. No tienen problemas con el rendimiento escolar porque fuman porros, sino que fuman porros porque tienen un bajo rendimiento escolar, y así bajo los efectos del cannabis, el suplicio del instituto es más leve. Como las clases las encuentran aburridas, el contexto escolar tedioso y los profesores indeseables, intentan evadirse a través de los efectos cannábicos. Los porros funcionan como anestésico para soportar una realidad fastidiosa, hasta que a la primera oportunidad dejan el mundo escolar. La gran mayoría de adolescentes que terminan abandonando prematuramente el sistema educativo ya presentaban déficits en su rendimiento mucho antes de empezar con el fumeteo. Durante sus años de escolarización, como han tenido problemas bajo los efectos del cannabis, el entorno del adolescente apuntará sin fisuras que su fracaso escolar es culpa de fumar porros, y en ningún caso repararán que los problemas con el sistema educativo venían gestándose desde primaria.

Viñeta fracaso escolar

El rendimiento y el logro académico vienen determinados por factores de orden sociocultural. El peor pronóstico está reservado para los adolescentes con bajo estatus socioeconómico, escasa formación de los progenitores, socializarse con un sistema de valores que menosprecia la importancia de la educación, crecer en un clima familiar conflictivo, ser educado mediante estilos educativos tóxicos, asistir a escuelas estigmatizadas y crecer en barrios pobres. A mayor presencia de estos elementos, mayores serán las probabilidades de experimentar el fracaso escolar. El consumo de porros representa la guinda final, cuya responsabilidad en la inmensa mayoría de los casos es nula. El cannabis, otra vez más, funciona de chivo expiatorio. Es más fácil que familia, escuela, opinión pública e incluso el propio protagonista lo señalen como responsable del fracaso escolar que reconocer que vivimos en una sociedad tremendamente desigual, en la cual nuestros jóvenes tienen diferentes posibilidades de éxito en función de factores ajenos a su esfuerzo y capacidades. Es complejo reconocer que no somos iguales.

En definitiva, no podemos negar que el cannabis afecta al rendimiento escolar, pero debemos entender la realidad cotidiana de los adolescentes que lo emplean durante las horas lectivas, antes de culparlo única y exclusivamente de sus desdichas académicas. En la mayoría de los casos, los fumadores que abandonan prematuramente la escuela también lo hubiesen hecho si nunca hubieran fumado. Por tanto, tan importante es la prevención de los consumos de cannabis, como atajar los problemas estructurales que afectan al rendimiento escolar. Si mejoramos las condiciones de socialización, es bien seguro que el fracaso escolar descenderá espectacularmente. Eso sí, si esto ocurre, el emperador quedará desnudo y no podrá volver a culpar al cannabis del fracaso escolar.

 

Ilustraciones de Marta Altieri

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #241

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