Hau Thao es un pequeño pueblo del noroeste de Vietnam habitado por vietnamitas de la etnia hmong. En Hau Thao, como en otras zonas de la región de Lào Cai, los hmong cultivan y trabajan el cáñamo para producir fibras y tejer los trajes tradicionales de su cultura.
En el noroeste de Vietnam se encuentra la provincia de Lào Cai, un territorio ubicado junto a la frontera china formado por una ciudad y ocho distritos de pequeñas poblaciones y comunas habitadas por vietnamitas de veinticinco minorías étnicas diferentes. La provincia de Lào Cai es una de las más pobres de Vietnam, con un setenta por ciento de la población viviendo bajo el umbral de la pobreza. Esta es una zona rural, rica en verdes paisajes y azotada por la lluvia durante buena parte del año, en la que la mayor parte de la actividad económica proviene de la agricultura y de la silvicultura.
Los hmong son la segunda minoría étnica más presente en la provincia de Lào Cai. Los antepasados de los hmong vivieron en China hace unos 5.000 años y con el paso de los siglos fueron migrando hacia el sur y dispersándose por distintas zonas geográficas próximas. Fue a finales del siglo xvii cuando se realizaron los primeros asentamientos en Vietnam. Por sus repetidas migraciones se considera a los hmong como un pueblo seminómada. Los últimos desplazamientos se produjeron a raíz de las guerras indochinas (1946-1975), en las que Estados Unidos armó a varios territorios hmong, convenciéndolos para luchar contra las fuerzas comunistas en Laos y Vietnam. A día de hoy, las comunidades hmong están concentradas en distintas zonas de China, Laos y Vietnam.
Para los hmong el traje de cáñamo es indispensable para atravesar las puertas de la muerte, y creen que sin él el difunto no será reconocido por sus ancestros en la tierra de los muertos
Raimon Bolibar viajó el pasado año a la provincia de Lào Cai. En la ciudad de Sa Pa encontró a una mujer que le ofreció casa y servicios de guía en Hau Thao, un pueblo de dos mil quinientas personas en el que el noventa y ocho por ciento de sus habitantes pertenecen a la etnia Hmong. Durante cinco días se hospedó en una casa familiar fabricada con una mezcla de madera, cañas, piedras, bloques y techos de uralita y aluminio, donde convivió con la madre, los hijos, el padre y la abuela, y observó las tradiciones que mantienen los hmong, especialmente en lo que se refiere al uso del cáñamo. Raimon es fotógrafo y tomó las instantáneas que ilustran este reportaje.
El cáñamo en las tradiciones hmong
El cáñamo es una planta que ha acompañado a los hmong a lo largo de su historia. Por sus propiedades fibrosas, fue escogido hace siglos como materia prima para elaborar tejidos y producir sus ropas. Cuando antiguamente una familia se asentaba en un nuevo territorio, las mujeres buscaban un terreno adecuado y sembraban las semillas de cannabis del asentamiento anterior. Las mujeres eran y son las encargadas de trabajar el cáñamo para elaborar fibras y telas, con las que tejen faldas, camisas, chalecos, sombreros y otras prendas tradicionales.
Debido a la condición seminómada de los hmong, las representaciones artísticas de su cultura han sido tradicionalmente plasmadas en las joyas y la ropa de cáñamo. El arte textil de los hmong, llamado paj ndaub, es rico en estampados de coloridos mosaicos, que son representaciones sobre la familia o la rama hmong a la que pertenecen. Los trajes hmong son una representación identitaria de su pueblo, que a día de hoy se siguen utilizando, no ya en la cotidianidad, sino principalmente para rituales y celebraciones como las de Año Nuevo, los casamientos y los entierros. Con ocasión de una boda, las familias implicadas elaboran trajes de cáñamo como parte de la dote para los novios y sus padres. Los trajes recibidos son conservados hasta el día de su defunción, pues para los hmong el traje de cáñamo es indispensable para atravesar las puertas de la muerte, y creen que sin él el difunto no será reconocido por sus ancestros en la tierra de los muertos. El cáñamo proporciona protección al muerto y sirve para atar el espíritu y el cuerpo del fallecido juntos. Las tradiciones hmong prestan especial atención al paso hacia la muerte y en los funerales entonan versos junto a la música tradicional. Un antiguo cántico despide así al muerto:
“Ahora el Maestro te ha traído al camino, viajando hacia el cielo hasta el final. Llevarás zapatos de cáñamo para recorrer el camino de la muerte; [...] caminarás por tu camino y desaparecerás. Llamarás al Maestro, pero él no te responderá. El Maestro hará como el rocío que cae de las hojas del arroz y se evapora. Cavarás helechos para alimentar la boca, cavarás hierbas para socorrer el cuerpo. Así será, ¡Oh, hombre muerto!”.
A excepción de las celebraciones, hoy en día el uso de prendas hechas de cáñamo entre los hmong es mucho más reducido que antaño. El acceso a tejidos producidos a gran escala con fibras de algodón o sintéticas es un producto barato y de fácil acceso para ellos, que los utilizan en su día a día. Aun así, en las casas todavía se encuentran telares de madera fabricados por ellos mismos, en los que las mujeres tejen el cáñamo para conseguir las telas.
La elaboración de los tejidos
El ciclo del cáñamo empieza con la siembra. Los hmong colocan las semillas muy juntas, en ocasiones aprovechando el espacio sobrante entre las plantas de otros cultivos. Durante cuatro meses, el cáñamo crece a lo alto hasta alcanzar una altura de dos metros, y entonces se cortan las plantas. A continuación se apartan las hojas y las ramas y se conserva el tallo principal, que se pone a secar al sol durante una semana. Una vez secados los tallos se colocan sobre un suelo húmedo durante una noche para hidratarlos ligeramente y luego se quiebran uno a uno para separar la parte leñosa de la corteza fibrosa. Las fibras se separan a lo largo, conservando la longitud del tallo completo. Luego se golpean en un mortero para hacerlas más suaves y flexibles, y más tarde se trenzan de dos en dos para hacer el hilo de cáñamo, que se enrolla alrededor de una mazorca o un trozo de madera a modo de ovillo. Finalmente, los ovillos de hilo se hierven en agua con ceniza para blanquearlos.
En la parte trasera de la casa en la que se hospedó Raimon, en Hau Thao, la madre y la abuela trabajan cotidianamente con el telar de la familia. Con una estructura hecha de madera y unos rudimentarios pedales, las mujeres ordenan los hilos de cáñamo elaborado, entrecruzándolos para conseguir las telas. Una vez conseguida la tela, los hmong realizan el proceso de estampado utilizando cera de abeja, con la que dibujan a mano los patrones geométricos y las figuras que representan su cosmovisión del mundo y recogen la tradición de su familia. La tela encerada se sumerge en un tinte natural hecho a partir de las hojas del añil, que transforma el color blanco de las telas en azul oscuro. Una vez teñidas, la cera se elimina con calor, dejando ver los dibujos estampados en el color original.
La influencia del turismo
En la comuna de Hau Thao, las mujeres, además de trabajar el cáñamo, dedican su actividad a comerciar en la ciudad y a tratar con los turistas. Mientras los varones de la familia trabajan en los cultivos como el del arroz o el maíz, y cuidan de cerdos, gallinas y patos, las mujeres se acercan a las ciudades a vender productos elaborados y a comprar aquello que no pueden producir. Estas han aprendido a manejarse en inglés, y en la ciudad ofrecen servicios de hospedaje y de guía local en las zonas rurales en las que viven, a pequeñas agencias o directamente a turistas, como Raimon. Aunque la mayoría de los visitantes son vietnamitas del sur del país y ciudadanos chinos, la provincia de Lao Cai recibe turistas de todo el mundo, atraídos por lo exótico de las zonas rurales y por el bullicio de la actividad comercial en Sa Pa. Los hmong, como otros habitantes del territorio, ven en el turismo una forma de mejorar su sustento económico, y lo aprovechan vendiendo productos, haciendo de guía u hospedando a los turistas. El traje tradicional hmong también es utilizado por las mujeres como reclamo turístico cuando van a la ciudad a comerciar y a captar turistas.
“Llevarás zapatos de cáñamo para recorrer el camino de la muerte; [...] caminarás por tu camino y desaparecerás. Llamarás al Maestro, pero él no te responderá. El Maestro hará como el rocío que cae de las hojas del arroz y se evapora”
La creciente exposición al turismo ha afectado a las tradiciones hmong. Por un lado supone una nueva forma de generar ingresos más allá del campo, pero al mismo tiempo tienen que convivir con los viajeros y exponer sus costumbres y tradiciones como un atractivo turístico. Los viajeros como Raimon, que se hospedan en las casas de los hmong, conviven con la familia, observan la vida cotidiana de estos y acompañados por las mujeres visitan el territorio en moto. “La mayoría de casas están construidas por ellos mismos con un amalgama de materiales, la familia duerme junta en una habitación y cocinan con fuego, pero al mismo tiempo cuentan con grandes televisores y acceso a smartphones”, dice Raimon. Las casas de Airbnb también han llegado a este territorio, y se pueden reservar habitaciones en las casas de los hmong desde diez dólares la noche.
Los hmong han adaptado su vida a la presencia de turistas, a los que atienden y observan con atención, a menudo entre la sorpresa y la guasa ante las extrañas costumbres de los extranjeros. Cuando Raimon explicaba en la casa familiar que en España y otros países se utiliza el cannabis como embriagante –y que existe una cultura alrededor de su consumo–, todos reían. Para ellos, el cáñamo significa otra cosa. Aun así, en las casas a veces guardan un paquete verde de hojas de cáñamo para los viajeros que preguntan por fumar. Los turistas que lo prueban con suerte consiguen un bonito dolor de cabeza y unas cuantas risas de la familia hmong.