Si te gusta el deporte y quieres buenos videojuegos que simulen su experiencia, vas a encontrar ciertas sagas que son referente en cómo hacer este tipo de productos. Si te gusta el fútbol tienes FIFA; ¿el baloncesto?, NBA 2K; ¿beisbol?, The Show; ¿fútbol americano?, Madden; ¿Golf?, Links (permitirme hablar de algo que ya ni existe pero que era un gran simulador de golf); ¿Carreras de Fórmula 1?, Pues F1… Y podríamos seguir. Aunque algunos de estos juegos lleven la polémica siempre de mochila (el FIFA y sus cromos, el NBA 2K y la publicidad que uno no puede eliminar…), es innegable que siguen siendo los pináculos de la simulación deportiva en videojuegos como lo es el Microsoft Flight Simulator para la aviación.
Ahora bien, si no te gustan estos deportes y tampoco te gustan los simuladores deportivos… ¿Hay alguna alternativa a este tipo de juegos de “simulación” que consigan atrapar la atención y el disfrute de este tipo de personas? ¿Nos damos por perdidos yo y otros a los que no nos suelen interesar este tipo de productos? Pues no hay que hacer drama: en efecto, existen juegos alternativos que dan un toque de arcade y restan importancia a la simulación para tratar de transmitir toda la intensidad de este tipo de eventos, pero desde perspectivas diferentes. Son juegos que pueden gustar incluso a aquellos a los que no les interesa el deporte o los juegos deportivos que tratan de calcar el referente.
‘Art of Rally’ (Funkselector, 2021)
Tomar curvas como otra bella arte
Los aficionados al rally que quieran encontrar una experiencia lo más parecida a lo que sería conducir un coche por carreteras embarradas a toda velocidad mientras el copiloto canta las curvas, tienen una magnífica saga llamada Dirt, que reproduce con bastante fidelidad (creo) lo que es la experiencia del rally. Art of Rally es otra cosa. Un arcade de conducción que tiene como escenario el mundo del rally. Tanto su estética como el planteamiento nos advierten, casi desde el primer momento, que Art of Rally no quiere ser un simulador, sino otra cosa que se puede disfrutar te guste o no el rally. Si Dirt es suciedad (como era de esperar) y derrapes “guarros”, Art of Rally es elegancia, finesse y aspiración a la belleza. Por seguir con la comparación inevitable, Dirt trata de darte la experiencia tanto para lo bueno como para lo malo desde el fotorrealismo de sus gráficos; Art of Rally es una experiencia estética que se aleja del fotorrealismo, pero que, no por ello, deja de ser un buen juego de rally que requiere también finesse en el manejo del coche por parte del jugador. Te está exigiendo el juego: la belleza que emerge del arte del rally depende de que el piloto sepa sacar el máximo partido a la experiencia futurista del tiempo y la velocidad.
Puede que un ojo poco entrenado vea en Art of Rally un juego con texturas planas, de aspecto poco trabajado (alguien diría “minimalista” para salvar la situación), que no invita a sumergirse en las horas de dedicación que este exige para sacarle todo el partido. Sin embargo, Art of Rally es uno de los grandes de este 2021. Un juego que no tiene miedo a meter humor y elementos fantásticos en su propuesta formal: se nos dice nada más empezar que Art of Rally está situado en un mundo alternativo en donde no se prohibió un tipo de coche de rally que es bastante peligroso para su conducción. Además, se deja querer con pequeños chistes en ciertas arengas entre pantallas, así como en las explicaciones sobre el trasfondo de los autos, los circuitos y el mundo de los rallies, como cuando asegura que los finlandeses inventaron el rally contemporáneo cuando volvían a casa después de una borrachera.
El sistema semiprocedimental de Art of Rally está pensando para que cada vez que compitas los trayectos de cada carrera sean diferentes aunque sea el mismo mapa. De este modo, se le plantea al jugador el reto no solo de conocerse el mapa, sino de que cada vez que inicie una competición deba reajustarse al nuevo trazado. También cuenta con un modo libre, que convierte cada mapa en un mundo abierto en donde el jugador podrá pilotar a su antojo y realizar alguna que otra tarea para mejorar su auto, algo que es similar al sistema de Descenders. Además, cuenta con bastantes circuitos situados en climatologías y continentes diversos, a los que hay que sumar que en Art of Rally también están los clásicos tuneos del coche, así como multitud de vehículos para desbloquear.
Como se puede esperar, al purista de Dirt igual le sale un sarpullido serio al ver los polígonos, escenarios, coches y chistes de Art of Rally, pero debería quitarse de encima los prejuicios lo antes posible porque es, si no uno de los mejores arcades sobre este deporte del motor, tal vez sí sea una experiencia ineludible para la persona a la que le gusten los juegos en los que debas pulir tus habilidades hasta convertirte en uno con el vehículo. El rally como una de las bellas artes.
‘OlliOlli World’ (Roll 7, 2021)
Vamos a hacer unos ‘tricks’
La saga de videojuegos de Tony Hawk ha sido desde hace casi dos décadas el referente de los simuladores de skateboarding. Si te gusta la patineta y hacer unos truquitos de los que se hacen en el skate y que tienen nombres tan sugerentes (y de flipados, para qué engañarse) como olli, flipside, sliding, hellflip, bigflip, etc., es un juego imprescindible. Es cierto que los Tony Hawk siempre han estado más cerca del arcade que de un verdadero simulador. Algunos juegos recientes sí están tratando de que la experiencia de juego simule la realidad del skate, pero no es el caso ni del rey Hawk ni de OlliOlli, el magnífico arcade de skateboarding que, desde hace años, es uno de mis juegos favoritos.
Mientras que los Tony Hawk apuestan por la inmersión en tres dimensiones del avatar del juego, OlliOlli se pasó al scroll lateral en dos dimensiones para centrarse más en cómo el jugador puede sacarle partido a todos los trucos posibles en un tiempo muy corto. OlliOlli fue un juego tremendamente popular, adictivo y que sigue siendo un producto de culto para muchas personas a las que, como yo, no les interesa el skateboarding lo más mínimo. Confieso aquí que si no me gusta el skate no es porque no me atraiga, sino porque, cuando tuve la oportunidad de subirme a una tabla hará unos treinta años, fui incapaz de tener la paciencia suficiente como para aprender a estar en pie sin caerme. De esos polvos de frustración, estos lodos de odio hacia los deportes que exijan un mínimo de coordinación psicomotriz. De ahí que, para purgar el pico freudiano de mi ego herido por mi propia incapacidad, OlliOlli vino a suplir de manera vicaria ese deseo oculto en lo más profundo de mi subconsciente.
Mientras escribo esto aún no ha salido OlliOlli World, la que es la tercera parte de esta saga. Se espera para final del 2021, pero en los videojuegos la certeza de las fechas de salida es algo con lo que uno no debería contar nunca. OlliOlli World promete ser muy ambicioso en cuanto a su propuesta formal y, con las imágenes que tenemos y lo que sabemos, el escaso gameplay se espera que dé lo mismo que las sagas anteriores pero en tonos pastel: un más y mejor. Uno de los juegos del que espero con impaciencia su llegada.
‘Downhill / Descenders’ (Megagon Industries, 2019 / Rage Squid, 2018)
‘Mountain goats’
Durante el 2018 y el 2019 salieron al mercado dos videojuegos muy diferente en cuanto a propuesta formal sobre el deporte del mountain bike. Por un lado, Lonely Mountains Downhill, un juego más clásico de planteamiento, pero de estética muy minimalista y preciosa, de control fluido y elegante. Por otro lado, Descenders, un juego que sigue estando en acceso anticipado y que apuesta por un tono más realista, aunque se centra en la adrenalina pura del descenso a toda velocidad por circuitos de montaña que se generan de manera procedimental. Si me preguntan, me quedo con Downhill, un juego que va incrementando su dificultad considerablemente conforme nos adentramos más en su corriente, pero que gracias a los escenarios, la estética mínima pero hermosa (del que Art of Rally parece su natural sucesor) y al cuidadísimo ambiente sonoro (¡ay, esos derrapes al borde del precipicio!, ¡cómo suenan!). Me parece mucho más interesante tanto en la forma como en el fondo que la de Descenders.
Dicho esto, es bastante comprensible que las características de Descenders atraigan mucho más que las de Downhill para un tipo de jugador específico entre los que no me encuentro. Los aspectos “multijugador” (mínimos, pero sustanciales), que los escenarios cambien con cada partida, que uno pueda recorrer los circuitos un poco a su manera y que no se le castigue con un game over, además de otras muchas más prestaciones que da este juego y que se han ido incluyendo en estos años de acceso anticipado, lo convierten en un producto abierto que da ciertas cosas que un producto más cerrado como es Downhill no te va a dar. Eso sí: Descenders es más complejo, tiene una curva de aprendizaje pronunciada y es difícil aterrizar como jugador, un poco lo que le sucede al ciclista cuando la bici va a unos setenta kilómetros por hora, cuesta abajo y por un terreno no asfaltado, es decir, necesitas horas de aprendizaje para poder disfrutar de Descenders sin tener que reventarte el cráneo. En cambio, aunque las caídas en Downhill están a la orden del día, este permite cierto sistema de progreso y aprendizaje que hace que puedas seguir avanzando y desbloqueando nuevas partes del juego sin tener que invertir una cantidad escandalosa de horas.
Sea como fuere, tanto Descenders como Downhill son perfectos para aquellos a los que os da un miedo atroz dejaros caer a toda pastilla por una pendiente con una bici de montaña. Para eso está el videojuego, para que nos ofrezca placer subrogado sin tener que pagar el peaje del peligro real.
‘Pyre’ (Supergigant Games, 2017)
‘Space Jam’
Al baloncesto no le faltan buenos simuladores que nos lleven, más o menos, la experiencia de este deporte. Desde el mítico PC Basket, de Dinamic, del cual guardo un recuerdo entrañablemente nostálgico, hasta los NBA 2K, el aficionado al baloncesto va a encontrar propuestas relevantes que sustituyan, en cierto modo, la pista de baloncesto real. Por eso traigo Pyre, de Supergigant Games, la misma empresa que ha hecho Hades (uno de los juegos estrella del año pasado). Pyre no es exactamente un simulador de baloncesto, sino una mezcla entre juego de rol y juego deportivo fantástico que está entre medias del baloncesto, el balonmano y, si me apuran, el balón prisionero. Al igual que sucede en todos los juegos de Supergigant, el juego en sí (la cancha de este deporte fantástico) se entrecruza con una narrativa rica y compleja sobre una troupé de los jugadores de este deporte (que en el juego es llamado “el ritual”, que, en fin, ¿qué es un deporte sino un ritual más de la cultura?) que recorren un escenario de lo que se suele denominar fantasía de “alto concepto”. El deporte-ritual consiste en llevar una bola de energía hasta la pira del equipo contario con el fin de apagarla. El que consiga hacerlo un número de veces acaba por imponerse en el ritual.
Como suele suceder con Supergigant, el juego se vuelve más complejo e interesante conforme avanzas, tanto en las posibilidades que ofrece el rito, como en la rica caracterización narrativa a la que este magnífico estudio sabe sacar partido en sus videojuegos. Debo decir que aunque es otro fan favorite de la crítica, desde mi perspectiva es el juego de Supergigant que menos me interesa y nunca he llegado a profundizar lo que hubiera debido ni a acabarlo. La culpa la tiene, precisamente, la falta de paciencia que he tenido siempre con este juego para dejarle que me vaya abriendo su historia y posibilidades. Mi atención tiene un límite, y cada vez la ventana de la atención es más corto debido a la tendencia mundial de capitalizar este recurso. Dicho esto, este puede ser un buen punto de entrada tanto para aquellos a los que no les gustan los deportes pero sí los juegos que parecen de deportes de fantasía (como al que no le gusta el fútbol americano pero sí el Blood Bowl) y, además, permite que os adentréis en el original mundo de los videojuegos de Supergigant, igual el estudio con el mejor músculo imaginativo del mercado.