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Un mundo por delante

Jornadas de presentación del OECM

Era oportuno, era conveniente, era necesario. La puesta de largo del Observatorio Español de Cannabis Medicinal (OECM) fue un acto de justicia con las miles de personas que cada día emplean el cannabis para mejorar su calidad de vida.

Era oportuno, era conveniente, era necesario. La puesta de largo del Observatorio Español de Cannabis Medicinal (OECM) fue un acto de justicia con las miles de personas que cada día emplean el cannabis para mejorar su calidad de vida.

El OECM es un espacio conformado por académicos, profesionales de la salud y pacientes, que nace con la vocación de desbrozar el camino para la regulación del uso terapéutico del cannabis. A pesar de llevar casi un año de trabajo y organización, el pasado veinte de septiembre se pusieron de tiros largos para presentarse al público con un acto que reunió a los referentes más importante del sector, del ámbito tanto nacional como internacional.

El acto consistió en una colección de charlas, ponencias y exposición de casos, desgranados a lo largo del día. Tras la presentación del proyecto por parte de Carola Pérez, la presidenta, acompañada de la junta directiva, la primera charla corrió a cargo de Manuel Guzmán, vocal del OECM y uno de los principales investigadores de la función neuroprotectora de los cannabinoides, por lo que su charla sobre el potencial terapéutico del cannabis mostró un panorama científico y terapéutico lleno de posibilidades, vasto y prometedor, como la imagen que debían tener los campesinos norteamericanos, en sus carretas, antes de que comenzase la carrera por colonizar el famoso Oeste. Todas las promesas por delante, todo por conocer.

Sin embargo, la verdadera declaración de intenciones y demostración de fuerza del OECM vino en la segunda charla, a cargo de Raphael Mechoulam, el padre mundial de la química cannábica y responsable directo de la entrada de la ciencia en el mundo cannábico. La charla resultó brillante y terriblemente corta.

Tras un café para digerir la presencia del más grande –seis décadas de investigación y casi cuatrocientas publicaciones científicas avalan a Mechoulam–, la sesión de la mañana continuó con una revisión de otro vocal del OECM, José Carlos Bouso, sobre los modelos estatales actuales de regulación del cannabis medicinal. Tras la mirada pertinente hacia la legislación nacional e internacional aplicable, salpimentada por datos relativos al número y porcentaje de personas usuarias en diferentes estados con cannabis terapéutico legal, expuso las variaciones entre modelos de estados como Uruguay, Canadá o territorios de Estados Unidos. En una charla con tanto potencial de debate político, se pudieron intuir dos de los mensajes que el OECM parece haber hecho propios, ya que se corroborarían luego en otros participantes: el primero es el de que la legalización del cannabis es una cuestión política, entendida la política como la gestión resultante de unas elecciones, y que los posibles peligros de malas prácticas de las empresas multinacionales farmacéuticas deben ser reducidos por estos mismos representantes electorales.

Algunas preguntas y otras propuestas

Además de todo el alcance científico-médico que promete el OECM, hay que añadirle la virtud de provocar espacios de debate social. El cannabis puede ser introducido en los circuitos terapéuticos mediante mecanismos estatales, sin duda, pero también puede ser entendido como una herramienta para replantear los conceptos de salud pública y autogestión de la salud. ¿El modelo de legalización debe venir por vía legislativa, o tras un debate social abierto e inclusivo que permita un consenso en dicho modelo? ¿Es lícito que las mismas instituciones que, con el discurso de la buena salud pública, han mantenido en la criminalidad a las personas que usan el cannabis terapéutico, que han condenado al dolor a muchas otras personas, ahora se enriquezcan mediante impuestos o privatizaciones del uso terapéutico del cannabis, también bajo el discurso de la buena salud pública? Es más, ¿podemos afirmar que la comunidad de personas enfermas que se han autoabastecido de cannabis terapéutico durante la prohibición ya no deben seguir haciéndolo de igual modo, si lo desean, para darle beneficios a las empresas farmacéuticas?

Muchas cuestiones de esa índole se quedan en el tintero y, desde esa perspectiva, la aparición de una entidad como el OECM abre ese debate y obliga al movimiento social cannábico, y a los movimientos populares, a estructurarse para desarrollar sus propias propuestas de legalización.

La siguiente charla profundizó en este debate, con las empresas farmacéuticas como protagonistas. José Martínez Orgado ofreció una de las charlas más pedagógicas del día al mostrar, de forma didáctica, el proceso de desarrollo de un medicamento aprobado por las agencias oficiales, con sus dificultades, ventajas e inconvenientes. De nuevo, en esta charla se retiró el foco malvado de las multinacionales farmacéuticas para colocarlo sobre su control por parte de los representantes electorales. De hecho, se puede estar de acuerdo con ese discurso: una multinacional farmacéutica no es mejor ni peor que cualquier otro tipo de empresa, solo busca el lucro. Pero en el debate no apareció quién es el cliente de las farmacéuticas: el cliente de una farmacéutica no es la persona, es la enfermedad de una persona. Una persona sana puede elegir entre un producto u otro, pero una persona enferma necesita un producto determinado. No puede elegir tomar otro medicamento, es la enfermedad la que determina su elección. Esto abre el debate de si, como sociedad, no tenemos derecho a una mayor autogestión de nuestra propia enfermedad para ganar en libertad, sobre todo teniendo en cuenta la bondad de los cannabinoides, tanto en efectos secundarios como en toxicidad.

Raphael Mechoulam en su intervención
Raphael Mechoulam en su intervención
Joan Parés, Javier Pedraza y una paciente hablando del uso del cannabis en enfermedades neurodegenerativas
Joan Parés, Javier Pedraza y una paciente hablando del uso del cannabis en enfermedades neurodegenerativas
Pacientes y asistentes posando a la salida
Pacientes y asistentes posando a la salida
Pacientes y asistentes posando a la salida
Pacientes y asistentes posando a la salida
Manuel Guzmán y Carola Pérez
Manuel Guzmán y Carola Pérez
Paulina Bobadilla, Cristina Sánchez, Ana María Gazmuri y Mara Gordon
Paulina Bobadilla, Cristina Sánchez, Ana María Gazmuri y Mara Gordon
Mariano García de Palau, Guillermo Velasco, José Carlos Bouso y Ekaitz Agirregoitia
Mariano García de Palau, Guillermo Velasco, José Carlos Bouso y Ekaitz Agirregoitia

Rescato la imagen de los colonizadores del Oeste, porque esa misma impresión me transmitieron las intervenciones de todos los investigadores: tras décadas de financiación escasa, limitaciones legales y falta de confianza pública y privada, por fin se encontraban en la línea de salida de un mundo por descubrir y evaluar. Un mundo lleno de tierra fértil y posibilidades para la gente capaz de trabajar, pero también un mundo donde es lógico pensar que quien tenga un patrocinador más potente también tendrá la posibilidad de llegar más lejos.

Por otro lado, no se escondieron los conceptos más populares de la ciencia, que vinieron de la mano de Mara Gordon y el proyecto Aunt Zelda’s, situado en el marco regulatorio favorable de California. Un espacio, de lo que ahora comienza a llamarse “ciencia ciudadana”, destinado al tratamiento directo de los pacientes, pero con una estricta sistematización y tratamiento de datos, para poder generar conocimiento abierto y cooperativo.

La colocación de estas dos charlas juntas hay que ponerlas en el haber del OECM, que de forma implícita, sin caer en discursos, permitió un choque de modelos en la mente de los asistentes, alimentando de nuevo un debate que el mundo cannábico y los movimientos populares no deberían evitar. La reflexión de si el cannabis ha de ser patrimonio de todos y todas o un medicamento más, gestionado por el estado y las farmacéuticas, no es una simple cuestión teórica: la universalidad de acceso a los principios activos, la gestión de los recursos propios, el consumo social y ecológico y la diferencia de precio entre un producto y otro son cuestiones que vertebrarán la realidad terapéutica de millones de personas. El ejemplo de Aunt Zelda’s abre las puertas a los clubes terapéuticos para organizar y sistematizar su conocimiento con el objetivo de generar herramientas de decisión, tanto individuales como colectivas, para el correcto uso del cannabis terapéutico, sin necesidad de pasar por el enorme incremento de precio que conllevan los productos médicos basados en cannabinoides. Desde esta perspectiva, la legalización del cannabis parece una oportunidad única de avanzar hacia un modelo de economía diferente.

La parte de activismo social terminó con la emotiva intervención de Ana María Gazmuri, exponiendo el proyecto de la Fundación Daya. Aquí sí: presión popular, autocultivo, soberanía terapéutica, acción directa y coordinación popular se unen en su funcionamiento. El cannabis como herramienta popular de autogestión, como eje para vertebrar la propia conciencia de enfermedad. El proyecto de la Fundación Daya tiene mucho de la moderna idea de un pie en las instituciones y otro en la calle, soportado por una presencia muy mediática.

Revuelo mediático

Una tarde apasionante

Tras una rápida comida, la tarde se presentaba apasionante. El modelo elegido cambiaba, y cada espacio fue una presentación de potencial del cannabis en diversos campos, moderados por expertos y profesionales y ejemplarizados por personas usuarias. Este formato, ambicioso, potente y útil, se quedó corto, aunque, sin duda, pretendía más ser un ejemplo que una realidad, ya que los encuentros entre pacientes y expertos continuaban a lo largo del día siguiente en la asociación Dosemociones.

Sin desmerecer ninguna intervención, de especial interés resultó el ejemplo de epilepsia infantil de Javiera, una chica tratada en Fundación Daya, y la reivindicación de su madre de la ciencia y organización popular; así como el ejemplo personal de Ekaitz Agirregoitia en obtener datos y analizarlos a partir de su propia enfermedad de Crohn. También se trataron los casos del cáncer, el dolor y el prometedor campo de las enfermedades neurodegenerativas.

Para finalizar, es justo sintetizar que el acto propuesto por el OECM representó más que un paso: fue una zancada hacia adelante en la regularización del cannabis medicinal, un canto a la ciencia reglada, pero también una puerta abierta a otros modelos de aprendizaje y desarrollo terapéutico colectivo. Carola Pérez, la presidenta del OECM, destacó entre sus logros la presencia de varios representantes de partidos políticos en la sala y la amplia agenda de trabajo, con representantes electorales, que tenían por delante, lo que deja entrever la dirección de su trabajo. Sin embargo, dejaron suficientes guiños para entender que la mano está abierta a espacios de construcción social en torno al cannabis terapéutico. En el camino hasta la regulación, el OECM nace, en palabras de Cristina Sánchez: “Para morir cuando se consiga dicho objetivo”. Pero, en este camino, el movimiento social cannábico y los movimientos populares deben comenzar a avanzar con sus propias construcciones y propuestas si desean que dicha regulación tenga connotaciones sociales y políticas más allá de las económicas.

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