El cannabis, en un contexto de viaje, puede sumar calma y creatividad si se usa con sentido. En varios países y ciudades de Europa y América Latina el consumo adulto en espacios privados y, públicos regulados se va normalizando.
No todos los destinos permiten lo mismo, pero la idea es disfrutar sin improvisar en la calle ni molestar a nadie. Para quien viaja lo primero es informarse con respecto a qué está permitido en el lugar de destino, dónde se puede consumir y qué formatos son mejor tolerados por la normativa local. Elegir alojamientos con terrazas o espacios al aire libre y planificar momentos de consumo ayuda a evitar malentendidos.
Una gran regla de oro es no cruzar fronteras con cannabis, aunque vengas de un lugar donde sea legal. En aeropuertos, terminales y pasos fronterizos el transporte suele estar prohibido y pueden existir sanciones. Por eso, la forma más segura de viajar “con cannabis” es consumir solo en el lugar de destino, en contextos permitidos y sin trasladar productos. Incluso entre regiones o provincias, las normas pueden variar, por lo que conviene no llevar restos, envases ni flores en la mochila; mejor, desechar residuos de manera responsable antes de cambiar de jurisdicción.
Para una experiencia agradable, menos es más, iniciando tu viaje con dosis bajas, priorizando comestibles, lee sus etiquetas o pregunta por la potencia, siempre respeta las normas de alojamiento y si no hay locales o clubs, el consumo privado, donde la ley lo permita, es la opción más discreta.
Por último, siempre es bueno considerar el “set & setting” comiendo bien, descansando y eligiendo lugares tranquilos. No olvides llevar agua, algo dulce y un abrigo ligero que harán la diferencia en caminatas largas o noches frías. En síntesis, turismo y cannabis pueden llevarse bien cuando hay información, respeto y contexto. No se trata de “viajar para colocarse”, sino de integrar el cannabis eligiendo momentos y priorizando que la experiencia sea más amable para ti y para quienes comparten el destino.