Un informe de la Global Commission on Drug Policy pide que se reclasifiquen todas las drogas pues consideran que la actual agenda las coloca en posiciones que no corresponden con su peligrosidad, sino con la ideología de los que las prohíben.
La calcificación actual sobre la peligrosidad de una droga específica tiene que ver con la política y no con que la droga sea o no dañina. Según esta afirmación la Global Commission on Drug Policy pide que los países vuelvan a replantearse qué están haciendo cuando colocan una droga en una clasificación en lugar de en otra.
Por supuesto, la Global Commission on Drug Policy quiere que las drogas se clasifiquen por su peligrosidad o el daño que pueden hacer a la persona que la consume y no porque un político crea que es peligrosa. Deben ser los científicos que las estudian los que consideren qué lugar les corresponde a cada una de ellas. Esta comisión considera que los países están “sesgados” y promueven políticas en contra de las drogas que son “inconsistentes”.
Por ejemplo, este tipo de clasificación provoca que en algunos países se prohíba operar con anestesia basada en opiáceos debido a que estos están clasificados como peligrosos, lo que lleva a situaciones de mucho dolor que puede evitarse. Estas injustas clasificaciones también son culpables de las cárceles superpobladas o de que algunas enfermedades se propaguen. Todo esto se acabaría si algunas de estas drogas estuviesen reguladas en lugar de prohibidas.
La Global Commission on Drug Policy solicita que la Organización Mundial de la salud ataje este problema de manera seria y se plantee reorganizar la clasificación de las drogas a nivel mundial. Por ejemplo, la cocaína, heroína o la marihuana fueron clasificadas hace 30 años. Sería adecuado que, a la luz de lo que sabemos ahora, se volviera a contemplar si les corresponde el lugar donde están metidas. Esta comisión insiste, además, en que la clasificación errónea ha causado un mal mucho mayor del que se supone que pretendía evitar. Uno de estos males es la llamada “guerra contra las drogas” y las alas que la prohibición dio a los narcotraficantes durante la década de los 70 y 80.
El problema no es solo que la gente no pueda decidir libremente qué meterse en su cuerpo. En algunos países el acceso a medicinas básicas está prohibido por culpa de este tipo de clasificaciones que impiden que haya opiáceos disponibles. Es un problema enorme, sobre todo en los países pobres que restringen este tipo de medicinas hasta el paroxismo. La malaria o la tuberculosis aumentan entre 75-80% en los lugares donde la posesión de drogas está prohibida.