Hay un hecho poco conocido pero muy revelador sobre cómo funciona el mundo. Resulta ser que la inmensa mayoría de los desarrollos tecnológicos, en cuanto a innovación, se producen en el ámbito militar. Medicina, transporte, energía, seguridad y un largo etcétera. Los primeros años de aplicación de estas tecnologías son para uso exclusivo de los militares, de aquí el espionaje e infiltración. Posteriormente estos avances son transferidos (puestos a la venta) en el ámbito civil. En un primer estadio de comercialización, solamente las élites lo pueden pagar y, al cabo de los años, resultan accesibles para el gran público.
Los momentos de “crisis mundial” son la excusa perfecta para que desde el ámbito militar emerjan tecnologías y mecanismos de control con el fin de restringir la libertad de los individuos. Ya empezamos a vislumbrar como la crisis de la covid-19 conllevará la implementación de estas tecnologías que, bajo la presentación de la “salvaguarda de la salud pública”, servirán de pretexto para la vulneración reiterada de derechos. Un mantra que ya conocemos, puesto que en la larga cola de colectivos estigmatizados yacen las personas que consumen drogas.
Para finales de 2020 se prevé que en los Airbus se instale una “nariz artificial” que contiene células vivas y microprocesadores capaces de oler el aire, y detectar la presencia de virus, bombas y drogas. El dispositivo contiene células Hek o astrocitos, un tipo de células cerebrales que han sido modificadas genéticamente para que dispongan de receptores olfativos. ¿Será el fin de los perros policía? Muy probable. ¿Será el inicio de una nueva era de control social y restricción de las libertades? Seguro. Personas de piel negra, comunistas, consumidores de drogas, terroristas, portadores de virus… Excusas y tecnología al servicio de la policía para tratar a los adultos como niños. Avales para que sus acciones queden impunes #BlackLivesMatter