Al sureste de Bolivia, a más de 4000 metros de altura, en la cueva del Chileno, descansó durante más de 1000 años la bolsa de las drogas de un chamán donde se han hallado restos de alcaloides de cocaína, benzoilecgonina, bufotenina y los dos principales ingredientes de la ayahuasca, además de dos tabletas talladas en madera para inhalar sustancias, un tubo para aspirar, dos espátulas de hueso de llama y otros utensilios drogofílicos.
Esta revelación ejemplifica a la perfección el hecho de que la ebriedad es consustancial a la evolución de la humanidad, que no es otra cosa que la transformación de la consciencia, la fuente de donde emana la cultura y las relaciones sociales y ambientales.
En Canadá se ha producido una nueva victoria que viene a normalizar lo que nunca fue un problema, el uso de ayahuasca en contextos ceremoniales.
Actualmente, ya hay cinco iglesias cuyo sacramente podrá ser importado sin problemas legales y, además, se facilitará la investigación científica sobre los efectos y potenciales beneficios de esta práctica ancestral.
En un mismo orden de cosas, en menos de 30 días, dos ciudades de los EE UU han logrado que la policía no dedique más recursos a perseguir y multar casos relacionados con la psilocibina y/o los hongos alucinógenos, Denver y Oakland.
En el segundo caso, la medida va más allá y afectará a todas las “plantas enteógenas psicoactivas”. Poco a poco los psicodélicos se van configurando como el siguiente caballo de Troya para desmantelar el discurso y la farsa prohibicionista.
Cannabis y psicodélicos son sustancias con un amplio margen de seguridad que han acompañado al ser humano desde tiempos inmemorables y que están llenando un vacío que la espiritualidad y la medicina modernas no saben o no pueden cubrir.
¡Avancemos sin miedo! ¡Ni un paso atrás!