El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan (en la foto), ha vuelto a lanzar un mensaje muy claro sobre lo que piensa del cultivo del cannabis: quiere recuperar lo que ha sido un cultivo tradicional en Turquía.
“Recuerdo que mi madre tejía bolsas que usábamos para hacer las compras. No las descartaba inmediatamente sino que las reutilizaba. E incluso si las descartaba, eran ecológicas”, afirmó un nostálgico Erdogan, al que sin embargo no le falta razón.
Y añadió: “En este país destruimos el cannabis a causa de algunos enemigos disfrazados de amigos”, en referencia a las presiones que los Estados Unidos ejercieron para acabar con el cultivo y limitar así un posible tráfico de drogas. Erdogan ni mucho menos está solo en su defensa.
El Centro de Estudios Estratégicos de Eurasia (ASAM), dedicado a la supervisión de las políticas comunes a países de la zona, posee una unidad de análisis de los temas referentes al cannabis, el Instituto del Cannabis; su director, Erdem Ulas, afirmó que la marihuana se puede usar en la industria del papel, lo que permitiría evitar la tala de árboles: “El cannabis tiene 85 tipos de celulosa y puede reciclarse ocho veces”, señaló.
Por otra parte, Abdurrahman Dilipak, un destacado escritor islamista, ha defendido el uso de la planta para la medicina: “Se deben producir medicamentos a base de cannabis y distribuirlos sin cargo bajo supervisión médica”, escribió en un artículo reciente, argumentando que tal medida contrarrestaría el tráfico ilegal. El ministerio de Agricultura ya ha preparado un proyecto para renovar su tradición.