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Turquía mantiene su línea dura frente al cannabis pese al interés terapéutico

Pese a su rica historia vinculada a esta planta, el país mantiene una legislación prohibicionista que apenas tolera su uso médico e industrial bajo fuertes restricciones.

El cannabis, conocido localmente como kenevir, tiene profundas raíces culturales y agrícolas en Turquía, donde su cultivo se remonta a hace más de 4000 años. Fue ampliamente utilizado durante el Imperio Otomano para la fabricación de textiles, cuerdas y remedios tradicionales. Sin embargo, esta tradición se vio interrumpida en el siglo XX con la entrada en vigor de legislaciones represivas impulsadas por la presión internacional y los compromisos de este país suscritos en el marco de la guerra contra las drogas.

Actualmente, el consumo recreativo de cannabis está penalizado con hasta cinco años de prisión. Las personas sorprendidas con marihuana pueden ser derivadas a programas de tratamiento, aunque la reincidencia implica penas carcelarias obligatorias. Las penas por venta, tráfico o distribución son incluso más severas, reflejo de una política que prioriza la represión por sobre la salud pública.

No obstante y desde 2016, se permite el uso de ciertos medicamentos como Sativex, pero solo bajo receta y en condiciones estrictamente reguladas. La planta continúa prohibida y su importación está limitada a productos farmacéuticos supervisados por el Ministerio de Salud, mientras que los médicos deben estar registrados oficialmente para prescribir estas terapias.

En paralelo, el cultivo industrial de cáñamo está autorizado en 19 provincias bajo vigilancia estatal. Esta producción debe cumplir con normas estrictas, incluyendo la destrucción de los residuos vegetales tras la cosecha para evitar desviaciones al mercado negro. Aunque el gobierno permite ampliar esta actividad a otras regiones mediante autorización especial, el control sigue siendo estricto.

Pese a estas restricciones, el cannabis es la sustancia psicoactiva ilícita más consumida del país. Aunque una encuesta nacional de 2011 indicaba solo un 0,7 % de uso a lo largo de la vida, estudios recientes sobre aguas residuales en Estambul muestran un consumo significativo, especialmente en barrios populares. La capital económica de Turquía figura entre las ciudades con mayor consumo urbano de cannabis a nivel mundial.

Aun con la prohibición vigente, el interés en el cannabis medicinal crece entre la población y se estima que el mercado farmacéutico obtendrá ingresos derivados del cannabis que alcanzarán los casi 34 millones de dólares en 2025 y los ingresos generales del cannabis superen los 230 millones de dólares.

La situación del cannabis en Turquía refleja la tensión: aunque la planta ha sido parte integral de la historia del país, el enfoque prohibicionista actual limita sus posibilidades terapéuticas e industriales. El crecimiento del interés popular y el avance global en regulaciones podrían abrir, a mediano plazo, un camino hacia una política más sensata.

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