En el año 1969 se publicó en la Psychedelic Review un artículo titulado “El uso de agentes psiquedélicos en niños autistas esquizofrénicos”. Se registraban resultados muy prometedores, principalmente con el uso de dosis de cien microgramos semanales durante periodos de tiempo bastante dilatados.
El estudio carecía de las garantías científicas que hoy se reclaman. Aún en la actualidad es muy difícil hacer estudios de doble ciego con los psiquedélicos, pero el trabajo apuntaba a mejoras espectaculares en la mayoría de los casos.
A causa de los motivos que todos conocemos, fue imposible seguir con este tipo de estudios, por la ignorancia y cerrazón, no solo del estamento político, sino también, en cierto modo, del científico.
Ocurrió algo semejante con los ensayos que se hicieron a principios de los años sesenta del siglo pasado, algunos de ellos en España, con el trastorno obsesivo compulsivo (TOC), en los que el uso de la LSD tuvo muy buenos resultados a la hora de proporcionar alivio, en gran medida, a las personas que sufrían este tormento.
En ambos casos, algunas personas valientes, siendo conscientes de que la prohibición del uso de estas sustancias es solo fruto de la ignorancia, han explorado por su cuenta esta posibilidad.
El tema del autismo es complejo. Existe una gama muy amplia dentro de este trastorno, que va desde el autismo incapacitante hasta un espectro autismo que padecen algunas personas, que siguen socialmente funcionando, pese algunos problemas, principalmente en el ámbito emocional y el de las relaciones sociales.
En algunos casos se habla de síndrome de Asperger. Las personas aquejadas de este suelen funcionar relativamente en la sociedad, generalmente dedicándose a las nuevas tecnologías, que representan un espacio en el que pueden medrar y conseguir una cierta autonomía.
Como digo, algunas de estas personas han empezado a utilizar la LSD, en ocasiones en el rango de las microdosis o en dosis moderadas inferiores a cien microgramos.
El destacado neurocientífico V.S. Ramachandram apunta que el autismo está relacionado con las neuronas espejo, y aventura que el uso de sustancias como la MDMA podría también ser muy útil en estos casos. Estamos hablando de un neurocientífico prestigioso y poco sospechoso de ser alguien excesivamente vanguardista.
Algunas personas con autismo que se han aventurado por su cuenta en el uso de la LSD afirman que han encontrado, con su utilización, una gran mejora de sus síntomas y, en algunos casos, prácticamente una resolución de sus principales problemas. Muchos llegan a decir que la LSD les ha permitido percibir la información sensorial crítica relacionada con las relaciones sociales, que antes les era negada, y navegar a través de ella.
Se suele decir que uno de los problemas que sufren las personas con autismo es su desconexión, o el tener conexiones cerebrales muy débiles, lo que les afecta en el terreno de las relaciones sociales. La LSD conecta estos procesos, débilmente vinculados en personas que padecen este trastorno, consiguiendo de este modo que la sustancia sea un potente amplificador neurológico que les ayuda a moverse con más donaire por la vida. No hay que olvidar que el autista suele interpretar las experiencias mediante antiguos mapas del pasado, en lugar de procesar la información sensorial en el presente.
Los autistas funcionales se suelen relacionar con la gente, pero de una forma forzada. En realidad, para ellos las relaciones con los demás son un tormento y por esto las eluden. Algunos de ellos, mediante el uso de la LSD, han conseguido que dichas relaciones sean fluidas y dejen de ser algo amenazador.
Al tomar LSD, recuperan la habilidad de afrontar nuevos problemas que antes eran imposibles de superar. Se sienten como músicos de jazz que pueden improvisar con otros músicos, sin temor ni necesidad de partitura, en gozosas jams. Además, muchos de estos logros acaban siendo permanentes, sin tener que recurrir constantemente a la sustancia. De repente, son conscientes del lenguaje corporal, la intención y las expresiones faciales, algo que antes se les negaba, y descubren por primera vez lo que significa realmente la empatía.
Es una auténtica vergüenza científica que se siga sin poder utilizar la LSD, la psilocibina o la MDMA en estas y otras problemáticas. Por suerte, hay gente valiente que hace caso omiso a esta sinrazón y navega por estos espacios, comunicando sus logros para ser útil a los demás. Auténticos exploradores de nuevos territorios: psiconautas a los que hay que aplaudir sin reservas.