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Descloroketamina: artista de los disfraces

Entre las muestras recibidas por Energy Control para su análisis, ocasionalmente alguna resulta no ser la sustancia que el usuario pensaba que era. Esto provoca que mucha gente entre en contacto con sustancias que desconocen y que tal vez nunca sean conscientes de que las han llegado a probar.

Entre las muestras recibidas por Energy Control para su análisis, ocasionalmente alguna resulta no ser la sustancia que el usuario pensaba que era. Esto provoca que mucha gente entre en contacto con sustancias que desconocen y que tal vez nunca sean conscientes de que las han llegado a probar. Es de esta manera que mucha gente consumió de forma accidental la descloroketamina, una droga prácticamente desconocida que a principios del 2015 se vendió repetidamente como ketamina.

Alrededor del 2014, por razones que no están del todo claras, se observó una escasez mundial de ketamina. Una de las teorías es que un cambio legislativo en la India, uno de los grandes exportadores de ketamina, hizo que su producción y distribución tanto legal como clandestina fueran mucho más complicadas. La demanda de la ketamina no disminuyó, pero la oferta sí. Como resultado, oportunistas vendieron cualquier cosa que pudiera pasar por keta, y aparecieron adulterantes como la metoxetamina, la metoxfenidina y la descloroketamina.

Las dos primeras se conocían ya como NPS (las siglas en inglés de “nueva sustancia psicoactiva”) en otros países, y sus efectos son hasta cierto punto similares a los de la ketamina. La descloroketamina, en cambio, prácticamente no se conocía y había muy poca información sobre ella en internet. Apareció en el mercado por una vía muy poco común: disfrazada de una droga más conocida. Esto es inusual, ya que la trayectoria normal de una NPS parece ser algo parecido a esto:

  • Alguien descubre (mefedrona) o diseña (MXE) una sustancia que parece que puede tener efectos psicoactivos agradables.
  • Encarga su síntesis a un laboratorio suficientemente legítimo para tener la capacidad de llevarla a cabo, pero suficientemente turbio como para estar dispuesto a hacerla.
  • Recibe la sustancia y la distribuye a través de foros a beta-testers, que la prueban y dan su opinión. Si esa opinión es favorable, se tira adelante.
  • Se vende en páginas web “no para consumo humano” y solo para “fines de investigación”.
  • Empieza a ser conocida y la compran y consumen usuarios por variadas razones, sea conveniencia, legalidad, curiosidad, etc., y comentan sus experiencias por internet. A medida que aparecen estas experiencias, se dan a conocer los efectos de la sustancia.
  • Al cabo de un tiempo puede llegar a manos de alguien que la usa o bien para cortar alguna de las drogas clásicas, o directamente las vende como si fueran estas.

En el caso de la descloroketamina, los pasos están desordenados. No existía prácticamente información sobre ella en enero del 2015, cuando se encontró por primera vez como adulterante en una muestra de ketamina (paso 6). Alrededor de agosto del 2015 se puso a la venta en el mercado gris (paso 4), y a partir de entonces empezó a salir información sobre ella (paso 5).

Captura ketamina

Pero bueno, a lo que íbamos: ¿qué es la descloroketamina, exactamente? Pertenece a la misma familia que la ketamina: los disociativos anestésicos. Como se puede apreciar, las estructuras de las dos son muy parecidas, siendo la única diferencia que la DCK no tiene un cloro donde la keta sí. Parece un cambio pequeño, pero a nivel de efectos la cosa cambia considerablemente.

La DCK tiene una duración de entre 3 y 6 horas. Una dosis light produce un estado de relajación, euforia leve y una agradable sensación corporal, así como un cambio en la percepción de la realidad caracterizado por una sensación de disociación. Como con la mayoría de los disociativos anestésicos, la percepción del tiempo se ve afectada y se pueden producir alucinaciones leves. Estas alucinaciones son diferentes a las de los psicodélicos serotonérgicos como el LSD y las setas; se caracterizan por un sentimiento de despersonalización (la sensación de que las cosas no son reales o de estar en un sueño) y suelen ser menos visuales.

Una dosis normal produce efectos similares a los de una dosis light, pero obviamente más intensos. Esa sensación de disociación puede transformarse en la ilusión de estar fuera del propio cuerpo, y suele producirse una analgesia notable. Además, puede presentarse amnesia y la persona tiende a confundirse con más facilidad. Con una dosis fuerte, además de los efectos descritos pueden producirse alucinaciones vívidas, como, por ejemplo, aparecer en paisajes ficticios e incluso ver a personajes imaginarios. En comparación, la ketamina es bastante parecida, pero la gente no suele tener tantos problemas con amnesia y confusión, y la describen como una experiencia más cálida y agradable, mientras que la DCK parece más fría y clínica. En contraste, la keta tiene una duración de entre 1 y 2 horas, y una dosis light está entre 20 y 50 miligramos; una dosis común entre 50 y 125, y una dosis fuerte por encima de 125. Podemos ver que la DCK es bastante más potente por peso y con una duración más larga.

Observemos las experiencias, explicadas en internet, de dos usuarios diferentes. Uno toma 30 miligramos de descloroketamina y el otro 50 de ketamina.

DCK (una hora después de esnifar la sustancia): “Me desplazo al sofá y, a partir de aquí, el tiempo pierde todo sentido. Soy catapultado a un vacío inmenso y negro. Toco suelo y me puedo levantar y pasearme pero soy incapaz de progresar. Este vacío parece ser infinito en todas las direcciones. Después de lo que parecen ser años retorno a mi apartamento, me levanto y pongo la tele”.

Ketamina (a los minutos de esnifar la sustancia): “La sensación que estaba experimentando era muy agradable, y moví la cabeza mientras gozaba de la música. Poco después se pasaron los efectos y tomé otra raya un poco más grande. Me volví a poner los auriculares y disfruté de la música”.

Obviamente, 30 miligramos de descloroketamina es una dosis fuerte, mientras que 50 de ketamina está entre light y común, y los usuarios tuvieron experiencias proporcionales a esto. Pero imagina que te vas a ir de fiesta y has comprado lo que piensas que es keta, aunque no tardarás en descubrir que no lo es. Te apetece que la música suene un poco mejor, así que tomas una dosis pequeña. En vez de una mejora en la música, eres catapultado a otra dimensión oscura e infinita, y después de 1 hora (igualmente el tiempo pierde bastante el sentido debido a los efectos de los disociativos), cuando ya tendrías que estar empezando a bajar, te quedan 5 horitas más de experiencia. Hasta el más veterano psiconauta se llevaría un susto cuanto menos.

Así pasó con la descloroketamina vendida como ketamina; los usuarios reportaban experiencias mucho más intensas, más largas de lo esperado y generalmente negativas. Algunos afirmaban perder la capacidad de hablar durante unas horas, y el hecho de quedarse inmóvil mientras dura la experiencia seguramente no es muy divertido en un ambiente dinámico y ruidoso como sería una fiesta. Por eso, a medida que el mercado de la ketamina se ha ido recuperando, la DCK no aparece tan a menudo (igualmente, hay que andarse con ojo: en el 2016, Energy Control ya ha analizado 10 muestras que llevaban DCK).

Dejando de lado el uso de la DCK como adulterante, hace un año y medio que está disponible en el mercado gris, y no parece haber un aumento notable en su uso. Poca gente habla de ella o comparte experiencias nuevas, e incluso son más populares otros miembros de la familia de los disociativos, como el 3-MeO-PCP o el 2’-Oxo-PCE. Es posible que a causa de la mala reputación que ha obtenido como adulterante, nadie quiere dedicarle a la descloroketamina la atención que se merece, o quizás simplemente es una sustancia poco interesante con mejores alternativas de similar disponibilidad.

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