Según la legislación española, cualquier producto cannábico que contenga menos del 0,2% de THC se considera cáñamo y se puede comercializar. Típicamente, esta ley estaba pensada para permitir el uso del cáñamo en el sector textil o alimenticio, no el fumado. Sin embargo, abusando en la interpretación de esta misma ley, están apareciendo productos cannábicos que tienen menos del 0,2% de THC, una concentración alta de otros cannabinoides (CBD, CBG, etc.) y una apariencia y sabor igual a la marihuana “clásica”. Pero, ¿hay trampa?, ¿hay proveedores que añaden terpenos u otros cannabinoides para potenciar su producto? En este mercado no regulado, todo es posible.
Aunque hay distintas interpretaciones, en principio, vender esta marihuana con menos de 0,2% THC es perfectamente legal, siempre y cuando el vendedor señale en el envoltorio que no está permitido fumar el producto. Como la mayoría proviene de selección artificial de genéticas ya establecidas, el producto final realmente puede dar el pego; los cogollos, bien tratados, tienen una apariencia atractiva, tricomas y los mismos terpenos que le dan el sabor y el aroma al cannabis. Podríamos llamarla, para distinguirla del cáñamo y de la marihuana, cáñamis: toda la legalidad del cáñamo; todo el aroma y la calidad del cannabis para fumar.
El problema, sin embargo, es que conseguir cogollos que no tengan casi THC, pero sí otros cannabinoides en altas concentraciones, es difícil. Como el mercado no está regulado, a veces hay vendedores que añaden aditivos para mejorar el producto. Recientemente, en Energy Control, hemos detectado unas cuantas muestras de cáñamis que contienen un cannabinoide muy peculiar, el delta-8-THC.
El delta-8-THC (también disponible en el mercado en formato Delta 8 THC Gummies) es un análogo del THC que produce efectos muy parecidos a este, aunque menos potentes (entre 50-66% de la potencia del THC). A nivel legal, seguramente no está fiscalizado en España, y no se incluye dentro del requisito de menos de 0,2% de THC. Químicamente, estos dos compuestos son muy parecidos (el nombre completo del THC es delta-9-THC), siendo la única diferencia la posición de un doble enlace en la estructura molecular. Aunque parece un cambio pequeño, es suficiente para producir efectos ligeramente diferentes. El principal es la diferencia de potencia, pero el delta-8-THC puede producir un incremento en el ritmo cardiaco, ojos rojos, sequedad en la boca y garganta, cambios en la percepción visual, del tiempo, etc. Aparece de forma natural en el cannabis, aunque en concentraciones muy bajas, y la mayoría de delta-8-THC se sintetiza partiendo del THC o CBD.
Entonces, ¿cómo puede ser que algunas muestras que hemos analizado tengan una concentración de delta-8-THC superior al 5%? Lo más probable es que partan de una planta que ha producido cogollos con menos del 0,2% de THC y utilizando solventes incorporen un concentrado de delta-8-THC a esos cogollos, obteniendo así un producto que se puede vender como cáñamo o “hierba CBD”, pero que produce un colocón muy similar a la marihuana de toda la vida. Esto presenta varios problemas. Por una parte, es deshonesto, ya que la mayoría no anuncian que contenga este cannabinoide, y el usuario puede llevarse una experiencia muy diferente a la esperada si su objetivo al consumir un producto cannábico era terapéutico en vez de recreativo. Por otra parte, el proceso de producción de delta-8-THC implica el uso de ácidos fuertes y otros productos químicos nocivos, y hay que mantener unos estándares mínimos de calidad para evitar el riesgo de acabar con un producto no apto para el consumo humano.
También se ha empezado a vender el delta-8-THC como concentrado y en productos cannábicos, sin ocultar su presencia. En países con legislación más restrictiva, es una atractiva alternativa al THC de toda la vida, ya que, según algunas fuentes, tiene cualidades terapéuticas iguales a este y efectos psicoactivos muy parecidos. Con respecto a la salud, seguramente tiene un perfil de riesgo parecido al del THC, aunque sería necesario disponer de más investigación al respecto para confirmarlo. No está claro si provoca un falso positivo en los drogotest, o si es claramente diferenciable en análisis realizados sobre incautaciones.
Como no hay leyes que regulen estos productos, muchas compañías no realizan un control de calidad adecuado. Esto significa que, aparte de los típicos problemas que esto ocasiona en la industria (presencia de hongos, pesticidas y metales pesados en cogollos de marihuana), también existe el grave riesgo de ingerir productos químicos nocivos. La solución que emplean distribuidores de productos cannábicos destinados al consumo fumado solo arregla el aspecto legal: añadir avisos en el empaquetado eximiéndolos de responsabilidad, como, por ejemplo: “Inflorescencia femenina de cáñamo para uso técnico, coleccionismo, ornamental y aromático. No trague el producto, no es apto para la combustión, manténgalo fuera del alcance de los niños”.
En resumen, si te lo fumas y tienes alguna consecuencia es problema tuyo, aunque el producto esté claramente destinado para ese uso. Este problema es independiente del delta-8-THC. Sin control de calidad, no se puede asegurar que un producto cumpla los requisitos necesarios para considerarse apto para el consumo humano. Esta reciente oleada de productos de “cáñamo”, que se llegaron a vender en estancos con un atractivo empaquetado, y el hecho de que algunos distribuidores utilicen aditivos cuestionables para hacer que su producto destaque, remarca la necesidad de algún tipo de regulación oficial. El futuro de la industria del cáñamo es incierto, pero está claro que ha crecido más allá del sector textil y alimentario. ¿Cómo reaccionará nuestro gobierno?: ¿prohibirán el cáñamis?, ¿legalizarán la marihuana?, ¿o harán algo intermedio?
Referencias
https://en.wikipedia.org/wiki/Delta-8-Tetrahydrocannabinol
https://www.cannabislegalhighlights.com/2021/05/2178/
https://www.gq.com/story/delta-8-thc-is-the-next-big-thing-in-weed
https://www.projectcbd.org/politics/delta-8-thc-controversy