Guía para ver y leer una planta sagrada
En los últimos años, las publicaciones, producciones audiovisuales y trabajos documentales en torno al mundo indígena, a experiencias personales o colectivas con ayahuasca, al mundo chamánico en general, han ido en aumento.
En los últimos años, las publicaciones, producciones audiovisuales y trabajos documentales en torno al mundo indígena, a experiencias personales o colectivas con ayahuasca, al mundo chamánico en general, han ido en aumento.
Este año, el Goya al mejor corto documental lo ganó Hijos de la Tierra (Alex O’Mill y Patxi Uriz, España, 2015), un alegato hermosamente filmado en favor de todas esas tradiciones de origen chamánico que existen aún a lo largo del mundo: Nepal, la Amazonia, África, el mundo celta, India, Rusia... Porque una de las consecuencias que sufren todos los que se acercan a ellas es el aumento instantáneo de la conciencia de protección a la Tierra y la naturaleza. Y una de las películas que este año compitió al Oscar a mejor película extranjera es la fabulosa El abrazo de la serpiente (Ciro Guerra, Colombia, 2015), que se centra en Karamakate, un guerrero-chamán que en su infancia fue capturado para ser esclavizado y finalmente pudo escaparse y que vive solo, en la selva, creyendo que es el único superviviente de su etnia. Vemos al Karamakate joven y al viejo en los dos momentos de su vida, en los que tomó contacto personal con hombres blancos. Se trata del etnólogo alemán Theodor Koch-Grünberg y el biólogo y botánico norteamericano Richard Evans Schultes. Ambos personajes históricos buscaban lo mismo: el poder de una planta sagrada, la yakruna. Uno para poder sanar de una enfermedad mortal, y el otro para acceder al conocimiento que provee su ingestión y darlo a conocer al mundo. La película –filmada en un fantástico blanco y negro, como con el que se conoció la selva en Occidente a través de los aventureros– se inspira libremente en ellos para recrear un relato de culturas que chocan, un retrato de la selva herida, una advertencia desde el pasado para los últimos esquilmadores del Amazonas: tras los esclavistas, caucheros, madereros y petroleros, ahora abundan los buscadores de plantas sagradas y visionarias, los ayahuasqueros. Schultes escribió junto a Albert Hofmann uno de los libros más completos sobre la historia de las plantas alucinógenas en diferentes culturas: Plants of the Gods. Probablemente, si Karamakate lo hubiese visto, lo hubiese tirado al río. Un filme que ha obtenido premios allá donde ha concursado.
Menos conocida, pero para mí un trabajo capital que solo se puede ver comprándolo directamente por diez míseros dólares en la web del autor Carlos Suárez Álvarez (http://www.ayahuascaiquitos.com/es), es Ayahuasca, Iquitos y Monstruo Voraz (2015), donde a través de noventa vídeos, audios, entrevistas, cientos de fotografías y hermosos textos, este periodista y antropólogo madrileño, que dejó nuestro país para incorporase como cabeza de familia a una familia indígena en Leticia (Colombia), nos lleva a la realidad del turismo ayahuasquero en Iquitos. Carlos es también autor de una novelita, Ayahuasca, amor y mezquindad (Amargord, 2011), basada en sus propias experiencias con la planta, que me parece el manual básico para un occidental que se quiere iniciar en ceremonias con indígenas. En la actualidad prepara su primera novela larga, también sobre el tema.
Icaros (Argentina, 2015) es el primer largometraje de Georgina Barreiro, una ficción documental que recrea un viaje que yo también he hecho por las comunidades shipibo del río Ucayali, saliendo de Pucallpa, uno de los principales asentamientos shipibos en Perú. La belleza y misterio de estos cantos, los icaros, y su capacidad para reordenar energías y equilibrios durante y después de las ceremonias, es algo que asombra a nuestras mentes. El joven Mokan Rono inicia un viaje iniciático guiado por un sabio chamán y su madre, para convertirse él mismo en curandero. No confundir con Icaros (Pedro González-Rubio, México-Francia, 2014), un documental que cuenta, sin diálogos y basándose solo en el sonido directo y en unas imágenes muy poderosas, la historia de Marcel, español que escapó de nuestro país en los setenta huyendo del servicio militar y se instaló en las profundidades de la selva de Costa Rica, donde hoy vive como chamán en medio de la naturaleza y practica rituales con plantas sagradas.
Ayahuasca. La enredadera del río celestial (La Llave, 2012) es el libro del gran psiquiatra y pedagogo Claudio Naranjo sobre la ayahuasca, que reúne su estudio nunca publicado hecho en los años sesenta, más una adenda con los descubrimientos de los posteriores cincuenta años. Combina la visión espiritual, antropológica, ritual, mística y terapéutica, con un relato fascinante sobre sus primeros contactos con la planta cuando aún era una gran desconocida en Occidente. De obligada consulta es el libro Ayahuasca y salud (Beatriz Caiuby Labate y José Carlos Bouso, La Liebre de Marzo, 2013), compendio de ensayos sobre aplicaciones terapéuticas, estudios farmacológicos y ensayos culturales alrededor de la ayahuasca y las prácticas chamánicas o trabajos científicos con la planta. En la misma colección Cogniciones, dirigida por Josep María Fericgla –cuyos seminarios en su centro de Can Benet son de lo mejorcito que se hace hoy en día para tener claro qué es la ayahuasca y cómo debe usarse–, hay muchísimos títulos que tratan los efectos del yagé.
En cuanto a novelas sobre la ayahuasca, una destaca por encima de todas: Las tres mitades de Ino Moxo (y otros brujos de la Amazonía) (Peisa, 2011), obra del poeta, rapsoda, periodista y activista cultural peruano César Calvo (1940-2000), que puede considerarse una versión más profunda del famoso libro de Castaneda sobre el brujo Don Juan y un ejercicio fascinante de traslación al español de un mundo surcado por visiones de ayahuasca, conflictos políticos sobre el valor representativo de la selva en la identidad del país y mezcla de tradiciones afroperuanas, blancas y andinas con las indígenas. Su discurso, lleno de neologismos y acercamientos líricos, donde el tiempo mezcla continuamente presente, pasado y futuro, va trazando el viaje de unos occidentales al corazón de la tinieblas, en las zonas del río Ucayali, donde conviven amakawas y shipibos, para encontrarse con un poderoso brujo que les acerca a los secretos de la ayahuasca.
Lo que Calvo logró con las palabras lo consigue con imágenes un documental brasileño, Xapiri (Gisela Motta y Laymert dos Santos, Brasil, 2012), un trabajo experimental conjunto de varios antropólogos y cineastas durante varias reuniones de chamanes yanomami en una aldea que, sin palabras, muestran visualmente, a través de audios e imágenes ralentizadas y superpuestas, cómo es el proceso de comunicarse y ser poseídos por los espíritus que experimentan cuando consumen el rapé de virola, una planta de efectos similares a la chacruna que se consume a través de soplidos a la nariz ajena con cerbatanas.
En otro terreno es muy interesante el documental The Jungle Prescription (Mark Ellam y Jerónimo Mazarrasa, Canadá, 2011), que cuenta la historia de dos médicos, uno el canadiense Gabor Maté y otro el francés Jacques Mabit, que desde lugares diferentes tratan a enfermos adictos a la heroína con ayahuasca. Mientras Maté, a pesar de los éxitos, ve cómo las autoridades legales y sanitarias de su país abortan sus trabajos, Mabit desde su centro Takiwasi, en Tarapoto, representa uno de los mejores ejemplos de labores de intercambio entre especialistas occidentales y curanderos vegetalistas para tratar a pacientes con métodos tradicionales de la medicina amazónica. El éxito de Mabit en la rehabilitación de toxicomanías está cercano al 70%. Los índices mundiales de éxito con metadona apenas llegan al 6%.
Abundan, cómo no, decenas de documentales y libros basados en experiencias de occidentales con presencia de científicos y chamanes (La serpiente, la ayahuasca y yo; La soga del alma: encuentros con la ayahuasca...), que pueden ayudar a hacerse una idea. Al espectador le queda elegir su camino: aferrarse a sus convicciones o atreverse a cruzar la puerta tras la que habitan las serpientes.
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