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La kanna, una suculenta africana para las enfermedades del alma

En un mundo donde la depresión está en auge y los tratamientos farmacológicos disponibles no son siempre efectivos, muchas personas buscan alternativas. Y es que se calcula que el trastorno depresivo mayor será la segunda causa de carga de enfermedad en todo el mundo para el año 2030, siendo la primera el VIH. Ante este desolador panorama, moléculas como los psicodélicos albergan la promesa de ser un nuevo remedio para esta perniciosa afección. 

Asimismo, en el mundo natural existen ciertas especies vegetales que generan moléculas con potencial antidepresivo, como es el caso de la hierba de san Juan y la kanna. Esta última, una suculenta oriunda del África austral, ha hecho su aparición como suplemento en herbolarios varios para paliar los síntomas de la depresión. ¿Qué se sabe, realmente, de esta planta? Viajemos hasta el sur del continente africano para entender este peculiar vegetal.

Uso etnofarmacológico de la kanna 

La etnofarmacología es la rama de la farmacología que se encarga de estudiar el uso tradicional por parte de diversos grupos étnicos de plantas y animales con fines terapéuticos. La naturaleza es una fuente de infinitud de compuestos que podrían ser útiles para abordar un gran número de achaques. Por desgracia, muchas de estas curas nunca llegan a ser estudiadas a fondo por falta de fondos y de patentabilidad. Por suerte, la kanna ha sido estudiada debido a sus prometedoras propiedades. 

Hay registros del siglo xvii sobre el uso de esta suculenta por parte de los pueblos nativos del África austral, pero todo apunta a que esta planta ha sido empleada durante milenios. La región que más estrechamente se puede asociar con esta planta es Namaqualand, entre Namibia y Sudáfrica. Este territorio se encuentra poblado por el pueblo nama, que fue el que bautizó esta planta. Más tarde recibiría el nombre científico Sceletium tortuosum

La kanna, una suculenta africana para las enfermedades del alma

Tradicionalmente, la planta fermentada y seca se masca para así absorber sus contenidos. Según relata un pastor local, las hojas de esta suculenta se recolectan en verano, cuando empiezan a secarse. Estas se muelen, se meten en una bolsa y se dejan fermentar al sol durante aproximadamente una semana, removiéndolas ocasionalmente. Finalmente, se sacan de la bolsa y se dejan secar totalmente al sol. Esta preparación recibe el nombre de kougoed, que literalmente quiere decir ‘cosa mascada’. Según este pastor de Namaqualand, la planta se utiliza cuando se quiere, y en infantes se emplea para el tratamiento de cólicos. 

Sus usos principales, como medicinal tradicional, son para tratar el estrés y la depresión, y también el dolor. También se ha descrito su uso recreativo. Si bien la forma más común de consumir la planta es mascándola, como se describe previamente, también se puede ingerir en forma de té, como extracto, rapé o fumándola. 

Debido al uso tradicional como antidepresivo, en las últimas décadas han ido apareciendo diferentes preparaciones de kanna para tratar la depresión. No se encuentran aprobadas por ninguna entidad reguladora, por lo que se venden como suplementos en farmacias, herbolarios y tiendas en línea. La evidencia anecdótica confirma la capacidad de la Sceletium tortuosum para elevar el ánimo, pero aún quedan muchos ensayos clínicos para acabar de entender su potencial.

La mesembrina, la clave de la kanna 

La kanna, una suculenta africana para las enfermedades del alma

Estructuras de la mesembrina y la mesembrenona, dos de los alcaloides más relevantes en la Sceletium tortuosum.

El estudio químico de la kanna vio sus inicios a finales del siglo xix, pero no fue hasta el año 1914 cuando el farmacéutico alemán Emil Zwicky aisló la mesembrina, el principal alcaloide en la planta. Pero este no es el único compuesto prometedor contenido en el vegetal, pues se han descrito docenas de alcaloides presentes en la Sceletium tortuosum. Se calcula que la cantidad total de alcaloides puede ser muy variable, en el rango de 0,05% a 2,3% de la planta seca.

Diversos estudios farmacológicos han demostrado que la mesembrina presenta una actividad dual muy interesante que explicaría sus efectos antidepresivos. Por un lado, es un inhibidor de la recaptación de la serotonina. Este término no será ajeno a muchas personas, pues hoy en día muchos de los antidepresivos más empleados caen en la categoría de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS); algunos ejemplos son la fluoxetina o la sertralina. ¿Cómo funcionan estas moléculas? Tal y como indica su nombre, inhiben la recaptación del neurotransmisor conocido como serotonina, bloqueando la proteína que se encarga de transportar este neurotransmisor de vuelta al interior de la célula (llamada transportador de serotonina, para sorpresa de nadie). Que sean selectivos implica que no afecten a otros neurotransmisores. 

Existe otra clase de antidepresivos llamada inhibidores de la recaptación de serotonina y norepinefrina (IRSN), que afectan también a la norepinefrina, otro neurotransmisor. Un ejemplo clásico sería la venlafaxina. Se teoriza que, al elevarse la concentración de estos neurotransmisores en el cerebro, la sintomatología de la depresión puede mejorar, aunque cada vez más se debate esta teoría. En la próxima sección, me adentraré más en este tema. 

Por otro lado, la mesembrina es capaz de inhibir una enzima conocida como fosfodiesterasa-4 (PDE-4). Recordemos que las enzimas son proteínas que favorecen ciertas reacciones químicas en el cuerpo que de otra manera se darían demasiado lentamente. Sin embargo, para tratar ciertas patologías, a veces es interesante inhibirlas. 

Los inhibidores de la PDE-4 presentan propiedades prometedoras para la cognición, la protección neuronal y la inflamación, y están siendo investigados para el tratamiento de enfermedades psiquiátricas y neurológicas. Actualmente, se encuentran aprobados diferentes fármacos que actúan como inhibidores selectivos de esta enzima, pero su uso está restringido a enfermedades inflamatorias, como el asma, la psoriasis o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Asimismo, la sustancia psicoactiva más consumida en el globo, la cafeína, es un inhibidor no selectivo de esta familia de encimas, lo cual podría explicar parte de sus propiedades beneficiosas, aunque es cierto que también modula otras dianas en el cuerpo. 

Qué casualidad, pues, que la mesembrina actúe sobre dos dianas diferentes, pero que ambas sean de interés en el tratamiento del trastorno depresivo mayor. A veces, casi parece que la naturaleza nos quiera dar pistas y ayudar a paliar nuestras dolencias.

El pasado, el presente y el futuro de los antidepresivos

La melancolía, como originalmente se llamaba a la depresión, es una aflicción que lleva mortificando a la humanidad desde hace siglos. Ya en el siglo v aC, el médico de la Antigua Grecia Hipócrates de Cos diagnosticaba una enfermedad caracterizada por la tristeza, el abatimiento y el desánimo. En el siglo xix y a principios del siglo pasado, se recetaban opioides y estimulantes para atacar a esta enfermedad. Parece algo del pasado, pero hoy en día existen muchos pacientes que se benefician de los efectos estimulantes de la anfetamina o el metilfenidato para tratar su depresión, con la aprobación de un psiquiatra. En los años cincuenta se introdujeron los primeros verdaderos antidepresivos, los inhibidores de la monoamino oxidasa (IMAO). Estas moléculas son capaces de inhibir las enzimas que degradan la serotonina, entre otros neurotransmisores y, por ende, aumentar su concentración en el cerebro. Esto daría lugar a una de las teorías más populares sobre el origen de la depresión, la teoría monoaminérgica, la cual dice que un desequilibrio en ciertos neurotransmisores provoca esta enfermedad.

Poco después, los antidepresivos tricíclicos seguirían a los IMAO. Su descubrimiento estuvo altamente ligado a la introducción en el mercado del primer antipsicótico, la clorpromazina, cuyas propiedades neurolépticas se descubrieron por accidente cuando se estaban investigando nuevos antihistamínicos. Al ver el potencial de la clorpromazina para tratar trastornos psicóticos, se comenzaron a estudiar diversos análogos que pudieran poseer propiedades similares, como la imipramina. Esta fracasó como antipsicótico, pero fortuitamente se observó que era útil para tratar la depresión. Esta fue rápidamente introducida en el mercado, junto con análogos con propiedades similares. 

Los efectos adversos de los IMAO y los antidepresivos tricíclicos, sin embargo, se hicieron patentes con el paso del tiempo, y varios grupos de investigación siguieron buscando nuevas y mejores alternativas. Como pasa muchas veces en el mundo de la química farmacéutica, la serendipia jugó su papel en el descubrimiento de nuevos tratamientos para la melancolía. Se observó que la difenhidramina, un antihistamínico clásico, poseía ciertos efectos antidepresivos. Una campaña hercúlea terminó con el descubrimiento de uno de los fármacos psiquiátricos más notorios, la fluoxetina, que apareció en el mercado belga por primera vez en el año 1986 bajo el nombre comercial de Prozac®. 

La fluoxetina es el ISRS arquetípico, y dio el pistoletazo de salida para la nueva generación de fármacos psiquiátricos. Esto nos lleva al presente. Los IMAO y los antidepresivos tricíclicos han quedado relegados a un segundo plano, y se usan con poca frecuencia, a diferencia de los ISRS. En el año 2022, en Estados Unidos, de los veinte fármacos más prescritos, dos fueron ISRS: sertralina y escitalopram. 

Sin embargo, en la vigesimoprimera posición aparece un fármaco con potencial antidepresivo, pero sin actividad sobre la serotonina: el bupropión. Este fármaco, que también se emplea en la deshabituación tabáquica, eleva la concentración de dopamina y norepinefrina en el cerebro, a la vez que interactúa con los mismos receptores con los que también interactúa la nicotina. Técnicamente hablando, es un inhibidor de la recaptación de dopamina y norepinefrina (IRDN). Se considera un antidepresivo atípico, por su peculiar mecanismo. El primer fármaco en ser clasificado en esta familia fue la trazodona, que muchas veces se emplea para tratar no solo la depresión sino también el insomnio. Y es que el chauvinismo de la serotonina en el mundo de la depresión está, paulatinamente, siendo desbancado. De hecho, ya hace años que la relación entre la serotonina y la depresión está siendo cuestionada. 

La introducción de la esketamina como antidepresivo de acción rápida, y también la combinación de dextrometorfano con bupropión, representan un cambio de paradigma importante en este mundo. Farmacológicamente, inhiben la acción de los receptores NMDA, pero se engloban en una nueva familia de antidepresivos denominados de acción rápida. Comparado con la mayoría de los fármacos antidepresivos, que suelen tardar unas semanas en ejercer su efecto terapéutico, estos compuestos son capaces de aliviar los síntomas a los pacientes en cuestión de horas. Asimismo, varios psicodélicos están siendo estudiados en ensayos clínicos para aliviar diversas patologías psiquiátricas, siendo el compuesto más nombrado la psilocibina. Si bien estos actúan sobre un reducido número de receptores de serotonina, no aumentan la concentración de este neurotransmisor, y no es necesario consumirlos diariamente, a diferencia de los ISRS.

La kanna, una suculenta africana para las enfermedades del alma

Pero esto no acaba aquí. Es posible que muchas nuevas moléculas comiencen a tomar protagonismo. Múltiples moduladores de los receptores opioides, con actividades reminiscentes a la naloxona, se encuentran en fases clínicas avanzadas. Moléculas esteroideas con actividad sobre el receptor GABAA (donde actúan las benzodiacepinas y los barbitúricos) han sido aprobadas para la depresión posparto, y nuevos compuestos están siendo estudiados. Parece ser que un nuevo capítulo acaba de empezar. 

Pero no hay que irse tan lejos para encontrar moléculas antidepresivas. Compuestos tan mundanos como la cafeína o la nicotina presentan efectos sobre la depresión, como apuntan unos cuantos estudios. Es posible que, más allá de sus efectos eufóricos y para mejorar el rendimiento, estas sustancias también se consuman a modo de automedicación.

Apaciguando los males de la sociedad moderna con plantas antiguas 

En un mundo en el que a veces cuesta encontrar sentido, donde las redes sociales, las noticias y los sucesos políticos no hacen más que enturbiar nuestras atribuladas mentes, y en el que desconectamos de la naturaleza y conectamos con la productividad en el trabajo, no es de extrañar que cada vez más y más personas padezcan depresión y ansiedad. Una combinación de psicoterapia, psicofármacos y un estilo de vida saludable es la mejor opción para combatir estas patologías, pero muchas personas no ven sus plegarias respondidas. 

Obviamente, estas enfermedades no solo dependen de lo que pasa a nivel cerebral. Tendríamos que realizar muchos cambios en la sociedad, y también en nuestras vidas a nivel individual, para poder cuidarnos y querernos más. Pero siempre es de agradecer que nuevas opciones farmacológicas puedan ayudarnos a salir de estos pantanosos fosos. 

Desconozco si la kanna podrá ser de utilidad en esta batalla, o si el armamento que emplearemos irá por otros derroteros. Sin embargo, lo que está claro es que esta planta no podrá ayudar a nadie si no es estudiada más a fondo. Y esto, al final, no depende únicamente de que haya un grupo de personas que quiera investigar esta suculenta, sino también de que haya una entidad, ya sea pública o privada, que quiera financiar esta investigación. 

Ya existe una planta, conocida como hierba de san Juan o hipérico (y con el nombre científico Hipericum perforatum), que ha demostrado tener una eficacia similar a la de un ISRS para tratar el trastorno de depresión, y con menores efectos adversos. Se suele vender como suplemente en farmacias y herbolarios. Pero hay que tener cuidado, pues presenta muchísimas interacciones con una infinidad de fármacos. Es por esto por lo que es importante leer el prospecto y consultar previamente con un médico o farmacéutico. 

Todo apunta a que la kanna podría ayudar a tratar la depresión en ciertos casos. Hace falta más investigación, pero la actividad dual de su alcaloide principal, la mesembrina, es muy prometedora. No soy médico, por lo que no estoy capacitado para realizar recomendaciones. Si alguna persona que está leyendo esto opta por abordar sus males con esta planta, antes lo debería consultar con un profesional sanitario, sobre todo si está tomando otra medicación. Lo que sí puedo hacer es alentar a entidades públicas y privadas a que inviertan más fondos para estudiar este vegetal, así como muchas otras plantas, moléculas y drogas. Porque hacen falta mejores remedios para las enfermedades del alma, ahora más que nunca.

Referencias 

  1. Gericke, N.; Viljoen, A.M. (2008). “Sceletium. A review update”. En: Journal of Ethnopharmacology, vol. 119, n.º 3, pp. 653-663. DOI: 10.1016/j.jep.2008.07.043 
  2. A brief history of antidepressant drug development. En: https://www.linkedin.com/pulse/brief-history-antidepressant-drug-development-psylo (consultada 20-11-2024).

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #325

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