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Desenterrando opioides: el caso de los nitacenos

Los opioides se han utilizado durante milenios para apaciguar el dolor. Calman las molestias de nuestros cuerpos y, en determinados momentos, también pueden acallar nuestras atribuladas mentes. Pero, últimamente, por múltiples motivos, están generando más dolor del que están aliviando. Nuestra sociedad culpa a las sustancias y las prohíbe, pero está claro que el problema es otro. El estigma, una sociedad en la que la enfermedad mental está en auge y leyes poco efectivas que crean un mercado negro caprichoso, han hecho que estas moléculas inunden la vida de mucha gente, a veces con consecuencias mortales. En los últimos años, el fentanilo y sus derivados han sido las sustancias que han acaparado el protagonismo, pero poco a poco una nueva familia de opioides está tomando cierta relevancia: los nitacenos. En este artículo hablaremos de estos olvidados opioides que están apareciendo en escena. 

El origen de los nitacenos 

Desenterrando opioides: el caso de los nitacenos

Hay que remontarse al año 1957 para encontrar la primera mención en la bibliografía científica del etonitaceno, un opioide sintético mil veces más potente que la morfina. Los laboratorios helvéticos Ciba-Geigy estaban investigando nuevas moléculas con actividad analgésica. Su esfuerzo dio frutos, pues descubrieron una novedosa familia de opioides con una estructura singular. Con un anillo de bencimidazol en el centro, estas moléculas no poseían similitud alguna con los narcóticos ya conocidos, como la morfina o la meperidina. Se estudiaron diversos compuestos y se ensayaron en animales, y el etonitaceno surgió como el ganador indiscutible. Sin embargo, después de ser administrado a humanos, se llegó a la conclusión de que esta molécula no poseía ninguna ventaja con respecto a otros opioides ya conocidos.

Cuando emergieron las leyes internacionales contra el consumo de narcóticos y psicotrópicos, tanto el etonitaceno como su derivado, el clonitaceno, fueron fiscalizados. Ocasionalmente aparecerían en el mercado negro en un intento de suplantar a la heroína, pero sin mucho éxito. No obstante, todo cambió a finales de la segunda década del siglo xxi.

No me adentraré en los orígenes y desarrollo de la actual epidemia de sobredosis provocada por los opioides sintéticos, pues ha sido explorada hasta la saciedad en diversos medios de comunicación durante los últimos años. De lo que sí hablaré es del hecho que, debido a muchos factores, los productores de heroína americanos han tomado la decisión de dejar de sintetizar este narcótico, optando por el fentanilo y sus derivados. ¿El motivo? Sencillo: es una molécula totalmente sintética. No es necesaria la plantación de hectáreas de adormidera para poder extraer morfina de su jugo, el opio. Asimismo, es altamente potente, por lo que su contrabando es mucho más sencillo y lucrativo. 

Las autoridades, al ver cómo los fentanilos se apoderaban del mercado como si de una plaga se tratase, optaron por fiscalizar muchos de los nuevos fentanilos que estaban apareciendo, así como sus precursores más inmediatos. Pero esto no ha detenido a los narcotraficantes, obviamente. ¿Acaso no hemos aprendido algo después de más de sesenta años de leyes prohibicionistas? 

En algún laboratorio clandestino, una persona con conocimientos en química miró la lista de opioides. Seguramente se dio cuenta de que los nitacenos son relativamente sencillos de preparar, altamente potentes, sus precursores no están regulados y solo dos están prohibidos. Pues nada, nos pasamos a los nitacenos.

La avalancha de los nitacenos 

Cada vez más y más nitacenos están apareciendo en el mercado. Solo hay que ver las estadísticas de Energy Control. La cantidad de nitacenos detectados en los últimos años ha ido subiendo como la espuma. Los primeros se detectaron en el 2021. Desde entonces, en menos de dos años se han analizado casi treinta muestras en total tiznadas con estas moléculas. La mayoría de estas eran en teoría comprimidos de oxicodona que resultaron contener un nitaceno. A continuación, en la tabla se puede encontrar un desglose de los diversos nitacenos identificados a lo largo de estos últimos años. Cabe destacar que la gran mayoría de estas muestras venían de fuera de España.

Otro lugar donde se puede apreciar fácilmente la aparición de estas sustancias es en las medidas tomadas por las autoridades competentes. Hasta el año 2021, la Comisión de Estupefacientes de las Naciones Unidas solo estaba fiscalizando fentanilos: ciclopropilfentanilo, furanilfentanilo, ocfentanilo, entre otros. Sin embargo, a partir del año 2021, comenzaron a incluirse en la lista de los narcóticos fiscalizados diversos nitacenos: en el 2021, el isotonitaceno; en el 2022, el metonitaceno; en el 2023, el etaceno, la etonitacepina y el protonitaceno, y en el 2024, el butonitaceno. La Drug Enforcement Administration (DEA) ha ido más lejos en los últimos años y ha optado por ilegalizar hasta diez derivados.

Desenterrando opioides: el caso de los nitacenos

¿Servirá todo esto de algo? Pues no. Si la intención es reducir el acceso a extrañas moléculas, algo se conseguirá. Aunque la comunidad científica será la que más sufrirá con estas decisiones, pues tendrán que salvar diversas barreras administrativas para poder utilizar estos compuestos. Por otro lado, los laboratorios clandestinos simplemente tendrán que buscar otra familia de compuestos para seguir con sus andaduras. Y es que otra cosa no, pero la diversidad de opioides que se puede encontrar en la bibliografía científica es apabullante. Una vez se agoten los nitacenos, igual los siguientes serán los tiambutenos o los derivados de la prodina. Existen decenas de moléculas por ser desenterradas.

Cosquilleando el receptor opioide µ 

Como toda sustancia con un efecto psicológico, los opioides activan un conjunto de receptores que median su actividad analgésica. Se conocen diversos receptores opioides que están distribuidos por nuestros cuerpos: el mu (µ), el kappa (κ), el delta (δ) y el receptor de nociceptina. Entre estos, el que más nos interesa es el receptor opioide mu (µ). 

Cuando un opioide, pongamos como ejemplo el etonitaceno, entra en nuestros cuerpos, este se distribuye por el cuerpo. Si la molécula tiene las propiedades adecuadas, podrá atravesar la barrera hematoencefálica, una especie de muralla que evita que la gran mayoría de compuestos pasen de la sangre al cerebro. Las sustancias psicoactivas, por diversos motivos, pueden salvar esta barrera, y así ejercer un efecto que alterará la consciencia. 

Volviendo al etonitaceno, este se repartirá por todo el cuerpo. Si existe algún lugar en el que haya una fuente de dolor, este opioide podrá activar los receptores opioides µ y ejercerá un efecto analgésico, adormeciendo el dolor. No obstante, también podrá penetrar en el cerebro, originando los clásicos efectos psicoactivos de un opioide: sedación y euforia. Esto también originará los clásicos efectos adversos, como la depresión respiratoria y la dependencia. 

Uno de los efectos adversos más comunes que provoca esta familia de sustancias es el estreñimiento. De hecho, hay quien dice que, si una persona pudiera consumir morfina cada día de su vida de manera segura, evitando así el riesgo de sobredosis, los efectos adversos más notables serían la dependencia y el estreñimiento. La activación del receptor opioide µ provoca cambios en los músculos del intestino, lo cual acarrea problemas de movilidad de las heces. Como curiosidad, la loperamida, que es un típico tratamiento para la diarrea, es un fármaco con alta actividad con respecto al receptor opioide µ. ¿Por qué no nos colocamos, entonces, cuando consumimos loperamida? Pues porque, debido a su estructura química, no puede atravesar la barrera hematoencefálica y llegar al cerebro. Esta se queda confinada en los intestinos.

Desenterrando opioides: el caso de los nitacenos

Reduciendo los riesgos de los opioides 

No hay mejores analgésicos en nuestro botiquín que los opioides. Sin embargo, en los últimos años ha quedado patente la capacidad que tienen estas moléculas para generar dependencia. Y no cualquier dependencia. Se considera que la adicción a los opioides es de las más complicadas de tratar. Es por esto por lo que se están buscando alternativas para poder así prescribir fármacos más seguros. 

Diversos grupos en todo el mundo están persiguiendo alternativas varias. Una de ellas es la posibilidad de administrar opioides que solo afecten a la zona inflamada. Por motivos fisiológicos, los tejidos dañados presentan mayor acidez que el resto del cuerpo. Esta propiedad se puede emplear como una ventaja, y de hecho ya se han sintetizado análogos del fentanilo que muestran mayor afinidad por tejidos dañados. 

Otra opción es intentar activar los otros receptores opioides. Se sabe, por ejemplo, que las moléculas que activan el receptor opioide κ también poseen propiedades analgésicas. Pero también provocan disforia y alucinaciones. ¿Algún ejemplo? El más famoso es la salvinorina A, el componente activo de la famosa Salvia divinorum. Pero es posible que modificando este compuesto se puedan obtener moléculas con perfiles más adecuados para el uso clínico. Existen los otros dos receptores, no tan estudiados, pero es posible que posean propiedades farmacológicas muy prometedoras. 

Finalmente, existe la posibilidad de desarrollar compuestos que selectivamente puedan desencadenar cascadas biológicas que no propicien los efectos adversos de los opioides. Es un tema un poco más complejo, pero se ha observado que ciertas sustancias presentan menos efectos adversos que un opioide clásico debido a cómo interactúan con el receptor opioide µ. Es el caso de la mitraginina, el compuesto activo en el kratom. Seguramente se puedan generar derivados de la mitraginina con propiedades farmacológicas mejoradas.

El paso de los nitacenos

Es muy probable que los nitacenos estén de paso y no hayan venido para quedarse. Es lo que ha pasado con muchos adulterantes de otras drogas. ¿Cuántas sustancias han aparecido como análogas de la MDMA solo para desaparecer al cabo de unos años? Metilona, PMA, 4-CMC, entre muchas otras. Ahora que hay cada vez más y más fentanilos fiscalizados, y que sus precursores están más custodiados, los nitacenos posiblemente tomarán el protagonismo durante un tiempo. Pero esto pasará, y otras tendencias aparecerán. Esperemos que con el paso del tiempo las autoridades vean que la solución no es ilegalizar drogas raras, sino reformar las leyes punitivas que se están aplicando. Cuando llegue ese momento, los nitacenos serán muy probablemente olvidados. O no. Igual alguien decide estudiarlos más a fondo para así obtener opioides menos peligrosos y con mejor perfil para su uso terapéutico.

Referencias

  1. Ujváry, I.; Christie, R.; Evans-Brown, M.; Gallegos, A.; Jorge, R.; de Morais, J.; Sedefov, R. “DARK Classics in Chemicals Neuroscience: Etonitazene and Related Benzimidazoles”. En: ACS Chemical Neuroscience (2021), vol. 12, n.º 7, pp. 1072-1092. DOI: 10.1021/acschemneuro.1c00037
  2. New Substances under international control. International Narcotics Control Board. https://www.incb.org/incb/en/narcotic-drugs/Yellowlist/new-substances-under-control.html (consultada el 25 de setiembre de 2024). 
  3. Busserolles, J.; Lolignier, S.; Kerckhove, N.; Bertin, C.; Authier, N.; Eschalier, A. “Replacement of current opioid drugs focusing on MOR-related strategies”. En: Pharmacology & Therapeutics (2020), vol. 210, p. 107.519 (17 pp.). DOI: 10.1016/j.pharmthera.2020.107519

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #323

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