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A nuestro protagonista de hoy lo vamos a llamar Raúl. Hace poco más de un año había quedado con una amiga que ejercía la prostitución en un club de los llamados de alterne situado en una céntrica calle de Barcelona. A pesar de que les unía una cierta amistad, desde hacía dos años no habían quedado para verse como amigos; ella le había llamado para que acudiera al lugar en que se encontraba y le suministrara lo que ellos denominaban bote. Se trataba de gamma-hidroxibutirato o GHB.

A nuestro protagonista de hoy lo vamos a llamar Raúl. Hace poco más de un año había quedado con una amiga que ejercía la prostitución en un club de los llamados de alterne situado en una céntrica calle de Barcelona. A pesar de que les unía una cierta amistad, desde hacía dos años no habían quedado para verse como amigos; ella le había llamado para que acudiera al lugar en que se encontraba y le suministrara lo que ellos denominaban bote. Se trataba de gamma-hidroxibutirato o GHB.

Esta sustancia suele utilizarse en determinados ambientes para facilitar las relaciones sexuales, pues en dosis bajas produce un estado de euforia, cierta relajación y desinhibición. La amiga de Raúl, a la que llamaremos Susana, quería el GHB para poder atender a los clientes que acudían al club. Cuando Raúl estaba ya por las inmediaciones del club en el que trabajaba Susana, se puso en contacto con ella para decirle que ya había llegado. Como en ese momento Susana estaba con un cliente le dijo a su amigo que se diera una vuelta y que en cuanto ella acabara le avisaría. Eran casi las dos de la madrugada y Raúl se dedicó a merodear por la zona a la espera de recibir la llamada de su amiga Susana. A dos agentes que iban de paisano les llamó la atención la actitud expectante y un tanto nerviosa de Raúl, y decidieron seguirlo discretamente. Finalmente vieron que contactaba con una mujer y pudieron observar cómo le entregaba algo. La situación presentaba indicios de que se trataba de un pase de drogas, por lo que decidieron acercarse a las dos personas y proceder a su identificación por separado. Susana, no era otra la mujer, llevaba en una mano un billete de cincuenta euros y en la otra un bote al que los agentes no dieron importancia alguna.

Raúl tenía un billete de cinco euros en la mano. Por lo visto habían sacado el dinero para ir a buscar unas cervezas a un establecimiento que estaba abierto a esas horas de la noche. Realizado un registro sobre la persona de Raúl, hallaron en un pequeño bolsillo de sus tejanos cinco comprimidos de MDMA y una bolsa de plástico con 0,28 g de ketamina.

En la cartera de Raúl hallaron una bolsa de plástico con anfetamina que arrojó un peso neto de 0,054 g y diez euros más. Raúl no se acordaba ni siquiera de que tenía esa cantidad de anfetamina entre sus pertenencias; las otras sustancias las iba a consumir esa misma noche con unos amigos con los que había quedado para ir a una discoteca de música electrónica del casco antiguo de la ciudad. De hecho, ya había empezado la noche en su compañía, pero se había separado de ellos momentáneamente para acudir a la cita que había concertado con Susana. 

Pues bien, en el atestado los agentes dijeron que Susana les había dicho que había quedado con Raúl para pillar unas rayitas para aguantar toda la noche y que no podía ir a declarar a la comisaría porque tenía que volver al club a trabajar. Así que, finalmente, sin que Susana hubiera prestado declaración alguna ni ante la policía ni ante el juzgado, a Raúl se le acusó de haber vendido anfetamina. Raúl se enfrenta a cuatro años de prisión, pero hay muchos puntos oscuros en los hechos que deberán aclararse en el juicio que tendrá lugar. ¿Por qué parecía tan claro que se trataba de una venta de droga, según manifiestan los agentes, si las dos personas identificadas tenían dinero en sus manos? Si la supuesta compradora tenía, como relatan los agentes, un billete de cincuenta euros en la mano, ¿no parece este un precio excesivo por 0,054 g de anfetamina? Tampoco se alcanza a comprender por qué los agentes ignoraron por completo el hecho de que Susana, la supuesta compradora, tuviera en su mano un bote que contenía un líquido y fijaran su atención en una pequeña cantidad de anfetamina que Raúl guardaba en su cartera sin recordarlo. Aunque cuesta de creer, tal vez pensaron que lo que había en el bote no era ninguna droga pero, al haber hallado diversas sustancias en poder de Raúl, dieron por hecho que alguna transacción se debía de estar realizando. 
 

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #248

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