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Este dilema trata de una situación en que dos personas no cooperan a pesar de que de la cooperación pudiera derivarse algún beneficio; si no para ambas, sí al menos para una de ellas. Quizás como sucede frecuentemente en el amor, en este caso no se ha actuado de la manera más racional. Así es el amor, así somos las personas.

Fátima y Fernando se conocieron en una página de contactos de internet a finales del 2018. Enseguida congeniaron a pesar de la diferencia de edad, ya que ella era quince años mayor que él. Como suele pasar al principio de las relaciones sentimentales, hubo entusiasmo y regocijo y se tomaron decisiones con mucha rapidez. Fernando, que había dejado una relación anterior hacía poco, no tenía dónde residir y, dos meses después, ambos decidieron que él podía irse a vivir con Fátima al piso de su propiedad en la ciudad de Barcelona. Eso sí, Fernando debería contribuir a sufragar los gastos con el pago de doscientos euros. La convivencia no cumplió con las expectativas que Fátima había puesto en ella y, en el mes de abril del 2019, le pidió a Fernando que se marchara. Pero Fernando había perdido su trabajo y tenía dos perras que no tenía donde dejar, y así se lo comunicó a Fátima. Fátima finalmente se compadeció de él y a las tres semanas de que se fuera de su domicilio volvió a acogerlo en el mismo. Ya nada fue lo mismo después de que hubieran surgido las primeras desavenencias. Un día de verano de ese mismo año nuestros protagonistas iniciaron una discusión por la aplicación para teléfonos móviles Whatsapp en la que ella le dijo que daba por finalizada la relación sentimental que habían mantenido y le exigió que se marchara definitivamente de su casa. Fernando le contestó que tenía derecho a permanecer en la vivienda, puesto que era su domicilio y además había estado pagando por ello. Le dijo a Fátima que llamaría a los Mossos d’Esquadra en el caso de que ella persistiera en su actitud. Ante la amenaza de Fernando de poner en conocimiento de la policía la intención de Fátima de echarle de su casa, esta llamó a su hermana para que acudiera a su domicilio. Ambas procedieron a recoger las pertenencias de Fernando y las dejaron en el vestíbulo del portal. Al rato llegaron dos agentes de los Mossos d’Esquadra, a los que Fátima explicó que se encontraba en el portal del edificio en el que residía para pedirle a Fernando que abandonara su domicilio. En ese momento llegó este acompañado por dos personas más. Los agentes de los Mossos d’Esquadra intentaron mediar entre Fátima y Fernando y le dijeron a ella que Fernando había manifestado su intención de denunciarla. Fátima se puso entonces muy nerviosa y les dijo a los agentes que en la mochila que pertenecía a Fernando y que ella y su hermana habían dejado en la entrada junto con las otras pertenencias de Fernando había unas pastillas propiedad de este. Examinada la mochila, se halló una caja de teléfono móvil con 162 pastillas de éxtasis en su interior. Ambos fueron imputados por un delito contra la salud pública. Fátima sostuvo en su declaración ante el juzgado que las pastillas no eran suyas y que su hallazgo fue lo que hizo que decidiera que Fernando no podía permanecer por más tiempo en su domicilio. Por su parte, Fernando manifestó que no mantenían ninguna relación sentimental, que se conocieron casualmente por la calle y que se pusieron de acuerdo para que él pudiera vivir en el domicilio pagando doscientos euros. De las pastillas no sabía absolutamente nada; debían ser de Fátima, ya que él ni siquiera consumía drogas. La conclusión de todo ello es que ambos se enfrentan a una pena de cuatro años y medio de prisión. Sin entrar a valorar de quién eran realmente las pastillas, hay que decir que si en vez de acusarse mutuamente uno de ellos hubiera admitido que las pastillas eran de su propiedad hubiera salvado al otro, pero, ya se sabe, en cuestiones de amor, cuando las cosas vienen mal dadas, todo puede suceder. El caso que comentamos hoy recuerda a un problema que se ha estudiado en la teoría de los juegos llamado “dilema del prisionero”. Este dilema trata de una situación en que dos personas no cooperan a pesar de que de la cooperación pudiera derivarse algún beneficio; si no para ambas, sí al menos para una de ellas. Quizás como sucede frecuentemente en el amor, en este caso no se ha actuado de la manera más racional. Así es el amor, así somos las personas.

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