Es frecuente que las pesquisas para el descubrimiento de cultivos por parte de miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad se inicien, según suelen manifestar en el atestado, por haber apreciado ellos mismos o algún vecino que formula denuncia, normalmente anónima, un intenso olor a marihuana en las inmediaciones de una vivienda, garaje, nave industrial o cualquier otro habitáculo en el que a partir de ese momento se sospecha pueden hallarse plantas. Pero no siempre es así aunque así lo expresen los agentes de la autoridad en las diligencias que redactan para su posterior presentación ante el juzgado.
El caso que comentamos hoy sucedió el pasado mes de enero en una zona rural en la que hay unas cuantas casas aisladas separadas unas de otras por varias decenas de metros. Una persona que residía en una de ellas avisó por teléfono a su vecino L de que mientras este último se hallaba ausente había visto a agentes de la Guardia Civil merodeando en el exterior de su vivienda. Ello causó una gran inquietud en L, pues hacía dos años su domicilio había sido objeto de un registro por parte de agentes del Cuerpo Nacional de Policía en el que se hallaron diversas cantidades de hachís, cogollos listos para su consumo en bolsas de gran tamaño y casi un centenar de plantas. Esa inquietud inicial fue desapareciendo con el paso de los días, ya que pensó que los agentes de la Guardia Civil eran del Servicio de Protección de la Naturaleza (SEPRONA) y habían estado por la zona en que se encuentra la vivienda en la que reside por cuestiones medioambientales como había sucedido en otras ocasiones. Así, se convenció de que no tenía nada que temer, pues pensó que seguramente a los agentes simplemente les había llamado la atención la gran cantidad de trastos viejos, residuos y desperdicios que L había depositado en la parte posterior de su casa, junto a la valla que la circunda. Se equivocaba. Pocos días después, L recibió una segunda visita de agentes de la Guardia Civil. Esta vez eran del equipo de Policía Judicial e iban provistos de una orden de entrada y registro del juzgado. Estando él presente, los agentes irrumpieron en la vivienda en la que reside para intervenir diversas cantidades de marihuana listas para su consumo y un trozo de hachís de unos treinta gramos; también diversos elementos relacionados con el tráfico de drogas, según manifestaron: bolsas de plástico de las comúnmente utilizadas para vender droga, dos balanzas de precisión, una máquina de envasar al vacío y una prensa hidráulica. Ya en el exterior, en varios anexos de madera construidos a modo de cobertizo alrededor de la vivienda, intervinieron cultivos de interior con plantas en diversos estados de crecimiento.
La cuestión es que eran ciertas las sospechas de L. Efectivamente, era cierto que los agentes que habían estado examinando el exterior de su vivienda eran del SEPRONA; también que habían acudido allí para realizar actuaciones relacionadas con la protección del medioambiente. Pero entre los trastos que habían visto los agentes de la Guardia Civil en esa primera visita había numerosos trozos de tubos de extracción y bolsas vacías de sustratos para el cultivo de plantas; es decir, se trataba de material que a todas luces podía indicar que en la vivienda adyacente se estaba desarrollando algún cultivo de cannabis. Además, los cobertizos de madera que rodeaban la vivienda estaban provistos de unos tubos de ventilación visibles desde el exterior que, según los agentes, no casaban bien con el hecho de que allí hubiera una residencia solamente. Fue solo a partir del hallazgo de estos elementos que los agentes manifestaron que de la vivienda procedía un fuerte olor a marihuana. Así que, una vez que la Guardia Civil comunicó al juzgado los hechos, este no tardó en autorizar la diligencia de entrada y registro de la vivienda y sus anexos. A L se le han complicado las cosas; al problema que tuvo hace dos años por el mismo motivo, todavía pendiente de juicio, se le suma ahora esta segunda intervención. De todo lo expuesto se puede extraer una conclusión: uno ha de ser cuidadoso con las cosas que desecha. Las cosas que tiramos y la basura que producimos pueden decir mucho de cómo somos y de a qué dedicamos nuestro tiempo.