En el Consultorio de la revista de agosto del año pasado os contábamos el caso de Mbappé, nombre ficticio, quien había sido acusado de vender heroína en la vía pública. Según su relato, unos agentes le estaban haciendo la vida imposible por haberse enfrentado a ellos al tratar de impedir una detención arbitraria de un conocido suyo en plena calle.
Al cabo de unos días trataron de procesarle por venta de marihuana y, posteriormente, por venta de heroína. Y os explicábamos el dilema que teníamos. ¿Tenía sentido que Mbappé le contara al juez o al tribunal que la Policía mentía, que era una represalia por un enfrentamiento previo entre ellos?, ¿le iban a creer?, ¿podía demostrar siquiera ese enfrentamiento previo?, ¿tenía algún documento o algún testigo? No, no lo tenía. Decidimos lo obvio: no le iban a creer.
El Ministerio Fiscal le pedía una pena de cuatro años de prisión, con expulsión del territorio español una vez cumplidas dos terceras partes de la pena, así como sesenta euros de multa por la presunta comisión de un delito contra la salud pública en su modalidad de sustancia que causa grave daño, al tratarse de heroína. La cantidad total decomisada, sumando las cuatro papelinas, que, según Mbappé, las traía un policía en la mano, era de 0,13 g netos, que, con una riqueza del veintidós por ciento, arrojaba una cantidad neta de 0,0029 g.
Según el relato de los agentes, habían visto al acusado subirse a un vehículo y, al considerar que era sospechoso, lo habían seguido hasta que minutos después aparcaron, por lo que los agentes bajaron de su coche patrulla y, al acercarse, vieron como Mbappé, sentado en el asiento del copiloto, le ofrecía algo que tenía en la mano, un envoltorio que brillaba. Así que les dieron el alto, les hicieron bajar del vehículo y les cachearon, y encontraron en posesión del acusado cuatro papelinas dentro de un trozo de papel de plata.
A continuación, tomaron acta de manifestaciones al supuesto comprador, quien dijo, según la Policía, que Mbappé le había ofrecido heroína por treinta euros, pero que no habían llegado a hacer el intercambio por la intervención policial. La estrategia en el juicio fue sostener que la sustancia era para consumo propio, e intentar poner en duda que el agente hubiera podido ver al acusado ofrecer nada, dado que se acercaba por la parte de atrás del coche, y el acusado estaba en el asiento delantero, inclinándose hacia el piloto. No podía tener ángulo de visión sobre nada que hiciese con las manos.
Como es habitual, el comprador no acudió como testigo a la vista oral y, como ocurre siempre, el Ministerio Fiscal no interesó la suspensión del juicio. En los miles de juicios que se celebran de este tipo, casi nunca acude el comprador, dado que su testimonio no es importante. Para la defensa no lo es, porque los jueces y tribunales nunca se creen lo que dice el comprador. La jurisprudencia del Tribunal Supremo sostiene que su declaración no es fiable porque si declara a favor del vendedor puede hacerlo por miedo a represalias. Y para el fiscal no es importante porque con el testimonio de la Policía basta.
Pero esta vez no fue así. La Audiencia Provincial de Barcelona dictó sentencia absolutoria, por considerar que no había prueba de cargo suficiente. Si bien admitía como hipótesis que el agente llegara a ver que el acusado tenía la heroína en la mano, no había prueba concreta sobre el acto de ofrecimiento, sobre la intención de venta, siendo una explicación razonable que el sujeto la tuviera únicamente para su propio consumo, dado que habíamos acreditado documentalmente y mediante informe pericial que era consumidor habitual de heroína y otras drogas. El Tribunal consideró que la conclusión a la que había llegado la Policía, que estaba ofreciendo droga, no había quedado probada. Podía ser cierto o no, pero no había prueba de cargo suficiente.
Ni por asomo se planteó el Tribunal que el agente pudiera decir algo que no fuera cierto; imaginaos si hubieran podido admitir que todo era inventado. Si hubiéramos ido por esa vía, aunque era defender la verdad material, le habrían condenado seguro. Paradojas de la vida... Por supuesto, recomendé a Mbappé que cambiara de barrio y, a ser posible, de ciudad.