Cumplía en España por varios delitos de robo con fuerza e intimidación. En uno de ellos, se le fue la mano e hirió gravemente a un director de banco. Buscaba, como tantos otros en aquella época, dinero fácil para inyectarse heroína, o lo que fuera que se vendía con ese nombre. Le quedaban muchos años de prisión por delante, pero como tenía buena conducta y había conseguido dejar de consumir, le dieron un permiso de salida. Fue en marzo del 2005. El Gringo, así le llamarían unos meses más tarde, aprovechó el permiso de salida de la manera que consideró más adecuada. Se fugó fuera de España. Primero a Centroamérica y luego al nordeste de Brasil. Era joven y astuto, y no le costó espabilarse. A los pocos años ya tenía una esposa y nacía su primer hijo. Sin embargo, los trabajos que encontraba no le satisfacían mucho, así que se fue metiendo cada vez más en el negocio de la maconha, de la marihuana. Cuando llevaba ya unos diez años en Brasil, sobre el 2015, lideraba una pequeña organización que importaba marihuana de varios proveedores y la distribuía en el mercado interno. Lo manejaba todo con bastante cuidado y discreción, pero un día se fue todo al garete. En un control preventivo localizaron a un transportista con 30 kg de su maría. Ante la presión de la policía, el detenido tardó pocos minutos en hablar. Les condujo a casa del Gringo, este era su apodo, y le encontraron otros 70 kg. Con él se encontraban otras dos personas. Les detuvieron a todos y los ingresaron en prisión preventiva a la espera de juicio. Por suerte, dejaron al margen a su mujer e hija.
Las cárceles en Brasil no son como en España, son mucho más duras. Además, siendo gringo, la cosa se complica. Era un tipo duro, y ya tenía experiencia carcelaria por sus años en España, pero lo pasó muy mal. Cuando llevaba ya cuatro años de preventiva, le salió el juicio, con condena a diez años de prisión por la marihuana y un año y tres meses por la documentación falsa que usaba para evitar ser localizado por las autoridades brasileñas a requerimiento de la justicia española. Fue un palo duro. Enseguida empezó a mover su traslado a España. Sabía que tenía cuentas pendientes aquí, pero prefería estar treinta años en una cárcel en España que once en una brasileña. Finalmente, en noviembre del 2019 fue trasladado a España, a disposición de la Audiencia Nacional, y después de varios meses transitando por cárceles madrileñas, se le ingresó en Mas Enric, en la cárcel de Tarragona. Se le practicó liquidación de condena. Tenía que cumplir once años y tres meses de Brasil, más las condenas previas en España. Se le hizo el cálculo. El total, en España, eran treinta y cuatro años, así que se iba sobre los cuarenta y cinco años de cárcel. Sin embargo, como él ya había cumplido varios años en Brasil, y muchos en España, se le quedó, como fecha definitiva de cumplimiento, el año 2042. Toda una vida.
Cuando me presentó el caso, pudimos ver que muchas de sus causas españolas podían estar prescritas. El Gringo se había fugado de la cárcel en marzo del 2005, y no volvió a España hasta noviembre del 2019. Habrían pasado más de catorce años. Sin embargo, como había pedido el traslado a España de su pena brasileña, esta ya se consideraba como una pena española, por lo que su detención en agosto del 2015 ya interrumpía el período de prescripción. Más allá no podíamos ir. Pero teníamos un período muy relevante a nivel jurídico, desde marzo del 2005 hasta agosto del 2015. Más de diez años. Así, todas las penas inferiores a cinco años tenían que declararse prescritas. Pedimos todos los expedientes judiciales de los muy diversos juzgados por los que el Gringo había transitado, y pudimos observar que casi todas las causas estaban prescritas, al ser menores de cinco años. Había una que era de doce años y seis meses, pero resultó ser una acumulación jurídica de diversas penas, por la regla del triple de la mayor, todas ellas inferiores a cinco años. Ahora, en septiembre del 2021, está ya a punto de salir de la cárcel gracias a que, uno a uno, todos los juzgados han ido prescribiendo las penas. Además, ya ha conseguido traer a su mujer y a su hija, que le esperan ansiosas en la calle. La ley tiene estas cosas un tanto paradójicas: si te fugas bien, tienes premio.