La forma en que se nutren las plantas de cannabis tiene una clara influencia en la calidad final de los cogollos, sobre todo en su aroma y su sabor. Una de las mayores ventajas de la utilización de abonos orgánicos es que suele producir marihuana más aromática y de sabor más suave. Pero es importante comprender bien el proceso de nutrición de las plantas para sacarles el máximo partido.
Las plantas silvestres viven toda su vida sin ser fertilizadas. Las raíces absorben nutrientes sin que estos se acaben. Año tras año los bosques crecen. ¿De dónde sale tanta comida? La naturaleza vive del reciclaje, las plantas no reciben abono en el bosque, simplemente aprovechan lo que otros descomponen. Las plantas mueren, las hojas secas caen al suelo y se descomponen. Algo parecido sucede con los animales cuando mueren: sus cuerpos alimentan a otros animales y a los microorganismos. Los excrementos y la orina de todos los seres vivos son estiércol para la naturaleza, la manera que tiene la vida de reciclar y recircular los nutrientes por la cadena alimentaria.
El proceso de descomposición es un eslabón fundamental del ciclo de la vida. Los nutrientes son escasos en la naturaleza y los seres vivos compiten por ellos, pero al morir los devuelven todos al ecosistema para que vuelvan a ser utilizados.
Los agricultores cultivamos plantas para el consumo. Una vez han crecido y llega la hora de la cosecha, las cortamos y nos las llevamos, por lo que los nutrientes que contienen y que antes estaban en el suelo no vuelven, lo que va provocando pérdida de fertilidad. Los abonos tienen la función de reponer estos nutrientes, devolviéndole su riqueza al sustrato.
En cada gramo de tierra hay varios millones de células de cientos o miles de especies de microorganismos
Los microorganismos que viven en el suelo son los encargados de descomponer la materia orgánica y liberar los nutrientes que contiene. En cada gramo de tierra hay varios millones de células de cientos o miles de especies de microorganismos: bacterias, levaduras y hongos que forman un complejo ecosistema que descompone la materia orgánica, disuelve las rocas, capta nutrientes atmosféricos y establece relaciones de simbiosis con las plantas.
La materia orgánica del suelo es la parte que proviene de organismos vivos, la que no es mineral. Las hojas caídas de los árboles, las plantas que mueren, los excrementos y los cadáveres de los animales, todos estos elementos son orgánicos. La mejor forma de abonar un suelo es añadir materia orgánica, ya que así se alimenta a los microorganismos, y son estos los que liberan los nutrientes que contiene para que los absorban las raíces de las plantas.
No todos los nutrientes vienen de la materia orgánica. Hay bacterias y hongos que segregan enzimas capaces de disolver los minerales presentes en las rocas del suelo, con lo que también se convierten en nutrientes disponibles para las raíces. Además, algunas de las bacterias que viven en el subsuelo son capaces de captar nitrógeno del aire y fijarlo al suelo, aumentando así la fertilidad. Todas las especies de la familia de las leguminosas fijan nitrógeno del aire: judía, haba, trébol, guisante, alfalfa, garbanzo, lenteja, soja. En definitiva, la vida microbiana del suelo es equiparable a la flora intestinal del aparato digestivo de los animales, ya que descompone los alimentos en los nutrientes básicos que pueden ser utilizados por las plantas.
En el cultivo ecológico intentamos imitar a la naturaleza aportando diferentes fuentes de materia orgánica al suelo y potenciando la población de microorganismos que viven en él. En la medida en que el sustrato esté vivo y contenga suficiente materia orgánica rica en nutrientes, las plantas dispondrán de un suministro constante de comida de primera calidad. Una de las principales ventajas de utilizar abonos orgánicos es que resulta mucho más difícil dañar las plantas por exceso de abono, ya que los nutrientes atrapados en la materia orgánica se van liberando poco a poco y nunca llegan a alcanzar un nivel tóxico que pueda quemar las raíces.
Abonar al preparar la tierra
Si en la naturaleza nadie riega ni abona, ¿por qué los cultivadores disolvemos nutrientes en el agua y regamos las plantas continuamente? Si en un bosque el suelo contiene todos los elementos que las plantas necesitan para crecer durante años sin fertilizar, ¿no podríamos crear un sustrato orgánico similar para cultivar en macetas?
La principal diferencia entre cultivar en el suelo o hacerlo en macetas es la cantidad de tierra a la que tienen acceso las raíces. En el suelo, las raíces pueden extenderse en todas direcciones tanto como quieran, pero en una maceta el espacio del que disponen es limitado. A la hora de crear un sustrato orgánico capaz de alimentar a plantas en macetas durante todo su ciclo de vida, hay que lograr que tenga una gran concentración de nutrientes. Pero al mismo tiempo es importante que no estén todos disponibles a la vez, lo que quemaría las raíces, sino que vayan liberándose poco a poco, conforme las plantas los necesiten. Atrapados en la materia orgánica, los nutrientes van estando a disposición de las raíces conforme los microorganismos van descomponiendo los distintos materiales que componen el sustrato.
Es necesario usar macetas con suficiente volumen de tierra para contener los nutrientes necesarios. Una regla sencilla es calcular diez litros de sustrato por cada treinta o cuarenta centímetros de altura de planta. Es decir, una planta de un metro de altura debería tener una maceta con treinta litros de sustrato. Es posible cultivar plantas en macetas más pequeñas cuando todos los abonos se aportan disueltos en el agua de riego, pero si los abonos sólidos van mezclados con el sustrato es mejor escoger contenedores grandes.
La siguiente receta básica sirve para preparar un sustrato abonado orgánicamente, muy nutritivo y capaz de soportar el desarrollo de las plantas en todo su ciclo de vida, o al menos en todo salvo en plena floración, cuando, para potenciar el engorde de los cogollos, puede ser necesario añadir algo de abono de floración en el riego. Una parte de turba, una parte de perlita y una parte de humus de lombriz, compost o estiércol maduro forman el grueso del sustrato. Además, se añade alrededor de un dos por ciento de una mezcla de abonos orgánicos en polvo como harina de algas, de pescado, de sangre, de huesos, de alfalfa, de guano de murciélago o de aves marinas, etc. También se puede usar alguna de las mezclas de abonos orgánicos en polvo que se venden ya preparadas en las tiendas de jardinería. La receta de tierra se completa con algo de cal agrícola para equilibrar el pH. Algunos de los nutrientes que contiene esta mezcla no están disponibles para las plantas hasta que los microorganismos los empiezan a descomponer, por lo que es recomendable almacenar el sustrato ya preparado y ligeramente humedecido durante al menos un mes antes de utilizarlo. Se puede guardar en sacos o en las macetas en que se van a sembrar las plantas, pero es necesario que no se seque completamente. Este tiempo de reposo multiplicará velozmente la cantidad de microorganismo presentes en la tierra y los nutrientes disponibles para las plantas.
Trucos
La tierra y las plantas necesitan agua pero también oxígeno. Uno de los errores más habituales entre los cultivadores es regar con demasiada frecuencia. Es muy importante que la cantidad de humedad en el sustrato vaya variando. Tras un riego, la tierra absorbe el máximo de agua que puede, y el resto drena por los agujeros de la maceta. En este momento, las raíces pueden captar mucha agua pero, por otro lado, la cantidad de aire en el sustrato es mínima. Si es una situación temporal, que dura unas horas o uno o dos días, no es grave porque a continuación vendrá una fase de tierra menos húmeda y más aireada en la que las raíces podrán respirar. El problema llega cuando el cultivador vuelve a regar las plantas antes de que la tierra se haya secado y el sustrato se mantiene permanentemente encharcado. El exceso de riego ahoga las raíces, favoreciendo la aparición de pudriciones y limitando la capacidad de absorber nutrientes de las plantas. El mejor truco es no volver a regar hasta que la maceta pese poco, síntoma inequívoco de que el sustrato está bastante seco.
Otro elemento vital y a menudo descuidado es la calidad del agua de riego. El agua más adecuada es aquella que contiene pocas sales disueltas y tiene un pH entre 5,5 y 6,5. Por lo general, se considera apta el agua con una EC de menos de 0,5 mS/cm, aunque es aún mejor si no pasa de 0,2 mS/cm. Si el agua del grifo es demasiado salina, se puede instalar un filtro de ósmosis inversa, que produce agua sin nada de sales, o recoger agua de lluvia, que también carece de sales disueltas.
Las plantas responden mejor a dosis pequeñas y frecuentes de abono que a grandes dosis esporádicamente. Es mucho más seguro y efectivo disolver una pequeña cantidad de abono en cada riego que añadir mucho de golpe una vez al mes.
Abonos orgánicos comerciales
Cualquier grow shop bien surtido dispone de sustratos preabonados con fertilizantes ecológicos, así como de una amplia gama de abonos orgánicos líquidos o en polvo
Muchos cultivadores quieren cultivar orgánicamente para lograr una marihuana de calidad superior, con un aroma más intenso y un mejor sabor, pero prefieren evitar las complicaciones de preparar sustratos especiales un mes antes de empezar la cosecha. Los fabricantes de abonos se han dado cuenta de la demanda creciente de productos orgánicos y ecológicos y se han apresurado a cubrirla. Hoy en día, cualquier grow shop mínimamente bien surtido dispone de sustratos preabonados con fertilizantes ecológicos, así como de una amplia gama de abonos orgánicos líquidos o en polvo que facilitan el trabajo del cultivador. Contando con estos productos, el cultivo orgánico se vuelve más sencillo. Empezamos escogiendo un sustrato ecológico que ya lleve una parte de abono orgánico o bien un sustrato tipo Light Mix, y le añadimos al menos un veinte por ciento de humus de lombriz. Basta con completarlo con un par de buenos abonos orgánicos líquidos, uno para la fase de crecimiento y otro para la de floración, que mezclaremos con el agua de riego un par de veces por semana. No cabe duda de que este es un sistema básico de cultivo orgánico que no potencia al máximo el desarrollo de un suelo vivo, pero tampoco es estrictamente necesario gracias al uso de abonos orgánicos líquidos, que siempre tienen parte de los nutrientes directamente asimilables. Es un método muy sencillo y cómodo de cultivar marihuana orgánica de calidad, que puede dar buenos resultados. En próximos artículos veremos otros sistemas más complejos que parten de sustratos mucho más elaborados.
Abonos químicos
Los abonos químicos de síntesis se usan mucho por su bajo precio, su comodidad y su efecto inmediato. Se elaboran en forma de sales químicas en grandes fábricas, son fáciles de conservar, transportar y aplicar, y tienen la gran ventaja de que los nutrientes se encuentran en forma iónica, por lo que las plantas los pueden absorber y utilizar desde el instante en que se aplican. El vendedor de abonos químicos líquidos es el productor más feliz del mundo: disuelve en un litro de agua unas cucharadas de diversas sales que compra por sacos, embotella la mezcla que le ha costado unos céntimos y la vende por diez euros al cultivador final, que suele estar encantado porque los efectos sobre las plantas son casi inmediatos.
Por supuesto, no todo son ventajas, ya que los abonos químicos no alimentan a los microorganismos del suelo, que van desapareciendo conforme se quedan sin materia orgánica de la que alimentarse. La pérdida de esta biodiversidad del sustrato reduce la fertilidad a largo plazo y favorece la aparición y el desarrollo de microorganismos perjudiciales para las plantas. Además, los nutrientes que las plantas no absorben inmediatamente se van filtrando en el terreno hasta alcanzar la capa freática y contaminan las aguas subterráneas. El uso constante de abonos químicos provoca que cada vez sea necesario usar una dosis mayor para obtener el mismo efecto, por lo que el riesgo de quemar las raíces por exceso de abono aumenta.