Los agricultores llamamos plaga a cualquier ser vivo que se come nuestras plantas. En cada ecosistema natural hay una gran cantidad de especies compartiendo el espacio y que se alimentan las unas de las otras. Cuando cultivamos una planta de cannabis, buscamos mantenerla a salvo del resto de las especies para que pueda desarrollarse al máximo y producir cogollos de la mejor calidad posible. Al mismo tiempo, los cultivadores ecológicos queremos proteger también el entorno y no dañarlo con insecticidas tóxicos. ¿Cómo podemos salvaguardar las plantas mientras cuidamos el medioambiente?
En la naturaleza, las distintas especies que conviven en un ecosistema tienden a un cierto equilibrio, en el que la población de cada una de ellas permanece relativamente estable porque cuando aumenta su número crece también el de la especie depredadora que se alimenta de ella.
Por tanto, en un ecosistema natural y silvestre es raro que una especie se convierta en plaga, ya que el resto de las especies mantienen el equilibrio. El problema viene cuando los seres humanos alteramos el equilibrio con nuestras prácticas: usamos herbicidas que acaban con las hierbas donde viven muchas de las especies beneficiosas, aplicamos fertilizantes minerales que dañan a los microorganismos del suelo, sembramos enormes superficies de la misma especie cuando en la naturaleza eso no ocurre casi nunca. Además, las plantas que crecen en macetas, en interior o en invernaderos, se desarrollan en condiciones muy distintas del entorno natural al que están bien adaptadas. Por otra parte, cuando aparece una plaga a menudo usamos pesticidas muy tóxicos que no solo matan a los insectos perjudiciales, sino también a muchos de los beneficiosos que podrían ayudar a mantener las poblaciones equilibradas.
Clases de plaguicidas
Según la plaga contra la que se dirigen hablamos de insecticidas si matan insectos, fungicidas si combaten los hongos, herbicidas cuando atacan las malas hierbas, antilimacos si matan caracoles o babosas y acaricidas cuando destruyen ácaros.
Los pesticidas de síntesis, comúnmente llamados químicos, se producen en laboratorio y suelen contener moléculas que no existen en la naturaleza, aunque a menudo derivan de algún compuesto natural. Por ejemplo, la piretrina es un insecticida poco tóxico presente en algunas flores, pero la industria ha desarrollado toda una familia de productos, los piretroides, mucho más efectivos pero también más tóxicos.
No debemos olvidar un detalle importante: no hay ningún pesticida aprobado específicamente para su uso en cannabis
Los pesticidas autorizados para agricultura ecológica son una serie de productos poco tóxicos y de amplio espectro que se consideran muy seguros y, por tanto, se permite su utilización en cultivos ecológicos: estos deben ser los empleados preferentemente por los cultivadores de cannabis. Suelen extraerse directamente de la naturaleza y sus efectos perjudiciales son mucho menores que los de la mayoría de los pesticidas de síntesis. Sin embargo, no hay que pensar que todos los productos naturales son poco tóxicos, algunos de los venenos más potentes se extraen directamente de plantas o animales.
Los mejores pesticidas son aquellos que tienen baja toxicidad, alta efectividad, requieren dosis bajas, los plazos de seguridad son cortos, se degradan con rapidez, no afectan a las especies beneficiosas ni dañan a los organismos acuáticos. El problema es que no hay casi ningún insecticida que cumpla todas estas condiciones. En general, las moléculas más efectivas son también las más tóxicas y dañinas, y las moléculas poco tóxicas no suelen ser tan efectivas.
Por su forma de actuación, hay distintos tipos de pesticidas: de contacto, que matan a las plagas cuando las tocan; sistémicos, que son absorbidos por los tejidos y se reparten por toda la planta; repelentes, que no matan pero ahuyentan a los bichos.
Problemas de los pesticidas químicos
Los pesticidas matan; esta obviedad tiene consecuencias igual de obvias pero en las que no solemos pensar. Los aplicamos para acabar con las plagas pero siempre afectan también a otros organismos cuya muerte tienen efectos sobre el ecosistema. Un ecosistema desequilibrado es una fuente constante de plagas y problemas. Los ácaros como las arañas rojas no eran un problema para los agricultores hasta que se empezaron a popularizar los insecticidas. Ahora se cuentan entre las especies más dañinas para los cultivos porque el uso abusivo de pesticidas ha acabado con sus depredadores. En un huerto donde no se fumigan pesticidas tóxicos hay muchas más mariquitas, lombrices y abejas, y contribuyen a que ninguna especie crezca sin control hasta convertirse en plaga.
Muchos insecticidas y fungicidas son tóxicos y tienen efectos peligrosos sobre la salud, ya que dejan restos en las plantas. Ha sucedido en numerosas ocasiones que, tras años de empleo, se ha descubierto que moléculas que se pensaba que eran seguras han acabado teniendo efectos tóxicos, a veces muy peligrosos. La mejor forma de evitar este riesgo es no usando insecticidas o fungicidas tóxicos.
Las plagas pueden desarrollar resistencia a algunos pesticidas, de manera que cada vez son menos efectivos. Esto sucede especialmente con pesticidas químicos, que son los que tienen efectos más específicos. Pero no suele ocurrir con los pesticidas autorizados en agricultura ecológica, que tienen efectos más generales y menor toxicidad.
No debemos olvidar un detalle importante: no hay ningún pesticida aprobado específicamente para su uso en cannabis. Como el cultivo de esta planta no es claramente legal, ninguna empresa de pesticidas invierte dinero en hacer los estudios necesarios para que se autorice el uso de un pesticida.
Las etiquetas de los plaguicidas siempre indican qué plagas combaten y con qué especies cultivadas se pueden usar, a qué dosis y qué plazo de seguridad hay que dejar entre la aplicación y la cosecha para asegurarse de que no quedan restos tóxicos en la planta. Y los datos difieren mucho de una especie vegetal a otra. Hay ocasiones en que el plazo de seguridad de un plaguicida es de tres días en una especie y de cuarenta y cinco en otra. Por esto es tan importante que no haya estudios específicos sobre cannabis: desconocemos la toxicidad de cada molécula cuando se aplica sobre el cannabis. No olvidemos que, al contrario que muchas hortalizas que se lavan, se pelan y se cocinan antes de consumirlas, el cannabis se consume directamente y, en lugar de comerlo, la mayoría de los usuarios suelen fumarlo, con el riesgo añadido que provoca la combustión, que puede generar nuevas moléculas tóxicas a partir de los restos de pesticidas que puedan quedar en los cogollos.
Gestión integral de plagas
La mejor manera de abordar el problema de las plagas de un modo efectivo pero respetuoso con la naturaleza y sin emplear productos tóxicos es mediante la gestión integral de plagas, una técnica que se basa en la combinación de varios sistemas con el fin de eliminar o reducir lo máximo posible los efectos perjudiciales de bichos y hongos. La mayoría de estas técnicas no son suficientes, usadas individualmente, para controlar las plagas, pero, en combinación, sí dan buenos resultados. Prevenir, vigilar y actuar resume las tres facetas clave en la gestión integral de plagas.
Es esencial prevenir desde el principio, intentando evitar las condiciones más propicias a las plagas, como el exceso de abono, la siembra de variedades débiles o el estrés por falta o exceso de agua. Estas medidas preventivas reducen o retrasan la aparición de problemas, pero no son definitivas; es importante vigilar las plantas constantemente porque, tarde o temprano, acaban por aparecen las plagas. Cuando sucede se emplean los pesticidas menos tóxicos, que son los permitidos para agricultura ecológica, pero no tanto con el objetivo de acabar completamente con los bichos (algo casi imposible sin usar venenos), sino para reducir su población y mantenerla controlada en niveles que causen pocos daños.
Trucos contra plagas
Las plantas fuertes y sanas son las que menos ataques reciben. Al igual que nosotros, las plantas tienen un sistema inmunitario para protegerse de plagas y enfermedades. Cuanto más sanas están mejor funciona esta protección. En cambio, una planta débil es objetivo predilecto de los bichos. Más vale sembrar unas cuantas semillas de más y eliminar cualquier ejemplar debilucho antes de que atraiga bichos que luego se extenderán al resto de la plantación.
Siembra variedades resistentes a las principales plagas de tu zona. Es mucho más sencillo cultivar genéticas resistentes que intentar mantener a salvo plantas débiles. Por ejemplo, en zonas húmedas los cogollos densos de las índicas se contaminan de hongos con gran facilidad, pero las sativas, de cogollos finos y ligeros, sobreviven mucho mejor.
Siembra variedades resistentes a las principales plagas de tu zona
Revisa las plantas y elimina las hojas enfermas. Cuanto antes se descubre una plaga, más fácil es acabar con ella. Vigila las plantas con frecuencia y, en cuanto veas daños, corta el material infectado y tíralo a la basura o quémalo, pero no lo dejes en el jardín, donde podría infectar a otras plantas.
Evita que las ramas toquen el suelo. Es muy frecuente que las puntas de las ramas que nacen en la parte baja del tallo se doblen por el peso de los cogollos y acaben tocando el suelo. Muchos bichos y hongos utilizan estas ramas para subir a la planta. Una buena técnica es podar completamente todas estas ramas e, incluso, alguna más, y dejar la parte inferior del tronco, entre 30 y 50 cm, libre de ramas. Este sistema no reduce apenas la producción, puesto que, por la poca luz que reciben, los cogollos de estas ramas no suelen engordar demasiado.
Siembra variedades resistentes a las principales plagas de tu zona
Mantén suficiente separación entre plantas. Si las plantas se siembran demasiado cerca las unas de las otras se crean unas condiciones que favorecen la aparición de plagas: se hacen sombra, el aire no circula entre ellas y los bichos pueden pasar de unas a otras caminando por las ramas que se tocan.
No abuses de los fertilizantes. El exceso de abono, especialmente si es mineral, genera un crecimiento muy rápido pero muy débil, por el que sienten predilección las plagas. Una planta que recibe mucho nitrógeno desarrolla unos tejidos blandos que los hongos y los insectos chupadores colonizan con facilidad. En cambio, el uso moderado de fertilizantes, y mejor si son orgánicos, redunda en plantas algo más pequeñas pero mucho más resistentes y, al final, igual de productivas.
Alterna pesticidas diferentes. Si no hay más remedio que usar pesticidas para acabar con una plaga, es recomendable no usar siempre el mismo. Es mejor ir alternando distintas moléculas para reducir el riesgo de que aparezcan resistencias en las plagas. De ese modo, los individuos que han sobrevivido a un pesticida pueden morir con el segundo. Si siempre se usa el mismo, estaremos dejando que se reproduzcan aquellos individuos que gozan naturalmente de una mayor resistencia frente a esa molécula concreta, favoreciendo el rápido desarrollo de una línea genética resistente. También es buena idea combinar dos o más productos para lograr mayor efectividad.
Fumiga a conciencia. La mayoría de los insecticidas y fungicidas ecológicos actúan por contacto, por lo que resulta esencial mojar completamente todas las partes de la planta, incluyendo la cara inferior de las hojas, para evitar que algunos bichos sobrevivan escondidos en los rincones más recónditos. En general, cuanta más presión usa la mochila de fumigación, mayor efectividad tiene, pues las gotas pequeñas suelen mojar más fácilmente las zonas de difícil acceso.
Aplica los pesticidas al caer el sol para que puedan hacer efecto durante toda la noche. La mayoría dejan de ser efectivos una vez se secan, por lo que conviene aplicarlos cuando la temperatura no es muy alta. Antes de aplicar un nuevo pesticida a toda la plantación conviene hacer una prueba sobre una planta o una rama. Si al día siguiente no se aprecian signos de fitotoxicidad, es decir, si la planta no se ve quemada por el insecticida, se puede aplicar al resto del cultivo. Aunque usemos productos aprobados para agricultura ecológica, es siempre recomendable emplear equipo de protección: gafas, mascarilla, guantes, mono... Más vale reducir al máximo el riesgo de intoxicarse.