Agosto es mes de más trabajo para las plantas de cannabis. Durante el principio de la floración, su altura aumenta varios centímetros cada día, y en cuestión de tres o cuatro semanas pueden llegar a doblar su altura y su anchura. Si hay un momento en que el cultivador no se puede despistar ni largarse de vacaciones, es justo ahora. Recuerda: si en agosto te despistas, llorarás en septiembre.
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Las fases de la floración
Según las variedades, la floración del cannabis dura entre 6 y 16 semanas, aunque en la mayoría de las variedades populares la horquilla no es tan amplia y lo más habitual es que la mayoría de las plantas tarden entre 7 y 11 semanas en florecer. En este periodo podemos diferenciar cuatro fases principales: inicio, engorde, pico o maduración y senectud.
La primera fase suele durar tres o cuatro semanas, y va desde el cambio de fotoperiodo y consiguiente inicio de la floración, hasta que las plantas dejan de estirarse en altura. En estas semanas surgen pequeños grupos de flores en los nudos y en las puntas de las ramas y los cogollos ya se adivinan, pero todavía no se han formado realmente. Es una etapa de enorme consumo de nutrientes, en la que hay que abonar las plantas con mucha frecuencia. En las plantas de maduración temprana, esta fase ocurre entre finales de julio y agosto, mientras que en las sativas o híbridos más lentos pueden no empezar hasta finales de agosto o incluso septiembre.
La mayoría de las plantas tardan entre 7 y 11 semanas en florecer.
En la segunda fase, los cogollos engordan. Se produce una enorme cantidad de flores y el aroma se intensifica conforme empieza la producción de resina. La fase pico o de maduración es la siguiente: la producción de resina es máxima y los estigmas de las flores empiezan a marchitarse, se reduce la brotación de flores. La mayoría de los cultivadores cosechan las plantas al final de la fase pico o justo al empezar la cuarta fase, la de senectud, en que las plantas empiezan a morir. Dejan de producir nuevas flores y poco a poco se van secando y si han sido polinizadas maduran las semillas.
Plagas de los cogollos
En la floración del cannabis hay cuatro plagas principales por los daños que ocasionan: dos bichos y dos hongos. Las orugas se comen los cogollos desde dentro; son terriblemente voraces, cada una puede destrozar un buen cogollo cada día. La araña roja es un ácaro que se alimenta chupando la savia de la planta. Es especialmente peligrosa en zonas de clima seco, pues cuanto más calor y menos humedad ambiental hay, más rápidamente se reproduce. La falta de riego también potencia su desarrollo. La mejor forma de combatirla es aumentar el riego y la humedad ambiental, a la vez que se aplica algún acaricida no tóxico, como el jabón potásico o el aceite esencial de canela.
Los hongos más peligrosos son la botritis y el oídio. La botritis es un hongo de color marrón o grisáceo que infecta los cogollos desde el interior, especialmente los más densos y pesados. Una vez que un cogollo ha sido infectado, el hongo se desarrolla a gran velocidad y, si no se eliminan las partes enfermas, la infección se puede extender a todo el jardín en pocos días. La botritis es un hongo especialmente frecuente en zonas de clima húmedo y lluvioso, y ataca principalmente a las variedades índicas y a los híbridos, pues tienen cogollos más gruesos. Las variedades sativas, gracias a sus cogollos más aireados y abiertos, suelen resistir mucho mejor la humedad alta e incluso la lluvia sin sucumbir ante la botritis.
El oídio es un hongo muy frecuente hoy en día en los cultivos de cannabis, pero que se veía raramente hace veinte años. No sé si se debe a que las variedades actuales son menos resistentes o a que el oídio se ha ido adaptando a infectar el cannabis. Se presenta especialmente en invernaderos y jardines poco ventilados. Una vez aparece resulta muy difícil acabar con él, por eso es mucho mejor aplicar tratamientos preventivos a lo largo de todo el ciclo de vida de la planta, fumigándolas con jabón potásico, bicarbonato sódico o potásico o agua ozonizada. Mientras la infección está en las hojas, el oídio es más o menos controlable con fumigaciones continuas y potenciando la ventilación en torno a las plantas, pero si el oídio llega a infectar los cogollos se corre el riesgo de perder toda la cosecha.
El agua oxigenada es un potente oxidante que también se puede usar contra el oídio. Se aplica en pulverización, diluida en cinco partes de agua. Su principal ventaja es que una vez actúa pierde el átomo extra de oxígeno y se convierte en agua común, por lo que no deja ningún residuo sobre los cogollos. Esta propiedad hace que podamos pulverizar agua oxigenada incluso el mismo día de la cosecha sin miedo a que queden restos tóxicos. Mata el oídio en cuanto lo toca, pero no impide que el hongo se reproduzca de nuevo. Por eso solo es útil cuando se fumiga cada día.
Mantén las plantas sanas y vigorosas
La naturaleza ha equipado a todos los seres vivos con sistemas de defensa frente a los parásitos y las enfermedades. Si las plantas están sanas y bien alimentadas, su capacidad de hacer frente a los ataques de los bichos se incrementa notablemente, mientras que las plantas débiles y mal desarrolladas suelen ser las primeras en sufrir ataques.
Ojo con la polinización tardía
Quien no cultive variedades feminizadas debe tener mucho cuidado en agosto, pues aunque la mayoría de las plantas ya se han definido y los machos han sido eliminados, todavía puede aparecer algún macho tardío. El problema es que hay hembras que ya tienen bastantes flores y que, si fueran polinizadas, se llenarían completamente de semillas. No hay que confiar en que las plantas ya han sido sexadas, sino que es recomendable seguir vigilándolas a diario en busca de hermafroditas o machos tardíos. Las sativas más puras no suelen sexar hasta agosto, cuando la mayoría de las índicas ya están cogollando, por eso los machos de sativa son tan peligrosos. Tardan tanto en mostrar su sexo que el cultivador acaba descuidándose y deja de vigilar las plantas a diario. Cuando finalmente florecen las otras plantas son tan grandes que a menudo no dejan ver bien y es más fácil que el macho pase desapercibido y provoque un desastre.