En estado silvestre, el cannabis se reproduce por semillas, que son el resultado de cruzar una planta macho y una planta hembra. De cada semilla nace una planta única, con características más o menos intermedias entre las del padre y las de la madre, pero con ciertas diferencias respecto a sus hermanas las otras semillas. Esta variabilidad es una ventaja para que las plantas sobrevivan en la naturaleza, donde las condiciones son cambiantes, pero resulta un incordio en un cultivo de interior.
Si tenemos veinte plantas en un indoor es mejor que maduren todas a la vez, para poder cosecharlas rápidamente y sembrar una nueva tanda de plantas. Si unas son más rápidas que otras, necesitan menos abono o crecen más altas, es muy difícil proporcionar a todas las condiciones óptimas de desarrollo. Los esquejes obtenidos de una planta madre son exactamente iguales a ella: son copias genéticas con el mismo comportamiento, lo que facilita mucho la uniformidad del cultivo.
¿Podemos usar cualquier planta como madre?
Sacaremos esquejes de todas las plantas de semilla y, tras la cosecha, nos quedaremos con los mejores como madres.
En pocas palabras, las plantas autoflorecientes no sirven como madres y las que florecen en función del fotoperiodo sí, aunque no todas serán igual de buenas. Vamos a explicarlo con más detalle. Las variedades automáticas o autoflorecientes no se pueden conservar como plantas madre, pues comienzan a florecer independientemente del fotoperiodo, por lo que no es posible mantenerlas continuamente en fase de crecimiento. Si sacamos un esqueje de una autofloreciente, es probable que no enraíce, pero si lo hace seguirá floreciendo como la planta de la que salió.
En cambio, cualquier planta no autofloreciente puede, técnicamente, usarse como madre, ya que podemos mantenerla viva y en estado de crecimiento vegetativo indefinidamente bajo un fotoperiodo de días largos, para ir cortando esquejes siempre que queramos. En la práctica, no todas las plantas son igual de buenas, y si vamos a guardar una para poder cultivarla repetidamente a lo largo del tiempo, solo tiene sentido conservar como madres aquellas plantas especialmente buenas.
Las ventajas de tener una planta madre
Si todas las plantas son esquejes idénticos, se facilita mucho el cultivo, pues todas necesitan lo mismo.
- Una madre nos permite conservar una genética a largo plazo, incluso durante décadas. Es muy agradable cosechar una planta que nos encanta una y otra vez.
- Cada esqueje que saquemos tendrá la misma genética que la madre y se comportará exactamente igual que ella: la floración durará lo mismo; las necesidades de abono serán iguales; el sabor, la potencia y la producción serán las mismas.
- Evitamos gastar dinero en semillas y podemos producir tantas plantitas como queramos.
- Podemos llenar un cuarto de cultivo de esquejes iguales y con las mismas necesidades, que crecerán al mismo ritmo y se cosecharán el mismo día.
- Cosecha tras cosecha podemos ir afinando la forma de cultivarla para obtener cada vez mejores resultados. Al final tendremos el ojo acostumbrado a esa planta y sabremos a primera vista si va bien o le pasa algo. Seremos expertos en “nuestra” planta.
"Las plantas madre pueden mantenerse vivas en un espacio pequeño y consumiendo muy poca electricidad, pues no necesitan mucha intensidad de luz"
- Las plantas madre pueden mantenerse vivas en un espacio pequeño y consumiendo muy poca electricidad, pues no necesitan mucha intensidad de luz.
- Los esquejes son plantas adultas, aunque sean pequeñas, por lo que pueden ponerse a florecer desde el momento en que han enraizado. En cambio, las plantas de semilla necesitan por lo menos tres semanas de crecimiento antes de florecer.
- Los criadores de semillas mantienen vivas sus mejores plantas como madres para poder utilizarlas en la creación de nuevos híbridos a lo largo de los años.
- Es perfectamente posible hacer una cosecha con esquejes recién enraizados y, aunque cada uno no dará mucho por su pequeño tamaño, se pueden poner muchos juntos. Este sistema llamado sea of green, en su faceta más extrema, permite hacer cosechas en solo ocho o diez semanas desde que enraíza el esqueje hasta que se cortan las plantas maduras. En un cuarto de cultivo bien diseñado, esto permite realizar hasta seis cosechas al año.
Cómo mantener las plantas madre
Los cultivadores comerciales siempre usan esquejes para tener garantizada la calidad del producto final.
Las madres necesitan vivir permanentemente bajo un fotoperiodo de crecimiento. El más habitual es 18/6 (18 h de luz y 6 h de oscuridad), pero cualquiera con entre 16 y 24 h de luz diarias sirve. No es necesario usar una luz muy intensa, pues se mantienen mejor a largo plazo si crecen lentamente, pero es conveniente que las condiciones ambientales sean bastante constantes. Pueden usarse lámparas de alta presión, fluorescentes compactos o ledes. Mantendremos la temperatura entre 22 y 25 ºC y la humedad entre el 60 y el 80%. Usaremos un abono de crecimiento a baja concentración (EC entre 0,6 y 1,2) y vigilaremos de no pasarnos con el riego. Como viven en un ambiente de luz moderada, temperaturas suaves y humedad alta, no traspiran mucho y no necesitan riegos muy frecuentes. La fertilización foliar es muy recomendable como forma de abonarlas sin tener que regarlas demasiado.
En los cultivos comerciales no es extraño ver enormes madres en condiciones de alta luminosidad y fuerte fertilización, pues se busca obtener cientos de esquejes en el menor tiempo posible. Es un sistema válido, pero que obliga a renovar las madres con frecuencia, ya que envejecen rápidamente a causa del estrés y las continuas podas de esquejes.
Formación de una planta madre
Las madres se podan en forma de candelabro para que haya muchos brotes iguales que puedan convertirse en esquejes. Derecha: cada punta como esta se puede cortar como esqueje.
Una vez hemos seleccionado la planta que queremos guardar como madre, debemos empezar a podarla para lograr que adquiera una estructura con numerosas ramas para que podamos cortar un buen número de esquejes. El sistema es bastante sencillo. En primer lugar, despuntamos el tallo central cortando el brote más alto para que se bifurque en dos tallos; una semana o dos después, despuntamos estos dos nuevos tallos y cada uno se volverá a bifurcar. Repetimos esta operación varias veces y obtendremos una planta madre con muchas puntas; cada una de ellas será un potencial esqueje.
¿Cuándo saco esquejes?
Con un pequeño armario y una lámpara no muy potente mantenemos una colección de genéticas siempre disponibles.
"Una madre nos permite conservar una genética a largo plazo, incluso durante décadas"
Cuando las puntas tengan una longitud de unos diez o quince centímetros con varios pares de hojas, podemos cortar los esquejes. Cada esqueje se toma de una punta con al menos cuatro pares de hojas, cortando el extremo por debajo del tercer nudo (empezando desde arriba). La idea es que quede un nudo en la planta, del que brotarán dos nuevos tallos (que serán esquejes para el futuro), y obtengamos un esqueje compuesto por dos o tres nudos con un brote en la punta. El nudo más cercano al corte se debe dejar desnudo (cortaremos las hojas que salen de él), pues debe ir enterrado, ya que de allí brotarán las nuevas raíces del esqueje.
Los esquejes son mejores, más vigorosos y enraízan antes cuando se sacan del crecimiento nuevo y tierno; hay que evitar los tallos más duros, pues enraízan mucho peor y les cuesta más retomar el crecimiento.
Tiempo de recuperación
Madre antes y después de sacar esquejes.
Tras sacar un buen número de esquejes habremos dejado la madre muy pelada, básicamente una estructura de ramas con pocas hojas. Ahora hay que abonarla bien y dejarla varias semanas recuperándose. A lo largo de este tiempo, veremos cómo van brotando nuevos tallos y, poco a poco, se va repoblando. Es muy normal que las madres acaben teniendo un número excesivo de tallos, pues desde el punto de corte de cada esqueje brotan dos nuevos tallos. Si hemos cortado veinte esquejes, nacerán al menos cuarenta brotes, lo que suele ser demasiado para la mayoría de las plantas. En estos casos conviene eliminar los más débiles y dejar un número razonable para que crezcan fuertes y vigorosos. El número de esquejes que pueden crecer bien de cada planta depende, sobre todo, de su tamaño y vigor. Una planta madre grande, en una maceta de 30 l y con una lámpara de 400 W para ella sola, puede dar cincuenta o cien esquejes ella sola. En cambio, una madre en maceta de 5 l, iluminada por 50 W de fluorescentes compactos, no será capaz de crecer más de diez o quince buenos esquejes.
Selección de una planta madre
La rapidez de enraizamiento es una de las características que debe tener una buena planta madre.
Hemos visto que cualquier planta no autofloreciente de cannabis se puede convertir en madre, pero lo realmente interesante es escoger una planta que sea muy buena, fuerte, vigorosa, productiva, potente y rápida. Si las madres son excepcionales, la cosecha será siempre excepcional. En una plantación realizada a partir de semillas hay plantas mejores y peores. Tras la cosecha veremos que unas han producido más peso, otras más potencia, algunas maduraron rápido y otras tardaron más. De entre todas ellas, una es la mejor, la que más nos gusta su aroma, la más productiva o la que mejor calidad de cogollos ha dado. Si escogemos esa planta como madre y en la siguiente cosecha plantamos todo el cuarto de cultivo con sus esquejes, cuando llegue el momento de cosecha tendremos un cuarto entero de la mejor planta. Idealmente, la planta madre debería ser una superplanta: productiva, rápida, potente, aromática y vigorosa.
Salvo que un amigo cultivador nos regale un esqueje de su planta madre, la única forma de tener una gran madre es sacar esquejes de todas las plantas de semilla que sembremos y guardarlos bajo un fotoperiodo de crecimiento mientras las plantas de las que proceden florecen y son cosechadas. Una vez secas, hay que catar, pesar y juzgar cada una para determinar cuál es la que más nos gusta. Una vez escogida la campeona, eliminamos los esquejes de todas las demás y nos quedamos con los esquejes de la seleccionada como madre. Siempre aconsejamos compartir las plantas madre con amigos cultivadores para asegurarnos de que no las perdemos si tenemos un problema en nuestro cultivo, como una plaga, un robo o un fallo eléctrico. Es como tener una copia de seguridad de la genética por si algo va mal.