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El ciclo de vida del cannabis cuando se cultiva en exterior suele durar unos seis o siete meses. La mayoría de los cultivadores siembran en abril o mayo y casi todas las variedades se cosechan en octubre, aunque hay algunas más rápidas que están listas en la segunda quincena de septiembre y ciertas sativas que no maduran hasta noviembre. Este largo ciclo de vida requiere un gran compromiso por parte de los cultivadores. Por lo general, en primavera empiezan con mucha ilusión: compran las semillas, las macetas, la tierra y los abonos; ponen a germinar las semillas y observan con ilusión cómo brotan de la tierra, salen las primeras hojas y empiezan a ganar altura.
Con la llegada del verano, el crecimiento se acelera y da gusto ver el tamaño que alcanzan en cuestión de un par de meses. El calor aprieta, las flores empiezan a nacer y los cultivadores sueñan con cosechar cogollos grandes, aromáticos y llenos de resina. La floración desencadena un crecimiento sorprendentemente rápido: las plantas pueden doblar su altura en cuestión de tres o cuatro semanas y surgen flores por todos lados.

A principios de septiembre, este cogollo inmaduro ya apunta a una gran calidad, siempre que no se fastidie en las próximas semanas.

Una correcta maduración ha engordado el cogollo y las glándulas de resina hasta el punto óptimo para la cosecha.
"Una cosecha demasiado temprana reduce considerablemente la potencia de los cogollos"
El final del camino se empieza a adivinar en cuanto nos acercamos al mes de septiembre; en poco más de un mes estarán listas para ser cosechadas. En este momento es muy importante mantener la concentración y no despistarse. Es normal estar un poco cansados después de tantos meses de cuidados; tras las vacaciones llega la vuelta al ritmo normal de vida, los días ya no son tan largos, el clima es más fresco y lluvioso, los niños empiezan el colegio, volvemos al trabajo y cuesta encontrar el tiempo que las plantas requieren. Sin embargo, las próximas semanas son algunas de las más importantes de todo el ciclo de cultivo. Las plantas casi están, pero todavía les falta un poco.
Muchos cultivadores cometen errores tontos en este momento, por cansancio, por descuido o por desconocimiento. Y es lo peor que puede pasar pues, aunque falte poco, todavía se puede echar a perder todo el trabajo en cuestión de pocos días si no estamos atentos y somos cuidadosos.

Automáticas recién trasplantadas en el suelo.
Las plantas concentran toda su energía en la producción de flores y resina, las raíces ya algo envejecidas no trabajan tan bien como lo hacían antes y el sistema inmunitario y defensivo no está al cien por cien. Es esencial mantener la atención y la vigilancia para detectar cualquier signo o síntoma que nos indique que algo no va bien. La aparición de plagas ya no puede combatirse con insecticidas o fungicidas, pues si lo hiciéramos correríamos el riesgo de que quedasen residuos tóxicos en los cogollos, que acabarían en nuestros pulmones al fumar.
El cannabis bien cultivado, sin restos de pesticidas ni plagas, tiene muy pocos efectos adversos, pero muchos insecticidas, especialmente los más potentes, pueden ser peligrosos. Una buena vigilancia nos hará detectar rápidamente los problemas y podremos actuar antes de que se extiendan. Por ejemplo, las orugas pueden ser extraídas a mano de los cogollos antes de que causen grandes daños. Si detectamos la aparición de botritis en un punto concreto y cortamos el cogollo infectado antes de que la infección se extienda, evitaremos que el resto de la plantación se contagie.

Los insectos chupadores como los pulgones se ceban en las plantas con déficit de riego.

En este cogollo ha aparecido botritis: la única solución es eliminar la parte infectada y cosechar el resto antes de que se extienda.
"Una planta con las hojas marchitas por falta de riego deja de engordar los cogollos y de fabricar resina y cannabinoides"
El aire que circula entre las plantas ayuda a mantener la humedad controlada, favorece la evaporación de la transpiración y evita las condiciones que propician los hongos. Intentaremos que las ramas de una planta no se toquen con la de al lado y, si el tiempo es muy húmedo, podemos eliminar algunas de las hojas más grandes para favorecer la ventilación.
Otro elemento de una gran importancia para que las plantas puedan acabar de madurar correctamente es mantenerlas libres de estrés. En verano, con el calor, el exceso de riego es menos frecuente, pues el agua se evapora con mucha facilidad. Sin embargo, la falta de riego sí es un error común. Cuando las plantas se enfrentan al calor transpiran agua por los estomas de las hojas, que, al evaporarse, refrescan los tejidos. Este proceso requiere la absorción constante de agua por las raíces. Si el suelo se seca y a la planta le falta agua, no puede transpirar y entonces las hojas se marchitan, poniéndose flácidas y caídas, en un intento de reducir la superficie expuesta al sol. El problema es que en esa situación se detienen buena parte de los procesos metabólicos de producción de flores.

Esta planta ha sido mal alimentada y ha crecido poco, pero, si la dejamos tranquila, al menos estos cogollos madurarán bien.
En otras palabras, una planta con las hojas marchitas por falta de riego deja de engordar los cogollos y de fabricar resina y cannabinoides. Además, el estrés impide que el sistema inmunitario funcione bien y las plantas se enferman con mayor facilidad y resultan presas ideales para las plagas, especialmente las que se alimentan de la savia, como, por ejemplo, los pulgones o las arañas rojas. En climas muy secos y con riego escaso, las arañas rojas se dan grandes banquetes, se reproducen a enorme velocidad y llegan a matar a las plantas chupándoles la savia.

1 -Le falta abono y agua, por eso las hojas son pequeñas y amarillas: aumentaremos el riego y un poco el abono, pero no intentaremos compensar a base de toneladas de fertilizante.
2 -El cogollo seco que hay a media altura probablemente se deba a una oruga que se ha comido la base; hay que buscarla y matarla.
Cuando le enseño las plantas a un amigo permito que acerque la nariz y las huela, o incluso que toque ligeramente un cogollo para evaluar lo grueso y denso que es, pero nada de chafarlo entre los dedos sin cuidado, las glándulas de resina son muy delicadas y se rompen enseguida. Debemos tratarlas con el mayor cuidado siempre.
La impaciencia es normal, tras meses de cultivo queremos cosechar cuanto antes para asegurarnos la producción antes de que pase algo que dañe los cogollos. Sin embargo, la gran mayoría de la resina se produce en las últimas semanas, por lo que una cosecha demasiado temprana reduce considerablemente la potencia de los cogollos. Si hay problemas y la planta se está estropeando por el ataque de los hongos, sí tendremos que adelantar la cosecha, puesto que más vale tener cogollos menos potentes que no tener cogollos. Pero si las cosas van más o menos bien, lo mejor es esperar hasta que las flores alcancen el grado correcto de maduración. Siempre podemos cortar un cogollo antes de tiempo para tener algo que ir fumando mientras esperamos a que el resto de los cogollos estén completamente maduros.

El verde más claro de esta sativa muestra que está consumiendo los nutrientes de reserva, ya no hay que abonarla hasta la cosecha.

El cultivador ha conseguido que este gran cogollo madure sin problemas protegiéndolo de la lluvia y el viento.