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La cantidad de variedades de cannabis disponibles hoy en día es enorme: hay docenas de bancos de semillas y miles de genéticas distintas. El cultivador actual puede escoger variedades regulares, feminizadas, autoflorecientes, ricas en THC, CBD o ambos, índicas, sativas, etc. Hay que dedicar un tiempo a estudiar los catálogos de los bancos de semillas, hablar con otros cultivadores y bucear en los foros y páginas de internet hasta encontrar una variedad adecuada a nuestras necesidades. No es lo mismo cultivar en un pequeño balcón donde es importante que las plantas no se hagan muy grandes, que hacerlo en un gran jardín donde el tamaño final puede no tener importancia.
En zonas húmedas o con otoños fríos, buscaremos variedades de maduración temprana y resistentes a los hongos que estén listas para la cosecha antes de que llegue el mal tiempo y resistan la humedad sin estropearse. Las variedades autoflorecientes nos permiten ajustar con exactitud la fecha de maduración, por lo que son ideales cuando necesitamos cosecharlas a finales de julio, por ejemplo, antes de irnos de vacaciones.

En su primera juventud, las plantas deben fortalecer sus raíces: empezaremos en macetas pequeñas y no las regaremos de nuevo hasta que la tierra esté bastante seca.
La elección de la variedad es una de las decisiones más importantes que toma un cultivador y de la que depende en buena medida el éxito final de la plantación. En general, no es necesario comprar las variedades de mayor precio, que suelen ser caras más por estar de moda que porque su calidad sea especialmente alta. De hecho, las variedades más clásicas y conocidas no son de las más caras y, normalmente, son de las más fiables.
"Pondremos la mitad de dosis de fertilizante de lo que indique la etiqueta y ajustaremos siempre el pH de la solución de riego después de añadir el abono"
El desarrollo de las plantas en las primeras semanas de vida es muy importante: deben crecer fuertes y vigorosas desde el principio para reducir el riesgo de que enfermen o sean víctimas de las plagas. Es importante germinar las semillas en macetas pequeñas y trasplantarlas a contenedores más grandes conforme vayan creciendo. Si sembramos directamente en macetas demasiado grandes, nos encontraremos con el problema de que la tierra no se acaba de secar nunca porque las plantas consumen poca agua cuando son pequeñas. Si la tierra permanece húmeda constantemente, las raíces no respiran y no pueden crecer bien. En cambio, en macetas pequeñas, el sustrato se seca en un par de días y, de este modo, el sistema de raíces se hace mucho más fuerte y la capacidad de absorción de nutrientes aumenta. Trasplantaremos por la tarde, al caer el sol, y regaremos bien las plantas para que la tierra se asiente y tengan toda la noche para recuperarse antes de que amanezca.

La decoloración de las hojas de esta planta indica una falta de nutrientes (posiblemente, hierro) ocasionada por un pH demasiado alto.
El cannabis necesita un suministro constante y abundante de nutrientes. Es una planta de crecimiento muy rápido que puede alcanzar varios metros de altura en pocos meses y, si le falta comida, su desarrollo se verá limitado. La mayoría de los cultivadores más expertos suelen abonar las plantas varias veces por semana, incluso en cada riego, pero lo hacen con una dosis de fertilizante moderada para evitar que las sales se acumulen en la tierra y puedan acabar dañando las raíces. Mi consejo: pondremos la mitad de dosis de fertilizante de lo que indique la etiqueta y ajustaremos siempre el pH de la solución de riego después de añadir el abono. El pH adecuado en exterior es de entre 5,5 y 6,5. Compraremos un medidor y líquidos para subir y bajar el pH, y lo ajustaremos antes de cada riego: este es uno de los trucos más importantes y más descuidados por los cultivadores que empiezan.

Usando genéticas de calidad, se obtendrán cosechas de campeonato.
Las plantas necesitan espacio para desarrollarse bien y, cuanto más sol reciban, mejor crecerán. No hay que poner demasiadas plantas en el espacio disponible; si están muy apretadas entre sí, el sol no puede penetrar bien hasta las zonas bajas ni iluminar los cogollos interiores. Las zonas en sombra y poco ventiladas se debilitan y son atacadas por plagas y hongos con mucha más facilidad. En cambio, si cada planta dispone de espacio suficiente y sus ramas no chocan con las plantas vecinas, el sol puede iluminar bien todas las ramas, los cogollos engordan mucho más y los hongos y otras plagas tienen mucho más difícil asentarse.

Una planta que recibe sol abundante durante muchas horas al día tiene energía de sobra y sus cogollos se harán gruesos y resinosos.
La energía que una planta tiene disponible es limitada y depende de la cantidad de sol que recibe, del tamaño de la maceta, del sistema de raíces y de los nutrientes que añadimos. Esta energía debe repartirse entre todas las ramas de la planta y alimentar a todos los cogollos. Los mejores cultivadores saben que eliminando las ramas más débiles o sombreadas, que nunca harán buenos cogollos por falta de luz y vigor, la energía de la planta se concentra en las ramas restantes y la calidad final de la cosecha mejora. Por lo general, lo mejor es podar las ramas más bajas, que casi tocan el suelo, o aquellas que tiene un grosor mucho menor que sus vecinas. Las plantas podadas quedan más despejadas, por lo que el sol penetra mejor e ilumina todas sus partes. El aire y el viento también atraviesan las plantas con más facilidad, por lo que las condiciones se vuelven más inhóspitas para las plagas y los hongos, que ya no tendrán tan fácil atacarlas. Algunos cultivadores optan por una poda aún más agresiva y dejan solo cuatro o cinco ramas en cada planta. Esto les permite lograr cogollos muy gruesos y potentes, así como cultivar más plantas en el mismo espacio, ya que cada una ocupa mucho menos. Sin embargo, esta técnica requiere experiencia para tener éxito, pues los cogollos tan gruesos suelen tener más riesgo de enmohecerse.
El cultivo de cannabis de máxima calidad requiere conocimiento, constancia y algo de arte. El cultivador debe involucrarse a fondo, estudiar y conocer las plantas y sus necesidades y disfrutar del proceso. Quien solo piensa en el resultado seguramente se aburrirá y no prestará atención. Hay que pasar tiempo con las plantas, observarlas, apuntar nuestras impresiones y, poco a poco, nuestras cosechas serán cada vez mejores. Nadie nace aprendido, todos mejoramos con la práctica si le ponemos atención e intención.

La parte más importante de la planta es la que no se ve: si cuidamos las raíces, obtendremos grandes cogollos.