Todo el mundo quiere una cosecha abundante. Un cultivador de interior hace una inversión importante en tiempo y dinero. Dedica a las plantas parte del escaso espacio disponible en las viviendas modernas, se gasta un buen dinero en equipo, emplea tiempo todos los días en cuidarlas y, como es lógico, quiere algo a cambio: marihuana de la mejor calidad y en la mayor cantidad posible. A veces las cosas van bien y el cultivo es un éxito; otras, no tanto. Si el resultado de tu plantación de interior no es el que esperabas, tal vez sea buena idea analizar el sistema con detalle para descubrir la causa.
Obviamente, si la cosecha ha ido mal porque las plantas sufrieron una plaga o una carencia de nutrientes, si la bomba de riego se estropeó y no tuvieron agua durante tres días o si era tu primera cosecha y cometiste error tras error, no hay que buscar más, ya conoces la razón de los malos resultados. Sin embargo, si no sabes por qué es baja la producción si todo va bien, sigue leyendo. Este artículo pretende indagar en las causas de la baja productividad de jardines sin problemas obvios; aquellos cuartos de cultivo en los que las plantas se ven sanas pero, sin embargo, la productividad se mantiene por debajo de las expectativas.
Veamos en primer lugar cuáles son los factores que influyen en la producción de un cuarto de cultivo. Podemos dividirlos en tres grandes conceptos: el cuarto de cultivo, la planta y los cuidados.
1. El cuarto de cultivo
Es el corazón del sistema, la copia del mundo exterior en la intimidad de nuestra casa. Y de lo bien que copie las condiciones necesarias depende que el cannabis se desarrolle cómodamente.
La luz y el espacio
Las plantas usan la energía lumínica para fabricar glucosa a través de la fotosíntesis. Cuanta más luz tengan mayor cantidad de glucosa pueden hacer, siempre que no haya algún otro factor que limite la ecuación. En un cultivo ideal, con una variedad productiva y un cultivador experimentado, se puede aspirar a cosechar hasta un gramo de cogollo seco por cada vatio de iluminación empleado. Es decir, 400 g con una lámpara de 400 W. Cuantos más vatios de luz usemos, mayor es la producción potencial.
Si se emplean lámparas de alta presión, se recomienda usar unos 400 W/m2. Con valores más bajos, puede que las plantas no estén recibiendo suficiente luz para desarrollarse bien y esa sea la razón de la baja productividad. Suma los vatios de las lámparas y divide el resultado entre los metros cuadrados que ocupan, si el resultado es menor de 400 deberías añadir más lámparas o juntar más las plantas para acercarlas a la luz.
Por lo general, más luz es mejor. Sin embargo, algunos cultivadores se pasan de luz y ponen 600-800 W/m2. Es una técnica válida si tienes experiencia, siembras sativas y, en definitiva, sabes lo que haces, pero para muchos principiantes es un problema, pues se estresan las plantas y no crecen bien. Es más fácil al principio alejar un poco las lámparas, aumentar la superficie iluminada y que quepan más plantas pero menos estresadas. Con una lámpara de 600 W se cubre perfectamente un espacio de 1,2x1,2 m, y con dos de 400 W, un rectángulo de 2x1 m.
El clima
La temperatura debe mantenerse entre 21 y 25 ºC durante el día y tres o cuatro grados menos durante la noche. La temperatura demasiado baja frena el metabolismo de las plantas, mientras que demasiado calor provoca que desvíen mucha energía hacia la transpiración necesaria para mantenerse frescas en lugar de dedicarla a la producción de flores. Hay que medir la temperatura en las puntas de las plantas, debajo de las luces. Colgar el termómetro de la pared no da una lectura fiable de cuáles son las condiciones reales que hay en los cogollos, que, al fin y al cabo, es lo que nos importa.
Los tres factores que influyen en la producción son el cuarto de cultivo, la planta y los cuidados.
Con la humedad el juego es aún más delicado. La humedad relativamente alta, 70-80%, favorece el crecimiento y reduce la transpiración, pero si la floración está avanzada y los cogollos son grueso, también facilita la aparición de hongos. Por lo general, a partir de mitad de floración se recomienda bajar la humedad al 50-60% pero no más.
El CO2 es el principal alimento de las plantas, ya que provee el carbono necesario para fabricar cada molécula de glucosa o cualquier otra molécula orgánica. La ventilación del cultivo, además de controlar la temperatura, tiene como objetivo renovar el CO2 consumido. Una ventilación escasa que no sea capaz de mantener el nivel de CO2, por ejemplo, si el extractor solo se enciende dos o tres periodos cortos al día, puede influir muy negativamente en la producción. Mi recomendación es que los extractores estén encendidos continuamente tanto de día como de noche, pues así se evita no solo que falte dióxido de carbono durante el día, también que la humedad suba por la noche.
Los cultivadores experimentados que ya sean capaces de lograr buenas cosechas regularmente pueden añadir un sistema de generación de CO2 al cultivo que mantenga la concentración de este gas en 1.000 ppm (partes por millón), muy por encima del valor normal en la atmósfera, que es de 400 ppm. Este es uno de los trucos más efectivos para elevar la producción entre el veinte y el treinta por ciento, pero es esencial que las plantas estén muy sanas y vigorosas, ya que en otro caso más que ayudar perjudica a la producción.