El salto que ha dado la cultura cannábica en el primer cuarto del siglo xxi ha sido enorme. El autocultivo de cannabis empieza a extenderse por España a finales de la década de 1990. Hasta entonces la enorme mayoría de los consumidores fumaban exclusivamente hachís marroquí y muchos nunca habían probado la marihuana. Aunque el hachís continúa siendo muy popular, hoy en día la marihuana tiene un gran número de aficionados y España se ha convertido en el principal productor y exportador de Europa.
Los clubes de consumidores de cannabis, repartidos por todo el país, han creado comunidades de consumidores acostumbrados a tener una buena selección de hierbas para escoger. Los cultivadores, a su vez, han pasado de ser aficionados novatos a convertirse en grandes expertos capaces de controlar hasta el último detalle con el fin de lograr la máxima expresión de las cualidades de sus genéticas.
La legalización del uso recreativo en Canadá y en muchos estados de Estados Unidos, especialmente en California, ha creado un nuevo mercado legal en el que se han invertido grandes cantidades de dinero y que ha dado lugar a una explosión de genéticas y variedades que buscan más el sabor que la potencia. Al fin y al cabo, como sucede cuando una droga es legal, los aficionados buscan que el consumo sea una experiencia agradable y ya no están tan preocupados por el porcentaje máximo de THC.
Respeta el cogollo
El cannabis requiere, según la variedad y la técnica empleada, un ciclo de cultivo de entre tres y ocho meses, a los que hay que sumar al menos varias semanas de secado y curado antes de que esté listo para el consumo. A lo largo de este tiempo, el cultivador debe cuidar constantemente las plantas y mantener unas condiciones óptimas para lograr la mejor calidad. Cuando tengamos un cogollo en nuestras manos, debemos tener esto en cuenta, porque nos ayudará a una mejor apreciación del producto: trataremos el cogollo con respeto, observándolo con atención, fijándonos en los detalles, oliéndolo con detenimiento; la cata debe ser siempre un proceso tranquilo, sin prisa, que permita apreciar cada aspecto por separado y el modo en que contribuye al efecto final. Algunos de los mejores catadores que conozco prefieren catar a solas, pero la mayoría suelen hacerlo en compañía, pues los comentarios de los compañeros ayudan a extraer la máxima información de cada muestra.
La cata como experiencia
Intentaremos no limitarnos a dar una nota general a la variedad y evaluaremos sus distintos aspectos: olor, sabor, potencia, efecto, fumabilidad, etc.
Es difícil hablar de cata cannábica sin hacer paralelismos con el mundo del vino. Estamos acostumbrados al ritual que implica descorchar una botella, servir una pequeña cantidad en un copa especialmente diseñada, hacer que el líquido gire en su interior, olerlo con atención y, finalmente, dar un pequeño sorbo y concentrarnos en el sabor y las sensaciones que nos produce. Si alguien se sirve un buen vino en un vaso de agua y se lo bebe a grandes tragos, probablemente lo veríamos como a un bruto o un inculto que no sabe lo que hace. Entendemos que un buen vino es mucho más que el alcohol que contiene. Con la marihuana pasa lo mismo: una buena hierba es mucho más que el THC que contiene.
A la hora de catar un cogollo debemos tener en cuenta toda una serie de aspectos que, en conjunto, determinan la experiencia. Un buen catador aprecia el cannabis que tiene frente a él con los cinco sentidos. Con la vista nos fijamos en el color, en el tamaño y aspecto de las glándulas de resina, en la calidad de la manicura y en la ausencia de elementos negativos como hongos o restos de plagas. El olfato nos permite apreciar los matices más sutiles del aroma, si la resina se ha curado bien o si el cogollo se ha oxidado por una mala conservación. El tacto es clave para percibir si el punto de secado es óptimo, si la genética produce gruesos y densos cogollos o colas finas y aireadas. El oído es, probablemente, el menos utilizado de los sentidos en la cata del cannabis, pero juega su papel durante el desmenuzado o grindado del cogollo, pues nos permite intuir el punto interno de secado, además de ser necesario para compartir opiniones e impresiones con nuestros compañeros de cata. Por último, el gusto nos dará la impresión más duradera y definitiva de la hierba cuando por fin nos la llevemos a los labios.
El proceso de cata en diez pasos
Observaremos el cogollo detenidamente y nos fijaremos en el color, la manicura, la cobertura de resina y si tiene o no síntomas de hongos o plagas.
- Tocándolo y apretándolo suavemente entre los dedos apreciaremos su peso, densidad y grado de secado: ¿es pegajoso, está bien seco?
- Llevándonoslo a la nariz, concentrándonos en los aromas que desprende, sabremos si son buenos o malos.
- Introduciéndola en un grinder limpio para desmenuzarla, extraeremos la hierba picada y la colocaremos sobre una superficie bien iluminada. Observaremos, tocaremos y oleremos el cogollo desmenuzado: ¿cómo ha cambiado el olor?, ¿hay restos de plagas, signos de moho, semillas?, ¿se ha roto en trozos pequeños o se ha convertido en polvo?
- Liando el porro, llenando la cazoleta de la pipa o colocando la hierba en un vaporizador, notaremos su tacto: ¿está muy reseca, esponjosa, pegajosa? Pesando la cantidad que se va a consumir, cataremos siempre la misma dosis para poder evaluar correctamente la potencia.
- Dando un calada sin encender el porro, la pipa o el vaporizador, apreciaremos el aroma y el sabor e intentaremos encontrar a qué nos recuerda: ¿es dulce, afrutado, especiado, acre?
- Encendiendo el porro, la pipa o el vaporizador, daremos una calada y nos volveremos a concentrar en el aroma y el sabor y nos fijaremos en las diferencias con el porro sin encender: ¿cómo entra el humo o el vapor en nuestra garganta?, ¿pica, irrita, es suave, hace toser?, ¿qué aromas y sabores percibimos de entrada y cuáles quedan después de exhalar el humo o el vapor?
- Concentrándonos en las sensaciones nos preguntaremos: ¿la psicoactividad aparece rápidamente?, ¿la subida es fuerte o suave?, ¿el efecto es estimulante o relajante?
- A cada calada continuaremos preguntándonos: ¿entra bien o irrita más con cada calada?, ¿nos lo acabamos o lo dejamos a medias porque estamos demasiado colocados?
- Y más preguntas: ¿cuánto dura el efecto intenso?, ¿una vez empieza a reducirse la psicoactividad, la bajada es rápida o hay un efecto de fondo que se mantiene durante largo tiempo?
¿Pura o con tabaco?
Cuando se desea hacer un cata en serio y desde el punto de vista organoléptico, es recomendable consumir la hierba pura, sin mezclar con tabaco, para poder apreciar bien todas las notas de sabor y aroma de la marihuana. Pero tampoco hace falta ser radical en este aspecto. Si pertenecemos a la mayoría de europeos que habitualmente consumen la marihuana con tabaco, podemos catarla con el sistema habitual sin sentirnos unos herejes por ello. Al fin y al cabo, si es nuestro método de consumo preferido, querremos saber cómo se comporta la hierba en ese contexto.
Algo similar sucede con los vaporizadores, que, aunque resultan óptimos para apreciar bien los sutiles aromas de un cogollo, no son la opción preferida por la mayoría y no aportan una información relevante para aquellos que suelen fumar la hierba en porros. Al final, el consumidor es quien decide.
Aspectos importantes
Un buen catador aprecia el cannabis que tiene frente a él con los cinco sentidos
Las primeras caladas de una cata son las que mejor nos permiten apreciar los aromas. Cuando el porro avanza, los sabores tostados se van volviendo predominantes y cada vez se notan menos las características particulares de la genética catada.
Cataremos cada hierba varias veces, en horas y días distintos. Nunca deberemos quedarnos solo con la primera impresión. Hay variedades que no gustan de primeras y que, sin embargo, enamoran en cuanto nos acostumbramos un poco a ellas. Algunos sabores resultan fantásticos y sorprendentes el primer día pero aburren, agobian o cansan a las pocas catas.
Apuntaremos las notas de cata de cada variedad en un cuaderno (o en las notas del móvil, es lo mismo) e intentaremos evaluar los distintos aspectos (olor, sabor, potencia, efecto, fumabilidad, etc.) por separado; no deberemos limitarnos a dar una nota general a la variedad. A veces, cuando volvamos a probar la misma variedad pero proveniente de otro cultivador, nos encontraremos con que nuestras sensaciones son completamente diferentes. La planta madre que cada uno haya seleccionado, los abonos que use o lo buen cultivador que sea pueden tener un efecto notable sobre el resultado final, y a veces son tan importantes como la genética en sí. Una buena ficha de cata sirve para recordar cómo era aquella variedad que probamos hace meses o para explicar a otros qué pueden esperar al consumirla.
El aroma y los terpenos
Los cannabinoides, que son los principales responsables de la psicoactividad del cannabis, no tienen olor. El aroma de la marihuana viene de los terpenos que contiene la resina. La ciencia ha aislado varias decenas de terpenos diferentes en el cannabis. Algunos de ellos están presentes en la mayoría de las variedades, pero hay otros que solo aparecen en algunas genéticas. Muchos de estos terpenos nos recuerdan a frutas, hierbas aromáticas, especias, etc. porque ya los habíamos olido antes, precisamente en esos productos. Por ejemplo, el limoneno es un terpeno que huele a limón y que está en la piel de los cítricos, el pineno (que huele a pino) forma parte de la resina de la mayoría de las coníferas. El buen catador de cannabis debe intentar identificar esos aromas que desprende el cogollo. Encontrar y dar nombre a las notas de aroma es una actividad muy gratificante, pues, una vez identificados, resulta mucho más fácil reconocerlos y trasmitir a los demás a qué se parece el olor de esa variedad.
No siempre los olores estarán asociados a frutas, especias o comidas, más de una vez oiremos hablar de pis de gato, gasolina, leche agria o, incluso, descripciones un poco repugnantes. Recuerdo una hierba que solía cultivar y de la que un amigo mío era fan pero siempre decía que tenía una nota de fondo que le recordaba al vomito de bebé. Es verdad que él tenía un niño de pocos meses, pero a mí nunca me resultó nada sugerente su descripción.
Tipos de cata
La información que podemos extraer de un cogollo es abundante pero básicamente se encuadra en tres áreas distintas: la cata organoléptica, la cata psicoactiva y la cata medicinal. En cada tipo de cata nos concentramos en averiguar un tipo de información. La cata organoléptica se concentra en el sabor y el aroma del cannabis; describe una hierba como afrutada, dulce, especiada, con notas cítricas, recuerdos de pimienta negra o sabor a pino. Generalmente, en sucesivas catas de la misma variedad vamos afinando la lista de aromas o sabores percibidos. También hay que incluir si el humo pica, si hace toser, si es sabrosa o si apetece seguir fumando uno tras otro.
La cata psicoactiva evalúa el efecto y es la más interesante para la mayoría de los consumidores: califica las variedades de relajantes, estimulantes, divertidas, soñadoras, etc. Averiguaremos si una variedad es adecuada para fumar por el día o solo para la noche; si es un poco nerviosa o genera paranoia; si es muy potente y casi psicodélica o produce un efecto más suave y llevadero.
Por último, la cata medicinal trata de identificar y describir la utilidad de cada variedad para aliviar las distintas dolencias, enfermedades o síntomas que pueden tratarse con el cannabis. Hay variedades que dan hambre, otras ayudan a dormir, combaten el dolor, evitan las náuseas o reducen la rigidez muscular.