Un cuarto con 1000 plantas
Treinta segundos de conversación y ya tengo un pedido de cinco kilos. El día pinta bien y solo son las diez de la mañana. Me encanta mi trabajo.
Treinta segundos de conversación y ya tengo un pedido de cinco kilos. El día pinta bien y solo son las diez de la mañana. Me encanta mi trabajo. Por cierto, podéis llamarme Loko, con k de kilo de hierba; así me llama todo el mundo. Como comprenderéis, mi nombre real me lo reservo, que tampoco es cuestión de poner las cosas fáciles a mis enemigos ni de dar más información de la necesaria.
Quizás no debería decirlo yo, pero la falsa modestia me parece una estupidez: el cultivo de cannabis se me da francamente bien, soy un crac. Digamos que planta que toco, cogollo que brota. Tanto es así que ya hace tiempo que me dedico al cultivo de cannabis profesionalmente. Mis operaciones de cultivo son de primera división: la calidad es sublime, la producción asombrosa y la rentabilidad digna de Wall Street. Para los humanos normales son plantaciones como nunca han visto, y por eso estoy hoy aquí. Un amigo insistió tanto que al final terminó por convencerme de que escribiera algo para Cáñamo. Cada mes os explicaré un poco de mi vida y os mostraré algunos de mis cultivos más llamativos. Pero, os lo advierto, os comerá la envidia. Aprended lo que podáis pero, como dicen en los anuncios, no intentéis hacer esto en casa; yo soy un profesional, pero vosotros podríais resultar muy perjudicados.
Hoy os voy a hablar de un pequeño cuartito de cultivo que he montado en un lugar cuyo nombre prefiero callarme por obvios motivos de seguridad. No es nada del otro mundo, apenas 56 lamparitas de 600 vatios: 33.600 vatios de luz con los que hacerme unos kilitos para ir pasando el año. Si todo va bien, entre 26 y 30 kilos cada tres meses.
Aprended lo que podáis pero no intentéis hacer esto en casa
Seguro que lo primero que habéis pensado al leer cuántos kilos cosecho es que me estoy forrando. La verdad, no puedo decir que me vaya mal, pero tampoco es un trabajo relajado. Para empezar, el montaje del cuarto no fue ni sencillo ni mucho menos barato. Primero hubo que localizar el lugar adecuado. No es fácil encontrar un sitio adecuado donde plantar un millar de plantas de interior. Escogimos una nave industrial bastante apartada y discreta, sin casas cerca. Yo quería conseguir que el dueño nos la alquilara sin tener que dar muchas explicaciones. Lo único peor que un casero preguntón es un cultivador bocazas; claro que estos últimos no suelen durar mucho tiempo en el negocio. Os voy a regalar un consejo que me dio mi difunto padre un día que fui a visitarlo y que a mí me ha servido muy bien: cuantas menos personas sepan lo que haces, mejor. Quien no sabe un secreto no puede revelarlo aunque se cabree contigo. En cambio, quien conoce lo que haces o, peor aún, dónde lo haces, puede causarte graves problemas (léase robarte o delatarte), especialmente, en este oficio.
Evité contestar a las preguntas del propietario de la nave poniendo sobre la mesa seis meses de alquiler en efectivo; inmediatamente dejó de interesarle a qué nos dedicábamos y pasó a concentrarse en contar el dinero. Cuando acabó me dio la mano y se largó con una sonrisa. Desde aquel día no le he vuelto a ver, y así seguirá mientras le ingrese el dinero a tiempo cada mes. Hacer otra cosa sería de idiotas sabiendo lo que tengo allí.
Además del dinero para el alquiler, necesitamos varias decenas de miles de euros en material y dos semanas de intenso trabajo entre tres personas para acabar el montaje. Primero trajimos tres potentes acondicionadores de aire semiindustriales que nos costaron una cantidad indecente de dinero y una instalación eléctrica que parece sacada de una central nuclear, menos mal que tengo un electricista de confianza que me hace estas cosas; cobra caro, pero me puedo fiar de su discreción y de que no vamos a salir ardiendo. Mientras él se ocupaba del cuadro eléctrico, lo que le llevó varios días, los otros dos nos encargamos de colocar tubos de ventilación, extractores y filtros de carbón activo contra el olor. Luego plastificamos las paredes, colgamos lámparas y balastros del techo, bombillas verdes para ver en las horas de noche y ventiladores en las paredes. Hicimos las bandejas donde irían las macetas con madera y las recubrimos con lona de caucho impermeable de la que se usa para hacer estanques. Es más cara que los rollos de plástico negro, pero mucho más resistente y duradera.
Necesitamos decenas de miles de euros en material y dos semanas de intenso trabajo
Compramos varios filtros de ósmosis inversa y cuatro grandes depósitos de 1.000 litros para almacenar el agua y preparar las soluciones nutrientes para las plantas. Aparte del agua de los filtros de ósmosis, recogemos el agua que sale de los acondicionadores de aire y los deshumidificadores, ya que también está libre de sales y supone un montón de litros cada día.
Una vez acabado el montaje pasamos un par de días ajustándolo todo: fijando temperaturas, programando horarios de luces y extracción, etc. Es muy importante poner el sistema en marcha durante uno o dos días para ver que todo funciona bien antes de empezar a meter plantas. También hay que comprobar el aspecto exterior del lugar de cultivo, tanto de día como de noche, para asegurarse de que no resulta sospecho: que no se oigan ruidos extraños como zumbidos de extractores ni se vean fugas de luz a través de alguna rendija o ventana. En el cultivo comercial de cannabis no hay lugar para los errores, salvo que quieras vivir siempre con el corazón en un puño.
Excepto que sea inevitable, nunca hago una plantación grande a partir de semillas, siempre empleo esquejes. Las semillas son fantásticas para el cultivador doméstico o para el profesional que busca nuevas genéticas interesantes que conservar como plantas madre y reproducir por esquejes, pero no es la mejor opción para un cultivo comercial, puesto que cada semilla da lugar a una planta única con características propias. En una operación con cientos de plantas, lo que resulta cómodo, práctico y productivo es usar esquejes para que todas las plantas se comporten exactamente igual: crezcan al mismo ritmo, tarden lo mismo en florecer y produzcan el mismo tipo y calidad de cogollos. Los esquejes permiten ajustar al máximo los parámetros del cultivo, ya que en las mismas condiciones se comportan siempre exactamente del mismo modo.
El problema de los esquejes es que, para obtenerlos en grandes cantidades, hacen falta muchas plantas madre llenas de brotes en crecimiento. Conseguir cien o doscientos esquejes no es muy complicado, pero con números mayores no resulta tan fácil. El mes que viene os explicaré cómo hicimos para llenar el cuarto de cultivo con cerca de mil plantas. La historia incluye un viaje de casi mil kilómetros en un coche cargado con cinco kilos de hierba a la ida y mil esquejes a la vuelta, varios controles policiales y una holandesa más loca que una cabra; todo amenizado por cerca de cien gramos de la Haze más apestosa, psicodélica y paranoica que he probado en mi vida. No os perdáis las nuevas aventuras del Loko en busca del cultivo del millón de euros.
Fotos: GENETICS by Marimberos