El artista gallego ha internacionalizado su imaginario personal a través de sus diversos trabajos de arte urbano, instalaciones, cerámicas y pintura, recreando su propio universo.
Pelucas, también conocido como Pilas Bubbles (Vigo, 1980), es licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Vigo. Su trabajo está basado en experiencias vitales y en la observación de lo que le rodea, haciendo hincapié en la naturaleza y en el contexto donde se halla en el momento de la creación.
Sus murales se encuentran en Francia, Alemania, Marruecos, México…, entre otros muchos lugares, en los que ha ido forjando una mitología propia de tintes psicodélicos. Además de manejar a la perfección todas las técnicas, pictóricas y escultóricas, ha creado un lenguaje personal con cromatismos vívidos y volúmenes espectaculares que asombran al público que se encuentre ante sus trabajos. No se pueden hacer analogías sobre el trabajo de Pelucas, puesto que solo es comparable consigo mismo. Su originalidad rompe los límites de lo que hemos conocido hasta ahora, por eso resulta tan impactante todo lo que realiza. Hablamos con él sobre su vida y su obra.
Los cigarrillos y los ladrillos son elementos constantes en tu trabajo, ¿a qué remiten estos iconos?
Los artistas a veces transformamos cualquier caca en iconos. A mí, en ese momento, hace veinte años, se me ocurrió transformar los objetos en personajes, humanizarlos. Y entre todos estaban estos dos, que para mí eran simbología de la autodestrucción y, a la vez, de manera morfológica, unas piezas hermosas. Sus formas me trasmitieron belleza, pero su contenido me molestaba en cierto modo. Después empecé a jugar con ellos y a mezclarlos con otros conceptos. Por ejemplo, el pitillo lo uní al tiempo perdido y el ladrillo, a los átomos de la ciudad, y así empecé a crear más personajes y conexiones entre ellos.
Tus obras acusan un cromatismo muy vivaz, ¿sigues algún tipo de teoría del color cuando trabajas?
No, la verdad, sigo la teoría del presente, del instinto y de los colores que tenga en ese momento. Sí asocié desde siempre el arte a la naturaleza, a los insectos y, por lo tanto, no lo concibo sin colores vivos y alegres. Quizás la teoría es la de la dialéctica, el error o llevarme la contraria, es decir: si yo pienso en un color, pues utilizo su contrario o complementario o como se diga [risas]. No sigo teorías en el arte…
¿Cómo abordas la realización de los murales?
“La geometría, la luz, la perfección del todo, el orden de las cosas, todo gira en torno a una ley cósmica a la que tenemos acceso y de la que formamos parte”
Depende de cada mural y sus circunstancias, pero en general me gusta improvisar y respirar del contexto público. Si hago un boceto estoy perdiéndome algo que va a pasar justo allí, en ese muro. De todas formas, está muy saturado el mundo de los murales, y mi método y la improvisación ya no se demandan como antes. Las nuevas generaciones son un poco como Ikea; lo tienen todo muy estudiado. Mis creaciones intentan jugar con la energía del lugar.
¿Qué aporta la cerámica a tu imaginario?
Pues todo y nada. La cerámica es una técnica ancestral que me permite transformar mi imaginario en tres dimensiones y, después, ustedes con su imaginario lo transforman en cuatro o cinco dimensiones o en dos si lo ven desde el teléfono.
Muchos de tus trabajos están en México, ¿qué te une a ese país?
México fue mi casa durante ocho años y viví momentos mágicos y también duros allí. Conocí una visión nueva, otra versión de la vida humana y de la naturaleza que en Europa no existe o se encargan de ocultarla... Doy gracias por ello.
¿Crees que el consumo de ayahuasca aporta algún tipo nuevo de visión que luego puedas poner en práctica en tus obras?
Más que una visión para mi arte fue una visión para mi ser. Después, mis creaciones son frutos de una mezcla de sentidos y experiencias. La ayahuasca me ayudó a conectarme con mi luz, con la tierra y con las fuerzas del antiguo orden. Me ayudó también a entenderme de una forma global. El saber que todo está conectado, que todo es uno y uno somos todos. Entender un poco mejor el mundo. Creo que el arte actual y el que yo hago no puede alcanzar la perfección de lo sagrado, pero sí puede quitarnos pesos y confusiones para estar más ligeros. La ayahuasca es una planta de poder ancestral, que se usaba para unir a la gente con la naturaleza como medicina del espíritu, y es algo muy serio a lo que hay que tener respeto. Me parece muy abusivo el negocio que se crea en torno a estas plantas. Creo que es algo que hay que respetar y no se está haciendo.
“La ayahuasca me ayudó a conectarme con mi luz, con la tierra y con las fuerzas del antiguo orden. Me ayudó también a entenderme de una forma global”
¿Qué podrías contarnos sobre la geometría sagrada?
Te voy a comentar algo desde mi punto de vista, mi impresión sin haber leído nada al respecto ni ser estudioso o matemático, solo con mi experiencia y el acercamiento sensorial que tuve con la geometría sagrada, por llamarle de algún modo. Cuando entré en esa dimensión perceptiva y consciente, me di cuenta de qué es la hiperconsciencia. Me di cuenta de que hay otra dimensión en esta misma dimensión, que no podemos ver y que la humanidad ha ido ocultando cada momento de esta. Quizá las matemáticas y la ciencia sean un impedimento para intentar descifrar lo indescifrable. Pienso que la geometría, la luz, la perfección del todo, el orden de las cosas, todo gira en torno a una ley cósmica a la que tenemos acceso y de la que formamos parte. El error para mí es pensar que el humano va a llegar a esto a través de las máquinas y la tecnología, cuando, en realidad, está en nuestro interior. Intentar descifrar esto sería destruirlo, y creo que es donde la ciencia ha llegado a destripar todo sin el rezo. Dicho esto, las palabras no existen para expresar esta luz, cualquier termino no lo alcanzaría, pero es cierto que esto existe y se le ha llamado de muchas formas. Los registros akáshicos, por ejemplo, siento que están unidos con la geometría sagrada. Esta para mí es la perfección del cosmos y lo otro es toda su información, pero, en definitiva, es mi idea y mi impresión, que no se pueden explicar ni pintar.
¿Cuáles son las diferencias más significativas entre trabajar en el taller y en la calle?
Me gustan las dos opciones. Quizás en el taller me cueste más porque no estoy acostumbrado y las exigencias técnicas y de conceptos ya son más altas… Pero estoy calentando motores para estar más tiempo encerrado con la pintura. Es algo que siempre quise.
¿Qué rutinas llevas a cabo para ponerte a pintar?
Intentar escapar de la gente [risas]. Desayunar fuerte, huevos de casa y ensalada, y a manchar.
¿Qué consejos le darías a alguien recién salido de la facultad de Bellas Artes?
No sé, depende para qué. Si es para ganar dinero, no les puedo aconsejar [risas]. Que trabajen mucho, pero no por dinero, sino por intentar superar técnicas y conceptos, por mejorar las cosas y el arte. Que miren menos el Instagram e investiguen más en los procesos. No soy yo el ejemplo para dar consejos.
¿En qué estás trabajando ahora?
Pues estoy tratando de investigar los rodillos y he fabricado los míos propios. Con estos, hace ocho años descubrí una técnica de repetición fractal que me fascina hacerla y que me gustaría seguir investigando, pero soy muy disperso y cambiante. Seguro que inventaré otra cosa y cambiaré. Mientras, trato de disfrutar.