“Vivir una vida artística consiste en la ansiedad permanente de no llegar a fin de mes”
Entrevista a María von Touceda
Escritora adiestrada en el arte de la supervivencia, María von Touceda (Santiago de Compostela, 43 años) se prodiga en muchos medios y soportes. La puedes leer en nuestras páginas, en dos novelas, Crítica del vicio (2018) y Coito ergo sum (2019), en catálogos para artistas plásticos o proyectada en el muro de un edificio en Santiago con lemas lapidarios como aquel que se hizo viral: “Amancio Ortega me regaló un mechero, pero me robó los porros”. Hablamos con ella de amor, de sexo, de drogas, de vivir la vida con arte, del mundo rural y del internet.
Aunque gallega, la escritora María von Touceda vive en Liérganes, un pueblecito de Cantabria donde, según nos dice, ha encontrado el equilibrio perfecto entre el tiempo que dedica a escribir y las miles de horas que brinda a su otra actividad favorita: la contemplación. A la hora de describir su estilo declara que utiliza la retranca como medio de expresión y la morriña como recurso melancólico que embellece aún más su vida asceta entre praus verde esmeralda y pelos de sus gatos Leo y Huma. Su sentido común, a menudo a contramano de los tópicos al uso, la ha encumbrado también como consultora sentimental en Facebook y en Instagram, cubierta por una máscara de lucha libre y apodada Miss Tiquiña. Somos muchos y muchas los que seguimos sus comentarios en redes, los que nos reímos con sus análisis sobre la vida, el mundo, el arte, las drogas o sus gatos.
¿Qué piensas cuando hablan del encanto de volver al pueblo?
Siempre he vivido en sitios pequeños, en Santiago de Compostela y en A Estrada, y cuando me mudé a Cantabria elegí un sitio mucho más pequeño. Mi abuela siempre me decía que yo, en mi condición de escritora, me tenía que ir a vivir a Madrid, pero siempre he pensado que mi epitafio tiene que decir: “No le hizo falta vivir en Madrid”. En los pueblos hay mucha más calidad de vida y ahora con internet se puede trabajar desde aquí sin problema. Con veinte años no querría vivir en Liérganes ni de broma, pero cuando ya se te pasa la fiebre de salir por la noche y tienes pareja creo que no hay mejor elección. Entiendo que la gente, cuando madura, se quiera venir a los pueblos. Desde la pandemia ha aumentado muchísimo el movimiento neorrural. Es lógico. Adaptarse también lleva un tiempo, aquí las cosas son muy diferentes a la ciudad y hay que aprender a respetar otros modelos de vida.
¿Cómo es un día normal en tu vida?
Madrugo muchísimo porque de cinco a nueve de la mañana son, para mí, las mejores horas para escribir. Luego trabajo en lo que tenga pendiente mientras hago las labores de la casa, los recados y, a la vez, actualizo mis redes con mis cosas. Las tardes las dedico a la lectura y a ir a nadar a la piscina. En lo referente a las labores de casa, las realizo yo casi todas porque mi pareja trabaja fuera y me las remunera, ya que los dos entendemos que es trabajo.
Cuando vas a la ciudad ¿cómo la ves? ¿Cómo nos ves a los urbanitas?
La ciudad no es para mí [risas]. Cuando bajo a Santander me estreso un poco en las calles. Y cuando voy a Santiago ya me parece Nueva York acostumbrada al pueblu. Los urbanitas son muy dependientes del movimiento de gentes, aunque luego protesten por lo mismo. A mí me encantan las calles vacías y no encontrarme con nadie. Una vez vino a visitarme un amigo escritor al pueblu y me dijo: “Aquí solo puedes esperar la muerte”. Pues claro que sí, a eso me vine. A esperar la muerte de la mejor manera posible.
Enredada en el pueblu
“Una vez vino a visitarme un amigo escritor al pueblu y me dijo: ‘Aquí solo puedes esperar la muerte’. Pues claro que sí, a eso me vine. A esperar la muerte de la mejor manera posible”
De todas maneras, el campo ya no es lo que era, al menos desde que existe internet que permite estar permanentemente conectado. ¿Cómo es tu relación con las redes y con internet? Como seguidor tuyo me da la impresión de que estás siempre conectada.
Mi relación con internet es fantástica porque casi toda mi vida social es por redes. No es que dé la impresión de que siempre esté conectada, es que lo estoy porque es donde me comunico con mi madre. Hablamos más cuando estoy lejos que cuando la voy a visitar. Veo fotos de cuando pasea a la perra, de sus outfits, de lo que come… Solemos desayunar juntas por webcam. Hacemos como unas ocho llamadas al día. Las redes también me sirven de diario y es donde echo unas buenas risas mientras mi pareja no está en casa. Los memes me dan la vida.
¿Se puede estar en las redes de manera artística? ¿Cómo ves tu labor en Facebook?
Yo creo que sí se puede. Por ejemplo, haciendo literatura o performance en los estados de Facebook. Mi “labor” en Facebook es expresar mis pensamientos, protestar ante las injusticias y reírme y hacer reír a los demás, que ya bastante jodida es la vida. No me gusta nada la palabra “activista” porque me parece que, de alguna manera, todos lo somos con las acciones que realizamos en nuestras vidas y no con lo que posteamos en redes.
Eres incluso consejera sentimental en Instagram y en Facebook, con tu personaje de Miss Tiquiña. ¿Nos puedes poner algún ejemplo de lo que te suelen preguntar y de lo que sueles responder?
Sobre lo que más me preguntan es de sexo, sobre todo durante la pandemia que andaba la gente canina. Como lo de Miss Tiquiña es una cosa muy improvisada contesto con las salidas que se me ocurren en ese momento. Siempre respondo con retranca y me adapto a lo que sé de esa persona a través de las redes. Si quieres saber lo que suelo responder, ¡atrévete un día a preguntar!
Ahora que muchas y muchos cuestionan el amor romántico. Para ti, que te has ido a vivir a Liérganes por amor, ¿qué es el amor?
“Uso yo la marihuana y no ella a mí. La utilizo para relajarme y también como fuente de creatividad. Sin pasarme, todo en su justa medida porque me gusta estar activa para poder realizar las labores del hogar y otras cosas”
El amor es lo más grande de esta puta vida. Algo por lo que merece la pena luchar tanto para conseguirlo como para mantenerlo. En el amor también hay que ceder y renunciar que es algo a lo que muchas personas se niegan porque están muy cómodas con su modo de vida. Mucha gente ataca el amor romántico, pero creo que es porque está mal entendido. Si no hay romanticismo en el amor, ¿vamos a enamorarnos a través de un frío manual de instrucciones? Yo me niego, me gusta ver el amor como miran los románticos del XIX a lo inefable. Y sí, en el amor se sufre, pero no porque tengamos que aguantar que nos haga daño una persona, sino porque cuando amas, empatizas con tu pareja y sufres el dolor que ella sufre. Además, el amor va más allá de las parejas, yo amo con muchísima fuerza a mis amigos, a mi familia y a mis gatos. Creo que amor es lo contrario de egoísmo.
En el libro Un edificio, un proxector e moito tempo, recoges en colaboración con Escola Unitaria, la aventura artístico-mediática de las proyecciones sobre edificios que hiciste durante la pandemia. ¿Cómo fue aquella experiencia que tuvo tanto impacto?
Para mí fue lo mejor de la pandemia, o sea, lo único bueno. Echarnos unas buenas risas mientras todo era terror. Lo viví cómoda desde mi casa, no como mi compañero el que llevaba el proyector en Santiago que tuvo que sufrir las amenazas de la policía en su propia casa. Mucha gente nos dijo que esperaba las proyecciones diarias con muchas ganas y nos lo hacían saber. Haber arrancado risas en un momento tan crítico es algo de lo que enorgullecerse. Un amigo que es profe de Estética en la universidad me llamaba “la Jenny Holzer de Liérganes” [risas].
Psicofármacos y marihuana
En tu novela Coito ergo sum, Sara, la protagonista farmacéutica, despacha ansiolíticos y antidepresivos en los que no cree. En cambio, deja el tabaco y vuelve a fumar marihuana, droga que le parece mucho más útil para su salud mental. ¿Qué piensas tú acerca de los psicofármacos?
Pues creo que, en su justa medida, ayudan. Lo que pasa que, en esta sociedad, en vez de solucionar los problemas estructurales, se quiere a la gente dopada del todo y eso sí que me parece un error garrafal.
En esa novela también aparece Eva, la protagonista de Crítica del vicio, que hace las veces de camella e ilustra a los lectores acerca de las virtudes de las índicas y las sativas. Ya no se puede decir que el cannabis sea una sola cosa, son tantas las variedades y las indicaciones de cada una de ellas, ¿tú que variedades frecuentas?
Suelo fumar índica, normalmente Critical de exterior, que es a la que tengo acceso, pero no le hago ascos a ninguna variedad [risas].
Tras unos años de consumo de drogas y alcohol, iniciado en una temprana adolescencia, fuiste diagnosticada como bipolar. Y aun así eres usuaria de marihuana. Cuéntame un poco cómo usas tú la marihuana.
Pues como bien dices, uso yo la marihuana y no ella a mí. La utilizo para relajarme y también como fuente de creatividad. Sin pasarme, todo en su justa medida porque me gusta estar activa para poder realizar las labores del hogar y otras cosas. Una vez entrevisté a Mierdecitas para este medio y, al preguntarle cuál era su porro favorito, me contestó “El que no me incapacite”, y así pienso yo también. Lo de la “justa medida” es una cosa que uso mucho, pero porque a través del estudio de la obra de Goya, que a su vez se basa en los emblemas de Alciato, sabes que es lo mejor. Eso y el recto obrar.
En algún medio te he escuchado decir que fue un porro de una sativa rica en THC la que te inspiró el argumento de tu novela Coito ergo sum.
Sí, estoy acostumbrada a la hierba de exterior y mi camello me regaló un cogollo de una variedad de interior súper potente que me desencadenó a las cinco de la mañana un brote psicótico en el que me vino todo el libro a la cabeza, pero no era capaz de teclear. Escribí en un cuaderno todas las anotaciones que pude retener y a partir de ahí desarrollé la novela. Me vino muy bien, pero no se lo aconsejo a nadie porque esos brotes son muy desagradables si no sabes llevarlos a buen puerto.
“Medicar demasiado a los pacientes es un error gravísimo porque te dejan cayéndote la baba y de ahí es muy difícil salir. Hay que tener suerte y dar con un buen psiquiatra que encuentre los fármacos y la justa medida de los mismos para que puedas tener una vida ‘normal’”
En una ocasión me contaste que a veces te despiertas y los pájaros pían con demasiada intensidad y te das cuenta que vas a sufrir una crisis. Con el tiempo has aprendido a convivir con estos episodios psicóticos. ¿Cómo haces cuando detectas una crisis?
Tomo antipsicóticos y estabilizadores del ánimo a diario. Solo consumo benzos cuando tengo crisis de angustia y durante esas crisis no consumo hierba. La bipolaridad controlada es llevable, pero sin medicación sufres mucho tú y los que te quieren también. Es una enfermedad horrorosa, pero los que tenemos trastornos emocionales, también somos sensibles a las artes y eso, si sabes cómo hacerlo y tienes formación, también puedes aprovecharlo.
De la antipsiquiatría que cuestionaba la enfermedad mental como una construcción cultural se pasó a la hegemonía biomédica que establece que la enfermedad es un desajuste químico en el cerebro. Desde hace unos años, en ámbitos minoritarios activistas, se habla de la postpsiquiatría, en las que el psiquiatra ya no está por encima de los enfermos, sino que, en todo caso los acompaña y ayuda a que sean los mismos enfermos los que se ayuden entre sí. Por ejemplo, están los escuchadores de voces, que se definen en algunos casos como supervivientes de la psiquiatría, cuestionan la relación con los psicofármacos y enseñan a sus iguales a convivir con sus padecimientos, a escuchar sin temor las voces. Tu aprendizaje ha consistido también en convivir con la enfermedad, ¿no?
Sí, claro, son muchos años padeciendo la bipolaridad y aprendes a conocer los picos, a no asustarte cuando vienen las crisis. Creo que medicar demasiado a los pacientes es un error gravísimo porque te dejan cayéndote la baba y de ahí es muy difícil salir. Hay que tener suerte y dar con un buen psiquiatra que encuentre los fármacos y la justa medida de los mismos para que puedas tener una vida “normal”.
De la marihuana ya me has hablado, ¿cómo ha sido tu relación con otras drogas?
Pues de joven ha sido una relación muy problemática porque como no sabía que era bipolar, intentaba frenar el torrente de pensamientos intrusivos a base de drogas duras que me llevaron a la dependencia con todos los problemas que eso acarrea. Al madurar, mi relación con las drogas también maduró, y ahora valoro muchísimo la libertad sobre todas las cosas y por eso no dejo que ninguna droga me ate a ella.
Follar es maravilloso
“Al madurar, mi relación con las drogas también maduró, y ahora valoro muchísimo la libertad sobre todas las cosas y por eso no dejo que ninguna droga me ate a ella”
A menudo se te presenta como escritora erótica. ¿Está el sexo sobrevalorado? ¿Qué pasa en estos tiempos de Tinder? A mí a veces me parece que se folla más que nunca y otras que nunca se ha follado menos.
Follar es maravilloso cuando se hace desde la más absoluta libertad. No creo que el sexo esté sobrevalorado porque es de lo mejorcito que nos ofrece la vida. Nunca he usado Tinder, en Santiago tenemos la discoteca Maycar, que es muy oscura, y de ahí, si quieres, ya sales de la mano de alguien para follar [risas]. A mi pareja la conocí por Facebook y fue una suerte tremenda, sobre todo en la lucha contra la endogamia [risas]. Llevamos 13 años felizmente juntos y eso se debe a muchos factores entre los que están unas relaciones sexuales fantásticas, pero si seguimos juntos cuando seamos ancianos y esas relaciones mermen, tenemos muchas otras cosas que nos unen como el apoyo mutuo, el respeto y el humor. Me río muchísimo con mi pareja, que no es gallega, pero tiene una retranca que hace que lo parezca. Bueno, retranca y tranca [risas].
Sexo, drogas y arte. Del arte hemos hablado poco, ¿qué es para ti el arte?
El arte son reflexiones que materializan hombres y mujeres para no dejarte indiferente y poder recrearte en la experiencia estética. No es arte todo lo que hay en los museos ni aquello que hay fuera de ellos.
En estos tiempos de precariedad, ¿en qué consiste vivir una vida artística?
Pues consiste en la ansiedad permanente de no llegar a fin de mes. Aun ahora, con 43 años y todo el currículum que he forjado, hay gente que me llama para trabajar gratis. Que vengan ellos a mi casa a limpiarme el horno, ¡no te jode!
Soy de Santiago de Compostela, Licenciada en Historia del Arte aunque completé mis estudios en la facultad de Filosofía. También tengo un máster en Crítica de Arte Contemporáneo y Museología y un Postgrado en Escritura Creativa.
Mientras cursaba ese máster de 4000 euros vivía de okupa en el suelo de la sala de unos amigos y comíamos del contendedor del Lidl. En ese suelo escribí mi primera novela Crítica del vicio.
Mi primera publicación fue un relato en un libro Ilustrado por Del Hambre para la editorial Decadente.
También he escrito Coito ergo sum, el libro Un edificio, un proxector e moito tempo en colaboración con Escola Unitaria sobre las proyecciones de la pandemia y he colaborado en alguna antología. Y también en catálogos para artistas de la altura de Juan Francisco Casas, Rubén Rodrigo, Jose Luis Serzo, Juana González, Endika Basaguren…
Trabajé cuatro años en la revista web Elemmental, también he colaborado con la revista Hop, El Diario Montañés, etc.
Mi padre me abandonó cuando tenía cuatro años.
Consumidora de drogas y alcohol desde la preadolescencia. Lo hacía para frenar el torrente de pensamientos que me venían a la cabeza. Luego descubrieron que era bipolar. Tengo una minusvalía por ese motivo. Al medicarme engordé un montón, pero es una cosa que llevo alegremente y sin ningún tipo de complejo. Por eso he posado desnuda en varias ocasiones para Juan Francisco Casas.
He trabajado en hostelería, de monitora de natación, socorrista, abrillantando ataúdes en una funeraria, he sido portera de un after…
También he realizado monólogos en Galicia y en Cantabria y los vídeos de Miss Tiquiña.
También he dado charlas sobre arte y feminismo y sobre censura.
Me he venido a vivir a Cantabria por amor.
Vivo en Liérganes, en el Trasmiera, aquí trabajo en casa de lo mío y también sostengo al capitalismo con trabajo doméstico.
Ávida lectora, de novelas y también de cómics.
Me gusta cocinar, pero odio limpiar.
Tengo dos gatos.
Odio los putos guisantes, aunque le he dicho a mi novio varias veces que “comería guisantes por ti” como prueba de amor.
Tengo un hermanastro que es ingeniero, fruto de la relación de mi padre con otra mujer.
Valoro muchísimo la amistad.
Muy buena relación con mi familia materna.
No sé qué más contarte… ¡fui campeona gallega de los 200m Mariposa! Jajajaja.
Y estoy divorciada de un delincuente habitual.