Pasar al contenido principal

Testamento de un psiquiatra

Carlos Castilla del Pino

Durante los últimos siete años de su vida, Carlos Castilla del Pino (1922-2009), nacido en Cádiz hace un siglo, tecleó en su ordenador una serie de máximas y observaciones que articulan un proyecto de vida sana, o si se quiere, de muerte sabia. Acerca de su tardía producción aforística, cuyas proposiciones designa con el término aflorismos, advierte: “El aforismo concluye. El aflorismo comienza”. Los apuntes de este admirador de Cajal se dirigen directamente a lo esencial: la formación del carácter. La forja del suyo, estuvo presidida por una intensa y prolongada convivencia (no solo profesional) con el delirio, la depresión, la alucinación, la esquizofrenia, el suicidio. Consciente de la imposibilidad de “vivir sin conflicto” y de que la “multiplicidad de yoes” acarrea una incesante contienda intestina, pone a disposición del paciente un botiquín de primeros auxilios destinados a “desactivar la desgracia”.

La vejez comienza cuando no hay proyecto.

Hay errores en la vida, y hay vidas erradas: son cosas distintas.

No era preciso inventar el alma. El cuerpo es el alma.

Con la cara se nace; el rostro se hace.

Saber qué representa el éxito para alguien, es una forma de saber mucho de él.

El ateo es un creyente, pero en la inexistencia de Dios. ¡Un desastre lógico!

No hagas el mal, porque te lo haces.

Las primeras experiencias son las que conforman; por eso, como recuerdos, son los últimos que se olvidan.

No competir es la independencia.

La oscuridad mental es siempre sospechosa de impostura. La verdad, aunque sea complicada, es clara.

También la desgracia tiene algo de positivo, pero hay que descubrirlo. Lo positivo de la desgracia nos protege de ser irremediablemente desgraciados.

La fantasía, un delirio en el que no se cree: un juego. El delirio, una fantasía en la que se cree y se toma en serio.

Si tu trabajo te cansa, pero no te aburre, es el tuyo.

La decisión de incorporar a la persona amada a nuestra vida se hace en condiciones muy desfavorables, a saber, cuando estamos enamorados. Sin sentido, pues, de la realidad, la catástrofe es de esperar, salvo que el azar intervenga a nuestro favor y acertemos sin más.

Los hombres, para el científico. El hombre, para la sorpresa.

La única terapia es la que pretende defender al sujeto de sí mismo cuando este se convierte en su peor enemigo. Defenderse de los demás es fácil, y llegado el caso, para eso está la policía.

Seamos críticos con nosotros mismos. Tratemos de obtener el prestigio interior.

Un dogma es una receta con la que se enferma inexorablemente.

Un éxito equivocado: un fracaso rotundo.

La cultura es un instrumento con el cual interpretar el mundo. La cultura incrementa la perplejidad, porque da cuenta de la complejidad.

La estética es una manifestación de la ética. Dar lo bello debería ser tan obligado como dar lo bueno.

Es tolerable que haya miedo en el vivir, pero vivir con miedo exige tratamiento.

De vez en cuando hay que hacer una cura de abstinencia de la actualidad.

Agradezco siempre al que con lo que hace me da ejemplo de lo que no debo hacer.

Solo somos dueños de nuestro destino en la renuncia.

Sueño, porque existo.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #296

Comprar versión impresa

Te puede interesar...

¿Te ha gustado este artículo y quieres saber más?
Aquí te dejamos una cata selecta de nuestros mejores contenidos relacionados:

Suscríbete a Cáñamo