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El Cuadernito de Unamuno

“Apenas dejó género literario sin cultivar. Y, sin embargo, fue hombre de un solo pensamiento”, afirma María Zambrano en sintonía con una sentencia del propio Unamuno (1864-1936): “El hombre es un aforismo” (Amor y pedagogía). En esta novela, y más tarde en una serie de artículos para El Imparcial, el autor de El sentimiento trágico de la vida jugó con la idea de componer un libro de aforismos –o en torno al aforismo–, y puede que hoy dispusiéramos de él si la historia de su país hubiera sido un poco menos turbulenta. En carta a Guillermo de Torre, apunta: “Cuadernito de notas, frases, giros, aforismos, etcétera, del que voy a sacar unos cuantos para componer un ensayo o como se le quiera llamar” (7-I-1936). A falta de ese breviario, su Cancionero, bitácora en verso que le acompañó durante los últimos años de su vida, constituye un verdadero depósito de pensamiento aforístico. Lo comprobaremos algún día. Esta vez nos limitamos a reunir un puñado de perlas extraídas de las obras aquí citadas y otras afines.

El progreso consiste en pasar de discurrir con el estómago a digerir con el cerebro. (Cuadernos de juventud, 1881-1892)

El que quiere todo lo que sucede, consigue que suceda cuanto quiera. Omnipotencia humana por resignación. (Diario íntimo, 1898)

Perdí mi fe pensando en los dogmas, en los misterios en cuanto dogmas; la recobro meditando en los misterios, en los dogmas en cuanto misterios. (1898)

La verdad es un lujo; cuesta cara. (Amor y pedagogía, 1902)

Pensar la vida es vivir el pensamiento. (1902)

El hombre ignorante solo sabe el nombre propio de las cosas. El menos ignorante, sabe su primer apellido; cuando se instruye más, conoce ya el segundo, y así sucesivamente. Cuanto más adelantamos en la ciencia de las cosas, más apellidos damos a estas, conocemos mejor su genealogía. (1902)

La suprema necesidad humana es la de no morir. (El sentimiento trágico, 1912)

El pesimismo es hijo de la vanidad. (1912)

El hombre culto o es dilettante o es pedante. (1912)

La historia, o sea, el arte de profetizar lo pasado. (El Imparcial, 1-IV-1923)

Lo esencial, lo íntimo y, por lo tanto, lo duradero de cada uno, es lo que quiere ser y no lo que es. (20-V-1923)

Lo genial es lo profundo, y lo ingenioso es lo extenso. (27-V-1923)

El espíritu juega a la eternidad, juega contra el destino. Y desatina. (27-V-1923)

Definir las cosas es el mejor camino para no comprenderlas. (El Imparcial, 1923, no publicado)

La definición es un punto muerto. Es por eso que solo se deja definir lo muerto. (1923)

No puedo influir en el buen tiempo de mañana, no siendo, si es que hace malo, poniéndole buena cara. (1923)

Mi aforismo no puede ser más que un epitafio. (1923)

Siempre me ha preocupado el problema de mis “yos exfuturos”, los que pude haber sido y dejé de ser, las posibilidades que he ido dejando en el camino de mi vida. Sobre ello he de escribir un ensayo, acaso un libro. Es el problema del libre albedrío. (De Fuerteventura a París, 18-VI-1924)

Esa sociedad de individuos que es la conciencia de cada individuo. (San Manuel Bueno, mártir, 1933)

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #304

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