En 1998, Shin’ichirō Watanabe dio a luz la serie de anime Cowboy Bebop. Apenas tuvo veintiséis episodios, pero pronto se convirtió en un gran éxito y en título de culto no solo en Japón. El serial, que sigue a los cazarrecompensas Spike Spiegel, Jet Black, Faye Valentine, Ed y Ein viajando por la galaxia en busca de dinero y tiros a borde de la nave espacial Bebop, pronto se entendió como el vehículo anímico del creador, a través del cual canalizaba sus obsesiones estéticas y temáticas, desde la música jazz que articula la banda sonora hasta el nihilismo que impregna las aventuras de Spike y compañía. Inmediatamente después de su lanzamiento se publicaron dos series de cómics manga. En el 2003 llegaría una película anime que expandía el relato de esta space opera, y ahora, más de dos décadas después de la emisión original, Netflix estrenará el 19 de noviembre una nueva versión live action que recreará el serial original.
Por supuesto, el remake en acción real del serial tiene mucho de nostalgia explotation, como sucede siempre que nos encontramos ante un nuevo ejercicio de revisitación de un título de culto en el audiovisual. Pero en el caso de Cowboy Bebop sirve, asimismo, para volver la mirada a una serie de anime repleta de carisma, que hace gala de una exquisita puesta en escena, un ingente conocimiento de la cultura pop y una cohorte de seguidores inmensa. Para Francesc Miró, periodista y crítico cultural, amén de autor del libro Réquiem por un vaquero espacial: el universo de Cowboy Bebop (Héroes de Papel, 2019), se trata, en pocas palabras, de “un wéstern espacial noir con un trabajo ingente en cuestiones de puesta en escena y banda sonora”. Y detalla para Cáñamo: “Los tres géneros latentes en toda la serie son el wéstern, la ciencia ficción y el noir. Sobre el lenguaje, los tropos y los lugares comunes de estos tres géneros, Watanabe encuentra su propia vía de expresión y construye una historia que entra por los ojos gracias a un increíblemente atractivo diseño de producción, y que se queda debido a las inspiradas composiciones de Yōko Kanno”.
El célebre tema de Kanno, de hecho, suena a todo volumen en la recreación de los créditos de apertura de la nueva serie, de una fidelidad extrema con el opening original, tanto en su ritmo veloz como en su espíritu estético. Netflix presentó a final de septiembre esta careta a buen seguro que para aliviar las suspicacias del mundo fan de cara al pronto estreno. Aunque el avance daba algunas pistas sobre la nueva producción, desconocemos en concreto si la versión live action se dedicará a traducir las imágenes del anime o si, por el contrario, propondrá su propia visión. Desde el equipo de producción, no obstante, se ha insistido en numerosas ocasiones en que iban a ser lo más fiel que pudieran al anime original: “Si estás haciendo Cowboy Bebop, estás haciendo Cowboy Bebop. Ya sabes, es como hacer Star Wars”, contaba a io9 el año pasado Javier Grillo-Marxuach, guionista de la serie.
Pero ¿será capaz el serial en acción real de trasladar la idiosincrasia de Watanabe al formato Netflix? Cowboy Bebop estaba trufada de guiños a la cultura pop, como el hecho de que los títulos de sus episodios hicieran referencia a una canción, género o tipo de música, desde el Honky Tonk Women de los Rolling Stones, que daba nombre al episodio tres, hasta el título Bohemian Rhapsody, clara referencia a la canción de Queen, del episodio catorce. Además, muchos planteamientos del guion o incluso en materia de puesta en escena también homenajeaban a grandes clásicos del cine. El episodio del anime Toys in the Attic, por ejemplo, rinde tributo a Alien: el octavo pasajero (1979), de Ridley Scott; mientras que, del mismo modo, no cuesta ver en Spike Spiegel, el protagonista del serial, rastros de Lupin III o del Clint Eastwood más crepuscular. Un festín metarreferencial, sin duda, que, en cierta medida, puede ser traducido en sucesivas nuevas versiones sin demasiadas complicaciones.
No obstante, si algo caracterizaba justamente al serial original era el estar empapado de la personalidad de su creador. Y, para empezar, los seguidores ya han alertado de una ausencia. En los primeros avances del Cowboy Bebop live action hemos visto a John Cho como el protagonista Spike Spiegel, a Daniella Pineda en el rol de Faye Valentine y a Mustafa Shakir encarnar a Jet Black. Netflix incluso ha mostrado imágenes de Ein, el entrañable perro corgi que acompaña a la tripulación, pero no hay rastro de Ed, uno de los personajes más queridos y que, por lo que apunta, parece que la adaptación de Netflix va a omitir.
“No vamos a ir una a una con todas las historias del anime original porque también estamos tratando de contar la historia más amplia sobre Spike Spiegel y el Sindicato, Spike Spiegel y Julia, Spike Spiegel y Vicious, y todo lo demás”, adelantaba Grillo-Marxuach. “Pero estamos viendo la serie y diciendo: ‘¿quiénes son algunos de los grandes villanos de esta serie y cómo podemos incluirlos en esta narrativa más amplia?’. De modo que estamos contando las dos grandes historias que Cowboy Bebop cuenta”, remataba el guionista de la nueva producción.
Para Francesc Miró, caben dos escenarios posibles: “Si es una catástrofe de serie, como resultó ser la adaptación live action de Death Note, volverá a dar valor a los hallazgos estéticos y temáticos de la serie de animación original. Los convencidos habrán asistido a un sermón que no les convence y pondrán el grito en el cielo porque se habrán ‘malinterpretado’ o ‘manipulado’ sus sagradas escrituras”, indica, irónico, ante el primer escenario. “En cambio, si resulta ser algo digno de ver, al estar abrigado por una plataforma tan masiva y de un público tan diverso como el de Netflix, puede que llame la atención de espectadores que no han visto la original y que, llevados por la curiosidad, lleguen hasta la serie de Watanabe”. Sin embargo, nos recuerda un dato importantísimo en relación con el actual escenario del audiovisual dominado por grandes corporaciones digitales: “Desgraciadamente, la de animación no está actualmente en ninguna plataforma de VOD (estuvo en Netflix y desapareció), así que o la compran en Blu-Ray o recurren a la ilegalidad”.
Entrevista a Francesc Miró
“Cowboy Bebop’ fue un punto de inflexión en el anime”
Francesc Miró es una de las voces críticas actuales más destacadas sobre el mundo de la animación nipona. Nos da las claves de Cowboy Bebop tras analizarla a fondo en el libro Réquiem por un vaquero espacial: el universo de Cowboy Bebop.
¿En qué medida Cowboy Bebop trasciende el nicho del anime?
Puede que la visión del nicho que tenemos esté sesgada en nuestro país: existen multitud de ejemplos de anime que trascienden ese nicho en forma y fondo. En cualquier caso, creo que Cowboy Bebop trascendió ese nicho en su momento porque los referentes que manejaba Watanabe eran muy reconocibles para el espectador occidental. Por una parte, en lo visual, Watanabe elude recurrir a la simbología clásica del anime al evitar conscientemente las exageraciones en las expresiones faciales. Y por otra, mientras evita esto, abraza los homenajes al audiovisual hollywoodiense, que se buscan conscientemente. Hay claros guiños a películas tan populares como Alien, Con Air o 2001, y clásicos del noir como Perdición, de Wilder, o Perversidad, de Lang. Hasta tiene un capítulo llamado “Pierrot le fou”, como la película de Godard y el recientemente fallecido Belmondo. Además, la serie otorga omnipresencia al blues y el jazz como hilo conductor que conecta con una sensibilidad típicamente norteamericana. A mi parecer, todo ello contribuye a que Cowboy Bebop fuese percibido como un anime que parecía “poco anime”. Y eso contribuyó a que saltase ese nicho del que hablamos.
¿Qué diferencia a la serie de otros wésterns espaciales, como la icónica Star Wars o la melancólica Capitán Harlock?
Creo que tiene cosas de ambas. Tiene arranques de épica propios de George Lucas y es una serie tan melancólica como la de Rintaro, , o más. La principal diferencia, diría yo, es que ninguna cuenta con una presencia musical íntimamente relacionada con el desarrollo emocional de los personajes ni con la disposición de los elementos de la imagen como de la que hace gala Cowboy Bebop. Ninguna de ellas tiene a Yoko Kanno, vaya. Y añadiría como elemento diferenciador lo muy en serio que se toma el género del wéstern: parte de la filosofía de la serie de Watanabe tiene mucho de lo que el crítico literario Peter French llamaba el “caminar de un hombre muerto” en el wéstern crepuscular. Al fin y al cabo, se puede leer como una alegoría de la depresión y el suicidio, al estar protagonizada por un personaje, Spike, que pone en riesgo su vida constantemente, porque es incapaz de acabar con su vida ni de superar su pasado. Hasta que lo hace.
Al regresar críticamente al anime para escribir Réquiem por un vaquero espacial, ¿qué cosas descubriste que habías pasado por alto?
Principalmente, la lectura de género. La primera vez que vi la serie simplemente quedé obnubilado por lo cool que era todo, todo el rato. Ni me percaté del enorme peso que la masculinidad tóxica tiene en los personajes de Jet y Spike, ni de la cosificación sexual de Faye, ni de lo relevante que es el diseño andrógino de Ed, que por cierto es mi personaje favorito y parece que ha sido excluido del live action. Tampoco le presté atención a la lectura LGTBIQ; tienen multitud de episodios en los que el diseño de un personaje femenino puede tener facciones o voz masculinas, o el romance homosexual que vive uno de los personajes secundarios, que, además, no tiene un cuerpo heteronormativo porque padece ginecomastia. Son muchas las lecturas en cuestión de género que se pueden hacer de Cowboy Bebop, y todas, a posteriori.
¿Crees que Cowboy Bebop ha marcado un punto de inflexión para los espectadores europeos?
Junto con Neon Genesis Evangelion, Cowboy Bebop es uno de los animes más influyentes de los noventa para el espectador europeo. Aunque puede que la fascinación por la serie de Hideaki Anno sea aún mayor, pues ahora mismo vive un renacer con el largometraje que acaba de estrenar Amazon Prime: Evangelion: 3.0+1.0 Thrice Upon a Time. Ambos fueron puntos de inflexión en la industria, como más tarde lo sería en cierta medida Death Note, también influyente y también adaptada en live action por Netflix.