De los perversos antihéroes nacidos de las ruinas de la Segunda Guerra Mundial, es probable que no haya ninguno tan icónico como Tom Ripley. Para su creadora, la novelista Patricia Highsmith, Ripley es un tipo “suave, agradable y completamente amoral”; un estafador arribista, solitario y, a su modo, seductor, que miente a todo aquel que se cruza en su camino.
La doblez de Ripley no acaba ahí, porque también es capaz de asesinar a quien ose interferir en sus planes. “El asesinato tiene algo que ver con hacer el amor, es una especie de posesión”, llegó a escribir Highsmith en sus diarios. Para muchos expertos en la vida y obras de la controvertida y apasionante novelista, los vínculos entre creadora y criatura eran imbricados: “Patricia Highsmith era Tom Ripley sin encanto”, escribió el crítico Edmund White en un perfil reciente sobre la autora en The New York Times. “Como Ripley, era una arribista especialmente consciente del estatus; la mayoría de sus novias eran de clase media alta, ricas, bien conectadas, preferiblemente casadas. Al igual que Ripley, fantaseaba constantemente; incluso en sus diarios parecía incapaz de distinguir entre la realidad y sus invenciones...”.
En 2025 se cumplirán 70 años de la publicación de El talento de Mr. Ripley y, por lo tanto, siete décadas de Tom Ripley convertido en uno de los personajes más atractivos de la ficción contemporánea. Es difícil responder a por qué un tipo como Ripley –acomplejado, siniestro, manipulador y, en pocas palabras, psicópata– sigue ejerciendo ese poder de seducción: Alain Delon (1960), Dennis Hopper (1977), Matt Damon (1999), John Malkovich (2002) y Barry Prepper (2005) han interpretado a ese estafador neoyorquino que viaja hasta el sur de Italia en busca de Dickie Greenleaf, hijo del magnate naviero Herbert Greenleaf, y todavía seguimos sin respuesta. Quizá Ripley, la miniserie desarrollada por el guionista, director y productor Steven Zaillian y con Andrew Scott (Fleabag, Desconocidos) en el rol protagonista, Johnny Flynn como Dickie Greenleaf y Dakota Fanning como Marge Sherwood, pueda ayudarnos a resolver el enigma.
Una apuesta de calidad
En emisión en Netflix desde el pasado 4 de abril, Ripley es, así pues, una nueva incursión en las contradicciones de un personaje que, a su vez, refleja como pocos nuestros anhelos de grandeza y nuestros complejos más profundos.
Esta nueva adaptación, extremadamente fiel al texto de Highsmith, puede casi entenderse como un proyecto personal de Zaillian, guionista de La lista de Schindler (1993), El irlandés (2019) o American Gangster (2007), entre otras cintas clásicas de marcado sello de calidad. Cuando el proyecto se anunció en 2019 bajo el amparo de Showtime, Zaillian ya estaba buscando localizaciones en Italia. El mundo aún era otro y las complicaciones de la pandemia dificultaron una producción compleja de por sí; pero, como muchas otras ficciones, sorteó las dificultades hasta que finalmente Netflix adquirió los derechos de emisión el año pasado.
Desarrollada a lo largo de ocho capítulos de entre 50 y 75 minutos de duración, si algo sorprende de la serie de Zaillian es la calma que se toma para escudriñar a su protagonista. Con ocho horas de relato por delante, uno puede tomárselo con la suficiente tranquilidad como para exprimir al máximo la novela original que adapta, es cierto, pero el ritmo pausado que imprime Zaillian a la serie consigue como ninguna ficción previa capturar la paranoia y la tensión psicológica que emana tanto del protagonista como de la misión que le ha sido encomendada. Su Ripley es el arquetipo del hombre sin atributos del mundo contemporáneo, invisible entre la masa urbana y condenado, a priori, a una vida miserable. Según su intérprete, Andrew Scott, tal y como contaba en una entrevista en marzo en la BBC, a su personaje “no se le ve y puede hacer lo que hace para sobrevivir, como tanta gente, y luego aterriza en este otro mundo en el que hay gente con menos talento que él y que no tiene reparos en llamarse a sí misma artista”. Y apostilla: “El mensaje es: si descartas ciertos factores de la comunidad, algo se pudre en el estado de Dinamarca”.
La otra gran característica del serial es la excelente fotografía en blanco y negro de Robert Elswit, ganador del Oscar por Pozos de ambición (2007). “Habría sido un verdadero reto rodar la serie en color”, confesaba Zaillian en Coming Soon. “La serie debía tener un aspecto de cine negro. Todas las fotos que tomé durante la exploración, la preparación y la investigación eran en blanco y negro, nunca se me ocurrió hacerlo en color. Sentí que el ambiente de la historia no tenía que ser una postal brillante y hermosa de Italia. Es Italia, pero es Italia en 1960, y ha de sentirse un poco oscura y peligrosa, incluso si estás en una hermosa villa”.
El blanco y negro sin duda ayuda a reubicar el relato de Highsmith en su tiempo original, el período de la posguerra, al tiempo que le imprime esa atmósfera noir tan característica, pero también posee otra función: vehicular las marismas morales por las que se mueve el protagonista. Que no son pocas.
El “ciclo Ripley”
De las cinco novelas que conforman el denominado “ciclo Ripley” de Highsmith, solo se han adaptado las tres primeras, de las que la original, El talento de Mr. Ripley (1955), es la que más veces ha sido versionada. Primero por René Clement en A pleno sol (1960), en la que Alain Delon encarna a un gigoló turbador que, contratado por los Greenleaf, viaja hasta el sur de Italia para dar con el hijo pródigo, aquí renombrado como Philippe e interpretado por Maurice Ronet, mientras que la cantante y actriz Marie Laforet hace de su novia. Aunque Delon contó con la aprobación de Highsmith, quizá seducida por la nada velada relación homoerótica entre el Ripley de Delon y el Philiippe de Ronet, la película no le acabó de satisfacer, sobre todo por un final que parecía traicionar el sentido de la historia, esto es, la supervivencia y glorificación de un personaje amoral.
Esa misma novela sería llevada al cine en 1999 por Anthony Minghella. El clásico, que justo este 2024 cumple 25 años, fue uno de los éxitos de esa temporada gracias a su tríada de protagonistas: Matt Damon en el papel de Ripley, Jude Law excelente en el rol del caprichoso Dickie Greenleaf, y Gwyneth Paltrow como Marge Sheerwood, acompañados, por si fuera poco, por Cate Blanchett y Phillip Seymour-Hoffman en roles secundarios. Mingella se esforzó en captar el dolce far niente de la clase pudiente americana en esa Italia bella y decadente de finales de los 50, y la película fue todo un éxito: con un presupuesto de 40 millones de dólares, recaudó 128,8 millones en taquilla y llegó a ser nominada en varias categorías de los Oscar, entre ellas, Mejor guion adaptado y Actor secundario para Law.
El juego de Ripley (1974), la tercera entrega de la saga, también saltó a la gran pantalla en dos ocasiones. Wim Wenders firmó la primera versión, la magnífica y oscura El amigo americano (1997). De claros tintes faustianos y con una atmósfera lúgubre, fotografiada por Robby Müller, en la versión de Wenders Dennis Hopper interpreta a un Ripley sibilino que trata de convencer a un hombre corriente, Jonathan Zimmerman (Bruno Ganz) para que cometa un par de asesinatos a cambio de una generosa tarifa. A Highsmisth tampoco le entusiasmó esta versión: “[Wenders] juntó dos libros [de Ripley] para El amigo americano. Uno de ellos no lo compró”, le comentó al periodista Gerald Peary. El estilo de Wenders sí le convencía, pero no así la interpretación de Hopper, un Ripley cowboy tan cool como alucinado. “Esas no son mis palabras”, se quejó la escritora sobre los soliloquios filosóficos del personaje.
No sabemos qué pensaría Highsmith de la interpretación de John Malkovich como Ripley en El juego de Ripley (2002) ni la actualización de su historia a los marcos de violencia de principios del siglo XXI, con la mafia rusa como némesis del protagonista. Aun así, la adaptación de Cavani se mantiene coherente con el universo de lujo paladino iniciado con la cinta de Minghella y es sin duda mucho más interesante que la penúltima película del ciclo Ripley que vio la luz, la producción Ripley bajo tierra (2005), dirigida por Roger Spottiswoode y protagonizada por Barry Pepper (Tom Ripley), Jacinda Barrett, Tom Wilkinson y Willem Dafoe, que llevó al cine la segunda novela de la saga, La máscara de Ripley (1970), sin apenas repercusión.
Si la serie de Zallian es bien acogida, quizá podamos disfrutar de las otras aventuras de Ripley en esta nueva iteración. En su momento, el guionista y director anunció que planeaba realizar cinco temporadas de ocho episodios de la serie, una por cada libro. Las únicas novelas que todavía no han sido adaptadas han sido las dos últimas, Tras los pasos de Ripley (1980) y Ripley en peligro (1991). Sin duda, todo dependerá del éxito de esta primera entrega, pero también de las siguientes. Veremos si para entonces el misterio de Ripley sigue siendo irresistible.